
Los resultados de un nuevo estudio pueden tener aplicaciones en educación y en la reeducación de personas con poca empatía
“En un mundo que lucha con divisiones profundas y agitación social, la empatía se ha vuelto más crucial que nunca”. Esta frase tan directa es el inicio de un trabajo publicado en la revista Emotion por la psicóloga Amy J. P. Gregory y sus colaboradores, de las universidades McGill y de Albany, en Estados Unidos, en que analizan los diversos elementos que pueden ayudar a incrementar la empatía de las personas como mecanismo para disminuir el alcance y la incidencia de estas luchas.
Los investigadores se centran especialmente en la importancia que tiene la imaginación como detonante de emociones y comportamientos empáticos, incluidos los compasivos. Según concluyen, imaginar la angustia y el dolor que pueden sentir otras personas incrementa las propias sensaciones de angustia y la voluntad de ayudarlas, pero no la empatía. Esto, a la larga, no contribuye a disminuir el alcance de los conflictos humanos.
Sin embargo, imaginar que a través de este dolor les ayudamos a que disminuya el suyo incrementa la empatía en su conjunto, incluida la compasión. Las consecuencias en educación son claras y, como dicen los autores del trabajo, también se pueden utilizar en la reeducación de personas que presenten déficits importantes de empatía.
Qué es la empatía
Definir la empatía no es sencillo. De manera resumida, según especifican Gregory y su equipo de investigación, es la “capacidad o habilidad de entender la situación en que se puede encontrar otra persona, y es vital para mantener comportamientos prosociales”. Según el diccionario, es la “facultad de comprender las emociones y los sentimientos externos por un proceso de identificación con el objeto, grupo o individuo con que se relaciona”. A menudo, a estas definiciones también se añade el hecho no únicamente de entender o comprender las emociones de los demás, sino también el de compartirlas y preocuparse por ellas. La empatía, sin embargo, no es un constructo único, sino que incluye diversos factores, entre los cuales destacan el hecho de compartir la angustia y el dolor que podemos percibir en otras personas y el de preocuparnos de manera compasiva por ellos.
La empatía es crucial para mantener comportamientos prosociales. Está especialmente desarrollada en la especie humana, pero hay otras especies de animales que viven en grupos sociales relativamente complejos, donde también se producen comportamientos de tipo empático, que se exteriorizan a través de la solidaridad manifestada entre ellos. De estas especies destacan los chimpancés y los bonobos, los perros, los delfines, los elefantes e, incluso, algunos pájaros como los cuervos, entre otros.
Imaginar el dolor o imaginar la ayuda
En este trabajo, Gregory y sus colaboradores pidieron a un grupo de más de 200 voluntarios que imaginasen una situación en que un amigo suyo estuviera angustiado o notase dolor, como por ejemplo si le hubieran robado el coche. Solo que imaginasen el dolor y la angustia que podía sentir, nada más. Después, con diversas pruebas tipo test, valoraron hasta qué punto habían notado ellos también este dolor y cómo les había estimulado a ayudarlos. Y también si se había incrementado su empatía, entendida en su conjunto, es decir, incorporando los elementos de preocupación compasiva. El resultado de este primer experimento fue que imaginar situaciones de dolor aumenta el dolor propio y el propósito de ayudar, pero no modifica la predisposición empática hacia la compasión.
A continuación, llevaron a cabo un segundo experimento. Para evitar interferencias con la primera situación experimental, pidieron a otro grupo de voluntarios que imaginasen que ayudaban a personas que sufrían por alguna situación, de tal manera que disminuyese la angustia o el dolor que sentían. En este caso, también se incrementó la sensación de angustia y dolor de los voluntarios y la predisposición a ayudar a las otras personas, pero, además, aumentó la empatía en su conjunto, incorporando los elementos de preocupación compasiva.
Como dicen los autores al final de su trabajo, la imaginación es más poderosa de lo que a menudo se piensa. Desde el punto de vista cerebral, imaginar situaciones aumenta la plasticidad neuronal, que es la capacidad que tienen las neuronas de realizar conexiones nuevas para fijar los aprendizajes y las experiencias en la memoria. Dicho de otro modo, imaginar situaciones que incrementen las respuestas empáticas, incluidas las de preocupación compasiva, favorece los comportamientos futuros de predisposición a ayudar y a mostrar compasión. En clave educativa y de reeducación de personas que presenten déficits importantes de empatía, la potencialidad de este resultado es enorme, especialmente “en un mundo que lucha con divisiones profundas y agitación social”.
* Traducción del artículo de David Bueno «Imaginar que ajudem a altres persones augmenta l’empatia«, publicado en el Diari Ara, el 13 de enero de 2024.
Un comentario
Simplemente me flipa. Imaginar y experimentar la compasión desde dentro de nuestro ser es un ejercicio transformador. Lo que más me ha llegado es la posibilidad de ponerlo en práctica para que las personas trabajen su empatía de manera consciente. Esta frase es reveladora: ‘Sin embargo, imaginar que a través de este dolor les ayudamos a que disminuya el suyo incrementa la empatía en su conjunto, incluida la compasión’. Las implicaciones en educación son enormes y, como bien señalan los autores, también puede aplicarse en la reeducación de quienes tienen déficits importantes de empatía. Gracias por compartir esta reflexión tan valiosa.