El rol transformador del docente
En el capítulo del reciente libro La docencia universitaria en clave neuroeducativa, editado por Anna Forés y David Bueno, tuve el placer de escribir el capítulo sobre la “Construcción de la salud mental desde el aula”.
Al empezar con mi experiencia como autor, me encontré con la abrumadora evidencia que hoy sustenta el rol transformador de los docentes en la vida de otras personas. Una fuerza robusta e infalible de cambio social y humano que continúa sub-utilizada en la mayoría de los países.
Todas las personas enfrentamos momentos difíciles a lo largo de nuestras vidas: pérdidas, decepciones, fracasos financieros o emocionales, entre otros. Sin embargo, la diferencia clave radica en cómo reaccionamos ante estos desafíos. La salud mental es la base desde la cual gestionamos nuestras emociones, pensamientos y comportamientos, y se construye a lo largo de nuestra vida a través de la interacción con nuestro entorno. En este contexto, el rol de los docentes se vuelve crucial, ya que los estudiantes pasan gran parte de su día en la escuela o la universidad, lugares donde las interacciones con docentes y compañeros pueden ser determinantes para su bienestar emocional.
En el capítulo, exploro la evidencia actual que se centra en la construcción de los factores protectores que permiten un desarrollo neurocognitivo saludable y en el poder transformador que los maestros tienen en la vida de sus alumnos.
La salud mental: Un concepto dinámico
La salud mental, tal como la define la OMS, es un estado de bienestar que permite a las personas hacer frente a las tensiones de la vida, desarrollar su potencial, trabajar de forma productiva y contribuir a su comunidad. Sin embargo, la construcción de la salud mental no es un proceso estático, sino dinámico, fluctuando según las experiencias y el entorno.
Como sociedad, hemos comprendido mejor el papel de la familia en el desarrollo socioemocional de los niños. Sin embargo, estamos empezando a descubrir cómo el aula también es un entorno clave en la construcción de la salud mental. Los niños y adolescentes pasan una cantidad significativa de su tiempo en las instituciones educativas, lo que convierte al aula en un lugar estratégico. Aquí es donde los docentes juegan un papel esencial: el aula no es solo un espacio de aprendizaje académico, sino un ambiente donde se moldean factores protectores que promueven el bienestar emocional y previene trastornos, objetivos fundamentales para la salud mental.
Los factores protectores: Escudo frente a los riesgos
Los factores protectores son aquellos elementos que, de manera individual o en conjunto, reducen la probabilidad de que una persona desarrolle trastornos mentales como la ansiedad, la depresión o el abuso de sustancias. Estos factores ayudan a las personas a enfrentar las adversidades, y pueden agruparse en tres grandes categorías:
- Factores estructurales: Son aquellos que forman parte del entorno macro en el que un individuo vive y crece. Entre ellos se incluyen la infraestructura sanitaria, la estabilidad económica, las políticas educativas, la seguridad social y el medioambiente. Estos factores, aunque a menudo fuera del control directo de los estudiantes o incluso de las escuelas, tienen un profundo impacto en la salud mental. Un ejemplo claro es el impacto que tuvo la pandemia de COVID-19 en estos factores estructurales. El aislamiento social, la incertidumbre económica y las restricciones generalizadas produjeron un deterioro significativo de la salud mental global, afectando especialmente a los estudiantes más vulnerables. Los factores estructurales son esenciales para crear las condiciones adecuadas que permitan a los estudiantes desarrollar su potencial sin que factores externos les afecten de manera crítica.
- Factores familiares y comunitarios: La familia es, sin duda, uno de los primeros entornos en los que se moldea la salud mental de los niños. Las relaciones familiares saludables, basadas en la cohesión, el apoyo emocional y una comunicación efectiva, son básicas para la construcción del bienestar psicológico. Sin embargo, el rol de la comunidad también es vital. En este sentido, los docentes y el ambiente educativo juegan un papel trascendental. Un aspecto crucial del clima escolar es la seguridad emocional que los estudiantes sienten en su entorno académico. Investigaciones recientes han demostrado que un ambiente escolar positivo, donde las relaciones entre pares y con los docentes son respetuosas y de apoyo mutuo, está fuertemente asociado con una disminución de los problemas de salud mental y un aumento en el bienestar emocional. Por ejemplo, el bullying, o acoso escolar, ha sido identificado por la OMS como uno de los principales factores de riesgo para el desarrollo de problemas de salud mental en adolescentes. Por lo tanto, los maestros tienen la responsabilidad de fomentar un clima de respeto y tolerancia dentro del aula, donde las diferencias sean valoradas y no utilizadas como herramientas de marginación. Crear una comunidad de aprendizaje basada en la empatía, la colaboración y la inclusión puede ser un escudo contra los efectos del acoso y otros factores de riesgo.
- Factores individuales: Los factores individuales se refieren a las características personales de cada estudiante, incluyendo su genética, su capacidad para manejar emociones, su autoestima y sus habilidades sociales. Estos factores son modulados en gran medida por el entorno familiar y escolar, lo que convierte a los docentes en elementos clave para promover y reforzar estas características protectoras.
- La autoestima es la valoración que una persona tiene de sí misma, y una alta autoestima está relacionada con un menor riesgo de desarrollar trastornos mentales como la depresión o la ansiedad. Los docentes pueden fomentar la autoestima de sus estudiantes al reconocer sus logros, proporcionarles feedback positivo y alentarlos a enfrentar desafíos de manera constructiva.
- Las personas con buena cognición social tienden a formar relaciones más saludables y a recibir mayor apoyo emocional, lo que las protege frente a problemas de salud mental. Las actividades que promuevan el trabajo en equipo, la comunicación efectiva y la resolución de conflictos en el aula pueden ser herramientas poderosas para desarrollar estas habilidades.
- La enseñanza de estrategias para enfrentar el estrés, como la reevaluación cognitiva o el afrontamiento activo, puede ser muy beneficiosa, y conocerlas es una de las características básicas de los individuos resilientes. Los docentes pueden, por ejemplo, guiar a los estudiantes en ejercicios de mindfulness, técnicas de respiración, o simplemente promover un entorno en el que puedan expresar libremente sus emociones.
Las características personales como la autoestima, las habilidades sociales, la capacidad de gestionar emociones y el sentido de control sobre la vida son factores esenciales que pueden reducir el riesgo de problemas de salud mental, como la depresión y las adicciones.
El docente como constructor de salud mental
Los docentes tienen el privilegio de estar en la primera línea de contacto con los estudiantes, y su influencia va más allá del ámbito académico. Como dijo Henry Adams, “el maestro deja una huella para la eternidad; nunca se puede decir cuándo se detiene su influencia”. Los docentes tienen la capacidad de ser verdaderos agentes de cambio en la vida de sus estudiantes, especialmente en un ámbito de la salud mental. En el aula, tienen la oportunidad de fomentar un entorno de aprendizaje que no solo estimule el desarrollo cognitivo, sino también el emocional y social, creando un espacio seguro donde los estudiantes se sientan valorados y apoyados.
La salud mental de los estudiantes, en gran medida, depende de las interacciones cotidianas que ocurren en este entorno. Un ambiente del aula, donde prevalece el respeto, la seguridad y la inclusión, promueve el bienestar psicológico. Los estudiantes que perciben un clima escolar positivo experimentan menos ansiedad, depresión y otros problemas de salud mental.
Investigaciones recientes, han demostrado que la conexión con el docente, hace que los estudiantes se sientan apoyados, relacionándolos con mayores niveles de bienestar y menor riesgo de sufrir problemas emocionales. Esta relación de apoyo es un factor protector clave en el desarrollo emocional de los jóvenes.
El estímulo educativo como promotor del desarrollo integral. La neuroplasticidad, es decir, la capacidad del cerebro para reorganizarse y formar nuevas conexiones, se activa en gran parte gracias a los estímulos que los estudiantes reciben en el aula. El docente, con su tono de voz, sus miradas y su forma de interactuar, puede fortalecer estas conexiones, favoreciendo el desarrollo de redes neuronales que contribuyan al bienestar emocional y cognitivo del estudiante.
Un docente que adopte un enfoque neuroeducativo, que entienda cómo el cerebro interactúa con el entorno para moldear la personalidad y las emociones, puede ser una fuerza transformadora en la vida de los estudiantes. A través de su apoyo emocional, su capacidad para fomentar la autoestima y su habilidad para generar un ambiente de aprendizaje seguro y estimulante, los docentes pueden actuar como agentes de cambio, no solo en el desempeño académico de sus alumnos, sino en su bienestar emocional a largo plazo.
Como dijo el psicólogo y educador Carl Rogers, “el único hombre educado es aquel que ha aprendido cómo aprender y cambiar”.
La resiliencia: Aprender a crecer desde la adversidad
Uno de los conceptos más importantes en el desarrollo de la salud mental es el de resiliencia. Según Boris Cyrulnik, un reconocido psiquiatra y estudioso de la resiliencia, esta no es solo la capacidad de recuperarse de un trauma, sino de crecer a partir de él.
La resiliencia, entendida como la capacidad de superar la adversidad y adaptarse positivamente a los cambios, es una de las habilidades más importantes que los docentes pueden ayudar a desarrollar en sus estudiantes. En el capítulo, se explora cómo esta habilidad puede enseñarse y fortalecerse en el aula, no solo a través del contenido académico, sino también mediante la creación de un entorno que promueva el aprendizaje de habilidades para la vida.
Anna Forés y Jordi Grané, en su trabajo sobre resiliencia generativa, destacan que “resiliar” no es solo sobreponerse a una adversidad, sino generar nuevos futuros y opciones. Este enfoque es crucial en el contexto educativo, donde el papel del docente no es únicamente transmitir conocimientos, sino también crear experiencias significativas que permitan a los estudiantes desarrollar herramientas para enfrentar la vida. Educar en resiliencia significa, entre otras cosas:
- Personalizar el aprendizaje: Respetar la diversidad neurocognitiva de los estudiantes, sus culturas y necesidades individuales. La enseñanza debe ser flexible y adaptativa, permitiendo que cada estudiante alcance su máximo potencial.
- Incorporar el humor: El humor es una herramienta poderosa en el aula. No solo hace que el aprendizaje sea más ameno, sino que también actúa como un factor protector frente al estrés, promoviendo un ambiente de bienestar emocional. Como diría Víctor Borge, “la risa es la distancia más corta entre dos personas” y, en el aula, puede ser la clave para acercar a los estudiantes a una mejor salud mental.
- Generar vínculos auténticos: La relación entre docente y estudiante es fundamental para el desarrollo de la resiliencia. Los estudiantes que sienten que sus maestros se preocupan por ellos tienen más probabilidades de superar las dificultades y enfrentar los desafíos con una actitud positiva.
Reflexión Final: Los docentes pueden hacer la diferencia
El papel del docente en la construcción de la salud mental es clave. Todos los docentes tienen en sus manos el poder de transformar el aula; esta no es solo un lugar donde se transmiten conocimientos académicos, sino un espacio donde se moldea el carácter, se forjan vínculos y se desarrollan las habilidades emocionales. Los docentes tienen en sus manos la oportunidad de transformar la vida de sus estudiantes, creando un entorno seguro y estimulante que favorezca tanto el aprendizaje como el desarrollo de una “salud mental robusta y flexible”.
En palabras de Paulo Freire, “la educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo”. Así, los docentes, como agentes de cambio, no solo contribuyen al desarrollo intelectual de los estudiantes, sino que construyen los cimientos para una vida plena, cognitivamente estimulada, emocionalmente estable y resiliente.
Totalmente de acuerdo con tus reflexiones. Soy docente universitaria y veo la desvinculación de muchos, estos sistemas fuertemente marcados por lo competitivo y los contenidos, por las prisas y los resultados está dejando en parte a algunos estudios caso desiertos. Observo también lo difícil que es para un docente consciente alinearse con los estudiantes sin dejar de esperar de ellos esfuerzo y trabajo de superación para avanzar, que al fin y al cabo, es base de la autoestima, cuando algunos departamentos ante el absentismo intentan bajar el nivel como única salida. No está fácil la cosa, pero quien dijo que cambiar las cosas se hacen en dos días. Yo intento poner mi granito de arena con eso de la cercanía y el humor, el acompañamiento más o menos personalizado dentro de mis posibilidades y el creer en que cada uno y una a su ritmo consigue avanzar. La clave, como bien dices al principio, está en los docentes, no tanto en las metodologías y mucho menos en las TIC. saludos desde Austria