Solo sé que al alba, me desperté. Que, como el primer día de mi llegada a la isla, la luz gris perlada del amanecer acuchillaba las persianas verdes de mi ventana. Tenía los ojos abiertos. Por primera vez no había soñado nada. Algo había en la habitación como un aleteante huir de palomas.
Matute, Ana María
biografía
Nacida en el seno de una familia perteneciente a la pequeña burguesía barcelonesa en 1929, Ana María Matute empieza a escribir sus primeros libros a mediados de siglo, tras vivir de cerca los estragos de la Guerra Civil. Títulos como Historias de la Artámila (1961) o La trampa (1970) ya alojan la densidad simbólica de su estilo y unos personajes que tratan de acercarse a la sordidez que los rodea desde una imaginación que los aísla y vivifica a la par. Actualmente ocupa el asiento K en la RAE.
sinopsis
Una isla acoge a Matia en el verano de su despertar a las pulsiones de la vida. Una isla sustentada en oquedades de culpa ancestral, como el caciquismo feudal de su abuela. Apenas llegan allí los ecos de la contienda civil que desangra a la península y retiene al padre de Matia en el bando que a ella la convierte en una extraña que debe ser reconducida. No tardará en advertir la ambigüedad de sus instintos ante tanta hipocresía. Pero entonces ya será demasiado tarde para escapar a la degradación moral que la rodea y la arrastra a traicionar al muchacho de cuya vitalidad se había enamorado.
reseña
Con un hábil empleo de la condensación descriptiva y un sólido entramado de imágenes y motivos recurrentes, Primera memoria pone en liza dos cosmovisiones en conflicto: la de Matia, la adolescente que inicia su particular camino de perfección aún con los recuerdos idealistas y evasivos de la infancia, y la de su abuela, cuya inflexible figura domina y oprime la vida de la isla. Un conflicto narrado desde la perspectiva de una Matia adulta que no esconde la fragilidad de sus recuerdos. Es más, el desafío estético que propone la novela está indisolublemente ligado a la maleabilidad de la memoria y al paralelismo que se establece entre cómo opera el recuerdo y cómo germina el relato. En ambos casos, para atisbar una cartografía llena de ambigüedades y lagunas indescifrables.
De ahí el halo remoto e irreal que reviste la narración y la intensa sugerencia que alberga cada pasaje, en cuyo reverso se esconde siempre una posición moral equívoca o un suceso opaco. En ese microcosmos de valores pétreos que muestra la isla, cada uno de los personajes que rodean a Matia encarna una sanción moral latente del statu quo. Desde su condición de niña y extraña a todo ese universo, Matia llevará a cabo un trayecto doble por el que penetrará en las cavidades ocultas que sustentan el poder de su abuela a la par que advertirá los límites de su rebeldía. Así, el descubrimiento de la injusticia no podrá ir acompañado de una restitución del orden, y Matia abandonará la ingenuidad de su infancia asumiendo en ese tránsito la huella que en ella anida incluso de aquello que rechaza.
El despertar de Matia, pues, estará asociado a la incapacidad de escapar a la degradación que la rodea y, en definitiva, al desenmascaramiento de sí misma. Su traición final no será un simple acto de cobardía, sino el aterrizaje en la crisis perpetua de la lucidez adulta, aquella que condena a distanciar la acción del pensamiento. Y entonces, esa nueva Bernarda Alba que tiene por abuela seguirá siendo aborrecible pero ya no tan distante, pues Matia advertirá como la prisión de la isla ha parcelado ya su fuero interno. De ahí que la solución al conflicto entre ambas, más que una final sólido, sea la asunción de la precariedad de la propia posición ante la realidad. Y en esa aceptación es donde el trabado y sugerente mundo simbólico de Matute cristaliza con mayor profundidad y riqueza, y Primera memoria asume un tono entre elegíaco y desencantado que alimenta sin fin su propia lectura.
Escudero, Víctor (2009), "Ana María Matute. Primera memoria", Lletra de Dona in Centre Dona i Literatura, Barcelona, Centre Dona i Literatura / Universitat de Barcelona.