Desde hace ya
mucho tiempo tememos y sospechamos a la vez que
lo que conocemos no sea más que un reflejo
de algo otro, real pero inaccesible. Así,
hemos tachado al mundo conocido de aparente, ilusorio
o doble, mero reflejo del mundo verdadero. Algunos
relatos, como el de Narciso, nos advierten de
que la entrega a esa realidad duplicada, engañosa,
puede depararnos algunos peligros. Pero después
de Narciso ha habido quién se ha resignado
a conocer tan sólo una ilusión,
quien ha convertido la necesidad en virtud y renunciado
al conocimiento de lo real para abrazar las apariencias
aún a riesgo de ahogarse en sus aguas,
o quien ha desenmascarado la duplicación
del mundo, la diferencia entre lo real y su doble,
como una lamentable confusión.
“Imagínate que vivieras en un mundo
en el que no hay espejos. Soñarías
con tu rostro y te lo imaginarías como
reflejo de lo que hay dentro de ti. Y después,
cuando tuvieras cuarenta años, alguien
te pondría por primera vez un espejo delante.
¡Imagínate el susto! Verías
un rostro completamente extraño.Ysabrías
con claridad lo que no eres capaz de comprender:
que tu rostro no eres tú.”
Milan Kundera, La
inmortalidad.
“―Hace unos años, cuando yo
era un muchacho —dijo Dorian Gray estrujando
la flor en su mano—, me conoció usted,
me aduló y me enseñó a sentirme
vanidoso de mi belleza (...) usted terminó
mi retrato, que me reveló la maravilla
de la belleza. En un momento de locura, que ahora
mismo no sé si deploro o no haber tenido,
formulé un deseo, que quizá usted
llamará ruego...
― ¡Lo recuerdo! ¡Oh, qué
bien lo recuerdo!¡No! Eso es imposible (...).
― ¡Ah! ¿Qué es lo imposible?
(...).
― Me dijo usted que lo había destruido.
― Estaba equivocado. Ha sido él
quien me ha destruido.
― No creo que éste sea mi cuadro.
― ¿No puede usted ver su ideal en
esto? ―dijo Dorian amargamente.”
Oscar Wilde, El retrato de Dorian
Gray.
“Los ojos, donde la carne se ha convertido
en espejo y nos da la ilusión de que por
allí nos acercamos al alma más que
por las restantes partes del cuerpo.”
Marcel Proust, En busca del tiempo
perdido. A la sombra de las muchachas en flor.
“Reconocer la realidad como una forma de
ilusión, y la ilusión como una forma
de realidad, es igualmente necesario e igualmente
inútil..”
Fernando Pessoa, Libro del desasosiego.
“...Como esta vida que no es mía
y sin embargo es la mía,
como este afán sin nombre
que no me pertenece y sin embargo soy yo...”
Luis Cernuda, Los placeres prohibidos.
“El doble se ha convertido en un espantajo,
así como los dioses se tornan demonios
una vez caídas sus religiones.”
Sigmund Freud, Lo siniestro.
“Si hay, pues, un milagro del trompe-l’oeil,
nunca reside en la ejecución realista —las
uvas de Zeuxis, tan verdaderas que los pájaros
van a picotearlas. Absurdo. Nunca puede haber
un milagro en el exceso de realidad, sino justo
al revés en la extinción repentina
de la realidad y en el vértigo de precipitarse
en ella”
Jean Baudrillard, De la seducción.
“Tolera mal toda imagen de sí
mismo, sufre si es nombrado. Considera que la
perfección de una relación humana
depende de esa vacancia de la imagen: abolir entre
los dos, entre el uno y el otro, los adjetivos;
una relación que se adjetiva está
del lado de la imagen, del lado de la dominación
y la muerte”
Roland Barthes, Roland Barthes por
Roland Barthes.
“...en el reflejo no se manifiesta un alma
única y total, sino que en el acontecimiento
de la contemplación de sí mismo
se inmiscuye un segundo participante, otro ficticio,
un autor carente de autoridad y de consistencia;
al verme en el espejo no estoy solo: estoy siendo
poseído por un alma ajena. Es más,
a veces esta alma ajena llega a cobrar un espesor
hasta llegar a cierta autonomía; el disgusto
y un determinado rencor, a los cuales se añade
nuestro descontento con nuestro aspecto, dan cuerpo
a ese otro, a ese potencial autor de nuestra apariencia”
Mijaíl M. Bajtín, Yo
también soy (fragmentos sobre el otro),
“Hemos eliminado el mundo verdadero: ¿qué
mundo nos ha quedado?, ¿acaso el aparente?...
¡No!, al eliminar el mundo verdadero hemos
eliminado también el aparente!”
Friedrich Nietzsche, Crepúsculo
de los ídolos.
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