Zambrano y Blanchot: decir con la escritura


Pepa Medina

 

Introducción

A partir de dos tesis formuladas por María Zambrano en el texto Por qué se escribe surge el tema que lleva por título este trabajo en torno al acto de decir con la escritura y las preguntas que orientan la organización de su contenido. Estas tesis son dos:

[1] Lo que no puede decirse con la voz por ser demasiado verdad (…) es lo que se tiene que escribir [p. 33].

[2] Lo inmediato, lo que brota de nuestra espontaneidad es algo de lo que íntegramente no nos hacemos responsables [p. 31].

La primera tesis articula, por un lado, hablar y escribir con el decir y, al mismo tiempo, aparece una disyunción, una incompatibilidad entre estos dos actos: el acto de hablar y el acto de escribir. Me voy a ocupar, en primer lugar, del acto de decir con la escritura, para después abrir la pregunta por la causa del rechazo que el escritor hace de decir con su propia voz.

De la segunda tesis se puede desprender una lectura según la cuál, Zambrano sostiene que del acto de decir con la escritura sí nos haríamos responsables, pero del acto de decir con la palabra, no. Tesis que, sin ser explícita en el texto, se puede inferir de esa afirmación que pretendo cuestionar.

Si hablamos del acto, hablamos de la responsabilidad y si hablamos del acto y de la responsabilidad, la cuestión del sujeto es ineludible. Sólo es atribuible un acto a un sujeto por la responsabilidad; el sujeto del acto lo es “a posteriori”, por responder de sus consecuencias. De por sí, el acto se opone a la indeterminación subjetiva. Por la responsabilidad se restituye el acto al sujeto. Acto del sujeto y responsabilidad van ligados. Articular el decir con el acto de hablar y el acto de escribir es también anudar ambos actos de un sujeto con la responsabilidad. Escribir se convierte en una terrible responsabilidad, escribe Blanchoti.

Del desencuentro en el diálogo al acto de escribir

Habiendo un hablar, ¿por qué escribir?

Esta pregunta se la hace Zambrano en este texto que me sirve de referencia. En él transmite el desencuentro que entre los seres humanos se produce cuando hablamos a otro y hacemos la experiencia de decir con la palabra; y esa palabra, aunque ha sido oída, no ha sido acogida, no ha sido escuchada. Esto nos ocurre a todos los seres humanos en aquellos momentos en que la escucha está parcialmente saturada, y cuando esto pasa, se escucha sólo lo que se dice en nosotros. Escuchar al otro significa en definitiva decir lo preciso para que él deje acudir en él mismo su propio decir. Zambrano explicita el desencuentro con un semejante que “no nos deja responder” [p. 31]. De ese desencuentro con el Otro de la palabra, que nos ha dejado sin poder responder, sin posibilidad de decir hablando, nace la necesidad de escribir y de decir escribiendo eso que no pudo ser dicho. Esta es una primera tesis que Zambrano sostiene respecto a la “exigencia” de escribir del escritor:

Se escribe para reconquistar la derrota sufrida siempre que hemos hablado largamente (…) Y la victoria sólo puede darse allí donde ha sido sufrida la derrota, en las mismas palabras. Estas mismas palabras tendrán ahora, en el escribir distinta función; no estarán al servicio del momento opresor; ya no servirán para justificarnos ante el ataque momentáneo, sino que partiendo de nuestro ser en recogimiento, irán a defendernos ante la totalidad de los momentos, ante la totalidad de las circunstancias (…). Hay en el escribir un retener las palabras, como en el hablar hay un soltarlas, un desprenderse de ellas [p. 32].

Zambrano escribe acerca de una experiencia dolorosa por el desencuentro con la palabra hablada no como algo singular, sino común para todos los seres humanos. Es como decir que cuando hablamos, el desencuentro está asegurado. La pregunta que me planteo es por la razón, por el grado de desencuentro que se ha producido y cómo cada sujeto ha sido afectado por ello; con lo cual la actitud ante esa experiencia tendrá respuestas distintas. Para algunos, el grado de sufrimiento es tan grande que ya han renunciado para siempre al deseo de ser escuchados y pueden optar por un mutismo total. Otros se quejan de su sufrimiento. El escritor, por el contrario, no usa la palabra para hablar de su sufrimiento, no lo hace escuchar; hace otra cosa que quejarse, hace una obra. Busca, a través de la escritura, un modo de objetivar ese sufrimiento.

Cuando hablamos a otro, el valor del acto comienza por el valor del acto de decir: dignidad de la responsabilidad de la palabra y valor de decir, de hablar en nombre propio dirigiéndose al Otro, ese Otro como lugar simbólico, desde el cual podría acoger nuestra palabra. Sin embargo, para Zambrano, esta perspectiva de diálogo la concibe fracasada de antemano. Parece como si hablara de la vivencia de un encuentro fracasado donde dos decires, por turnos, no se han podido dar. El acto de escritura nace,

Para ella, de la derrota del hablar y como en continuidad, por su deseo de decir, nace en el escritor la exigencia de escribir.

El escritor renuncia a hablar porque desea decir otra cosa escribiendo (p. 32). Para decir otra cosa el escritor hace un pacto con el silencio y busca hacer callar la palabra vacía, el parloteo, la vanidad del discurso común para decir otra cosa (p. 33).

Si es cierta la tesis de Zambrano de que se escribe para superar esa derrota sufrida en el diálogo, que promueve el acto de escribir, lo que no queda cuestionado es la razón de por qué el escritor renuncia a hablar, dando por sentado que esa mala experiencia sufrida una primera vez, será repetida en lo sucesivo con otros sujetos de la interlocución. Entonces me pregunto: ¿por qué el escritor no cree en el diálogo?, ¿Qué hace obstáculo al decir de viva voz?

Esta pregunta referida al escritor, también es extrapolable a la dificultad de muchas personas, cuyo nivel de sufrimiento es de tal envergadura, que ya han perdido la esperanza de ser escuchados. ¿Qué desencuentros tuvieron en su infancia como para desistir de dirigir su palabra al Otro? ¿Por qué no creen más en la palabra? ¿Por qué han elegido callar? ¿Qué censura interna se juega en el sujeto? Lo que Zambrano pone de manifiesto es el problema que para el escritor supone soportar el discurso banal que nos invade como el ruido y que tiene el efecto de ensordecernos, de anestesiar nuestra facultad de crítica, de discernimiento y de opinión.

Lo que hace el escritor es apartarse del parloteo del discurso común para ir a buscar, en el silencio, un decir singular con la escritura. Es gracias a la escritura que puede satisfacer esa necesidad de decir, imposible de satisfacer. De ese pacto con el silencio y de esa renuncia a hablar, nace el acto de la escritura, para Zambrano. En el mismo sentido, Blanchot señala:

Escribir es hacerse eco de lo que no puede dejar de hablar y por eso, para convertirme en eco, de alguna manera debo imponerle silencio ii.

¿Qué comparten entre sí hablar y escribir? El decir en el acto de escribir

Hablar y escribir comparten entre sí una materialidad en el juego significante del lenguaje. Los dos actos son modos de decir. Sin embargo lo escrito no es una variante del habla. La experiencia de hablar no es la experiencia de escribir. La experiencia de hablar se despliega completamente en y por la palabra, la escritura literaria, por el contrario, va contra la palabra. No sólo es distinta por la forma que le da el hecho material de escribir sobre un cierto soporte. La divergencia entre ambos es mucho más radical. La escritura consiste, en una verdadera insurrección contra el habla, contra el discurso que nos invade desde el exterior. El escritor quiere atentar contra esa palabra banal, por lo menos del discurso común, y oponerle la singularidad de su propio decir en un texto. Un decir hecho de letras y no de palabras; y en eso consiste el trabajo de su escritura.

Escribir para Zambrano es:

Un acto de fe, de fidelidad. Implica ser fiel a aquello que pide salir del silencio [p. 35].

En Filosofía y Poesía, Zambrano afirma que “el poeta logra con la poesía descubrir lo que debe ser callado [p. 47]. El escritor, por tanto, quiere hacer callar tanto como quiere hacer hablar. Lo que quiere hacer callar es la vanidad inconsistente, el parloteo del discurso común. Lo que quiere hacer hablar es un decir singular. El pacto del que habla es un pacto con el silencio y con la soledad; pues es en el silencio y en la soledad donde encuentra su inspiración y donde extrae la fuerza para reorganizar, para forzar y violentar la lengua común. Pero, ¿qué es el silencio? No es tan sólo la ausencia del lenguaje –cosa que está más allá de nuestro alcance-, sino más bien un agujero, un espacio, un vacío, un corte en el corazón mismo del lenguaje:

El escritor acoge este vacío en el silencio de su intimidad para que allí nazcan las palabras iii.

Es decir, que el escritor, cuando escribe, devuelve la vida a las palabras. Para Zambrano se trata de estar en una actitud donde la vida acceda a la palabra, para encontrar la forma de un decir singular que recree la lengua. La escritura, tal como la entiende Zambrano y Blanchot, pensada en relación al acto de escribir, es un acto creativo. En tanto que ruptura con el lenguaje, con el lenguaje de la representación y del sentido, no remite a otra cosa que al vacío.

Todo texto crea una situación que surge de un escritor/a y postula un destinatario, creando entre ellos una corriente de significación. ¿Qué se le muestra al escritor mediante la escritura?

Zambrano afirma que el escritor “quiere decir un secreto que se le revela mientras lo escribe y no si lo habla” [p. 34]. Secreto cuya voz el escritor enmudece para que sea la del lector la que sea puesta en su lugar cuando lee el texto. El escritor renuncia al deseo de hacer oír su voz, a través de la escritura, de aquello que, por no poder decirlo, lo muestra, lo da a ver, y al mismo tiempo a entenderlo, para decir cosas que no tendría necesidad de decirlas, puesto que las muestra, pero al mismo tiempo cumpliría el deseo de ser escuchado, cuando encuentra un lector dispuesto a escuchar su decir, a prestarle su voz, aunque sea de forma efímera.

Para Zambrano,

Toda palabra requiere un alejamiento de la realidad a la que se refiere; toda palabra es también una liberación de quien la dice iv .

Para Blanchot, escribir consiste en:

[…] Hacerse eco de lo que no puede dejar de hablar. Y por eso, para convertirme en eco, de alguna manera debo imponerle silencio. A esa palabra incesante agrego la decisión, la autoridad de mi propio silencio (…) Este silencio tiene su fuente en la desaparición a la que está invitado aquel que escribe (…) lo que en él habla es que de una u otra manera ya no es él mismo. El “Él” que se sustituye al “yo”, ésa es la soledad que alcanza el escritor por medio de la obra v.

Distingue la palabra poética como opuesta al lenguaje ordinario, a la palabra del pensamiento. Lo que un poeta consigue hacer cuando hace poesía es hacer más reales las palabras del lenguaje, por lo tanto más hermosas y más verdaderas de lo que lo son en el habla. Este es el desafío de la escritura. ¿Qué es la belleza en literatura? Es un dicho, una forma de decir que fractura el infinito parloteo interior y la ruidosa charla del discurso común. Un dicho que acalla, al menos un instante, ese lenguaje corriente, un dicho que se impone, que hace palpable el silencio del que procede.

¿Qué tipo de experiencia es el acto de escribir?

Para Blanchot, la escritura es una experiencia estética. Su punto de partida es la estética de Adorno. Errancia, exilio, separación, dispersión, exclusión. Tales son las notas características de la experiencia estética, de la escritura para Blanchot. El mundo del arte no es otro que la ausencia de mundo — y la infructuosa, siempre fallida búsqueda de una morada en lo innombrable. Esa morada o espacio invisible en donde la palabra muestra que toda presencia reposa en una ausencia radical. ¿Por qué el escritor quiere penetrar en él? El espacio de la escritura no es, en rigor, ni real ni irreal: pero en esa no-realidad aparece lo inmortal, lo que no está en la vida, aquello que hace ver el poder que tiene la palabra de convertir la ausencia en (fugaz, extraña, inaprensible) presencia. El precio de habitar en ese espacio, -insiste Blanchot- es tener la irrealidad de lo imaginario; pero si lo imaginario nos lleva hacia la otra cara de la vida que es la muerte, si nos hace por una vez entender, sentir y percibir ese lugar de la radical otredad, tal vez valga la pena habitar, como las obras literarias nos lo proponen, en el espacio de lo imaginario. Ésa es la posibilidad que nos brinda la gran literatura.

¿Qué placer brinda la ficción al escritor?

J. Nassif plantea la hipótesis que por haber sufrido del mal entendido,

[…] el escritor prefiere no hablar más para no crear todavía más mal entendidos (… y prefiere obtener [la posibilidad] de ser creído, por el sesgo de la ficción que propone vi.

¿Son las palabras del habla las mismas que las palabras de la escritura? Para Serge André:

Las palabras de la escritura no son las palabras del habla, son fragmentos de carne, de la carne del lenguaje que el habla no deja de excluir vii.

Con esta formulación hace referencia a la letra, que extrae su poder y su atracción no tanto por su contenido, su mensaje, sino por estar más allá de lo que pueda significar. La letra tiene un pie en el registro de la palabra (pues está atrapada en el juego del significante), pero también – y es por eso que se distingue en tanto que escrito- tiene un pie en el más allá de la palabra. En realidad, la letra sólo justifica su existencia en la medida en que busca rebasar el límite de la palabra, en la medida en que apunta a dar vida y forma material a lo que no puede ser alcanzado por la palabra. El escritor toma el lugar del destinatario de esta letra, acogiéndola y recibiéndola en sí mismo, abre el espacio donde la letra encuentra una morada o donde puede inscribirse, depositarse y producir sus resonancias.

Respecto al silencio de la voz que permite escribir, la pregunta se podría formular así: ¿Qué hace obstáculo al decir de viva voz?

En la clínica psicoanalítica nos encontramos con sujetos que han sufrido esta experiencia de desencuentro en el diálogo, a la que Zambrano y Blanchot se refieren. El sujeto que ha sufrido de este desencuentro, si también ha perdido la esperanza de ser escuchado y tiene como síntoma un callar sintomático, en el caso de aceptar hacer la experiencia de una cura, puede encontrar la respuesta a esa dificultad con un psicoanalista. Lo que entra en escena tanto para el escritor como para cualquier persona que sufra de lo mismo, es la voz, que puede ser el instrumento de una liberación, pero que algo en el sujeto hace que la guarde, que la retenga. Lo que hace callar es un miedo que puede aparecer en la imaginación, que es la marca, para todo decir de la fobia. Es la culpabilidad y la puesta en escena de la sumisión al perseguidor que ella implica. La presencia de una censura en el sujeto que no puede atravesar y le hace callarse. El escritor calla para poder decir con la escritura. Céline, inventor genial de un estilo de escritura revolucionario explica su enfoque de la literatura en las Entrevistas con el Profesor Y. En ese texto, bajo la apariencia de un diálogo, realiza una confesión fundamental: Mi fatiga era extrema (…) a mí, es hablar lo que me fatiga (…) no me gusta hablar (…) odio la palabra (…) no hay nada que me agote más viii .

Es evidente que a Céline no le gustaba hablar, pero sí escribir. Redujo su voz al silencio para ser desplazada a la escritura de aquello que no podía decir hablando. Como todo escritor, se dirige directamente al lector, a un público ausente como destinatario de su obra, tratando de conseguir con el texto que lanza, encontrar un lector que preste una escucha a su decir, que le preste su voz para dar vida a su texto.

Es una experiencia común que si uno se arriesga al encuentro con la palabra dirigida a Otro, puede encontrar tanto la satisfacción de ser escuchado, como lo contrario. Lo importante, para mí, es estar advertidos y poder aceptar que no todo el mundo nos quiere escuchar; que no a todo el mundo le puede interesar lo que queremos decir; pero no por eso, debemos concluir que no existan otros destinatarios de nuestra palabra. Sostengo que hablar y escribir no son actos subjetivos excluyentes; son dos modalidades del decir. Cuando hablamos, aquello que decimos, el semejante lo puede olvidar, así como nosotros también, sin embargo, con la escritura ¿no se intenta apuntar a lo “eterno”?, ¿al deseo de duración, sabiéndonos mortales?, ¿al deseo de que nuestro decir no se olvide?

Barcelona, Setiembre, 2011

BIBLIOGRAFÍA
André, Serge. La escritura comienza donde el psicoanálisis termina. Traducción de Tamara Francés y Néstor A. Braunstein. S. XXI Edit.
Blanchot, Maurice. El diálogo inconcluso. Caracas: Monte Ávila, 1993.
------------------. El espacio literario. Introducción de Anna Poca, traducción de Vicky Palant y Jorge Jinkis. Barcelona: Paidós, 1992, 2ª edic.
Nassif, J. Un troisième temps pour la psychanalyse. Montréal: Liber, 2006.
Zambrano, M. Filosofía y Poesía. Madrid: Fondo de Cultura Económica, 2001, 3ª edic.

iNotas
 Blanchot, M. El diálogo inconcluso, p. 11.

ii Blanchot, M. Ídem, p. 21.

iii Blanchot, M. El espacio literario, p. 257.

iv Zambrano, M. Filosofía y Poesía, p. 21.

v Blanchot, M. El diálogo inconcluso, p. 21.

vi Nassif, J. Un troisième temps pour la psychanalyse, p. 111.

vii André, S. La escritura comienza donde el psicoanálisis termina, p. 201 y 193.

viii La traducción castellana que cito es la de Bonifacio del Carril, Alianza Editorial, 1990.

 
 

 

María Zambrano