J'aime Descartes à cause de la pureté simple et grandiose de son être, de la fermeté de sa pensée, de l'impression générale d'honnêteté et d'ordre qui paraît dans toute sa démarche....
Valéry, Paul. Cahiers, tome I. Paris: Gallimard, 2010. (p, 601).
A Biel,
por permitirme aprender la diferencia entre pensar y existir.
El presente escrito es una reflexión sobre una sentencia que puede parecer una parodia de la consabida frase de Descartes : Je pense, donc je suis1. Sin embargo, es ésa una cuestión que el lector debería descartar tras haber leído en el epígrafe, la admiración que Paul Valéry le profesa al filósofo, para así, poder dar pábulo a esta frase:
Parfois je pense; et parfois je suis2.
Ese apócrifo juego del poeta, nos acerca a la cuestión central de este escrito: la diferencia existente entre pensar y ser3 no es baladí en la obra del escritor.
I
Generalmente, acostumbramos a creer que el lógos nos acerca al ser del ente, olvidando que tal vez puede ocurrir lo contrario. El lenguaje, en ocasiones en su papel de filtro, y en otras, de enlace, es el que nos aparta de la existencia, de la vivencia de lo auténtico como tal. Cuestión que de un modo simplón, podría venir ilustrada como la diferencia entre la lectura de un libro de viajes y un viaje.
Pese a la aparente dificultad de confundir las herramientas con la cosa, en cuanto al lenguaje se refiere, parece que es más que común que la cadena de signos acabe con arrebatarle su lugar al significado. Así, por ejemplo Saussure4 recuerda la importancia de diferenciar significado y significante, hasta que más tarde, Lacan, retomará esa cuestión para hacerla parte central de su teoría del inconsciente; señalando que el significado es siempre un significado para otro, es decir: que no hay propiamente tal significado, que todo es significante.
El ser humano comprende mediante el lenguaje, y en ese sentido, éste, es una cadena significante formada en mí, y que en el caso de tener total significación, únicamente la tendría para mí, aunque el lenguaje sea necesariamente siempre un lenguaje para el otro5.
Pese a la naturaleza convencional del lenguaje, que hace que se puedan producir interrelaciones humanas, no hay que olvidar cierto carácter idioléctico, ya que sólo uno sabe aquello que significa algo para sí mismo6 y pese a los intentos por demostrarle al otro lo que significa para sí, posiblemente no hará más que terminar por confundirlo, acabando éste a su vez harto confundido.
Dada la dificultad de disimular el lenguaje corporal, una mirada, o el tono de voz, pueden resultar más reveladores que la más precisa de las frases de un discurso.
II
Siguiendo un ejemplo utilizado por Derrida7 sobre el significado del concepto de fuente en Valéry, podemos decir que el Yo, en su fluir constante, en su, como escribe Valéry, inestabilidad8, se alimenta de algo. Si bien el Yo es inestable, su inestabilidad se manifiesta en torno a las imágenes, a la comprensión que tenemos de él. ¿Y qué sabemos del Yo9?
Leemos en Monsieur Teste:
— Estás lleno de secretos a los que llamas Yo.
— Eres voz de tu desconocido10.
El Yo es un secreto para el autor, a lo que también cabe añadir que aquello a lo que llamamos pensamiento, esa voz, es la del desconocido que la usa. Decimos que la voz es la del desconocido siguiendo a Valéry, y le atribuimos el que dicha voz se identifica con el pensamiento, dado que sendas citas venían precedidas de:
Las «Ideas» son para mí medios de transformación -y en consecuencia-, partes o momentos de algún cambio.
Aquello de lo que está hecho el Yo son las citadas ideas, los medios de transformación, la parte, -escribe- el momento de algún cambio. Efectivamente, nos encontramos de nuevo frente a la cuestión de que “Yo es lo inestable”, e incluso podemos ir algo más allá: Yo se encuentra en constante transformación y adaptación. Y dicha metamorfosis, en el caso de que se haya producido por las ideas que forman el Yo, cabe señalar que las citadas ideas (incluyendo las que el sujeto tiene de sí) en su momento vinieron del exterior y recalaron en el interior para mezclarse con la interpretación que el Yo tiene de sí mismo produciéndose una especie de readaptación o reorganización11. ¿En qué sentido?
III
La cuestión de que la conciencia es algo exterior en el ser humano, o si más no, que no hay tal cosa como una conciencia desligada del mundo exterior sumada a que la conciencia es conciencia de aquello que nos circunda12, hace que podamos afirmar que el Yo está en el mundo, y no simplemente dentro de mí cabeza, por ello es un secreto13.
La capacidad simbólica del hombre le facilita sus movimientos por el mundo, así como la facultad de sintetizar y almacenar la información del entorno, permite que el animal humano pueda adaptarse sin rendirse ante la adversidad. Para que el Yo pueda evolucionar debe tener en cuenta según Valéry dos cuestiones a las que alude de modo reiterado a lo largo de sus obras:
L'être qui travaille dit: Je veux être plus puissant, plus intelligent, plus hereux -que- Moi14.
Tal como apunta la cita, para mejorar, uno debe querer ser más potente, inteligente, feliz... que uno mismo... así que, crecer significa crecer respecto a uno mismo.
¿Pero, qué es sí mismo?, ¿algo más que un secreto?
La otra cuestión se refiere a que el sí mismo que es cada uno de nosotros se des-conoce, se pierde en el intento de atraparse; así, escribe Valéry:
Nunca pensamos que lo que pensamos oculta lo que somos15.
Así como también escribe Valéry:
Mon être est de n'être rien de ce qui est — Le JE refuse Tout16.
De modo que, aquello que identificábamos como la respuesta a la posibilidad de conocerse, de re-conocerse, es decir, el pensamiento, resulta que se despliega como el responsable de la imposibilidad de llevar a buen puerto dicha tarea.
Si pensar nos oculta a aquel que somos ¿cómo llegar a ese quién? Pensar no nos impide conocer qué somos: un hombre, un sujeto en un entorno concreto. La imposibilidad se refiere a alcanzar el conocimiento de quién somos.
Volvamos al principio: Parfois je pense, et parfois je suis, escribía Valéry. Si el pensamiento oculta aquel que somos (un quién), no sólo resulta que lógos y ser no van de la mano, sino que se contradicen, dando como resultado que el animal cuya característica es la de ser racional tendría como problema básico dicha racionalidad a la hora de su auto-conocimiento.
Si echamos la vista atrás en las tesis irracionalistas como las de Schopenhauer, encontramos una posible respuesta: la razón está para construir un discurso coherente que permita seguir el dictado de las pasiones de lo irracional. Es por ello que no nos ha de extrañar que para Valéry:
Un pensamiento que tortura a un hombre escapa a las modalidades del pensamiento, se vuelve otro, un parásito17.
Los pensamientos deben servir al Yo en su camino de adaptación y crecimiento, sino se comportan como puente se convierten en enemigos, en parásitos.
IV
Como vemos, Valéry se sitúa en el otro extremo del aserto cartesiano, para señalar que es precisamente el pensamiento el que oculta a aquel que somos; y que si bien es cierto que no hay contradicción en cuanto a la prueba de algo tal como una res cogitans, en realidad esa res cogitans tiene el problema que no se sabe más que pensamiento, y pensamiento y ser no tienen porque manifestarse al unísono, señala Valéry18..
Resulta pertinente la sentencia de Lacan que tanto parecido guarda con la de Valéry, el cual, replicó también a Descartes en la linea de éste:
Je pense où je ne suis pas, donc je suis où je ne pense pas19.
Tal como acabamos de señalar, para Lacan, soy allí donde no pienso.
Y entonces, ¿cómo saber quién soy?
El lenguaje alberga aquello que ofrezco al otro y que el otro me ofrece a mí, aquello que niego al otro y que me es negado por el otro. Por ende, el pensamiento, forjado a base de lenguaje contiene en sí mismo esas carencias, esos límites. Es decir, pensamos para entender aquello que no nos cuadra, siguiendo a Valéry:
El YO es la respuesta a cada incoherencia parcial -que es excitante20.
En definitiva, la única manera de ser Yo es dejar constantemente de ser Yo para poder seguir siendo Yo. Así lo pone de manifiesto el escritor:
Y el Demonio le dice: Dáme una prueba. Muestra que eres aún el que has creído ser21.
En definitiva, que pensar y existir no sólo pueden ir separados, sino que en la obra de Valéry se muestran de un modo excluyente. Pero: ¿cómo un sistema teórico? Sin lugar a duda, la respuesta es negativa:
Je ne conçois pas que l'on fasse un «Système» — Mais je comprendais que l'on en fasse 1022.
NOTAS
1La concepción que Valéry tiene sobre la sentencia que Descartes escribe en Discours de la méthode es: (…) lo que creo entender en el Cogito. Ni silogismo, ni significado alguno conforme a lo escrito, sino un acto reflejo del hombre, o de modo más exacto la explosión de un acto, de un golpe de fuerza.Valéry, Paul. Variété V, “Une vue de Descartes”. Paris: Gallimard, 2002. (p, 761). Resulta cuanto menos curioso que la concepción del cogito sea casi idéntica a la que señala Henri Bergson: No hay silogismo en el Cogito, así como tampoco hay ningún significado literal. Hay un golpe de fuerza, un acto reflejo del intelecto. Esta cita se encuentra en el discurso que Valéry pronuncia en ocasión del tercer centenario de la publicación del Discours de la Méthode. En dicho evento el invitado principal debía haber sido Henri Bergson, a causa de su estado de salud, finalmente hizo llegar a la organización una carta en la que elogia a Descartes, dicha carta será leída por Valéry. Y se encuentra en Valéry, Paul. Variété IV, “Descartes”. (p, 503).
2El “Je” al que alude Valéry no es más que el yo de la enunciación en el más claro sentido cartesiano, por lo que no cabe atribuirle las propiedades de un yo trascendental. Sobre esta cuestión: Sartre, J. P. La transcendance de l'ego. Paris: Librairie philosophique J. Vrin. 1966. La cita se encuentra en Valéry, Paul. Variations sur Descartes. Tel Quel I. Oeuvres II. Paris: Pléiade.
3“Ser” se refiere en este escrito a una cuestión óntica, por lo que deberemos entender “ser” como existir en el sentido del Dasein heideggeriano, id est, como existencia.
4Saussure, Ferdinand. Curso de lingüística general. Buenos Aires: Losada, 2007. (412 páginas).
5La inexistencia de lenguaje en estado salvaje de lo que se acostumbra a calificar como “niños salvajes” pone de manifiesto que es un medio para relacionarnos con el otro, que sin el otro no hay necesidad de lenguaje discursivo (lógos).
6Si seguimos las teorías sobre el inconsciente esto no sería tan claro, en realidad no tan siquiera uno mismo sabe lo que algo significa en sentido lato para uno mismo.
7Derrida, Jacques. Márgenes de la filosofía. Madrid: Cátedra, 4ª edición 2003. (376 páginas).
8Valéry, Paul. Monsieur Teste. Madrid: Visor, 1999. (p, 69). Escribe Valéry: “—Yo soy lo inestable.”
9A las obras en las que se trata de manera explícita la cuestión del yo, como Monsieur Teste o La idea fija, cabe añadir las cerca de 400 páginas que el autor dedica en Les cahiers al concepto del Yo.
10 Valéry, Paul. Monsieur Teste. Madrid: Visor, 1999. (p, 72).
11 El paso de percepción-impresión-idea en Hume resulta práctico en este punto.
12 Resultan interesantes al respecto las obras de Paul Ricoeur y Jean Pierre Changeux Lo que nos hace pensar. Barcelona: Península, 1999, (285 páginas). y la de Roger Bartra. Antropología del cerebro. Valencia: Pre-Textos, 2006. (236 páginas).
13 Leemos en Sartre J. P. Op. Cit. (p, 10): “Nous voudrions montrer ici que l 'Ego n'est ni formellement ni matériellement la conscience: il est dehors , le monde; c'est un être du monde, comme l'Ego d'autrui.”
14 Valéry, Paul. Tel Quel I. Oeuvres II. Paris: Pléiade,1960.
15 Valéry, Paul. Monsieur Teste. Madrid: Visor, 1999.(p, 30).
16 Valéry, Paul. Cahiers, tome II. Paris: Gallimard, 2010. (p, 319).
17 Valéry, Paul. La idea fija. (p, 17).
18 Valéry, Paul. Op. Cit. “¿Hay algo más inventivo que una idea encarnada y emponzoñada cuyo aguijón empuja la vida contra la vida fuera de la vida?” es el pensamiento, para el escritor, algo que empuja la vida contra la vida fuera de la vida.
19 Lacan, Jacques. Écrits, traducción al castellano, Escritos. “La instancia de la letra”. Madrid: RBA, (p, 498).
20 Valéry, Paul. Op. Cit. (p, 70).
21 Valéry, Paul. Monsieur Teste. (p, 73).
22 Valéry, Paul. Cahiers, tome I. Paris: Gallimard, 2010. (p, 222).
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