Se habla mucho últimamente de la memoria histórica, aunque parece difícil imaginar en qué consistiría un ejercicio colectivo de rememoración considerando lo caprichosa, incontrolable y fabuladora que es la actividad de la memoria. Sucede a menudo que el modo en que dos individuos distintos recuerdan una supuesta experiencia compartida difiere considerablemente no sólo en virtud de lo que cada uno de ellos recuerda sino también de lo que han olvidado por descuido o por necesidad.
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“Recordar constituye una gran voluptuosidad para el hombre, pero no en la medida en que la memoria se muestra literal, pues pocos aceptarían vivir de nuevo las fatigas y los sufrimientos que, sin embargo, gustan rememorar”
Claude Lévi-Strauss, Tristes trópicos.
“El arte es recuerdo: el recuerdo es el deseo que se vuelve a representar”
Cyril Connolly, Sepulcro sin sosiego.
“A otros muertos los visitan en su tumba sus hijos, sus padres, sus maridos, pero tú no verás lágrimas, ni escucharás suspiros; nadie te dedicará ningún recuerdo, ni nadie de este mundo irá jamás a tu tumba. Tu nombre desaparecerá de la faz de la tierra. ¡Como si nunca hubieras existido, ni nadie te hubiera parido!”
Fiodor Dostoievsky, Memorias del subsuelo.
“Queda el recuerdo, no lo destruyáis”
W. G. Sebald, Los emigrados.
“¿Qué queda de las alegrías y penas del amor cuando éste desaparece? Nada, o peor que nada; queda el recuerdo de un olvido.”
Luis Cernuda, Donde habite el olvido.
“Un cosa me humilla: la memoria es, muchas veces, la cualidad de la estupidez, y pertenece generalmente a las inteligencias torpes, a las que vuelve más pesadas con el bagaje con que las sobrecarga. No obstante ¿qué seríamos sin memoria? Olvidaríamos amistades, amores, placeres y negocios; el genio no podría asociar sus ideas; el corazón más afectuoso perdería su ternura si dejase de recordar; nuestra existencia se reduciría a los momentos sucesivos de un presente que se desvanece sin cesar y el pasado no existiría. ¡Oh, miseria! Nuestra vida es tan vana que sólo es un reflejo de nuestra memoria”
Chateaubriand, Memorias de ultratumba.
“La hermosa mujer del tren: en vez de mirarla tan fijamente debería procurar no olvidarla”
Peter Handke, El peso del mundo.
“Escuché a Borges decir que recordaba que una tarde su padre le había dicho algo muy triste sobre la memoria, le había dicho: «Pensé que podía recordar mi niñez cuando por primera vez llegué a Buenos Aires, pero ahora sé que no puedo, porque creo que si recuerdo algo, por ejemplo, si hoy recuerdo algo de esta mañana, obtengo una imagen de lo que vi esta mañana. Pero si esta noche recuerdo algo de esta mañana, lo que entonces recuerdo no es la primera imagen, sino la primera imagen de la memoria. Así que cada vez que recuerdo algo, no lo estoy recordando realmente, sino que estoy recordando la última vez que lo recordé, estoy recordando un último recuerdo. Así que en realidad no tengo en absoluto recuerdos ni imágenes sobre mi niñez, sobre mi juventud.»
Después de evocar esas palabras de su padre, Borges se calló durante unos segundos que me parecieron eternos, y luego añadió: «Intento no pensar en cosas pasadas porque si lo hago, sé que lo estoy haciendo sobre recuerdos, no sobre las primeras imágenes. Y eso me pone triste. Me entristece pensar que tal vez no tengamos recuerdos verdaderos de nuestra juventud.»”
Enrique Vila-Matas, París no se acaba nunca.
“Hay libros que han sido injustamente olvidados; ninguno es injustamente recordado”
W.H. Auden, The Dyer’s hand and Other Essays.
“Para remediar en cierta manera la traición de mi memoria y su defecto (...) acostumbro desde hace bastante tiempo añadir al fin de cada obra (hablo de las que leo sólo una vez) la época en que terminé su lectura y el juicio que de ella formé en conjunto, a fin de representarme siquiera la idea general que formé de cada autor”
Michel de Montaigne, De los libros.
“La memoria es primero una selección dentro de lo que está por olvidar y más tarde tan sólo una retención de lo que se ha decidido salvaguardar del trabajo del olvido que la funda. Aprender de memoria era eso. De ahí que el niño alarge su mano sobre la página: para cegar lo que debe regresar. El olvido es el acto agresivo y primordial que borra y clasifica, desentierra y entierra –y casa para siempre— lo olvidado y lo retenido”
Pascal Quignard, El nombre en la punta de la lengua.
“Padecemos en un grado tal la obsesión de las imágenes extraídas del espacio, que no podemos evitar preguntar dónde se conserva el recuerdo. Concebimos que fenómenos físico-químicos tengan lugar en el cerebro, que el cerebro esté en el cuerpo, el cuerpo en el aire que lo baña, etc.; pero si el pasado se conserva una vez cumplido, ¿dónde está? […] Pero mostrar que una cosa está en otra no aclara el fenómeno de su conservación”
Henry Bergson, Materia y memoria.
“Soy yo quien recuerdo, yo, el alma […] Y no obstante no comprendo la fuerza de mi memoria, a pesar de que sin ella no podría expresar lo que soy. Y ¿qué habré de decir cuando estoy seguro de recordar el olvido? ¿Diré que no está en mi memoria lo que recuerdo? ¿Diré que el olvido está en mi memoria para que no olvide?”
San Agustín, Las confesiones.
“Así ocurre con nuestro pasado. Es trabajo perdido el querer evocarlo, e inútiles todos los afanes de nuestra inteligencia. Se oculta fuera de sus dominios, en un objeto material (en la sensación que ese objeto material nos daría) que no sospechamos. Y del azar depende que nos encontremos con ese objeto antes de que nos llegue la muerte, o que no lo encontremos nunca”
Marcel Proust, Por el camino de Swann.
Tanto son una sola y la misma cosa vivir y ser injusto, que se precisa mucha fuerza para saber vivir y olvidar.
Friedrich Nietzsche, Consideraciones intempestivas II.
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