Estamos viviendo un mundo en el que la violencia de las guerras y la ineficacia de los gobiernos y de las organizaciones internacionales que están a favor de la paz generan la sensación de que nada sirve para alcanzarla.
A pesar de esta realidad, la defensa de la dignidad humana como valor principal y la participación en los asuntos públicos para mejorar nuestra sociedad deben continuar, si cabe, con mayor impulso y tozudez, con realismo y optimismo.
Cuando las personas se implican en proyectos colectivos en contacto con las demás y comparten ilusión y esperanza para superar dificultades se avanza y se progresa a nivel personal y de grupo.
La democracia no está en su mejor momento y, entre otras razones, no lo está precisamente porque una parte de las decisiones que gobiernan el mundo dependen de poderes que no se basan en decisiones democráticas, sino en la ley del más fuerte. Estas decisiones generan desánimo y desconfianza en las personas que creemos en el poder de la democracia.
Las posiciones democráticas y respetuosas con la dignidad humana son las que respetan los derechos de todas las personas a las que afectan . Ciertamente son las que a priori cuentan con un apoyo mayoritario, pero no son siempre las que deciden.
La historia nos demuestra que la democracia -que obviamente carece de la calidad que queremos- es débil y frágil. Pero seamos conscientes de que no siempre hemos vivido en democracia y que es muy fácil perderla. La democracia es un bien y un valor que conviene estimar y por el que conviene luchar. Fijémonos en las maneras de gobernar lo público y de comprometerse para no sólo denunciar, sino actuar en defensa de algo tan básico y principal como la vida humana.
¿Son honestas y respetuosas con la dignidad humana? ¿Lo son con los valores democráticos? ¿Generan espacios y modelos a imitar de acuerdo con los valores relacionados con la dignidad humana y el respeto?
Son maneras y valores que afectan a muchos países y a ámbitos y contextos como la inmigración, las desigualdades, la no discriminación…. No podemos eludir nuestra responsabilidad ciudadana al respecto. Por ello, la participación de las personas en las decisiones que afectan a lo común es fundamental y entrenarse para ello también.
Se aprende a participar entrenándose , es decir participando. Y, como en todo entrenamiento, lo mejor es empezar pronto. La infancia y la adolescencia son etapas en las que la participación, si es auténtica e influye en la realidad próxima, genera confianza, nos informa de que podemos cambiar las cosas y nuestro mundo, y nos hace más capaces para avanzar en la mejora de la sociedad. Interesémonos y aprendamos a analizar la realidad, -próxima o no tan próxima- identifiquemos los aspectos más débiles y también los fuertes de nuestra sociedad y mediante la acción individual y colectiva contribuyamos a su mejora.
It’s a very good article about democracy. We all should respect democracy