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EN CONTRA DE
En
contra de la ciudad fragmentada: ¿hacia un cambio de paradigma urbanístico en
Los últimos años han significado para
Combating
urban sprawl: ¿towards a new urban paradigm for the Metropolitan Region of
Last years have meant spectacular changes in urban expansion, employment creation and land consumption for the Metropolitan Region of Barcelona (MRB). 12% of the current 709 sq. Km have been urbanized. This consumption has mainly corresponded to manufacturing areas and sprawled residential areas; the compact city has only represented 8%. This article uses information from the LandSat, the Census, and an own new urban projects GIS to document the main changes in the metropolis. The results suggest that the MRB has gained density; simultaneously, the change in the planning and decentralized management of the city councils have allowed the beginning of solution of the fragmentation derived from the process of the dispersed urbanization. These would be the first signals of a change in the use of the territory, initiating a process of requalification of peripheries and the beginning of the end of the fragmented city.
Key words: urban sprawl, urban fragmentation,El crecimiento reciente de los sistemas urbanos ha abandonado plenamente el paradigma de crecimiento por continuidad para generar un nuevo modelo de ocupación del territorio. Dicho modelo está caracterizado por: 1) una baja densidad (mayor consumo de suelo por hogar o lugar de trabajo), 2) una monoespecialización en el uso del suelo, 3) una escasa jerarquización del espacio, 4) un espacio entorpecido por barreras, y 5) un conjunto de importantes intersticios urbanalizados. A todo esto se suma la falta de atractivo estético, y en definitiva la pauperización del paisaje. La conjunción de estas características configura lo que podría llamarse la ciudad fragmentada. Esta fragmentación podría entenderse se suscita en diferentes dimensiones. En primer lugar la física que da lugar a una ruptura de los tejidos edificados y de los sistemas de espacios de comunicación, frecuentemente interrumpidos por barreras arquitectónicas de tipo natural y artificial. En segundo lugar la social, en tanto los espacios de interacción presencial, como los espacios públicos, han sido sustituidos por otros contenedores (como los centros comerciales), o han perecido porque la baja densidad del tejido edificado los hace poco operativos. En tercer lugar la ambiental, porque la aparición de urbanizaciones, áreas urbanalizadas e infraestructuras ha irrumpido en el funcionamiento sistémico de los espacios naturales y agrícolas. Finalmente la económica, en tanto la interacción entre los diferentes tejidos urbanizados depende de una red (generalmente escasa) de grandes vías automovilísticas (ante la poca viabilidad de servir ferroviariamente tejidos de baja densidad) usualmente congestionadas, con unos costes de tiempo y energía importantes; lo que dificulta la difusión de las externalidades en el espacio. De manera universal este fenómeno ha sido definido bajo el término sprawl como sigue: “un patrón de uso del suelo en un área urbanizada que posee niveles bajos en la combinación de 8 dimensiones distintas: densidad, continuidad, concentración, agrupamiento, centralidad, nuclearidad, mezcla de usos y proximidad” (Galster et al. 2001, p.685). Numerosas investigaciones empíricas han puesto de relieve la insostenibilidad de este modelo. Morris (2006) ha sugerido, incluso, que el sprawl es la raíz a partir de la cual la sociedad norteamericana ha generado la violencia endémica observada recientemente, en tanto el comportamiento humano está influido por la morfología urbana. Sin embargo, no está del todo claro que esto sea así, puesto que en EE.UU. la tasa de criminalidad y violencia, según (Staley, 2005), es más baja en los suburbios que en las áreas centrales.
Diversos autores han discutido el trasfondo que subyace detrás de la emergencia de esta nueva forma de sub-urbanización del territorio. Mientras que algunos defienden se trata de la materialización de un “estilo de vida” (Duandy, et al. 2002), otros argumentan que es el producto de la casual conjunción de una serie de factores que no necesariamente reflejan un deseo expreso de las personas por vivir y trabajar en un entorno de la naturaleza antes descrita. Más allá del planeamiento parecen existir otros factores relacionados con la gestión urbanística, el transporte y el mercado inmobiliario que inciden la configuración de la ciudad fragmentada. Miceli y Sirmans (2007) han argumentado que la estructura de la propiedad puede tener un impacto sobre la dispersión de la urbanización, en tanto los promotores prefieren negociar con propietarios de grandes extensiones de suelo (como las áreas agrícolas ubicadas más allá de la periferia urbanizada), en vez de negociar con una gran cantidad de propietarios de una estructura parcelaria fragmentada. Sin embargo, este modelo puede ser válido en los países dónde la urbanización es acometida por empresas, pero no en aquellos en dónde, como en España, el derecho de urbanización ha recaído, casi exclusivamente, en los propietarios del suelo[1]. Anas y Rhee (2006) han sugerido, sobre la base de los resultados de un modelo de equilibrio espacial, que el exceso de dispersión de los sistemas urbanos modernos, no se debe sólo a la falta de límites rígidos de crecimiento impuestos por el planeamiento urbanístico, sino también, y en una buena medida al hecho que las externalidades negativas producidas por el sistema viario no son internalizadas por quienes las producen mediante el pago de peajes o tasas de congestión. Asimismo, el poblamiento de la periferia producido por procesos de descentralización se ha explicado como una estrategia de los hogares para acceder a un mercado inmobiliario más barato; sin embargo, no está claro que los sistemas urbanos más dispersos denoten precios residenciales más bajos, Wassmer y Baass (2006) han encontrado, en 452 áreas urbanizadas estadounidenses, que las áreas más centralizadas denotan precios medios más bajos, y con menos viviendas en los percentiles más caros (una vez controlados todo el resto de factores que hacen variar el precio de las viviendas entre sistemas urbanos), lo cual sugiere que la mayor eficiencia de los sistemas compactos reduce la parte de la renta que se transfiere al suelo. Adicionalmente a lo anterior podemos sumar las preferencias de los hogares fuertemente influidas por las externalidades ambientales de los territorios periféricos. Como se ve, ni las causas ni las consecuencias de la fragmentación de la ciudad han sido identificadas en toda su magnitud, sin embargo, existe el consenso tanto de los planificadores como de los académicos sobre el riesgo que implica permanecer inmóviles ante dicho proceso, y esto ha llevado a actuar contra él bajo lo que se ha denominado nuevo urbanismo.
En este artículo se ofrece un análisis de la
transformación de los usos del suelo en el periodo 1990-2000, y en el futuro
mediato en
Movimientos urbanísticos en contra de la ciudad fragmentada
Por encima de los aspectos económicos y sociales que condicionan los procesos de autoorganización espacial de los hogares y las empresas está la influencia de la intervención pública, que en este caso, tiene su máxima materialización en la política de planeamiento territorial y urbanístico. El caso de la política holandesa, especialmente la aplicada en el Randstad, permite comprobar hasta qué punto el planeamiento es capaz de mitigar los efectos del sprawl[2]. Sobre la base de tres modelos de simulación[3] Geurs y van Wee (2006) han propuesto una metodología de evaluación del impacto de las políticas anti-sprawl en los Países Bajos para el periodo 1970-2000. Las conclusiones de su estudio dejan ver que, de no haberse restringido el crecimiento disperso e incentivado la regeneración de las áreas interiores, en términos de transporte (manteniendo la red igual) el uso del coche sería mayor en detrimento del transporte público, aumentando con ello la congestión, el tiempo de desplazamiento, la emisión de CO2 y el ruido; en términos físicos el consumo de suelo sería mayor, más disperso, menos denso, produciendo una mayor fragmentación de las áreas agrícolas y forestales. Los evidentes costes del sprawl han generado un amplio debate sobre el modelo de crecimiento urbano, suscitando la aparición de políticas anti-dispersión tanto en Europa como en los Estados Unidos, incluso antes de la primera crisis del petróleo. Boyle y Mohamed (2007) han realizado una revisión de estas políticas en los EEUU, clasificándolas cronológicamente en tres bloques:
1. La revolución silenciosa (1960-1975). Iniciada por el estado de Hawái y caracterizada por la protección de áreas naturales y costeras, este conjunto de acciones tuvo escasa repercusión sobre el control del crecimiento, sin embargo, permitió salvaguardar las áreas de más valor ambiental.
2. La maduración de las políticas de crecimiento (1985-principios de los 90) Iniciada con la legislación de uso del suelo de Florida, estaba más preocupada por balancear la equidad y la sostenibilidad ambiental y económica. En esta fase aparecieron los conceptos de coordinación territorial operativa, dotación de urbanización de calidad en los nuevos crecimientos, compacidad y calidad de vida. Asimismo, el uso de límites de crecimiento (Urban Boundaries Growth) se popularizó, teniendo como hito el de Portland, al igual que aparecieron otras figuras de contención como los límites de prestación de servicios (agua potable y alcantarillado) urbanos.
3. El crecimiento inteligente o smart growth (de finales de 1990 hasta la actualidad). La principal característica de este movimiento urbanístico es la creación de usos del suelo económicamente eficientes, la promoción de tejidos densos, diversos concentrados en torno a nodos de transporte público, la revitalización de los barrios existentes y la provisión de vivienda asequible. En definitiva, se trata de evaluar los costes y beneficios del crecimiento urbano, con el objeto de permitir el crecimiento más eficiente. Una variante del smart growth es el slow growth. Es decir, la capacidad de las autoridades locales para dosificar el crecimiento urbano con el objeto de evitar los efectos negativos de las grandes transformaciones producidas por la urbanización acelerada como la polarización social y la degradación ambiental (Savitch y Kantor, 2003).
En Europa, algunos países, como el Reino Unido, la generación de políticas contra la dispersión urbana ha sido el caballo de batalla de todo el siglo XX. Couch y Karecha (2006) argumentan que hacia mediados de 1970 el sprawl, generado durante la reconstrucción de la posguerra y por la inversión especulativa de la “época dorada del capitalismo”, estaba tipificado como un modelo insostenible que perjudicaba incluso al centro de las ciudades. De manera que las primeras políticas efectivas contra la dispersión nacieron de la regeneración urbana de los brownfields, como una alternativa para saciar la demanda de suelo urbano y así reducir la presión sobre los greenfields. Esta política fue fortalecida a finales de los 80 al incorporarse los criterios de crecimiento sostenible en la agenda de los planificadores. Para mediados de los 90 el gobierno declaró como objetivo la construcción del 50% de las nuevas viviendas en las áreas de regeneración urbana. Como corolario el Urban Renaissence Report de 1999 introdujo los conceptos de densidad y densidad como elementos centrales de la política urbanística británica, incrementando la proporción de vivienda construida en tejidos interiores hasta el 60%. Sin embargo, la dispersión de la urbanización también ha caracterizado el crecimiento reciente de las ciudades mediterráneas, compactas y diversas por antonomasia, como veremos a continuación.
La fragmentación en
El crecimiento de
Como es bien sabido, a partir de 1979 la
restauración del sistema democrático en la escala local tuvo por objetivo
principal la restauración del orden urbanístico; de manera que las
actuaciones de este tipo se convirtieron en el eje de la
intervención local. Sin embargo, en muchas ocasiones la miopía del ordenamiento
urbanístico de ámbito exclusivamente municipal coadyuvo a fomentar el
proceso de fragmentación metropolitano. Un ejemplo claro de este proceso es la
dotación a escala municipal de polígonos de actividad, espacios públicos y
grandes equipamientos, los cuales se repiten miméticamente municipio tras
municipio sin coordinación alguna. Castañer y Ferrán (2007) han sugerido que
esta falta de coordinación supramunicipal genera centros de actividades
ineficientes, difíciles de gestionar y con costes sociales y económicos
importantes. De manera que la coordinación supramunicipal en el control de la
ciudad fragmentada se ha convertido en una de las más grandes necesidades de la
gestión territorial a escala regional. En este sentido, tras la restitución de
Datos y metodología utilizados
La información utilizada en este artículo
proviene, esencialmente de tres fuentes: 1) del Corine Land Cover (CLC), para
los años 1990 y 2000; 2) El Censo de Población y Vivienda, para los años
1991 y 2001; y 3) del Sistema de Información Geográfica de Potencial
Urbanístico (SIGPU-CPSV). EL CLC es un proyecto de ámbito europeo
gestionado por el Instituto Geográfico Nacional que tiene por objeto
realizar un inventario de los usos del suelo a partir de imágenes del LandSat.
Los Censos, gestionados por el Instituto Nacional de Estadística proveen de
información sobre el número de viviendas, la población y la actividad
económica. Finalmente el SIGPU-CPSV es un proyecto, en marcha desde el año
2001, que tiene por objeto cuantificar el potencial de suelo y techo en
planeamiento en
Dinámicas metropolitanas: de la ciudad postfordista a la del conocimiento. Síntesis
Los
diez años que separan 1991 del 2001 han significado un profundo proceso de
reestructuración espacial, económica y demográfica del ámbito metropolitano de
Barcelona. El crecimiento demográfico de la metrópoli podría llevar a
confusión, puesto que estos 10 años, la población prácticamente se ha mantenido
constante, pasando de 4.264.422 en 1991 a 4.390.390 en el 2001. Un crecimiento
de tan solo 125 mil personas (2,9%) no refleja, plenamente, el cambio
demográfico ocurrido en esa década. En 1991 la población entre 25 y 35
años era de 641 mil, mientras que diez años después esta bolsa
había aumentado 773 mil. En efecto, el principal cambio demográfico no ha
venido del aumento de población, sino principalmente del significativo
crecimiento del número de hogares motivado por la estrepitosa llegada a la edad
de emancipación de los y las baby boomers de los años 70. Así, el global
de hogares metropolitanos ha pasado de 1.361.885 a 1.618.689 en
diez años; un crecimiento, por tanto, de 256 mil hogares equivalente al 18%. Ni
que decir tiene, que este proceso de creación de hogares jóvenes ha tenido un
impacto sobre el mercado de la vivienda, y en esa medida sobre el paisaje
territorial de una magnitud sin precedentes. En sólo 10 años han
aparecido en
La
reestructuración y descentralización de la actividad económica ha sido la otra
cara de la moneda que ha caracterizado la transformación del paisaje
metropolitano. A diferencia de los datos globales demográficos el empleo ha
crecido significativamente en el periodo estudiado pasando de 1.587.057 lugares
de trabajo localizado (LTL) a 1.962.179 LTL. Este crecimiento de 375.122 LTL
enmascara un profundo proceso de reestructuración, por el cual, la industria
pierde empleos a favor del terciario (la construcción en términos porcentuales
se mantiene igual). Como es muy sabido, este cambio es fruto del proceso de
desmantelamiento de las cadenas de producción vertical, la externalización de
los servicios complementarios a la producción, la deslocalización hacia otros
países, acompasado del crecimiento endógeno del propio sector terciario. Así,
mientras que en el año 1991 la industria computaba por el 36% de los LTL, para
el año 2001, ya había reducido su participación hasta el 29%. Sin embargo, el
verdadero impacto de este proceso de crecimiento y cambio sobre el territorio
ha venido acompasado del cambio en la localización de las actividades. La
descentralización de la actividad económica es patente en
Finalmente
Cambios en la configuración de la ocupación del suelo, un análisis geoespacial para 1990-2000
En
el año 2000
Ahora
bien, desde la perspectiva del tipo de crecimiento lo preocupante es que un 42
% de la superficie urbanizada, en estos diez años, ha sido ocupada por
polígonos industriales y terciarios, fruto de la suburbanización de la manufactura,
la emergencia del sector logístico, la aparición de parques oficinescos y
de grandes superficies; y de manera correlativa a esto, por grandes
infraestructuras viarias. En la historia de
La emergencia de este urbanismo disperso, tanto en lo referente a los polígonos de actividad, a las grandes autopistas, como a la residencia en tejidos no continuos ha perpetrado cambios significativos en el paisaje metropolitano. Hay que tener en cuenta que los 70 km2 de urbanización se han colocado en sitios donde antes había zonas cultivadas (72,38%), zonas forestales (26,67%) y agua (menos del 1%).
En
casi todos los territorios, sobre todo los mesocéntricos, el paisaje
anteriormente dominado por tejidos residenciales (aunque discontinuos y de baja
densidad) ha menguado a favor de los polígonos de actividad como se documenta
en el cambio de la estructura de usos del suelo de
Figura 4. Estructura espacial de los usos del suelo y dinámica 1990-2000
Fruto de la violenta aparición de polígonos de actividad en la meso-periferia, la diversidad paisajística urbana de este territorio ha incrementado; así como también las últimas periferias han incrementado su diversidad por la aparición de importantes infraestructuras viarias, cuyo verdadero impacto sobre el territorio seguramente se está gestando en la década presente.
¿Hacia un cambio de paradigma urbano de lo suburbano?
El consumo de suelo en estos 10 años ha sido
espectacular, sin embargo, también la creación de empleo y de residencia como
se ha documentado en el epígrafe 2, por tanto, para realizar una correcta
evaluación del proceso de urbanización hemos de poner en relación ambos
cambios.
En (1) D es la densidad urbana en un
territorio i, E es el número de los LTL, V es la vivienda
total y Su son las hectáreas urbanizadas. Como es del dominio
común, la compacidad cae estrepitosamente a medida que incrementa la distancia
desde el centro, de manera que si en Barcelona D es 196 en la 5ª-corona
es diez veces inferior. Lo relevante es que el periodo 1990-2000, por el
contrario de lo que el dominio común creía, la densidad en toda
Si bien el consumo unitario del suelo ha mejorado
ligeramente no está claro hasta qué punto el 60% de los suelos creados para
alojar a actividades económicas terciarias e industriales, y
tejidos residenciales no continuos, aunado a otro 27% de suelo para autopistas
y ferrovías, aeropuertos y zonas portuarias y zonas verdes, ha provocado una
mayor fragmentación del territorio. Para responder a este cuestionamiento
fundamental, desde nuestra aproximación morfológica, proponemos el siguiente
indicador de fragmentación:
En (2) Frag es el índice de fragmentación
de un territorio i, y j es cada uno de los polígonos que
representan cada área urbanizada no contigua en dicho territorio. Finalmente P
es la probabilidad de encontrar j en i. Cuanto mayor sea la
ruptura de la continuada del tejido urbanizado mayor será el valor que
adopte Frag. Un territorio con una sola pieza urbanizada tendrá un
índice, de cero. Los resultados del análisis, contenidos en
Figura 6. Cambio en la fragmentación metropolitana 1990-2000 y % de urbanización del territorio 2000
Mediante el uso de la información del SIGPU-CPSV
se ha realizado una prospección de los patrones de urbanización para una
selección de 33 municipios.
Conclusiones
El crecimiento más espectacular en la historia de
Parece que asistimos, por tanto, a un cambio de
paradigma en la forma en cómo se está rehaciendo, a partir de la metrópolis
dispersa, las nuevas ciudades. Lo cual es un punto de inflexión en la
historia reciente de
Notas
[1] Hasta la promulgación de
[2] Esta política puede resumirse en cuatro estrategias para combatir la dispersión de la urbanización
1) La primera, plasmada en el Segundo Reporte sobre Planeamiento Territorial en los Países Bajos (Ministerio de
2) La segunda política, plasmada en el Tercer Reporte sobre Planeamiento Territorial (Ministerio de
3) El Cuarto Reporte Extraordinario sobre Planeamiento Territorial (Ministerio de
4) El Cuarto Reporte y Segundo Plan Estructural de Transporte (Ministerio de Transporte, Obras Públicas, y Aguas, 1990) enfatizó la necesidad de generar crecimientos urbanos tanto residenciales como para actividad económica entorno a los nodos de transporte público.
[3] Uno de usos del suelo basado en autómatas celulares, otro de demanda multimodal de transporte de 4 etapas, y finalmente uno de evaluación del impacto de la urbanización y la movilidad (Urban Explorer).
[4]
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© Copyright Carlos Marmolejo y Mariana Stallbohm, 2008
© Copyright Scripta Nova, 2008
Referencia bibliográfica
MARMOLEJO, Carlos y STALLBOHM, Mariana. En contra de la ciudad fragmentada: ¿hacia un cambio de paradigma urbanístico en la Región Metropolitana de Barcelona? Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2008, vol. XII, núm. 270 (65). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-270/sn-270-65.htm> [ISSN: 1138-9788]