Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788] Nº 69 (53), 1 de agosto de 2000 |
INNOVACIÓN, DESARROLLO Y MEDIO LOCAL.
DIMENSIONES SOCIALES Y ESPACIALES DE LA INNOVACIÓN
Número extraordinario dedicado al II Coloquio Internacional de Geocrítica (Actas del Coloquio)
LA PATAGONIA COMO INNOVACIÓN:IMÁGENES CIENTÍFICAS Y CONCRECIONES POLÍTICAS, 1779-1879
Pedro Navarro Floria(1)
Profesor Asistente, CONICET, Argentina
El presente trabajo es una síntesis explicativa de la investigación que desarrollamos desde 1992. Ésta se centra en los procesos ideológicos a través de los cuales se incorporó el espacio pampeano-patagónico, primero al sistema colonial español y después al Estado nacional argentino. Nuestra hipótesis de trabajo es que la conflictividad Nación-región que se observa aún hoy tiene sus raíces históricas en las formas de relación desarrolladas durante los cien años mencionados (1779-1879), que desembocan en una política de incorporación del territorio y de sus habitantes marcada por la dominación centralista y la violencia. Todas las políticas dirigidas desde los centros administrativos hacia la frontera pampeano-patagónica se han fundado con mayor o menor rigurosidad en estudios científicos acerca del espacio, los recursos y los habitantes de la región. Esto lo demostramos a través del análisis de una extensa serie de fuentes documentales.
Palabras clave: Patagonia/ innovación/ imágenes
científicas/ ciencia colonial/ ciencia metropolitana/ frontera
The present work is a synthesis of the investigation that we have developed from 1992. We centered in the ideological processes through were incorporated the space of Pampa and Patagonia, first to the Spanish colonial system and later to the Argentinean national State. Our hypothesis is that the conflict between Nation and region is observed yet, and it has the historical roots in the relationship forms developed during the mentioned century (1779-1879), which ended in a politics of incorporation of the territory and of theirs inhabitants marked by the centralist dominance and the violence. All the politics directed from the administrative centers toward the frontier of Pampa and Patagonia, has been founded in scientific studies about the space, the resources and the inhabitants of the region. We demonstrate it through the analysis of an extensive series of documented sources.
Key words: Patagonia/ innovation/ sicentific images/ colonial science/ metropolitan science/ frontier
Cronológicamente, estudiamos el proceso ideológico
de la apropiación de la Pampa y la Patagonia desde la iniciativa
que llevó a la fundación de los primeros puertos y a la realización
de las primeras expediciones científicas españolas a la Patagonia
en el último cuarto del siglo XVIII, hasta la ocupación militar
del espacio en torno de la expedición de 1879. El problema motivador
de la investigación surge de constatar, en el pasado como en el
presente, las dificultades y los conflictos provocados por las relaciones
entre el espacio regional y las autoridades nacionales, y por ende la dificultosa
integración de la Patagonia en el marco de la Nación. Esto
hizo necesario el análisis de los principales trabajos científicos
sobre la Patagonia realizados en la época, de las formulaciones
y propuestas políticas relacionadas con ellos, y de las vinculaciones
entre ambos.
La ciencia metropolitana colonial(2)
El conocimiento científico de los indígenas de la Patagonia se inició con el registro caótico de datos por parte de viajeros europeos, y hacia fines del siglo XVIII con la crítica de esa información y las primeras hipótesis evolucionistas generadas en la comparación etnográfica de las culturas. La ciencia metropolitana -encarnada en las expediciones de Antonio de Córdoba al Estrecho de Magallanes (Relación 1788; Apéndice 1793) y de Alejandro Malaspina alrededor de América (Malaspina 1795; Malaspina 1938)- estudió a los que llamó "patagones" y "fueguinos" en función de los intereses coloniales y elaboró una primera clasificación distintiva de salvajes a secas y bárbaros o "buenos salvajes". Hay que remontarse a la Historia natural y moral de las Indias, de José de Acosta, y quizás a fray Bartolomé de Las Casas, para reconocer los primeros estudios etnográficos comparativos que proponen clasificaciones de este tipo. Entendida en el contexto político -claramente explicitado en la documentación de Malaspina- de la necesidad de fijar taxativamente los límites del imperio, esta conceptualización se convirtió en políticamente útil. En lo inmediato, su utilidad consistió en legitimar la decisión de abandonar la Patagonia, constatando la inhabitabilidad -para el hombre civilizado- de esos ambientes ecológicos.
Los repetidos encuentros de los expedicionarios de la Ilustración española con indígenas de la Patagonia austral, de los canales fueguinos y de las islas de la vertiente del Pacífico hasta Chiloé, no reflejan sino la búsqueda de datos positivos que permitan corroborar, en primer lugar, los apuntes elaborados por viajeros extranjeros anteriores, y finalmente, la hipótesis de la inhospitalidad de esas tierras para los europeos.
A fines de 1785 el contingente de la fragata Santa María de la Cabeza, comandada por Córdoba, conoce a los tehuelches en el cabo Vírgenes. Cuatro años después serán los tripulantes de la Descubierta y la Atrevida de Malaspina los que entablarán comunicación con los mismos grupos, en Puerto Deseado. Los informes de todos los encuentros con los tehuelches traslucen contactos previos intensos -algunos indios llevan ropas y armas españolas, fuman, conocen a Antonio Viedma, etc.-, y se dan en un marco de cordialidad y amistad. Su modo de vida es descripto como el del buen salvaje, o bárbaro-civilizable. La cuidadosa descripción de las costumbres de los tehuelches que completa la documentación de la expedición Malaspina se orienta a consolidar su hipótesis acerca de la diferenciación entre los territorios controlados por el sistema imperial y los que no ofrecen ni atractivos ni peligros. Dentro de estos últimos confines del continente, a Malaspina le interesa subrayar, sin embargo, aquellas observaciones que sustentarían una teoría de la degeneración de los grupos humanos por obra del medio ambiente y las condiciones desfavorables de vida. En el horizonte científico europeo de la época, se pretende instalar la idea de que, si la naturaleza humana es unívoca y por lo tanto las razas más infelices reflejan un estado potencial de cualquier grupo, esa inadecuación a la naturaleza puede provenir de la pretensión de asentarse en latitudes o medios que no brindan los requerimientos mínimos. Se trata de enunciar una ciencia del hombre geopolíticamente útil.
En contraste directo con esta representación del buen salvaje,
los encuentros con los habitantes del interior del Estrecho y de los archipiélagos
al sur de Chiloé generan la verificación de la existencia
del hombre de naturaleza, desnudo, mísero, inculto, repugnante
a la sensibilidad de los viajeros. Los redactores del viaje de la Santa
María de la Cabeza al Estrecho, Alcalá Galiano y Belmonte,
construyen una explicación luego recogida por Malaspina en el manuscrito
final de su viaje. Según ella, las tierras de la Patagonia se dividen
en altas y bajas. Las altas u occidentales son húmedas,
boscosas e insalubres; las bajas u orientales son áridas y luminosas.
Así como las primeras albergan a los pobres infelices asimilables
al último eslabón de la especie humana, irremediablemente
salvajes,
las segundas contienen a los felices "patagones",
bellos salvajes
con quienes los españoles tienen trato frecuente y cordial, pero
necesariamente libres. Malaspina agrega esta última nota,
y le da un significado muy preciso: al sur de los 40 en la vertiente oriental
de los Andes y de los 44 en la occidental, estos pueblos son y deben seguir
siendo dueños y señores. Es el límite entre civilización
y barbarie. Su fijación, como interpretan actualmente los historiadores
de la ciencia española, sería el último paso en el
orden intelectual de las expediciones ilustradas, paso que surge de "la
mutua aceptación del final de todo un proceso de reconquista y modernización
administrativa" (Sala Catalá 1991: 281).
La ciencia de la frontera colonial(3)
Sin embargo, la óptica de la ciencia metropolitana, distante y subordinada a la lógica del sistema colonial, no era la única posible. Existió también la otra mirada, generada en la frontera, en el contacto intersecular, cotidiano e intenso con los indios del sur, en el Río de la Plata y Chile. Esta ciencia de frontera, limitada en sus medios pero cercana a su objeto, ordenada más a los propósitos locales y regionales que a los del conjunto del sistema imperial, constituye el otro descubrimiento científico de la Pampa y la Patagonia.
Entre las visiones de la frontera hemos estudiado varios casos: la descripción de los tehuelches de la Patagonia por los hermanos Francisco y Antonio Viedma en los años de la primera frontera fundadora española (1779-1783) (A. Viedma 1969; F. Viedma 1784; F. Viedma 1969); la observación de los huilliches de la isla de Chiloé y sus adyacencias por Malaspina en 1790 (Malaspina 1795); el Compendio de la historia geográfica, natural y civil del Reyno de Chile del jesuita talquino José Ignacio Molina, de 1776 (Molina 1788-1795); la documentación del viaje terrestre del penquista Luis de la Cruz de Concepción a Buenos Aires, en 1806 (Cruz 1969). Abordaremos brevemente el tercero, sólo a modo de ejemplo.
Cuando escribe en su destierro italiano, haciendo referencia permanente a las autoridades científicas de su época y luciendo una actitud polémica -frente a la teoría de la degeneración y debilidad de América- en el más alto nivel académico, Molina fundamenta la validez de su historiografía en una representación que reclama para Chile la leyenda de Eldorado. Es patrimonio común de los jesuitas transterrados que escriben sobre América la denuncia de las injustas afirmaciones sobre la inferioridad y degeneración americanas como intentos de legitimar desde la ciencia el sometimiento político. El núcleo duro de la argumentación de Molina, entonces, no es colonialista, sino que escribe como habitante espiritual de América, reivindicando a su tierra. Es un marginal, un expulsado del sistema, exponiendo sobre uno de los confines del imperio, que es por añadidura su tierra natal. Como anticipo de la misma idea de la "armonía general de la naturaleza" que propondría Malaspina, el contenido que el jesuita da a esa representación es el de una tierra rica, claramente contorneada, habitada por indios sabios y felices, diferenciados del salvajismo o la barbarie de otros pueblos. Es patente aquí la emergencia de una conciencia criolla de lo propio, que a través del estudio detallado de la naturaleza y de la sociedad, es capaz de postular una identidad protonacional inclusiva de su raíz autóctona. Este es el motivo central de esta obra sobre Chile escrita en el exilio europeo. En ella, la imagen de los indios de Chile no es la imagen del otro a eliminar, a excluir, ni siquiera la del otro a integrar, sino la del mismo que habla, o en todo caso la del otro incluido en una nacionalidad autoinvocada.
Esta otra mirada, cercana, directa, cotidiana, humanizada, austera
a veces en su instrumental teórico pero rica en saber práctico,
se muestra capaz de dar cuenta de una representación alternativa
de los pueblos indios -esta vez personalizados y pluralizados-, representación
muchas veces ideal que confrontará, en las décadas siguientes,
con la visión más utilitaria y manipuladora de la ciencia
metropolitana.
La Patagonia en la clasificación del hombre
La presencia del naturalista francés Alcide d'Orbigny en Carmen de Patagones en 1829, parece cerrar el ciclo del redescubrimiento del hombre americano en el confín sur del continente en el contexto de la antropología incipiente, que sistematiza los conocimientos previos y produce el desencantamiento (Sebreli 1991)(4) del indígena americano y su inserción definitiva en el campo de los objetos de la ciencia moderna manipuladora y productora de valor. Visto desde los resultados de la acción política criolla en la Patagonia a fines del siglo XIX, podemos afirmar que el descubrimiento científico de la Patagonia operado entre la segunda mitad del siglo XVIII y la primera mitad del XIX, reforzó una representación científica (para entonces) del indio que lo hacía radicalmente prescindible en función de su supuesta inferioridad, como salvaje o como bárbaro, siempre externo a la civilización dominante y expansiva. La caracterización del salvajismo y la barbarie adquirirá perfiles de verdad aceptada a lo largo del siglo XIX, en la medida en que los intereses dominantes reconozcan en las clasificaciones étnicas de Humboldt y de d'Orbigny -que responden al modelo de la ciencia metropolitana trazado por las expediciones científicas de la Ilustración- un instrumento legitimador de su política excluyente del indígena y de toda persona o grupo no adaptable a las nuevas pautas de producción orientadas a la agroexportación.
El abordaje científico producido por d'Orbigny puede entenderse entonces como un paso más en el proceso de apropiación iniciado con el redimensionamiento político del espacio colonial en el siglo XVIII. Esta política de proyección sobre los espacios nuevos, poco estudiada hasta hoy en el hemisferio Sur (Saguier 1991)(5), consolida la idea de que si bien la apropiación política de la Patagonia queda congelada con la presencia española en Carmen de Patagones, que no avanza y al mismo tiempo suspende el conflicto con las demás potencias -política perpetuada por el Buenos Aires independiente después de 1810-, la apropiación científica adquiere cierta autonomía de movimientos, para seguir avanzando a manos de quienes eran capaces de ella: los científicos europeos de países aliados o cercanos.
Al principio de sus trabajos, d'Orbigny puntualiza claramente sus referentes y sus propósitos: proviene de un ámbito científico central, metropolitano, dotado económicamente por el Museo de Historia Natural de París, y su Viaje (Orbigny 1945) sería editado con auspicio gubernamental. El objeto de sus desvelos era ver a los patagones.
De enero a agosto de 1829, en Carmen de Patagones y sus alrededores, d'Orbigny entró en contacto con distintas parcialidades indígenas: puelches, tehuelches, araucanos. El examen de múltiples aspectos de la vida de las parcialidades que confluían en ese ámbito fronterizo, se vuelca en un registro realmente minucioso y sistemático, que años más tarde cristalizará en su obra sobre El hombre americano (Orbigny 1944): comienza por las observaciones fundadas en los datos generales que obtiene sobre cada etnia -que luego le ayudarán a construir su clasificación de los pueblos americanos-, sigue por sus aspectos anatómicos y materiales, sus costumbres, y culmina la observación con apuntes acerca de sus aptitudes intelectuales, su idioma y su "carácter nacional", tópico que tiene en d'Orbigny, como veremos, connotaciones importantes.
El contexto fronterizo que caracteriza esos contactos plasmados de primera mano en el diario de d'Orbigny, también deja su impronta. Precisamente, la constatación de las particularidades de la vida de frontera en Carmen de Patagones y la convicción íntima que proviene de una fe progresista y evolucionista que no admite saltos ni cortes repentinos en la historia ni en la naturaleza, dan a la experiencia de d'Orbigny un carácter muy próximo al de la ciencia de frontera. A través del relato de sus recorridos y sus largas conversaciones junto al fuego en las tolderías, no es difícil ir espigando las reflexiones del científico que se confiesa impactado y en cierto modo contrariado por la humanidad, tan patente como la suya propia, de sus interlocutores vestidos con poncho o piel de guanaco. Una pregunta se abre camino en la conciencia del naturalista que se pretende desapasionado y riguroso, al ritmo de su compenetración con la vida de la frontera: ¿dónde está el salvaje?
Su trabajo de 1839, El hombre americano, se distancia de ese
entorno.(6) Su finalidad última era
lograr una clasificación de los indios fundada en la observación
directa y contextualizada teóricamente -según el modelo de
Humboldt, y más remotamente de Ulloa y Azara (Zapater 1949: 116)-
en el estudio de la antropología física y cultural. En función
de ese objetivo, d'Orbigny construye una secuencia lógica y semántica
cuyos contenidos son correlaciones directas entre los principales factores
que hacen a las condiciones de vida en la Patagonia. La perfección
de estas correlaciones es un componente central de la mentalidad determinista
que guiaba la colaboración entre ciencias naturales y ciencias humanas
en el siglo XIX: el clima y las condiciones de vida material se consideraban
determinantes,
junto a unas "disposiciones morales" que se suponían innatas, de
la situación cultural y política de los pueblos indios, y
por lo tanto de su destino frente a otras culturas. La antropología
que se propone d'Orbigny es entonces una ciencia capaz de dar cuenta
de la existencia de indios "libres", no sometidos, de explicar ese
fenómeno a tres siglos y medio de la llegada de los conquistadores
europeos a América y de predecir su fortuna. El capítulo
III de El hombre americano está destinado a explicar qué
es un indio libre: poseen lenguas expresivas y eufónicas;
desarrollan libremente sus facultades intelectuales; su carácter
nacional -inmutable y rebelde a la civilización- es orgulloso
y guerrero, y se relaciona con disposiciones físicas determinantes,
actividades económicas incompatibles con el capitalismo dominante
y un medio geográfico que facilita la insumisión.
La barbarie, de tema científico a cuestión política(7)
El proceso de extrañamiento y olvido que sufrieron las culturas indígenas en el segundo tercio del siglo XIX tiene, a mi parecer, dos vertientes. La primera está constituida por el alejamiento de la mirada de la ciencia metropolitana, plasmada en Darwin y en otros ejemplos contemporáneos que no logran la cercanía y la compenetración de los viajeros ilustrados españoles y de d'Orbigny con su objeto de estudio, y por el olvido y la deshistorización(8)operadapor los científicos criollos y reforzada en ellos por la recepción del darwinismo a partir de 1870. Esta deshistorización de las culturas de la Pampa y la Patagonia subsiste aún hoy, en los programas de enseñanza y de investigación que asignan por lo general el estudio de la Patagonia posterior a 1879 a los historiadores, y el estudio de las etapas anteriores a los arqueólogos. La segunda vertiente del extrañamiento y de la imposición oficial del concepto de barbarie fue la trasposición de la conceptualización científica de los pueblos bárbaros al campo de las imágenes literarias -al menos en la Argentina, a partir de la Generación romántica del '37- y finalmente al del discurso político.
Se podría tomar el año 1837, por la publicación del poema La cautiva de Esteban Echeverría, o el de 1845, por la aparición simultánea del Facundo y del primer artículo de Domingo F. Sarmiento en el diario El Progreso de Santiago de Chile acerca de los "salvajes patagones", como hitos de nacimiento del racismo ilustrado de la generación argentina de 1837. Mientras, en Chile se abría el debate en torno de los territorios del sur, del que participaba el principal formador de opinión del Cono Sur americano de la época: Sarmiento (Sarmiento 1948).
Sarmiento, a quien hemos estudiado no en virtud de su originalidad y rigurosidad sino, al contrario, por ser un autodidacta y ecléctico, emergente y al mismo tiempo formador del pensamiento dominante de su tiempo, representa la postura de las primeras generaciones nacionalistas surgidas en torno de 1840 en toda América Latina, que se propusieron completar la independencia política con lo que llamaban "emancipación mental": encontrar respuestas propias a los grandes problemas comunes que planteaba la construcción de cada Nación. Lector de los trabajos de d'Orbigny como de los estudios craneométricos que servían para fundamentar el más craso racismo estadounidense, Sarmiento elaboró su propia síntesis acerca de la "barbarie" en torno de una hipótesis sociológica de tono ambientalista: el problema, tanto en el Facundo de 1845 como en sus demás obras y artículos periodísticos hasta la década de 1850, consistía en la existencia de un territorio indígena conceptualizado como desierto en el sentido cultural no como vacío demográfico-. Ese supuesto desierto era causante y producto a la vez de la barbarie: tanto el indio como el gaucho que se adaptaban a vivir en la Pampa o la Patagonia resultaban inadaptables a las pautas de la civilización capitalista, pero al mismo tiempo Sarmiento creía firmemente que a través de la inmigración anglosajona que mediante el espíritu imitativo que se asignaba a los pueblos "inferiores" lograría difundir sus supuestas virtudes- y de la educación de los criollos, el desierto podría transformarse en fuente de la riqueza nacional.
En relación con el tratamiento de los pueblos indígenas situados al sur tanto de la Argentina como de Chile, las opiniones de Sarmiento vertidas fundamentalmente en sus artículos chilenos de los años 1840- se inclinaban por la solución bélica del conflicto. Polemizando con Victorino Lastarria y la historiografía chilena inclusiva de la raíz mapuche, o con Ignacio Domeyko y los promotores de iniciativas pacificadoras y evangelizadoras, Sarmiento llegaba a postular la hipótesis ad hoc de que los araucanos y tehuelches, violentando las leyes de la evolución natural, jamás se civilizarían y se verían enfrentados al dilema de hierro entre el sometimiento y el exterminio. El cambio político abierto en la Argentina con la caída de Rosas (1852), la Constitución Nacional de 1853 y la organización institucional del Estado, permitieron a la primera generación nacionalista participar activamente en la determinación de los lineamientos políticos de la nueva Nación. Allí fue Sarmiento, primero como funcionario de la poderosa provincia de Buenos Aires y luego como senador nacional y presidente de la República (1868-1874). En la medida en que la función pública le exigía un alejamiento de las conceptualizaciones científicas necesariamente generales- y un acercamiento a las propuestas políticas más concretas-, sus opiniones sobre la cuestión de los territorios de más allá de la frontera sur se fueron centrando en problemas tales como la inmigración y la distribución de la tierra pública.
Como parte inseparable de la construcción institucional, los primeros presidentes de la Argentina unificada Bartolomé Mitre (1862-1868), Sarmiento y Nicolás Avellaneda (1874-1880)- se preocuparon también por la formulación y la presentación tanto en el exterior como en el sistema educativo nacional de una imagen canónica y unificada del país. La Historia y la Geografía fueron herramientas privilegiadas de esta política. En particular la segunda, tempranamente institucionalizada como asignatura escolar en el terreno de los estudios sociales, consagró la imagen del desierto construida como parte del programa de la "emancipación mental".
Es llamativo que en su Descripción de la Confederación Argentina, encargada por el gobierno de Urquiza (1853-1859) y editada en París, Victor Martin De Moussy (De Moussy 1860-1864) haya descripto la Pampa con los versos iniciales de La cautiva. En una síntesis simplificadora de la antropología de d'Orbigny y canonizadora de la visión romántica del "desierto", su estudio termina afirmando: a) la invariabilidad del carácter de los indios desde la conquista española hasta su tiempo, los años de 1860; b) la indiferenciación entre los indios de la Pampa y la Patagonia -todos viven igual, combaten igual, etc.-; c) la barbarie de todos ellos, entendiendo como tal una categoría genérica que los iguala entre sí y con otros pueblos del mundo. En De Moussy resulta patente el extrañamiento u olvido de la gran riqueza informativa reunida en el siglo previo, y la imposición definitiva de la óptica metropolitana, lejana, simplista, rica en estereotipos de un gusto burgués clasificador y taxativo. Tal "olvido" de la geografía y la naturaleza de la Pampa y la Patagonia, evidente en autores posteriores como Estanislao Zeballos, ha dado lugar a más de un equívoco y no ha sido aún suficientemente estudiado y explicado.
Los primeros textos de Geografía para los Colegios Nacionales (Cosson 1866; Cosson 1877; Gutiérrez 1877) son demostrativos del divorcio que en esas décadas distanciaba los conocimientos científicos sobre la Patagonia de los propósitos políticos sobre el territorio: de un lado, al tiempo que los reclamos de Chile y de la Argentina sobre la Patagonia definían los términos del conflicto y que los Colegios Nacionales proponían una visión unificada y unificadora de la Nación, se mostraba un espacio indiscutiblemente sometido a la soberanía argentina; de otro lado, al compás de los avances de la Geografía nacional, se proponía la visión de una tierra radicalmente desconocida y vacía (Navarro Floria 2000c). Ninguna de las dos imágenes era verdadera, pero las dos eran políticamente útiles, y constituían los ejes sobre los cuales la Geografía nacional se enseñó hasta los primeros años del siglo XX.
En el terreno del discurso político, nos encontramos en pleno análisis del discurso parlamentario acerca de los territorios pampeano-patagónicos y sus habitantes, en el Congreso de la Nación y entre 1853 y 1879. Este estudio nos permite corroborar la interpenetración entre las imágenes de los pueblos indígenas y del territorio tomadas de la ciencia generalmente aceptada por entonces fuertemente marcadas por los conceptos de desierto y de barbarie-, y las propuestas políticas acerca de la incorporación efectiva de la Pampa y la Patagonia al Estado-nación. Se trataba, en definitiva, de superar tanto la situación de "barbarie" mediante la inmigración y la educación popular como la situación de "desierto" mediante el trabajo productivo en un contexto capitalista. La trabajosa construcción de un acuerdo que estuvo lejos de ser unánime en torno de la necesidad de la conquista armada del territorio, llevó más de dos décadas y debió sortear los obstáculos derivados tanto de las dificultades políticas y económicas de origen interno y externo como de las opiniones divergentes. La eficacia o no de las misiones católicas en la frontera, la posibilidad o imposibilidad del trato pacífico con los indígenas, la conveniencia de subdividir la tierra en unidades agrícolas aptas para la recepción de inmigrantes o bien de extender la matriz de las grandes estancias ganaderas; estos eran algunos de los temas controvertidos que transitaron las sesiones parlamentarias.
La recepción de las obras de Darwin por los jóvenes
científicos de la generación de Francisco P. Moreno y Eduardo
Ladislao Holmberg -su más encendido defensor- habría operado,
según propongo hipotéticamente, como hallazgo de la matriz
teórica que devolvería el problema del indio -ya vaciado
de contenido histórico y etnográfico- al terreno de la ciencia,
exactamente en el momento en que lo que reclamaba el poder político
era el argumento definitivo legitimador del exterminio.
Conclusión
La dificultosa y conflictiva integración de la Patagonia al Estado
nacional argentino tiene sus raíces en la historia. Particularmente,
en el siglo previo a la campaña militar que comenzó su ocupación
efectiva. Durante esos cien años (1779-1879) una serie numerosa
de viajeros, funcionarios de la frontera, científicos argentinos,
chilenos y europeos, gobernantes, hizo sus aportes al conocimiento de la
región y sus propuestas para el futuro. Los trabajos científicos
quedaron teñidos de intencionalidad política y los discursos
políticos se mostraron atravesados por contenidos científicos
que les servían de fundamento. Sin embargo, la prioridad política
era justificar el despojo de la tierra y el sometimiento de los pueblos
indígenas, y esto transformó a las formulaciones dominantes
de la ciencia y la política en un instrumento de violencia.
Bibliografía
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VIEDMA, F. Disertación en que al mismo tiempo que se demuestran los empeños de la Corte de España para fijar poblaciones en la costa oriental llamada Patagónica, y los motivos de sus desgraciados fines, se persuaden la utilidades que pueden sacarse y prometerse de la subsistencia y fomento del que ha quedado en el Río Negro, las que comprueban cuán importantes pueden ser estos establecimientos al Estado, y en que se proponen medios de mantener y fomentar dicha colonia sin expendio del Real Erario... (1784). Archivo General de la Nación (Argentina), Biblioteca Nacional 188, nº 1810.
VIEDMA, F. Memoria dirigida al señor marqués de Loreto, virrey y capitán general de las Provincias del Río de la Plata, sobre los obstáculos que han encontrado y las ventajas que prometen los establecimientos proyectados en la Costa Patagónica (1784). En: Angelis, P. de (Ed.), Colección de obras y documentos relativos a la historia antigua y moderna de las Provincias del Río de la Plata. Buenos Aires: Plus Ultra, 1969.
ZAPATER, H. D'Orbigny y la clasificación del aborigen sudamericano. Anales del Instituto Étnico Nacional (Argentina, Ministerio de Asuntos Técnicos), 1949, vol. II.
1. Investigador Asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Argentina. E-mail: navarro@satlink.com.
2. El contenido de este apartado puede encontrarse ampliado en Navarro Floria 1994b.
3. El contenido de este apartado y del siguiente puede encontrarse ampliado en Navarro Floria 1997.
4. En el Cap.X: "Latinoamericanismo, o el mito de la América mágica", Sebreli dedica unos párrafos a lo que él llama desencantamiento de América, por oposición a la influencia de las utopías renacentistas y sus intentos de realización en América hasta el siglo XIX.
5. Saguier trabaja sobre un campo hipotético coincidente con el nuestro, respecto de la proyección española a la Patagonia en el último cuarto del XVIII. Cfr. Navarro Floria 1994a.
6. Pratt 1997, pp. 119 y 213-222 hace un excelente análisis de las relaciones y diferencias entre literatura de viajes y materiales científicos en el contexto ilustrado y en Humboldt en particular, el modelo que sigue d'Orbigny.
7. El contenido de este apartado puede encontrarse ampliado en Navarro Floria 2000a y 2000b.
8. El término se encuentra en el trabajo
de Stagnaro 1994, y resulta adecuado para conceptualizar el proceso de
conversión de las culturas indígenas de sujeto de su propia
historia en objeto de rescate y exhibición museística.
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