Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788] Nº 69 (11), 1 de agosto de 2000 |
INNOVACIÓN, DESARROLLO Y MEDIO LOCAL.
DIMENSIONES SOCIALES Y ESPACIALES DE LA INNOVACIÓN
Número extraordinario dedicado al II Coloquio Internacional de Geocrítica (Actas del Coloquio)
INICIATIVAS EMPRESARIALES E INNOVACIÓN TECNOLÓGICA.
LA INDUSTRIA DEL GAS EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XIX.
Mercedes Arroyo
Universidad de Barcelona
Esta comunicación centra el interés en algunas variables que influyeron en la expansión de las redes de gas en tres ciudades españolas: Barcelona, Málaga y Madrid. La primera de ellas, ya estudiada con anterioridad, se utilizará como marco de referencia para analizar el desarrollo de las redes de gas en las otras dos ciudades. Indudablemente, las diferentes características de los tres contextos influyeron de manera notable en ese desarrollo. Entre otras, la composición de la demanda, el tipo de tejido industrial y los comportamientos empresariales fueron algunas de las causas que determinaron el diferente grado de articulación de las redes y su influencia sobre el territorio.
Palabras clave: industria gasista/ demanda/ redes/ tecnología/ ciudad
This communication attempts to analize some variable that influenced on the expansion of the gas networks in three Spanish cities: Barcelona, Málaga and Madrid. The first of this cities, subject of a previous research, will be used as a reference framework to analyze the development of the gas networks in the other two cities. Undoubtedly, the different characteristics of the three contexts exercise outstanding his influence on that development. Between others, the composition of demand, the type of industrial framework and the entrepreneurial behaviors were some of the causes that determined the different degree of articulation of gas networks and their influence on the territory.
Key-words: Gas industry/ demand/ networks/ technology/ city
Numerosas infraestructuras que se instalaron en las ciudades europeas del siglo XIX incorporaron al espacio urbano tecnologías novedosas que permitieron importantes mejoras para las poblaciones, para su organización social y su bienestar. Ciertamente, en un doble efecto recíproco, la adopción de innovaciones supuso un considerable adelanto de las condiciones de vida para las ciudades del siglo XIX y, al mismo tiempo, generó demandas de mejoras por parte de la población urbana(1).
La instalación de muchas de estas innovaciones, como el gas en su momento y más adelante el agua o la electricidad, supuso que esas infraestructuras desarrollasen unas lógicas espaciales propias para articular el territorio(2) en una dinámica expansionista que dependería esencialmente del grado de aceptación que obtuviesen por parte de la población urbana y de las estrategias empresariales que gestionaban esa expansión.
Otros factores que influyeron decisivamente en el desarrollo del nuevo sistema de alumbrado serían, por una parte, el hecho de que dicha innovación no contaba con precedentes a los que referirse, lo cual implicaba un elevado grado de riesgo económico. Por otra, la incorporación de la nueva tecnología al espacio urbano exigía unos conocimientos técnicos cuya adopción debía pasar por la actuación de entendidos en la materia. En consecuencia, se debía contar con un comportamiento empresarial muy preciso, que estuviese en condiciones de asumir los riesgos económicos a corto y medio plazo de una industria cuyo desarrollo se preveía continuado.
Las características esenciales de las redes de gas
Como la mayoría de redes técnicas, la red de gas también constituyó -y constituye- un sistema(3) unitario de producción, distribución y consumo con tendencia al crecimiento continuado; y como en todas ellas, también, una de sus características principales sería la de unir puntos alejados en el territorio(4). Estas dos propiedades de la red -constituir un sistema unitario y la facultad de unir puntos alejados en el territorio- serían dos de las razones de que a la invención del nuevo sistema de alumbrado siguiese una primera época de fracasos en numerosas ciudades europeas.
En efecto, como otras infraestructuras que incorporan innovaciones tecnológicas, el desconocimiento inicial de la respuesta de la demanda ofrecería un grado de riesgo adicional a quienes se decidiesen a instalar las redes de gas, ya que, aunque se previese de considerable envergadura, sería en definitiva su valoración por parte de la demanda -pública y particular- un factor decisivo para el éxito o fracaso de la nueva industria. Se debía, pues, estar en condiciones de invertir cantidades previsiblemente importantes sin la contrapartida de beneficios inmediatos.
Los primeros promotores gasistas intentaron aplicar el nuevo sistema -todavía en fase de experimentación- sin contar con los medios económicos y sin la debida preparación técnica(5). Ciudades europeas de la categoría de Londres y París sufrieron ese fracaso inicial. A las dificultades de introducción de un sistema cuyo desarrollo posterior se desconocía, aunque se suponía importante, se unirían, pues, el escaso volumen de capitales y la falta de conocimientos especializados.
Otra causa del fracaso inicial del gas estuvo vinculada a la calidad de los carbones y, en consecuencia a la dependencia respecto a éstos -más acusada en unos países que en otros- ya que, a pesar de que el gas se puede extraer de cualquier materia orgánica, lo cierto es que muy pronto la destilación del carbón se mostraría el medio más idóneo para obtenerlo, aunque no todos fuesen adecuados para dicho menester. Los que mejores rendimientos proporcionaban en cuanto a potencia y luminosidad eran sin duda las hullas inglesas, buenas pero caras, principalmente a causa de los fletes y de los aranceles que imponían algunos países receptores. Más tarde, se diversificaría la oferta de carbones con la entrada en los mercados de los belgas y los procedentes del norte de Francia. A todo esto, se unían los titubeos propios de una demanda que todavía no conocía la utilidad que reportaría el nuevo sistema de alumbrado.
Se debe indicar que las primeras tentativas para instalar las redes de gas se produjeron generalmente de manera similar en todas las ciudades europeas en que tuvo lugar su introducción. A una instalación inicial del alumbrado público seguiría muy de cerca su utilización por el consumo particular.
La relación entre la oferta y la demanda
En general, los ayuntamientos consideraron el alumbrado público a gas como una cuestión de prestigio y de seguridad. Por un lado, les permitía asimilar sus respectivas ciudades a otras europeas que ya contaban con el nuevo sistema de alumbrado; por otro, la eficiencia y estabilidad del nuevo sistema en comparación con otros anteriores vendría a aliviar uno de los problemas a que desde siempre se habían tenido que enfrentar: la seguridad ciudadana.
Para los empresarios gasistas, la demanda procedente del alumbrado público sería un poderoso auxiliar que les permitiría dar a conocer las ventajas del nuevo sistema de alumbrado en primera instancia; en segunda, contribuiría a contar con un volumen de producción fijo que debería regular las oscilaciones que se producirían desde el bloque de demanda particular, ya que éste podía fluctuar en función de los horarios de trabajo y de que los días fuesen o no laborables. Para este bloque de demanda, la eficiencia y estabilidad del alumbrado a gas supondría la posibilidad de alargar la jornada laboral en las horas nocturnas y, en consecuencia, aumentar la productividad.
De hecho, los empresarios gasistas comprendieron muy pronto que el éxito de la nueva industria estaba directamente vinculado a la posibilidad de mantener la producción en unos niveles que permitiesen crear economías de escala. Como es conocido, dichas economías se producen cuando se reducen los costes de producción de un bien de consumo por medio del aumento de las cantidades producidas, lo que permite aumentar el beneficio industrial(6). De esta manera, se podían mantener estables las cantidades producidas de gas y, en consecuencia, el margen de beneficios vinculado a la cantidad de gas consumido. Es decir, que el gas consumido por la demanda pública, sujeto a horarios muy precisos, vendría a equilibrar las cantidades consumidas diariamente por el bloque de demanda particular que, como se ha dicho, podía fluctuar.
Una de las maneras que tuvieron los empresarios gasistas de paliar la situación de inseguridad inicial del negocio y para minimizar los riesgos económicos que suponía la introducción de la nueva tecnología en las ciudades fue acogerse al mecanismo mercantilista del privilegio exclusivo otorgado por los ayuntamientos. Dicho privilegio les proporcionaba garantías suficientes para actuar libremente en el espacio urbano por un tiempo variable, generalmente superior a quince años. Éste era el tiempo que se consideraba necesario para amortizar las primeras instalaciones y generar beneficios importantes. Más tarde, el privilegio sería sustituido por las concesiones, que ejercieron efectos similares. Ambos supusieron para los empresarios gasistas la posibilidad de gestionar de la forma más favorable para sus intereses el desarrollo de la red y los dos tipos de demanda, la procedente de los ayuntamientos -la demanda pública- y la originada por el comercio y la industria de las ciudades, es decir, la demanda particular.
Sin embargo, en muchos casos privilegio y concesión sólo fueron para algunos especuladores de las primeras épocas un medio de comprometer a los ayuntamientos sin que se llevase a cabo la instalación de la red de gas. Por su parte, al entregar el privilegio, los ayuntamientos, no sólo de España, sino de la mayor parte de las ciudades europeas cuyas condiciones legales lo permitían, se encontraron sin capacidad de decisión sobre el desarrollo de la red de gas, debiendo someterse a las estrategias de esos primeros empresarios. Éstos serían quiénes decidirían cuando y donde se iniciaría el alumbrado a gas. Si las previsiones se mostraban favorables para los empresarios, se formalizaría un primer contrato en el que los ayuntamientos podrían determinar el primer trazado para el alumbrado público. A partir del afianzamiento del gas por medio del efecto-demostración del alumbrado público, serían los empresarios gasistas quiénes decidirían sobre el desarrollo de las redes para el consumo particular -considerado en España hasta bien entrado el siglo veinte como un negocio privado- del que dependerían las futuras ampliaciones del alumbrado público.
Además, el bloque del consumo particular, dependiente del tejido industrial y comercial de las ciudades, permitiría a los empresarios gasistas mantener el negocio en niveles óptimos, ya que, generalmente, el gas consumido por el bloque particular tenía un precio más elevado que el del alumbrado público.
La demanda particular se perfiló muy pronto en España como un bloque de demanda más numeroso y solvente que el procedente del alumbrado público, ya que uno de los problemas que debieron afrontar desde el principio los empresarios gasistas en España estuvo relacionado con la endémica insolvencia económica de los ayuntamientos españoles. El gas era un producto caro, apto para aumentar la productividad, industrial o comercial, como ya se ha indicado; pero el alumbrado público supuso una rémora muy difícil de soportar para los empresarios gasistas, ya que no hubo ayuntamiento español que no se encontrase endeudado de manera importante respecto a las empresas gasistas, de manera que si éstas no contaban con un bloque considerable de consumo particular, el negocio era difícilmente viable.
Se debe hacer hincapié en una cuestión de la mayor importancia y que obedeció a las distintas condiciones de la legislación española referente a la industria del gas y a sus relaciones con las ayuntamientos españoles. Desde 1864, en los pliegos de condiciones entre los respectivos ayuntamientos y las empresas, se mostró la necesidad de que los primeros contasen con la asistencia técnica de personas entendidas en el proceso de fabricación y distribución de gas que deberían asesorar a las autoridades municipales. Como consecuencia de estas nuevas condiciones, se produciría la entrada en el sector gasista de los ingenieros municipales, cuyos conocimientos técnicos permitirían a las autoridades de la ciudad contar con elementos de juicio para intervenir activamente en las condiciones del suministro.
Hasta que la legislación española no obligó a los empresarios gasistas a someterse al criterio de los ingenieros municipales como profesionales conocedores de las nuevas tecnologías, el gas fue un asunto que se mantuvo en manos de las empresas; y el margen de intervención de los sucesivos ayuntamientos fue escaso. En Madrid y en Barcelona, esa situación subordinada de los ayuntamientos respecto de las empresas gasistas terminaría definitivamente en los primeros años sesenta del siglo XIX; en Málaga, por sus especiales características económicas, sociales y políticas por la difícil trayectoria de laempresa gasista, la entrada en ejercicio de los ingenieros municipales no se podría apreciar hasta bastante más tarde.
Por otra parte, también se debe subrayar que, al no poder hacer frente a los gastos derivados de la implantación del gas en el alumbrado público, los ayuntamientos tampoco podían reclamar a las empresas por las condiciones de suministro que éstas podían imponer. Con lo cual, aunque sobre el papel los ayuntamientos gozaron de un mayor grado de autonomía respecto a las empresas gasistas, en la práctica se mantuvieron los conflictos entre las decisiones de ambos agentes de la construcción de las redes.
En efecto, la penuria de la hacienda pública española pesaría, y con fuerza, en las trayectorias de todas las empresas gasistas por las deudas que acumularon, tanto en Barcelona como en Madrid y en Málaga. La pérdida progresiva de la capacidad económica de los ayuntamientos españoles a todo lo largo del siglo XIX les obligaría, en definitiva, a perder capacidad de decisión en un asunto de tanta importancia como la red de alumbrado público. Y, por otra parte, el hecho de no poder contar con recursos económicos propios sería una pesada losa sobre la trayectoria de los ayuntamientos españoles en sus relaciones con las empresas gasistas.
Todas estas cuestiones han sido contrastadas en un reciente trabajo nuestro(7) que ha puesto en relación los distintos desarrollos de la industria del gas en Barcelona, Madrid y Málaga. En lo que resta de esta comunicación presentaremos las conclusiones obtenidas en el mismo. Antes, sin embargo, realizaremos algunas precisiones sobre las características socio-económicas de las tres ciudades.
Tres ciudades españolas de diferentes características, Barcelona, Madrid y Málaga
Como es conocido, en Barcelona se iniciaría la Revolución Industrial hacia 1832, con la entrada en la ciudad de la primera máquina de vapor y por el mismo tiempo, también Málaga iniciaría su industrialización(8). Las dos ciudades experimentaron durante algunos años un crecimiento industrial paralelo, aunque con distintas características derivadas de la composición de sus respectivos tejidos industriales.
Mientras que la industrialización de Barcelona fue desarrollándose a partir de una amplia base de pequeñas industrias, herederas, las más de las veces, de anteriores talleres artesanales, en Málaga el proceso industrializador se generó por medio de la instalación de algunas grandes industrias siderúrgicas, textiles y azucareras proyectadas por una oligarquía (los Larios, Heredia, Loring) que dirigiría sus excedentes a las actividades financieras(9) o a la compra de tierras. Ante la práctica inexistencia de una burguesía(10), el grupo económico clave malagueño sería la clase mercantil, nacida y consolidada bajo el influjo de la actividad portuaria de la ciudad, compuesta por "una complicada trama de mercaderes e intermediarios"(11) que favorecería el crecimiento del sector terciario. La entrada de la filoxera en la provincia primero y la situación de superproducción azucarera tras la implantación del cultivo de la remolacha a escala nacional precipitarían el derrumbe de la economía malagueña en los años 1878-1890.
Sin una base industrial diversificada y sin un mercado interior debido al empobrecimiento del campesinado, las escasas industrias de bienes de consumo de la ciudad -textiles, azucareras- debieron cerrar sus puertas. Por su parte, las grandes empresas siderúrgicas tampoco pudieron soportar la competencia de la siderurgia vasca, de manera que a principios del siglo XX se encontraría ya consolidado el proceso de regresión económica de la ciudad y de su hinterland.
Esta diferenciación en el tipo de estructuras industriales entre Barcelona y Málaga explica, como ya señaló Jordi Nadal en su momento(12), el fracaso de la Revolución Industrial no sólo en Málaga sino en la mayoría de ciudades españolas y por contra, el éxito de la industrialización catalana(13).
Respecto al proceso de industrialización de Madrid, se debe recordar que por su papel de centro administrativo y de poder del Estado y al no contar con una amplia estructura artesanal previa -excepto para algunos productos vinculados a usos suntuarios- su industrialización sería más tardía, y cuando se produjo, también fue debida a las iniciativas de unos pocos empresarios vinculados, en este caso, casi siempre a las instancias del poder político. Durante la época en que Barcelona y Málaga se industrializaban, entre un 30 y un 40 por ciento de la la masa patrimonial de Madrid se concentraba en la propiedad inmueble en "un ambiente rentístico en el que predomina la figura del casero por encima de la del promotor inmobiliario"(14), mientras que otros sectores, como el industrial, eran considerados menos seguros desde el punto de vista de la inversión; y cuando ésta se produjese -hacia los años sesenta del siglo XIX- se orientaría más al sector financiero y de servicios que al industrial.
A diferencia de otras capitales europeas, cuyas respectivas historias anteriores contaban con largos siglos de capitalidad tras de sí, la de Madrid correspondió a la voluntad de un rey -Felipe II- y al no contar con un estrato social intermedio -la burguesía-, los contrastes entre las brillantes condiciones de la Corte y las del resto de la población eran extraordinarios. París y Londres, por ejemplo, contaban con una larga tradición manufacturera e industrial, producto de las iniciativas de unas burguesías en crecimiento; y esa tradición sería el germen de sus respectivas industrializaciones. Esos tejidos industriales constituirían la demanda particular de gas, centrada en la industria en primer lugar y en segundo, en el comercio. En Madrid, por el contrario, su demanda particular se encontró vinculada a efectos suntuarios y comerciales, por lo que el bloque de consumo particular se mantuvo en niveles relativamente bajos.
"Lugar de residencia de la nobleza de corte y terrateniente, de burócratas y funcionarios, carente de industria, sin una burguesía emprendedora, Madrid aparecía a final del siglo XIX como una capital -escribiría Azaña- 'tan frustrada como la idea politica a la que debía su rango'" (15).
Se debe indicar que un aspecto decisivo en el desarrollo de la industria del gas se encuentra en el volumen de los capitales iniciales. Ya se ha señalado que al tratarse de un proceso de producción y distribución de carácter unitario, se preveía que se deberían realizar importantes desembolsos. Hemos indicado también que los primeros intentos en algunas ciudades europeas fracasaron por no tener en cuenta suficientemente ese volumen de capitales iniciales. De hecho, se sabe que las empresas gasistas cotizaron muy pronto en las Bolsas europeas, debido principalmente a la necesidad de contar con capitales que se conseguían por la emisión de acciones u obligaciones.
Respecto a los capitales iniciales, se debe hacer una diferenciación entre los capitales efectivos y los capitales nominales consignados en las distintas escrituras de fundación de las respectivas empresas gasistas de las tres ciudades. En Barcelona, la primera industria gasista de la ciudad, La Catalana, inició sus actividades en 1842 con seis millones de reales (equivalentes a 1.500.000 pesetas) totalmente desembolsados desde el principio; la de Málaga -la Societé Civile pour l'Éclairage de Málaga- se fundó en 1854 con 1.200.000 francos (equivalentes a 1.200.000 pesetas también efectivas) y en Madrid, la Sociedad Madrileña para el Alumbrado de gas de Madrid se fundó en 1846 con la suma nominal de 12.000.000 de reales (equivalentes a 3.000.000 de pesetas) de los que se desembolsarían efectivamente 800.000 reales, es decir, el equivalente a 200.000 pesetas, previéndose que esa cantidad fuese aumentando a razón de un diez por ciento cada dos meses, cosa que no se realizaría. Esa es una primera diferenciación a tener en cuenta que obedece sin duda a las especiales características de la mayoría de las inversiones madrileñas de esa época -mucho papel sin contrapartida real- que incidiría negativamente en la trayectoria de la empresa gasista de Madrid. y que muestra diferentes precepciones de un negocio que precisamente se caracterizaría, como hemos indicado, no sólo por requerir cantidades importantes de capitales iniciales sino además, por la continua aportación de nuevos capitales.
El papel desempeñado por la demanda particular se mostró decisivo muy pronto. Como se ha dicho, el gas se inició en Barcelona en 1842, por la iniciativa de un grupo de inversores catalanes que se asociaron con el promotor francés Charles Lebon para la instalación de las primeras infraestructuras, es decir, la fábrica de gas y las primeras canalizaciones. En otro lugar se ha explicado el complejo proceso por el control de las instalaciones y el largo litigio que todo ello generó(16). Poco más tarde, en 1852, se instalaría el gas en el vecino municipio de Gràcia que también contaba con un tejido industrial en expansión procedente, como en Barcelona, de una estructura artesanal anterior(17). En 1856, sería el municipio de Sant Andreu de Palomar, que también contaba con una estructura industrial en crecimiento que vería la instalación del gas, primero para el alumbrado público y casi inmediatamente, para el consumo particular(18).
Ya se ha indicado que el tejido industrial de Barcelona y de los municipios de su entorno procedían de estructuras anteriores(19) formadas por numerosos talleres artesanales, manufacturas diversas y comercios de pequeño tamaño, cuyos propietarios percibieron en las condiciones de estabilidad y eficiencia que les ofrecía el alumbrado a gas la posibilidad de aumentar la productividad, como también se ha indicado. Algunos de esos talleres y manufacturas se ampliarían y a ellos vendrían a añadirse pronto industrias de mayor tamaño, que incorporarían al proceso de producción las máquinas de vapor como fuente de energía y a las que también el nuevo sistema de alumbrado permitiría alargar la jornada laboral, de manera que en Barcelona y en algunos núcleos cercanos, llegaron a coexistir hasta cuatro redes de gas independientes que, más tarde, cuando los distintos municipios se unificasen, también se unificarían a la nueva escala municipal.
En Barcelona, el gas arraigó muy pronto por otra razón: los promotores gasistas que actuaron en la ciudad dieron muestras de contar con ese espíritu empresarial que hemos citado al principio, capaz de asumir riesgos a corto y medio plazo y, en general, se mostraron dispuestos a reinvertir los capitales necesarios a pesar de tener que aplazar la obtención de beneficios.
El potencial mercado procedente de la industria aseguraba el consumo; las inversiones en transferencia de la tecnología necesaria y la compra de los utillajes garantizaban el proceso de producción y de distribución; y por su parte, los empresarios gasistas que actuaron en Barcelona y su entorno contaron con la capacidad económica suficiente para asumir las incertidumbres de los primeros años y extender las redes hacia las zonas en que se preveía que se produjese la demanda procedente del tejido industrial, más numerosa y solvente que la procedente de los ayuntamientos. Creemos que éstas fueron algunas de las causas que determinaron el éxito de la industria gasista en Barcelona. En Madrid y en Málaga, por el contrario, se produjeron otras circunstancias, negativas desde el punto de vista de la expansión territorial de las redes de gas, que retrasaron o impidieron su desarrollo.
A diferencia de Barcelona, las ciudades de Madrid y Málaga vieron pasar por sus respectivas industrias gasistas una serie de personajes que o bien no tuvieron en cuenta las características especiales de la nueva tecnología o creyeron poder soslayar las variables económicas del negocio. A las tres principales variables a tener en cuenta comunes al resto de ciudades europeas -el coste de las instalaciones y de la red inicial; el carácter expansivo de la propia industria gasista y el grado de demanda particular- se añadió en España la falta de solvencia económica de los ayuntamientos. Nos fijaremos en estas cuestiones para explicar el escaso desarrollo de las redes de gas en estas dos ciudades.
Los empresarios gasistas
La red de gas de Madrid debió superar numerosas dificultades en una primera época que se extendió desde 1849 hasta 1856, en que, después de llegar la empresa a la bancarrota, se hizo cargo de ella el Crédito Mobiliario Español, dependiente del Crédit Mobilier francés de los hermanos Péreire. Durante ese tiempo, también las autoridades municipales debieron soslayar numerosas dificultades derivadas de las estrategias de los empresarios gasistas iniciales. A los diversos intentos que se realizaron por parte del ayuntamiento madrileño para instalar el alumbrado público de gas en la ciudad hubiese debido seguir un bloque de demanda particular numeroso y solvente, de la misma manera que sucedía en el resto de ciudades europeas, lo cual no se produjo por las razones que ya se han expuesto.
Esa situación se enderezaría con la entrada del Crédito Mobiliario Español en 1856. Importantes entradas de capital permitirían ampliar las instalaciones productivas, extender la red de alumbrado público y mejorar los rendimientos industriales(20). Como consecuencia de esa política expansionista y del efecto demostración del alumbrado público, la demanda particular también siguió una tendencia al alza; aunque por poco tiempo. El enorme esfuerzo económico realizado finalizaría bruscamente en 1866. Un cúmulo de circunstancias adversas haría retroceder la tónica alcista que la empresa siguió durante ese período.
Entre otras razones, se pueden señalar la confianza de los promotores gasistas en la bondad de los carbones españoles, cuestión que se mostró poco ajustada a la realidad; la difícil coyuntura de la economía europea en los años centrales de la década de los sesenta -principalmente, la crisis de 1866, que afectó a numerosos negocios financieros de Europa- y en consecuencia, de la economía de la empresa de Madrid por su dependencia de los capitales foráneos. Se frenaría el impulso económico inicial del Crédito Mobiliario Español, y el desarrollo iniciado quedaría detenido en su tendencia hacia la expansión.
Por su parte, la trayectoria de la red de gas de Málaga no difirió excesivamente de la de otras redes en varias ciudades españolas, que, por lo que se sabe, se distinguieron por la precariedad debido esencialmente al reducido desarrollo de sus respectivos tejidos industriales o, en algunos casos, todavía por formarse; y, sin embargo, por sus condiciones de partida -el crecimiento industrial de la ciudad y sus perspectivas de expansión- su trayectoria debía haberse asimilado más a la de la red de Barcelona.
Las razones de que Málaga perdiese su oportunidad de contar con una industria gasista desarrollada, mientras que en Barcelona se agotaban todas las posibilidades, no se entienden si no se conocen algunos factores de carácter empresarial y económico. Como se ha dicho, en Málaga no existió un amplio tejido industrial, sino el resultado de las acciones de un grupo oligárquico muy vinculado a los resortes de poder, y cuyo poder económico "legitimaba y constituía la esencia misma de [su] poder político"(21). Por otra parte, la escasa articulación de una burguesía de clases medias, más preocupadas por reproducir los modos de vida de la clase dirigente que por invertir en el sector industrial, se encontraba acompañada por una alta proporción de clases trabajadoras con un bajo nivel adquisitivo y sin posibilidades de salir del proletariado, fuese éste industrial o agrario. Sin un tejido industrial denso, era difícil que se crease un volumen suficiente de demanda particular, lo que, además, justificaba que la empresa gasista se resistiese a invertir sin una perspectiva clara de negocio. A todo esto se añadía que su principal cliente, el ayuntamiento, se encontraba en las dificultades económicas ya mencionadas, comunes a todos los municipios españoles.
Todo esto se explica para mostrar que las grandes diferencias que se produjeron en los desarrollos de las redes de gas en esas tres ciudades tuvieron como una de las causas principales las diferencias entre sus estructuras industriales, ya que precisamente eran las industrias el bloque de demanda del que mayores beneficios podían obtener las empresas gasistas. Su diferente volumen de demanda particular desempeñó un papel preponderante, tanto positivo para la red de Barcelona como negativo para las de Madrid y de Málaga.
Algunos indicadores del negocio gasista
La proporción del consumo del alumbrado público sobre el total de la producción de gas es el primer elemento que debe ser tenido en cuenta al observar el desarrollo de las redes de gas. Esta proporción fue, casi desde los inicios del gas en la ciudad, muy bajo en Barcelona -un 7,3 por ciento- comparable a las proporciones en otras ciudades europeas, y extraordinariamente elevado en Málaga hasta llegar a superar el 57 por ciento en 1919. En Madrid, durante el período 1849-56, superó el 40 por ciento, aunque luego ese porcentaje descendería -en el período 1856-66- hasta situarse en torno al 10 por ciento.
La elevada proporción de alumbrado público sobre el total en Málaga es un claro indicador de que la empresa tampoco había conseguido hacer atractivo el gas al consumo particular, fuese por precio, por calidad o por ambos motivos. Se sabe, en cambio, que el gas para el alumbrado se utilizaba en las grandes factorías de la ciudad; pero procedía de gasómetros instalados en las propias industrias, lo cual explica en alguna medida los bajos niveles de demanda particular. De hecho, como se ha explicado, el precio del gas estaba en relación directa con el volumen de producción. Si la demanda era escasa, lo lógico era que la producción se mantuviese en cotas bajas y a precios elevados por la imposibilidad de crear economías de escala, lo que sólo conseguía agravar el problema.
Respecto a Madrid, no se puede negar que su carácter de centro administrativo y de Corte, su misma situación en el centro de la Península alejada de los puertos marítimos, y la escasa formación de una clase media emprendedora habrían excluido hasta bien entrado el siglo XX ciertas actividades económicas; precisamente las que debían servir de base para la formación de un tejido manufacturero en primera instancia y más tarde consolidar un tejido industrial que debería formar el bloque de demanda particular.
Otro aspecto decisivo para el desarrollo de la industria gasista -y, en general para todas las empresas que gestionan infraestructuras- es, como se ha dicho, el ritmo de reinversión.
En Barcelona las ampliaciones de las instalaciones productivas y de la red fueron elevadas y crecientes desde el inicio. En algunos casos, dicha expansión se adelantó a la formación de la demanda, de manera que acercando la red a zonas industriales en formación, se consiguió, también, favorecer el crecimiento del consumo. A mayor desarrollo de la red, se produjo mayor volumen de demanda de gas y al mismo tiempo, las facilidades de instalar alumbrado que brindaba la empresa producía una mayor atracción de nuevas industrias a las que el nuevo sistema de alumbrado permitiría aumentar la productividad industrial.
De la misma manera, en Madrid, las inversiones del Crédito Mobiliario se adelantaron a la creación de la demanda y permitieron una corta reactivación de la industria gasista que sería truncada por las condiciones financieras adversas, que no permitirían consolidar los resultados. Las fluctuaciones que a partir de entonces mantuvo la empresa de gas madrileña se deben entender, en nuestra opinión, más como consecuencia de la crisis del Crédito Mobiliario, justamente en la época que más necesarias eran las inversiones en crecimiento continuado para favorecer la expansión de la red que como indicador de una falta de consolidación del mercado gasista de la ciudad o como el síntoma de la escasa disponibilidad a invertir por parte de los gestores del gas de Madrid.
A diferencia de Barcelona y de Madrid en la época del Crédito Mobiliario, en Málaga se utilizaron los mínimos recursos económicos a la espera de que se produjese la demanda particular, demanda que ya se ha explicado que no se consiguió captar. También se ha indicado que en Málaga, el inicio de su revolución industrial estuvo vinculado a una oligarquía cuyo comportamiento empresarial se distinguió por la creación de unas pocas y grandes industrias cuyos capitales se destinaron al mercado financiero. Y por parte de la empresa gasista, se puede afirmar que el comportamiento empresarial de sus gestores se mantuvo enraizado en los usos y costumbres del Antiguo Régimen, del que uno de sus rasgos más específicos fue su carácter rentista(22). Tanto los propietarios franceses como los administradores españoles entendieron el negocio del gas de Málaga como una manera de obtener unas rentas seguras que permitiesen mantener el patrimonio que suponían las instalaciones pero sin aventurar nuevos capitales.
Se ha observado, también, que en Barcelona los empresarios gasistas se involucrarían directamente en la dirección de los asuntos tanto técnicos como económicos, lo que les permitiría mantener los respectivos desarrollos de las redes centralizados en pocas manos.
Por el contrario, en Málaga la propiedad y la gestión económica, es decir, los centros de decisión, se encontraron alejados del centro de operaciones y el interés de los propietarios extranjeros era primordialmente obtener una rentas mensuales con el mínimo dispendio, mientras que los aspectos de producción del negocio se mantenían en manos de ingenieros, franceses sin duda, pero desvinculados de los centros de decisión económica.
De hecho, en Madrid se hubiese podido instalar el gas bastantes años antes de 1848, y lo cierto es que existieron algunos promotores interesados en instalar el gas antes de esa fecha, desde 1832. Pero en la trayectoria de algunos de éstos se han podido detectar maniobras de carácter claramente especulativo al mantener inoperante el privilegio obtenido, que utilizaron para venderlo o traspasarlo sin llegar a destinar capitales para instalar el gas. Este tipo de especulación es comparable sin duda al que tuvieron que sufrir muchas de las ciudades europeas y españolas que pretendieron instalar el gas. Una débil estructura bancaria, detectada por numerosos autores(23), implicaba que no se generasen los capitales necesarios para instalar una infraestructura cuyo carácter expansivo ya se ha indicado y que, en consecuencia, precisaba de cantidades crecientes de capitales.
Por su parte, las deudas municipales por el alumbrado público que experimentaron todas las ciudades españolas fueron una rémora difícil de soportar para todas las empresas que se encontraron en esa situación. Si al escaso margen de beneficios que dejaba el alumbrado público se le añade el sistemático endeudamiento de los ayuntamientos españoles, se podía asegurar que sólo se conseguiría mantener e incrementar las precarias condiciones de la industria, condiciones que en Barcelona pudieron ser subsanadas por medio del consumo particular.
No podemos dejar de lado que una de las características de las infraestructuras que actúan mediante redes es su capacidad de expansión. En contraste con los casos de Málaga y de Madrid, que vieron supeditado el crecimiento de sus redes a la disponibilidad de los respectivos ayuntamientos para instalar el alumbrado público, se ha podido observar que en Barcelona el ritmo de expansión de la red y de las instalaciones tuvo una importancia decisiva en la articulación del territorio industrializado.
En Barcelona, la expansión de la red y la del tejido industrial se potenciaron mutuamente y, en consecuencia, pudieron articular el territorio según sus propias lógicas espaciales -dependientes, sin duda, de las estrategias empresariales-; pero para que eso se produjese era necesario contar con un volumen de capital también en crecimiento constante que permitiese adelantarse a las previsiones del tejido industrial, ofrecer infraestructuras donde se previese su necesidad y, principalmente, mantener los precios del gas en niveles asequibles para una franja numerosa de industriales, lo cual, como ya se ha dicho, no se produjo en Madrid o en Málaga.
En estas dos ciudades, como en otras europeas, dos graves errores de cálculo cometidos por parte de las primeras empresas que se fundaron para instalar el gas les causarían múltiples problemas y las arrastrarían a la bancarrota. Éstos fueron, por una parte, no efectuar una valoración realista de los riesgos inherentes a la instalación de una nueva tecnología que se mantendría en expansión constante y que absorbería cantidades importantes de capitales en crecimiento también constante. El otro error fue no considerar suficientemente las previsiones sobre el potencial mercado particular. Así se explican las primeras dificultades de las empresas gasistas, tanto de Madrid como de Málaga, antes de construir las respectivas redes de gas.
Si, además de las dificultades de introducción comunes a toda nueva tecnología, se le añade que en Madrid la estructura industrial era, en la época de los primeros intentos, no sólo prácticamente inexistente, sino que tardaría bastante tiempo en que se produjese una demanda sólida procedente del bloque industrial(24), es lógico que la empresa gasista que se atreviese a instalar el gas en esta ciudad previese que debería depender desde sus inicios del alumbrado público, precisamente el bloque menos solvente y que mayores problemas proporcionó siempre a los empresarios gasistas, mientras que en Málaga, una estructura industrial escasamente articulada tampoco favorecería la introducción del gas en la ciudad.
Conclusiones
Uno de los objetivos de este trabajo es averiguar la influencia que ejercieron distintos factores en el desarrollo de las redes de gas, tales como un contexto industrial favorable en las ciudades en que se instalaron; las condiciones de los respectivos medios sociales -cultural, económico, grado de capacidad de decisión de los poderes locales- en tres ciudades españolas de diferentes características la influencia que pudieron ejercer los comportamientos empresariales y el papel desempeñado por los respectivos ayuntamientos.
Como se ha mostrado, las tres ciudades mantuvieron importantes diferencias entre sí, lo que permite realizar una valoración entre los diferentes contextos en que se introdujo lo que en su momento representaría una innovación tecnológica importante. Barcelona y Málaga tuvieron en común un prometedor inicio de industrialización; las similitudes entre Madrid y Málaga se basaron esencialmente en las dificultades de las respectivas empresas gasistas para animar el consumo particular; en Málaga por razones muy diferentes de las que distinguieron el consumo particular de Madrid.
Sin embargo, es evidente que, a pesar de que fueron diversos los factores que incidieron de manera notable en el desarrollo de las redes de gas, cabe destacar como determinante la existencia de un bloque de demanda particular numeroso y, en general, más solvente que el procedente de las instancias locales. O la dependencia respecto a los capitales extranjeros que operaban en España, lo que sería crucial para condicionar las trayectorias posteriores de las redes de gas.
El tipo de tejido industrial y el tipo de demanda particular se constituirían, sin duda, en una de las variables principales que condicionarían decisivamente el desarrollo de las redes de gas. A diferencia de Barcelona, donde la expansión de la red de gas se produjo -conjuntamente con la construcción de la red para el alumbrado público- para atender una demanda industrial y comercial, en Madrid, la demanda particular se encontraría en sus inicios más vinculada a usos suntuarios o de prestigio, mientras que en Málaga sería prácticamente inexistente, y, como se ha dicho, el gas que utilizaban las grandes empresas era de auto producción.
En las industrias gasistas de Barcelona y de los municipios vecinos en que se instalaron fábricas de gas dominó en general un tipo de comportamiento empresarial capaz de asumir riesgos a corto y medio plazo, propio de una clase emergente, la burguesía, que no se produjo en ningún caso en la empresa de Málaga y sólo en un corto espacio de tiempo en la de Madrid. En esta ciudad, al no existir una demanda industrial consolidada, la expansión de la red de gas debió depender del capital financiero, y cuando las inversiones cesaron, no fueron compensadas por una demanda particular numerosa.
Se puede afirmar, sin lugar a dudas, que no sólo existieron comportamientos empresariales distintos que influyeron de manera decisiva en el desarrollo de las redes de gas de las tres ciudades, sino que, además, estos comportamientos procedieron de culturas y talantes diferentes. Es decir, los contrastes entre las condiciones de partida de los capitales y de los contextos industriales respectivos fueron lo suficientemente importantes para que se produjesen comportamientos distintos.
Si en Barcelona se partía de una cultura industrial que tenía tras de sí una larga trayectoria artesanal y comercial, la condición de centro administrativo y de poder centralizado de Madrid no facilitaría, hasta bien entrado el siglo XIX, la creación de las condiciones favorables para que arraigase una estructura industrial en la ciudad.
El caso de Madrid, por otra parte, es ilustrativo de la capacidad de los capitales financieros para realizar las inversiones necesarias que debían fortalecer las infraestructuras productivas y de distribución. Como ya se había venido practicando desde los inicios de la industria gasista en Barcelona, el mayor alcance económico de las inversiones daría lugar a la posibilidad de proporcionar mayor envergadura a las infraestructuras.
La historia industrial de Málaga no tenía tras de sí parecidas condiciones a las de Barcelona. El caso de Málaga nos ha de permitir entender la oposición entre las prácticas empresariales de carácter rentista y el desarrollo de una industria caracterizada precisamente por su tendencia a la expansión constante.
Respecto al papel desempeñado por los respectivos ayuntamientos de las tres ciudades estudiadas, se debe indicar que desde una situación de inferioridad respecto a los empresarios gasistas de las primeras épocas, en que otorgaban indiscriminadamente el privilegio exclusivo a los empresarios, se llegó a otra en la que los avances en la legislación española fueron creando el marco legal suficiente en que deberían regularse las relaciones entre las empresas gasistas y los ayuntamientos. La dotación a éstos de medios económicos suficientes y la incorporación de los ingenieros municipales encargados de supervisar el desarrollo de las redes les daría la posibilidad de decidir sobre las actuaciones futuras en el territorio urbano.
Notas
1. Respecto al papel desempeñado por las innovaciones en el espacio urbano y la consideración de éste como espacio de "la libertad, de la riqueza, de la calidad de vida (...) de la movilidad social, de la creatividad, de la innovación" ver esencialmente CAPEL, H. Ciencia, innovación tecnológica y desarrollo económico en la ciudad contemporánea. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. Universidad de Barcelona, nº 23, 1998.
2. DUPUY, G. L'urbanisme des réseaux. Théories et Méthodes. París, Armand Colin, 1991. (Trad. española: Barcelona, Oikos Thau, 1997.)
3. El concepto de sistema, como lo entiende Hughes, se distingue por constituir un todo formado por diferentes componentes relacionados entre sí -económicos, técnicos o institucionales, entre otros- que interactúan y que se encuentran bajo un control central, cuya extensión determina los límites del sistema mismo. Ver HUGHES, Thomas Parker. Networks of Power. Electrification in Western Society, 1880-1930. 3ª ed. Baltimore and London: The Johns Hopkins University Press, 1993. 474 p. También se puede consultar la reseña de esta importante obra en Biblio 3W. Revista Bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales. Universidad de Barcelona, nº 44, 1997.
4. WILLIOT, J.P.Nouvelle ville, nouvelle vie: croissance et rôle du rèseau parisien au XIXè siècle. In CARON, et al. París et ses rèseaux: naissance d'un mode de vie urbain, XIX-XX siècles. París: Hôtel d'Angouleme-Lamoignon, 1990.
5. Como ha señalado Hughes (op. cit en nota nº 3) una cuestión es la invención -fruto muchas veces de la casualidad- y otra la aplicación de la invención. Dependiendo de la escala, será necesario, además, sortear numerosos escollos de tipo técnico y económico.
6. CHANDLER, A.D. Jr. Escala y diversificación. La dinámica del capitalismo industrial. Zaragoza: Prensas Universitarias de Zaragoza, 1996, 2 vols. [Versión original: Scale and Scope. The Dinamics of industrial capitalism. Cambridge, Mass: Harvard University Press, 1990].
7. ARROYO, M. Innovación tecnológica y comportamientos empresariales en tres ciudades españolas del siglo XIX: Barcelona, Madrid y Málaga. Estudio comparado. Proyecto de investigación financiado por la Fundación Caja de Madrid. Beca en Humanidades 1998-1999.
8. El caso de Málaga ha sido abordado parcialmente en ARROYO, M. Banca, infraestructuras urbanas y estrategias empresariales. La fábrica de gas de Málaga. Actas del III Congreso Catalano-Andaluz. L'Hospitalet, Fundació Gresol Cultural.
9. MORILLA CRITZ, J. La economía de Málaga, 1890-1930. In GARCIA DELGADO, J. L. (Ed). Las ciudades en la modernización de España. Los decenios interseculares. VIII Coloquio de Historia Contemporánea de España dirigido por Manuel Tuñon de Lara. Madrid: Siglo XXI, 1992, p. 323-343.
10. VALLES FERRER, J. (Coord.). Introducción a la economía malagueña. Málaga, Caja de Ahorros Provincial-CSIC, 1977, 259 p.
12. NADAL, J. Industrialización y desindustrialización en el sudeste español. Moneda y Crédito nº 120, 1972, p.3-80.
13. NADAL, J. El fracaso de la revolución industrial en España, 1814-1913. Barcelona: Ariel, 1982, varias ediciones.
14. BAHAMONDE, A. Pascual Madoz y la modernización de la ciudad de Madrid: La Peninsular, empresa inmobiliaria, 1861-1883. In GARCIA DELGADO, J. L. (Ed). Las ciudades en la modernización de España. Los decenios interseculares. VIII Coloquio de Historia Contemporánea de España dirigido por Manuel Tuñon de Lara. Madrid: Siglo XXI, 1992, p. 379-404.
15. JULIÁ, S. En los orígenes del gran Madrid. In GARCIA DELGADO, J. L. (Ed). Las ciudades en la modernización de España. Los decenios interseculares. VIII Coloquio de Historia Contemporánea de España dirigido por Manuel Tuñon de Lara. Madrid: Siglo XXI, 1992, p.415-429.
16. ARROYO, M. La industria del gas en Barcelona (1841-1933). Innovación Tecnológica, articulación del territorio y conflicto de intereses. Barcelona: Ediciones del Serbal, 1996.
17. ARROYO, M. La Propagadora del Gas de Gracia. Articulación del territorio y administración municipal. Ciudad y Territorio, 1992.
18. ARROYO, M. El gas en un municipio de Barcelona. Sant Andreu de Palomar (1856-1923). In CHECA, M. (Coord.) Sant Andreu, de poble a ciutat (1875-1936), Barcelona: Centre Ignasi Iglèsies, 1998.
19.A este respecto, recuérdese que ya en el siglo XVIII la manufactura catalana estaba bien arraigada en el sector de los tejidos de indianas. Ver GRAU, R. y LÓPEZ, M. Empresari capitalista a la manufactura catalana del segle XVIII. Introducció a l'estudi de les fàbriques d'indianes. Recerques nº 4, 1974, p. 19-47.
20. Según Albert Broder, que realizó el estudio de las inversiones francesas en España durante esta época precisamente, el hecho de que el Crédito Mobiliario Español pudiese adquirir a un precio extraordinariamente bajo la fábrica de gas de Madrid se debió principalmente al escaso volumen de negocio que generaba la fábrica de gas de Madrid -y al que, en consecuencia, se podía activar con una gestión eficiente- combinado con una situación de endeudamiento difícilmente sostenible. Ver BRODER, A. Le rôle des intérets ètrangers dans la croissance économique de l'Espagne, 1815-1913. État-entreprise et Histoire. Tesis doctoral dirigida por Pierre Vilar, 1981, 1.965 p.
21. SÁNCHEZ GIMÉNEZ, J. Málaga, 1890-1930: las transformaciones sociales de una ciudad en crisis. In GARCIA DELGADO, J. L. (Ed). Las ciudades en la modernización de España. Los decenios interseculares. VIII Coloquio de Historia Contemporánea de España dirigido por Manuel Tuñon de Lara. Madrid: Siglo XXI, 1992, p.345-375.
22. Sobre las causas del diferente grado de desarrollo de Málaga y Barcelona y, en especial, sobre los comportamientos empresariales ver también BAHAMONDE, A. y MARTÍNEZ, J.A. Historia de España siglo XIX, Madrid: Universidad Complutense, 1994.
23. Entre éstos, cabe destacar a Gabriel Tortella Casares, que ha insistido en esa debilidad de la Banca española, debilidad que permitiría, en su opinión, la entrada de capitales foráneos, que si hubiesen tenido que competir con una estructura bancaria fuerte, no hubiesen ejercido un peso tan considerable en la creación de las grandes infraestructuras españolas, como la industria del gas, o los ferrocarriles. (Ver TORTELLA CASARES, G. Los orígenes del capitalismo en España. Banca, industria y ferrocarriles en el siglo XIX. Madrid: Tecnos, 1995, 3ª ed). También han señalado esas características de la Banca española para ese período BAHAMONDE, A. y MARTÍNEZ, J.A. op. cit. en nota nº 22.
24. Sin embargo, se ha podido conocer la existencia
de motores de gas en Madrid en una época prácticamente simultánea
a la de Barcelona, hacia finales de los años ochenta del siglo XIX,
lo que indica con seguridad que la estructura industrial madrileña
se hallaba en vías de formación y con las expectativas de
crecimiento que no tardaría en experimentar.(Ver BAHAMONDE, A. TORO,
J. Burguesía, especulación y cuestión social en
el Madrid del siglo XIX. Madrid: siglo XXI, 1978, 274 p.) Para
Málaga, en cambio, las condiciones de suministro del gas no lo harían
utilizable para obtener energía, aparte de que muchas de ellas contaban
con producción propia de gas, como ya se ha indicado.
© Copyright: Mercedes Arroyo, 2000
© Copyright Scripta Nova 2000