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Scripta Nova Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788]. 
Nº 61, 1 de abril de 2000.

ILDEFONSO CERDÀ Y EL NACIMIENTO DE LA URBANÍSTICA: LA PRIMERA PROPUESTA DISCIPLINAR DE SU ESTRUCTURA PROFUNDA

Javier García-Bellido García de Diego
Dr. Arquitecto, urbanista.



Ildefonso Cerdá y el nacimiento de la Urbanistica: la primera propuesta disciplinar de su estructura profunda (Resumen)

Con Ildefonso Cerdá y por vez primera en la corta historia de la disciplina de la Urbanística, de la que él mismo fue su creador y sistematizador indiscutible, se identifican los fundamentos científicos y se inicia el largo desarrollo de este moderno y amplio campo de conocimiento. Y ello lo articuló Cerdá novedosamente, primero, mediante la integración metodológica en el Urbanismo (técnica aplicada de la Urbanística) del Derecho público y la Economía inseparablemente entrelazadas, en tanto que disciplinas estructuradoras del diseño físico-espacial del proyecto o plan. Y, en segundo lugar, Cerdá aborda por primera vez, para que la nueva disciplina fuese verdaderamente científica, un análisis reduccionista del espacio socialmente configurado mediante el ejercicio sistemático del regressus o reductio esenciales desde lo aparente, complejo e intrincado de la ciudad y el territorio, hasta su constituyente más simple, sencillo y elemental. Propone así la unidad universal de la entidad casa-predio-vial, configurando con ella la díada inescindible de vías-intervías, constitutiva de la estructura profunda del todo. Cerdá entendería este análisis reductor como necesario para poder articular y reconstruir un conocimiento científico globalizador y complejo (la 'colonización', la 'urbanización' y la 'rurización') sobre los ladrillos, átomos u objetos fundamentadores de un saber disciplinado, recomponiendo así la totalidad sintéticamente desde una perspectiva global y de integración holista.

Palabras clave: Cerdá / Historia del urbanismo / Metodologia científica / Reduccionismo / Estructuralismo. 



Ildefonso Cerdá and the Birth of Urbanistics: The First Scientific Proposition about its Deep Structure (Abstract)

Ildefonso Cerdá was the unquestioned creator and systematiser of Urbanistics as that new scientific discipline (which he called Urbanization). In the short history of the discipline, Cerdá was the very first to identify its scientific basis and to initiate the long development of that modern and broad field of knowledge. He articulated from scratch its scientific identity, first, through the methodological integration of Public Law and Economics, intricately merged, into urbanism or town planning (as the applied technique for Urbanistics), as structural disciplines articulating the physical-spatial design of town project or city planning. And, secondly, in order that the new discipline should become a scientific one, Cerdá is the very first to approach a reductionistic analysis of space as socially shaped through the systematic exercise of an essential regressus or reductio esentialis. This was done by starting from what is, on the face of it, apparent, complex and intricate in the city and territory up to its very simple, deep and elementary constituent. He proposes on this way the universal nature of "home-grounds-on-ways", shaping through these unity the dual of way & interway ("vía-intervía"), as constituting the deep structure of the whole. Cerdá perceived this reductionistic analysis to be necessary to the articulating and rebuilding of a global and complex scientific comprehension (by himself called "colonisation", "urbanisation" and "ruralisation") this based upon the bricks, atoms or objects which feed a disciplined body of knowledge. Thus it is possible to synthetically rebuild the whole from a global perspective and likewise through holistic integration procedure.

Key words: Cerdá / town planning history/scientific methodology /reductionism/structuralism



 
 
« De esta suerte se verifica en las urbes lo que en los demás individuos
de todas las especies animales y vegetales: cada urbe individual tiene los
mismos elementos que las demás, y sin embargo, no hay una sola entre el sin
número de las que forman la economía urbana del  universo, que se parezca
a ninguna de las demás.» (Cerdá, 1861, TGU.I: 681)


 Búsqueda cerdiana de una "ciencia de la urbanización" frente al "arte de la construcción de ciudades": ley general para 'sujetar' el empirismo facultativo

§1. Ya muy tempranamente, en el mismo prólogo de la Teoría de la Construcción de Ciudades (en adelante TCC, 1859a: §2), Cerdá enuncia una nueva forma crítica de aproximarse metodológicamente a los problemas urbanos «de fundación de nuevas ciudades y de reforma y ensanche de las ecsistentes», rompiendo con el hacer 'facultativo' y proyectualista anterior y planteando la necesidad de elaborar una teoría general que "sujetara" y universalizara (nomotética) el enfoque particularista y proyectual (idiográfico) bajo el que se hallaba sometido por los artistas y arquitectos de las Bellas Artes(1). Empezando con las lamentaciones que tantas veces habría de repetir, en un texto clave a mi entender, Cerdá puntualiza:

«Empecé pues por procurarme catálogos de varias librerías á fin de averiguar lo que acaso pudiera haberse escrito sobre este particular; pero desgraciadamente encontré tan poco y tan incompleto que mis deseos y mis esperanzas estuvieron muy lejos de quedar satisfechas, pues á cada paso que daban mis investigaciones, no obtenia mas resultado que el afirmarme mas en la convicción de la complexidad y trascendencia del asunto, de la falta de datos para tratarlo con el debido acierto, y sobre todo, de la debilidad de mis fuerzas para llevar á cabo una empresa tan árdua. (...) Cerrada esa puerta fui á llamar á otra, pasé del campo de las teorías al terreno de la práctica. Me dirijí á los puntos donde antes que en España han tenido que tratar las cuestiones de ensanche y reforma de las poblaciones, me dirijí á las administraciones y á los hombres de arte y de ciencia encargados de llevar á cabo dichos proyectos, con el fin de poder ilustrarme acerca del modo de concebirlos y realizarlos para venir á deducir la ley que pudiera establecerse con el caracter de general y las modificaciones que en ella pudieran ser convenientes para amoldarla practicamente á nuestro pais. (...); pero una vez mas tuve lugar de comprender su enormidad y la necesidad de sacarla del terreno de las aplicaciones particulares para sujeterla á una teoría general. Vi que la necesidad de una reforma radical en la disposición y sistema de construción de nuestras casas y de nuestras ciudades, es tan universalmente reconocida, que, en todos los paises y de todas partes se deja sentir un deseo general que la reclama» (...) «.. el problema no solo está muy distante de su resolucion, sino que ni siquiera se halla debidamente planteado. (...) Cuando se ha tratado de un proyecto de fundación, reforma ó ensanche de una ciudad, se ha librado todo al empirismo facultativo, creyendo que consistia todo en cojer un plano mas ó menos exacto de la localidad, trazar sobre él un sistema de lineas que siendo mas ó menos seductor á la vista de los profanos, haya halagado los intereses privados de las personas que directa ó indirectamente podian influir en su aprobacion» (...) «Fundado en estos estudios analiticos que habia empezado á hacer para darme cuenta de las condiciones higiénicas, económicas y sociales de la poblacion que habita esta ciudad, he hecho despues la síntesis razonada de mi proyecto para su reforma y ensanche» (TCC, 1859: §§ 3, 4 , 6 y 9 del Prólogo; subrayados míos)

La trascendencia histórica y epistemológica de este texto radica en que, por vez primera en el campo de las consideradas Bellas Artes, se suscita un giro copernicano del enfoque proyectual, artístico y concreto dominante en toda la historia de la creación y comprensión de las ciudades ­entendiendo éstas como fenómenos aislados, peculiares, con su específica idiosincrasia cultural (enfoque idiográfico), característico de las manifestaciones artísticas en que se mueve la reflexión arquitectónica precientífica de las Beaux Arts-- para intentar aplicar un método analítico e inductivo sobre la "enormidad" compleja e inextricable del estudio de la ciudad, como ente abstracto. Así intenta desvelar e ir induciendo de la historia y naturaleza intrínsecas de la "urbanización" (como él denominara a la entera disciplina), mediante una reductio y regressus epistémicos, las reglas o normas abstractas internas y esenciales que permitan "sujetarla" a una ley de carácter general o a una teorización general de valor explicativo universal (enfoque nomotético), "sacando" a la disciplina de su anterior autojustificación ensimismada, de sus "aplicaciones particulares" y del "empirismo facultativo" de cada artista o técnico. Ello sin perjuicio de que Cerdá sea consciente de la necesidad de que dicha ley general hay que "amoldarla prácticamente" a cada país y ciudad concretas, en una deductio y progressus epistemológicos, mediante el proyecto del facultativo, en este caso, el experimentador/contrastador de aquella teoría.

Este sólo enfoque metodológico --otra cuestión es que logre aplicarlo y alcanzar resultados científicamente significativos (vide Choay, 1980: 297)-- sitúa a Cerdá y a la nueva disciplina en la cima del pensamiento crítico de su época, al plantear las coordenadas fundamentales de tal disciplina, la cual, incluso aún hoy, se debate entre el Arte y la Ciencia, entre el proyecto concreto y la teoría general que dé cuenta de su naturaleza esencial.

§2. La cuestión suscitada por Cerdá abre, además, un debate de enorme trascendencia posterior. Cerdá sería el primero en abordar con este enfoque analítico del regressus la ya clásica polaridad epistemológica en las ciencias entre el reduccionismo y el holismo, entre los cientifistas-positivistas y los humanistas-historicistas que llenan la teoría de las ciencias.

Si se entiende que cada nivel de una jerarquía de subsistemas dentro de sistemas mayores incluye todos los fenómenos emanados de los niveles inferiores, pero que puede haber propiedades únicas que no sean predictibles con el conocimiento actual de las partes constitutivas que estarían en el nivel inferior (la congelación del agua no es inferible del comportamiento normal del oxígeno y el hidrógeno), podría entenderse por reduccionismo aquel enfoque general o método científico que analiza y redefine conceptos, partes o asertos en términos más elementales o básicos de niveles inferiores que el fenómeno observado como totalidad en un nivel superior.

Y, viceversa, si se entiende que un nivel dado de fenómenos puede ser aprehendido en sus propios términos mejor que mediante los componentes del nivel inferior, entenderemos por holismo el método cientítico que busca comprender la totalidad mejor que las partes y se basa en que el todo complejo tiene propiedades emergentes inexplicables e impredecibles a partir del conocimiento de las partes individuales constituyentes (la aparente singularidad de cada ser humano es el mejor ejemplo) (cfr. Simmons & Cox, 1985).

§3. No es en absoluto ajena su toma de postura por una clara distinción entre los conceptos del arte y la técnica --que siempre habían estado confundidas en la tecnev, tekné clásica del artesano, artefacto, etc.-- el hecho de vivir inmerso en aquella ola que desde la revolución industrial del XVIII y especialmente desde principios del XIX barrería todo ese siglo, en cuyo debate se intentaría discriminar con extremosa polarización, primero, el arte y la belleza en las llamadas Bellas Artes, incluida la Arquitectura, por un lado, diferenciado de la Ciencia, la utilidad y la técnica de las Ingenierías e industrias del maquinismo, por otro (la venustas y utilitas insertas en la tríada vitrubiana de la necessitas, commoditas y voluptas); para luego, en una segunda fase desde mediados de siglo (exposición industrial de Londres de 1850), recuperar o refundir la idea de la belleza y el arte fusionándola con la utilidad y funcionalidad de las máquinas industriales, puentes y estructuras metálicas, arquitecturas del hierro, el acero y el hormigón (cfr. los ya clásicos trabajos al respecto de Giedion, 1954, Francastel, 1956, y Dorfles, 1959).

Es precisamente y por homólogos motivos en aquellos años centrales del siglo cuando Cerdá viviría de cerca las agrias polémicas que enfrentaron por sus respectivas competencias profesionales a los consevadores arquitectos-artistas de la Academia frente al progresismo del poder técnico que iban adquiriendo los emergentes ingenieros industriales y civiles del Estado, pertenecientes éstos en su sublimación casi a la esfera del quehacer científico (cfr. Bonet & alia, 1985). Enfrentamientos que ya se habían destapado antes en Francia y que también le afectarían a Cerdá profesionalmente en la futura aceptación de sus realizaciones urbanísticas, visceralmente rechazadas por los arquitectos-artistas durante un siglo entero! (cfr. Estape, 1971; Soria, 1979 y 1996; García-Bellido, 1996). Confrontación que representaría la definitiva escisión conceptual entre el Arte y la Técnica, lo bello y lo útil, lo artístico-decorativo y lo científico-técnico, lo estético-ornamental y lo funcional, las artesanías manufacturadas y las máquinas, la estética y la Ciencia, en fín; aunque serían refundidas en su práctica hacia 1900 mediante el diseño industrial del Arts and Crafts (con sus adalides Laborde, Ruskin, Eiffel, &c.), cuyo ímpetu integrador llegaría a bañar todo nuestro siglo XX.

§4. Porque, en efecto, Cerdá comienza aquí en la Teoría de la Construcción de Ciudades a diferenciar las dos fases o planos del mismo proceso metodológico en la disciplina Urbanística:

(i) Un primer nivel teórico superior se organiza en torno al análisis por inducción (regressus esencial) para hallar una norma, regla o ley general, universal abstracta, que contenga los elementos y las relaciones básicas más elementales, las categorías ontológicas de la organización urbana (vialidad y edificación, o vías y manzanas o intervías, solares y albergues, dominios y usos públicos y privados) y sea capaz de explicar la articulación última o profunda de todas las manifestaciones de los asentamientos humanos (de ahí la necesidad de acuñar el concepto abstracto de urbe), desde la más sencilla hasta la más compleja. Este análisis esencial inductivo le permitiría construir un modelo general, abstracto y nomotético de todos los diversos modelos urbanos concretos.

(ii) Y en un segundo nivel teórico inferior, Cerdá intenta llegar a una síntesis por deducción de un modelo general racional, a partir de la crítica de los modelos concretos históricos que observa en las diversas respuestas locales, proyectuales y formales que cada ciudad --en tanto que locus o topos preciso, geográfica, social e históricamente determinado-- ha ido ofreciendo como modelo de su cultura material; pretendiendo deducir, por encima de todos ellos, otro modelo ideal utópico, formalista, superior y universal concreto (en el progressus a los fenómenos), capaz de asumir todas las demandas técnico-higiénico-sociales y administrativas, antiguas y modernas. De ahí su formulación de la ciudad reticular ortogonal, de trazado cuadricular, de crecimiento infinito e isótropo, que plantea como universal modelo ideal y que proyectará para Barcelona como aplicación tecnológica al locus preciso de cierre del progressus fenomenológico (2).

§5. Al año siguiente de haber escrito la Teoría de la Construcción de Ciudades, en la Teoría de la Viabilidad Urbana (TVU, 1860-61), inicia su discurso cientifista planteándose las cuestiones relevantes sobre las causas últimas de la ciudad como problema complejo, viendo que las pequeñas causas son el origen de grandes efectos (TVU: §§11 y 346), intentando indagar sobre las reglas y razones (§343) y sentando el objeto de esta ciencia que estudia «el organismo urbano en todas sus funciones y en sus causas y efectos» (§642), pero colocándola en posición divergente con el Arte, aunque reconociendo que en el espacio geográfico y proyectual de la ciudad ambas se relacionan íntimamente:

«...Fáltanos saber ahora cuando y en que forma, se ha ido haciendo el desmonte reduciendo á cultivo urbano, permitasenos esta frase, el terreno natural y montaraz en que hoy esta emplazada esta coronada Villa, y fáltanos tambien ecsaminar las relaciones que guardan las obras del arte y de la urbanización (nota1 ) con los accidentes naturales del terreno.» (TVU, §338; precisamente vinculando el concepto de urbanización con el arte, en la primera vez que introduce este término en sus textos) (3).

Pero enseguida se percata de que la construcción de la ciudad como totalidad ­no como suma de piezas arquitectónicas o de ingenierías aisladas­ requiere abordar otras disciplinas que expliquen mejor la ciudad y sus "jeroglifos laberínticos", su higiene y sus males sociales profundos.

El papel decisivo que, para la comprensión, explicación y construcción práctica de su ciencia, confiere a los estudios económico-jurídicos, se pone de manifiesto desde el primer momento (1858-59) en la creciente vinculación de éstos con el cuerpo mismo de la formalización de sus estudios teóricos: primero, en la Teoría de la Construcción de Ciudades (1859a) con su Pensamiento económico (PEc, 1860a) ­escrito inmediatamente después de sus otras dos partes analítica y sintética, como una tercera parte de la Teoría de la Construcción de Ciudades­ y luego en la  Teoría de la Viabilidad Urbana  (1861a) con su Plan económico ya constituyendo la segunda parte inseparada del propio trabajo.

Aborda sus propuestas económicas con una potencia creativa y revolucionaria impensable para su status de ingeniero o técnico facultativo, del que se espera la ejecución de un proyecto sin meterse en otras disciplinas "auxiliares", que debe aceptar como datos externos para su trabajo. Se esperaba que hiciera como el resto de los técnicos de su época que debatían si las calles debían ser rectas o curvas (cfr. Rodriguez-Lores, 1981).

§6. Al final de su vida, cuando escriba la síntesis de su obra, en la carta al Marqués de Corvera («Diario» [Dia], 5-Mayo-1875), llegaría a la conclusión de que necesita, en último lugar, «la fórmula general de aplicación práctica y sencilla» de su doctrina basada en los órdenes facultativo (proyectual), jurídico, económico y administrativo, nada más ! (cfr. también parecida síntesis en su temprano Cuatro Palabras Más [CPM], 1861c: §§12-14 y 17).

El eco universal que tuvo Camillo Sitte (1889) o el City Beautiful Movement de Burnham (1893) entre los arquitectos inmediatamente posteriores a su época no podía tenerlo Cerdá, porque pretendía bucear en otras muchas materias más allá de la estética urbana (4). Estaba intentando hacer "ciencia" en los contornos de una disciplina donde lo artístico y la Belleza, en manos de los arquitectos de la Academia de Bellas Artes, aún era su prístina razón de ser.

§7. Y, entre dos y seis años después (1863-67), todo a lo largo de su extensa obra magna, la Teoría General de la Urbanización (en adelante TGU, vols. I y II, 1867), se entrega a la pionera e inusitada investigación analítica de los elementos conceptuales y materiales más simples, de las relaciones esenciales que articulan estos elementos constituyentes con la totalidad del organismo de la ciudad y de ésta con su territorio, aplicando instrumentos ópticos de análisis microscópico o de cirujano, observando principios y estableciendo reglas universales de regularidad y teoremas, objeto específico del quehacer científico; además de instrumentar sus mecanismos de aplicación mediante normas deónticas de transformación de los elementos, los medios prescriptivos y los constituyentes de reproducción pragmática de la ciencia:

«...elementos constitutivos y esenciales (de la influencia transformadora de la nueva civilización de la era industrial del vapor: movimiento y comunicatividad)» (TGU.I: 8, cvas. mías)

«Cuando quise darme cuenta de la manera de ser y de funcionar la sociedad humana encerrada en grandes centros urbanos, para comprender el organismo de esas agrupaciones, sencillo al parecer, ...hube de hallarlo envuelto con el velo del misterio que ha sido forzoso descorrer, y para conocerlo y esplicarlo he tenido que practicar un análisis profundo, una verdadera disección anatómica de todas y de cada una de sus partes constitutivas, y esto me obligó a descender á lo mas profundo e íntimo de la sociedad urbana, ...» (...) «Estos hechos universales que no son propios de una localidad, sino que se reproducen idénticamente en todos los centros de población ...(TGU.I: 12 y 13, idem)

«...; así es que, después de haber dado a conocer la urbanización en su conjunto, me consagré al estudio de sus detalles, trabajo anatómico en que, introduciendo el escalpelo hasta lo mas íntimo y recóndito del organismo urbano y social, se consigue sorprender viva y en accion la causa originaria, el gérmen fecundo de la grave enfermedad que corroe las entrañas de la humanidad» (TGU.I: 16-17, idem)

«... si llegase un dia feliz en que descubiertos, á fuerza de constantes investigaciones y estudios, y comprendidos y debidamente aplicados los principios que, para poner órden y concierto y armonía entre elementos tan heterogéneos y encontrados, dicta la naturaleza, la razón natural enseña (...); ... de mil elementos diversos, que sin embargo, ... al observarlos detenida y filosóficamente, se nota que están en relaciones constantes unos con otros, ejerciendo, unos sobre otros una acción á veces muy directa, y que por consiguiente vienen á formar una unidad . (...) ; mas como mi objeto ... era espresar... la manera y sistema que siguen esos grupos al formarse, y como están organizados y funcionan despues todos los elementos que los constituyen, es decir... [la palabra] debia espresar el organismo» (TGU.I: 29, idem).

«Hé aquí las razones filológicas que me indujeron y decidieron á adoptar la palabra urbanizacion, no solo para indicar cualquier acto que tienda á agrupar la edificación y a regularizar su funcionamiento en el grupo ya formado, sino también el conjunto de principios, doctrinas y reglas que deben aplicarse, para que la edificación y su agrupamiento, (...) sirvan para fomentar su desarrollo y vigor y para acrecentar el bienestar individual, cuya suma forma la felicidad pública» (...) «... conjunto de conocimientos, principios, doctrinas y reglas, encaminadas a enseñar de qué manera debe estar ordenado todo agrupamiento de edificios, a fin de que responda a su objeto, que se reduce a que sus moradores puedan vivir cómodamente y puedan prestarse recíprocos servicios, contribuyendo así al común bienestar» (TGU.I: 30-1, idem) [Cfr. también en la TGU.I las pp. 32, 36, 43-5, 210, 213-14, 681-2, &c.].

§8. En la Teoría General de la Urbanización.II vuelve a mostrar la consciencia de los requisitos que se exige a sí mismo para construir una ciencia, al iniciar el volúmen:

«Convencido cada día más, á proporción que he ido profundizando en mis estudios é investigaciones, de que la urbanización es una verdadera ciencia, y comprendiendo por lo mismo la necesidad de inquirir, establecer y fijar las basesy principios sobre que dicha ciencia ha de levantarse, con el fin de llevar con el mayor acierto posible esta difícil tarea que desde luego me impuse, creí que era lo más conducente y adecuado comenzar por hacer un análisis detenido y lo más minucioso posible de todos cuantos elementos constituyen los centros urbanos (...). El análisis practicado ha sido general, abstracto, lo más abstracto y general que ha sido posible (...). Preciso es por lo tanto, antes de intentar siquiera sentar las bases de una teoría urbana, acometer un estudio especial, concreto, individual, si cabe decirlo, de una urbe determinada (...)» (TGU.II: 1-2, subr. míos).

Es lástima que no se conozca el paradero del tomo III de la Teoría General de la Urbanización, del que el mismo Cerdáanuncia su mas prometedor contenido teórico y especulativo, en la última página de la Teoría General de la Urbanización.II:

«(...); ha llegado ya el caso de penetrar en el vasto campo de las árduas especulaciones teóricas, á fin de sentar los cimientos de la ciencia y del tecnicismo, que deberian en nuestro concepto servir de norma y guia á los futuros proyectos y trabajos que para fundar nuevas urbes ó reformar y mejorar las existentes, en adelante hayan de acometerse» (TGU.II: 700, subr. mío)

En este mismo contexto, el prof. Manuel de Solá Morales comentará:

«Pero, sobre ello [sobre los criterios de la higiene y circulación a los que Cerdá otorga un valor preponderante y novedoso)] la fuerza singular de la Teoría General de la Urbanización de Cerdá es la de haber entrado en una organización modernamente científica de sus conceptos a través del análisis urbano. Análisis estructural de los elementos y relaciones que componen el sistema urbano; análisis empírico y estadístico, también de los datos de hecho. En este enfoque analítico se apoya la novedad y la fuerza de su tratado; porque gracias a él las interpretaciones históricas que de la ciudad se hacen son cambiadas --al menos en intención-- para fundamentar unos criterios con que aplicarse a la ordenación de la ciudad futura. Y si, por pudor, no podría decirse que, así, historia y proyecto son, por el análisis intermedio, mutuamente referidos, sí, al menos, puede afirmarse que es la aportación de ese enfoque analítico la que dará a las nuevas técnicas urbanísticas su base teórica y su fuerza cultural más innovadora y sugestiva» (M. S-M., 1982: 173-6).
 

El reduccionismo cerdiano en busca de los elementos esenciales de la nueva ciencia de la "urbanización": ¿las vías y los intervías (manzanas) o los albergues?

§9. ¿Cuáles son esos elementos constitutivos y esenciales y sus relaciones internas que nuclean el todo orgánico de la ciudad?

Durante los últimos veinte años de su vida, desde 1855-60 (con la MAEB, la TCC y la TVU) hasta su carta al Marqués de Corvera de 1875, Cerdá vendría planteándose su búsqueda y reformulándose la identificación de los elementos esenciales de la urbe, iniciándolos, en parte, con los balbucientes "llenos" y "vacíos" de las manzanas o islas y las calles ( cfr. MAEB, 1855: §§111, 115 y 189; TVU: §§119, 122, 142, 645, 838, &c.) que fueron sólo una imagen superficial morfologista que no podía llegar a ser ni ontogenética ni morfogenética. Sus antecedentes lejanos habría que buscarlos en las teorías atomistas de los presocráticos milesios Leucipo de Mileto y Demócrito de Abdera (cfr. Sambursky, 1956: 213-33; Bernabé, 1988: 285-334) y más coetáneamente con la búsqueda incansable de los elementos químicos atómicos constituyentes de toda la materia conformada, desde Aristóteles, por agua, aire, tierra y fuego, y cuyo desmenuzamiento ínfimo sería la obra de Lavoisier (1789), Dalton (1803), Avogadro (1811) y Berzelius (1830) y de la estructura atómica de la materia de Clausius (1857) y Maxwell (1866); porque de la genética y de la estructura del átomo, por entonces aún no se conocían los trabajos de Mendel (1868), ni obviamente los posteriores de Thomson (1897), ni Plank (1905), ni Rutherford (1911) ni el modelo atómico de Bohr (1913).

En el Pensamiento Económico del Proyecto del Ensanche de Barcelona [PEc] de ese mismo año, inicia la reflexión reduccionista o esencialista:

« la calle y hasta la plaza es un accesorio, pero un accesorio necesario, indispensabilísimo y en rigor de verdad una parte integrante del mismo edificio, parte tan esencial como la misma puerta, puesto que no puede existir casa alguna sin entrada, ni entrada sin camino practicable que a ella facilite el acceso» (PEc, 1860a: §35 y 38)

Es cierto que esta reflexión certera Cerdá la encamina para justificar por qué los propietarios deben financiar las obras públicas de urbanización que a ellos mismos benefician en sus terrenos, no desarrollando hasta el final de su vida ­y a partir de esa idea central de máxima reductio de la casa-puerta-camino (o albergue-interfaz-vial) como los tres elementos esenciales­ una teoría general de la génesis de la ciudad y el entero territorio, tomando dichos elementos como base del regressus esencial en la configuración del urbanismo [cfr. ut infra figura 1(1)].

§10. Ya extensa y sistemáticamente en la  Teoría de la Viabilidad Urbana  de 1861, el "espacio lleno" será elevado a la categoría de edificación o habitabilidad y el "espacio vacío" a la de la vialidad o viabilidad urbana, al entender que:

«La edificación y la viabilidad son dos ideas correlativas é indisolubles de las cuales una no puede ecsistir sin la otra no puede concebirse la viabilidad sin edificación como su punto de partida y de término, así como tampoco puede concebirse la edificación sin la viabilidad, como medio de acción, de movimiento, de manifestacion de la vida del hombre. () La casa es el principio y fin de la viabilidad; y si ésta [la viabilidad] es tan importante en las grandes ciudades, es porque en ellas hay un número crecidisimo de casas que multiplican y complican las direcciones del movimiento» (TVU: §842)

Seguiría describiendo la observación de que la calle es como «un apéndice y complemento indispensabilísimo de la casa que a sus bordes se levanta», «ese vínculo de unión inseparable que existe entre la casa y la calle y que viene a formar de las dos una especie de entidad, y que no destruye bajo ningún concepto la viabilidad.» (TVU: §§711-2). O, al tratar de los asuntos económicos de la gestión de la reforma interior o de los ensanches, seguiría percibiendo que «la calle no es mas que un patio puesto al pie de las casas para que las preste todas las servidumbres que su naturaleza requiere» (TVU: §1.302) o porque ésta «es una parte constitutiva, esencial, inseparable de la casa, siendo de todo punto imposible que ésta exista como tal sin un camino cómodo y holgado » (CPE, 1861b: §21; cfr. tb Soria, 1996: 104-11).

§11. Pero, por aquel mismo tiempo Cerdá abandonaría esa idea central de la vinculación calle-casa, como elemento esencial primordial de un desarrollo generador de múltiples soluciones, y tomaría la manzana (que luego en la TGU llamaría el intervías) como la entidad esencial del cuerpo urbano, ascendiendo de escala y abandonando explícitamente el nivel primario de la casa-albergue, al concebir la manzana, para sus fines proyectual-formales, como un espacio necesariamente cerrado, extenso, limitado por una red o malla infinita de vías y de proporciones cuasi rectangulares prediseñadas desde el todo macroespacial o territorial, concepto formalista que ya no dejaría nunca (excepto en su última carta al M. de Corvera, como luego se verá):

«La manzana, que es la primera entidad elemental de una población, ejerce en toda su constitución y organización una influencia estraordinaria, esencial. El no haberlo comprendido así, y no haberlo estudiado conforme debiera, ha dado lugar á la formación de las ciudades laberínticas que nos han legado los pasados siglos [se refiere a ciudad medieval y la "arábigo-andaluza"], siendo solo de estrañar que en la epoca de la ilustración no se haya tratado de evitar las incomodidades que la falta de regularidad y de justas proporciones en las manzanas ha ocasionado y estan todavía ocasionando» () Y mucho más adelante: «Nuestro estudio [se] basa principalmente sobre la manzana, considerada como primera entidad elemental de la edificación, porque aun cuando elelemento mas originario y natural sea la casa, como esta no se encuentra apenas nunca formando una sola entidad aislada é independiente [sic?], sino que funciona en combinacion con otras yuxtapuestas que forman en su conjunto la manzana, es mucho mas sencillo, claro y espedito hablar de dicho conjunto [de casas] considerado como una sola entidad y establecer para él las reglas que se crean mas conducentes. Ademas la yuxtaposicion de varias construcciones establece entre ellas una especie de asociacion forzosa, ó si se quiere, mancomunidad que fortalece mas y mas esa unidad que ha hecho que nosotros tomasemos por tipo» (TVU, 1861: §§127 y 847-8, cvas mías)

Y dos años después seguiría insistiendo sobre ese ser de la calle como «apéndice indispensable y complemento preciso de la vivienda» (NCV, 1863: §151 de TVU.C&M). Pero esta observación era en Cerdá más política o estratégicamente interesada que teorética, por mor de hacer ver, una y otra vez, que la cesión y urbanización integral de las calles debían sufragarlas hasta el semivial los dueños beneficiados por los solares resultantes que dieran frente a las mismas, asociándose además en mancomunidad de dominio ('conjunto entidad única'), porque para ellos esa calle era vital y no para el resto de los habitantes, los cuales eran, sin embargo, los que venían pagándola indirectamente como obra pública municipal vía impuestos. El haber dejado la casa-albergue como unidad elemental constituyente del todo [al decir que "aun cuando el elemento mas originario y natural sea la casa"], hubiera identificado un ente demasiado individualista y microtómico, insolidario y disperso, que no hubiera afavorecido la visión comunitarista, gregaria y asociativa que necesitaba para la construcción mancomunda de la urbe.

La interacción disciplinar del diseño con lo jurídico y con lo económico (de la Geometría, la Economía y el Derecho) fue una poderosa constante en el análisis cerdiano, siendo ­aún más, a mi entender­ su más trascendental aportación a la Urbanística moderna, rompiendo expresa (o conscientemente) y de manera sistemática con seis mil años de urbanismo práctico basado en el diseño y ocupación de un espacio sin condiciones jurídico-económicas previas ni suficientemente determinantes que lo impidieran (como se impuso desde las constituciones del XVIII y XIX), en todos los que la voluntad (o permisividad) del jefe, cacique, princeps, rey o señor determinaba su ejecución, sin existir expropiación de derechos o concierto previo con los sujetos afectados por dicha decisión voluntarista del Poder.

Esta superposición y mixtura en la argumentación (aquí muy evidente en el texto recién transcrito de la TVU) entre lo constatable históricamente y las necesarias medidas políticamente deseables pro futuro en ese momento, es para mí la mejor prueba de que Cerdá crea unas teorías generales abstractas y busca su legitimidad en el análisis histórico y en la necesidad de crear toda una nueva disciplina omnicomprensiva del diseño urbano, para justificar lo mejor que puede la solución hipodámica que ya había adoptado para Barcelona de modo racionalista y tradicional-conservador desde 1855. Por ahí, por omitir lo artístico desplazándolo a un segundo plano, le entrarían desaforadamente a degüello los arquitectos de laomnipotente Academia de Bellas Artes y de la Renaixença catalanista

§12. Con la Teoría General de la Urbanización de 1867 (presumiblemente escrita entre 1864-65), vislumbra que la "entidad conjuntiva de vía y edificios", no es sólo una excusa para hacer pagar a los propietarios colindantes su construcción, sino que las relaciones entre las casas y la calle deviene la "quinta esencia [sic], si así cabe decirlo, de la urbanización" (TGU.I: 320 y 528).

En esta su opera magna, en la Teoría General de la Urbanización se plantea ya certeramente la reductio analítica a la esencia de todas sus pesquisas sobre la ciudad, expresándose con lucidez pasmosa mediante la, por entonces, más clara analogía biológico-organicista para cuestionarse la enorme diversidad fenoménica aparente a través de un proceso generativo de complejidades crecientes a partir de unos elementos esenciales, cuyos parámetros de forma y magnitud y sus infinitas combinaciones posibles pueden explicar esa diversidad. En párrafos cuajados de principios generativistas, diría:

«La urbanización [en su sentido lato de 'poblamiento'] es mucho mas que un albergue, y aun mas que muchos albergues, sola y aisladamente considerados [principio clave de la emergencia en el todo de lógicas distintas de la suma de sus partes]. La urbanizacion para ser tal, requiere un agrupamiento, mas ó menos bien organizado, de albergues con el fin de que sus moradores puedan comunicarse entre sí y prestarse servicios recíprocos

«Para dar una idea de la urbanizacion en el terreno de la ciencia, diremos que [i] sus elementos constitutivos son los albergues, [ii] su objeto la reciprocidad de los servicios y [iii] sus medios las vias comunes, es decir de común aprovechamiento.» () «Este sentimiento innato en el hombre [el impulso irresistible de buscar la compañía y ayuda de sus semejantes, la sociabilidad y comunicatividad, diría] es también la causa inmediata de la urbanización. () Dos albergues así combinados con condiciones de comunicatividad forman ya un grupo de albergues y constituyen por consiguiente la urbanizacion. Si á este pequeño grupo primitivo se agregan, como es regular y natural, otro y otros albergues, sin variar en lo más mínimo la esencia del grupo primitivo; tendremos una urbanización mas nutrida menos simple y mas compuesta aunque en el fondo siempre la misma. Entre un grupo primitivo de dos albergues y la urbe mas populosa que los cuenta por millares, no hay mas diferencia que la proveniente del mayor número con las consecuencias naturales que con respecto á las vias de recíproca comunicacion el aumento de albergues ha de producir.() El instinto de sociabilidad produjo la urbanizacion.» (TGU.I: 44-5; cvas mías)

«Cada urbe constituye una entidad colectiva, con existencia suya propia, independiente y autonomática [sic], unida solo á la gran vida de la humanidad, por medio de las vias trascendentales que recogen y transmiten la vialidad urbana al sistema viario universal, ó bien recogiendo y transmitiendo desde esta á la urbe el movimiento que le viene de los demás puntos de la activiidad social del universo. Mas ese organismo [propio que constituye su individualidad], con ser compuesto de elementos esencialmente iguales, difiere en cada urbe con una variedad pasmosa. Y es que esos elementos constitutivos tienen en cada localidad diversas formas, diversa magnitud, accidentes diversos, y además de todo esto, se combinan entre sí de un modo diferente. De esta suerte se verifica en las urbes lo que en los demás individuos de todas las especies animales y vegetales: cada urbe individual tiene los mismos elementos que las demás, y sin embargo, no hay una sola entre el sin número de las que forman la economía urbana del universo, que se parezca á ninguna de las demás.» (TGU.I: 681; cvas. mías)

§13. Tras esa lúcida percepción atomista-generativista o darwiniana de los dos elementos clave de la morfogénesis de la diversidad biológica (recuérdese el impacto mundial que desde 1859 se estaba difundiendo con La evolución de las especies), formula Cerdá las preguntas fundamentales, propias de un científico:

«Vias e intervias: he aquí la materia ex qua que entra esencialmente en la formación de la urbe, y sin embargo, con solos estos dos elementos se han formado, se forman y se formarán siempre urbes infinitas que no se parezcan unas á otras, sino que cada una de por sí presentará su fisonomía peculiar, su tipo especial y su manera de ser distinta. () Ahora bien; esa variedad inmensa que los elementos constitutivos de la urbe presentan en todas partes, ¿de dónde emana? ¿de qué proviene? ¿cuál es su razon de ser? Hé aquí el problema que en el terreno práctico, material, nos proponemos resolver en este pequeño [sic] tratado.» (TGU.I: 681-2; cvas. mías)

Su respuesta a estas preguntas será, en cierto modo, práctico-formalista simplista, ya que el medio de comunicación deviene la causa de las diversas formas de la ciudad, concluyendo que no son, no ya las estructuras sociopolíticas, económicas y culturales de cada época y pueblo (los 'modos de producción' que identificaría su contemporáneo Marx), sino los diversos medios o modos de locomoción los que generan la diversidad. Seguidamente se concentraría sólo en analizar una de las dos partes de la entidad esencial que había identificado (la de la vialidad o vias cuyos modos de locomoción estructurarían el todo urbano, según él), sin querer llegar a analizar de igual manera y con análoga exahustividad la correlativa evolución de la morfogénesis de la habitación, albergue o casa, y sus contenidos sociales, limitándose expresamente "á las formas esteriores de los elementos que constituyen la urbe" (vide TGU.I: 680).

¿Supone Cerdá que, por ende, la casa, el espacio privado de la habitabilidad es en sí misma siempre igual en su propio intervías (no en su disposición formal interior) y que lo único que varía y además determina necesariamente siempre a aquél es el espacio público de la vialidad? Parece ser que sí (cfr. TGU.II: 690).

Cerdá se sitúa así entre los primeros urbanistas que vinculan la generación morfológica del espacio social a la evolución de las tecnologías utilizadas, en el seno del culturalismo voluntarista que la escuela americana de Ecología humana desarrollaría 75 años después, especialmente con O. D. Duncan; o en lo que Choay denominaba "urbanismo progresista", abarcando en él tanto a Le Corbusier como después a Cerdá (cfr. Choay, 1965 y 1980).

§14. "Este pequeño tratado" ­como un poco irónicamente se refería a su Teoría General de la Urbanización en la cita precedente­ alcanzaría más de 1.530 páginas de imprenta (faltando aún el tercer tomo) y, además de ser la primera, sería la más importante aportación al urbanismo de la época moderna, científicamente muy superior a las otras tres grandes obras de su historiografía contemporánea: a la de Baumeister (1876), a la de Stübben (1890) y, desde luego, superior a la de Sitte (1889), aunque la repercusión de este último formalista-esteticista fuese mucho más trascendente (dado, entre o tras cosas que la de Cerdá fue aparentemente muy escasa, incluso en España). En este tratado Cerdá advertiría que las vías e intervías eran la relación básica de una red urbana y territorial ilimitada, en la que la parte elemental estaba constituida por esa "unidad via-intervía" (a la que llegaría a denominar efímeramente inter-ejes, más como una denominación geométrico-estadística de los semiviales a incluir en la superficie de las manzanas, que como ente operatorio generativo de la ciudad; cfr. TGU.II: 685 y 690) y que inmediatamente antes había englobado en la dualidad genérica viabilidad-habitabilidad (ver TVU: §842, 906, 928, 942-3, &c.; cfr. in extenso García-Bellido, 1991-99).

Mas en este "pequeño tratado" no llegó a descender con suficiente generalidad mediante un regressus definitivo hasta el elemento átomo necesario y suficiente, el albergue y su fracción de vial (como así lo identificaría en TGU.I: 44-5), capaz de reconstruir con él la totalidad que estaba vislumbrando: la urbe y el territorio enteros. No supo, en suma, acertar a extrapolar en todas sus dimensiones la relación necesaria albergue-via de acceso, interior-exterior, casa-calle o con su más sistémico y genérico concepto de privado-público, privativo-colectivo ­relación dual que había estado acariciando en la Teoría de la Construcción de Ciudades­ y llegar a tratarla como célula aún más elemental y mucho más sencilla que la manzana, en cuyo supuesto, desde esa relación elemental, hubiera podido desplegar generativamente la construcción de la totalidad sistémica pretendida. Cerdá en la Teoría de la Construcción de Ciudades (1859a: §§73 y 98) había rozado esporádicamente los conceptos clave de superficies de uso público (calles) y de uso particular (manzanas), pero los abandonaría y no volvería autilizarlos sistemáticamente nunca más como categorías diferenciadoras (cfr. Soria, 1996: 245-50) (ver FIG. 1)

§15. La manzana es un ente más complejo de organización superior a la casa-albergue, luego no podía ser la unidad elemental que él buscaba (como paladinamente había reconocido en la Teoría de la Viabilidad Urbana, al decir que "aun cuando el elemento mas originario y natural sea la casa", cit. supra en §11). Su formación técnica de ingeniero, su visión territorial global del espacio urbano, pero sobre todo su percepción político-social le hizo alejarse de lo que más intensamente manejaban los arquitectos (la casa, el albergue, la edificación, como patrón del individualismo urbano), decidiendo radicar la entidad más elemental en ese nivel asociativo y gregario inmediato superior que configura la suma cerrada de albergues-parcelas en un espacio cerrado, la manzana o el intervías, y limitado por vías de comunicación perimetral y extensión en red infinita. La visión formal del átomo o la molécula compleja, estables y acabados (como las manzanas) pudo más que la tensión e incomplitud del elemental albergue, suelto, individualista, escurridizo y socialmente insolidario.

Dicho en forma de la física de partículas: el átomo de Bohr es como la "manzana" de Cerdá [¡no la de Newton!] siendo aun más descomponible en sus últimas partículas constituyentes, a saber: fermiones (quarks, muones, tauones, neutrinos y electrones) y bosones (fotones, gluones y higgsino). Pues los quarks y electrones constitutivos de la manzana cerdiana estaban alli y habían sido vistos por él mismo: eran los albergues y las vías delanteras que había mencionado, las casas o parcelas y caminos más pequeños y con vida autónoma que configuran las manzanas y las grandes vías perimetrales, en suma, lo que él llamaría las vías y los intervías (ver figura 1(1)) (5).
 

Fig. 1.- (1) Célula o celda básica como generador elemental para una Gramática Generativa de la Coranomía (cfr. HILLIER & HANSON, 1984; GARCÍA-BELLIDO, 1999; (2) Diversidad de combinaciones con la misma celda elemental; tanto en (a), poblado neolítico, como en (b), ciudad preclásica o altomedieval, cristiana o islámica, ¿dónde están las manzanas?; (c) parcelación ciudad clásica o renacentista; (d) ciudad jardín en hileras; (e) las manzanas de cerdianas; &c.

Precisamente porque aquella unidad o celda básica "albergue-vía" hubiera sido capaz de llegar a componer generativamente todas las manzanas, de haber seguido tomando esa unidad como elemental no le hubiera sido necesario recurrir a un subsistema jerárquicamente superior al albergue, como es el de la manzana o polígono cerrado, que es ya en sí misma una subtotalidad global. Este elemento albergue-vía sería organicistamente --siguiendo sus mismas observaciones generativas de la TGU.I: 680, arriba citadas-- como los quarks y electrones (unidad elemental casa+parcela y calle) que pueden combinarse y llegar a componer infinidad de átomos y moléculas (manzanas urbanas, supermanzanas rurales), algunas de las cuales, sólo entonces, pueden componer materiales, células, tejidos u organismos más complejos (urbes, es decir, aldeas, ciudades, conurbaciones regionales). Mas, los "organismos" resultantes así construidos por parcelas y vías no puede considerarse que tengan que ser de una única combinación molecular precisa o especie: la manzana y además rectangular que propugnara Cerdá; y que esta manzana haya de ser la única base estructural de todas las células y organismos (las urbes) posibles. Le faltó un análisis más refinado de las escalas espaciales y funcionales, de los niveles o gradientes en que se estructuran cada uno de los elementos constitutivos y determinantes de cada uno de esos mismos niveles. ¿Fue ésta decisión de ascender de nivel desde la casa a la manzana una decisión conscientemente impelida por la visión holista de la totalidad urbana que le envolvía, donde la manzana es, sin duda, el elemento menor dentro del mismo nivel que la urbe, mostrando la agonía intelectual que se debate entre el reduccionismo simplificador y el holismo integrador?

§16. Hoy en día podemos afirmar que la ciudad preclásica y medieval ­paradigmática y notablemente la ciudad islámica­ son totalidades resultantes de procesos generativos inversos a los que Cerdá presumía dotados de esa universalidad de las vías en mallas reticulares y de los intervías o manzanas como espacios resultantes delimitados por aquéllas. Se debe entender que ­por contra y aun siendo formalmente verdad esa resultante aparente en su aspecto superficial­ los procesos de generación y estructuración del espacio urbano se basan en la adyacencia de núcleos o albergues que dejan libres espacios mínimos residuales que son las vias o espacios internúcleos que sirven para conectarlos entre sí (no que sean primero las vías las estructurantes y luego los intervías como espacios residuales entremedias), constituyéndose más apropiadamente la totalidad urbana y rural como núcleos (supermanzanas donde se localizan las actividades) e internúcleos (caminos, callejas, canales capilares que llevan hasta ellas) (ver figura 1(2)(a) y (b)); es decir, a la inversa de la urbe y el territorio cerdianos que están armados estructuralmente por las vías, dejando a las manzanas como intervías o espacios residuales por ellas delimitados (ver figura 1(2)(c), (d) y (e)) (cfr. Morris, 1994: 365-401; Kostoff, 1991: 43-69; García-Bellido, 1997, 1997-2000 y 1999).

Considero que esta desviación conceptual de tomar la manzana como "entidad esencial" de la ciudad se la impuso internamente a sí mismo ante la necesidad de defender su concreto proyecto urbano en cuadrícula reticular para Barcelona, en el que la esencia era su estereotipo de manzana cuadrada, y además hacer viable su mecanismo de "autogestión reparcelatoria" en entidades privadas de asociaciones mancomunadas (cfr. García-Bellido, 1995; Mas, 1999). Cerdá tuvo que llenar de razonamientos "verdes" (agraristas, ruralistas) y argumentos racionalistas (igualdad y equidad socioeconómica y espacial) una propuesta como la suya que no era nada 'moderna' para aquel entonces, dado que era la misma retícula ortogonal ­con más o menos jardines y paseos interiores en cada manzana y más o menos combinaciones posibles de casas en su interior­ que se había venido estableciendo en todas las colonizaciones desde hacía más de 25 siglos (Morris, 1972-94; Kostof, 1991: 95 ss; García Fernández, 1985; Terán, 1999). Necesitaba poder "vender" esta figura geométrica, ortodoxa y clásica, como producto versátil y de infinita diversidad estético-formal, a los reacios arquitectos románticos de entonces, más atraidos por el barroquismo de las formas urbanas. Pero esta manzana remodernizada ­agregado de bloques de casas, "unidad vecinal" o de convivencia social urbana, al fín y al cabo­ no es una unidad formal universalmente generadora de ciudades que pueda generalizarse para explicar la conformación de todas las ciudades posibles, como prueban las ciudades primigenias --la "laberíntica" medieval y la "arábigo-española" que él mismo identificara--, las cuales no supo entenderlas como resultado de procesos generativos aleatorios elementales (cfr. García-Bellido, 1999), desechándolas de sus propósitos educadores y políticos (vide TGU.I: 182-5); incluso condenando ucrónicamente el crecimiento laberíntico del Madrid de los Austrias (vide TVU: 163 ss, §§926-40).

§17. Se enfrentaba al deber de tener que justificar poderosamente una vieja solución formal absolutamente universal (la cuadrícula hipodámica, tanto caldea, egipcia, india, griega, helenística o romana, como renacentista, hispano, franco y lusoamericana) revistiéndola con argumentos fundamentalistas sobre su esencia como formadora de la propia disciplina o ciencia de la urbanización que, por entonces (1861), había empezado a vislumbrar; aunque fuera plenamente consciente de que no era ese nivel tan agregado el elemento básico unitario y fundamental, sino que era la casa-albergue y su trozo o fragmento elemental de vial delantero (ver figura 1). Es decir, un medio formalmente resultante se convertía en orígen y embrión de toda una disciplina: la urbanización iba a ser para Cerdá la sabia combinación de viales (las vías) y manzanas (los intervías).

Prueba de que en su análisis interno más rigoroso no podía considerar la manzana como la "primera entidad elemental de una población", sino a la unidad atomística de la casa-calle, "especie de entidad conjuntiva que es la quintaesencia de la urbanización", "el elemento mas originario y natural es la casa", es que en su carta-resumen de una vida --la carta al Marqués de Corvera-- no considera a la "manzana combinada" más que como un orden intermedio más (o nivel o categoría) jurisdiccional (espacial convencional), junto con la acera de edificación y la calle, reinstalando a la casa, predio o "medio aislado" junto con la vía o "medio aislador" como los auténticos elementos constitutivos del entero proceso colonizador del territorio.

Veámoslo.

Las lúcidas propuestas cerdianas sobre la estructuración y jerarquizacion del territorio desde la casa-parcela o "coto redondo acasarado" hasta el territorio nación.

§18. La carta al Marqués de Corvera (hoy Corbera) constituye la síntesis final de su pensamiento sobre la formación de la complejidad del territorio y la ciudad. Es una pieza absolutamente clave, ya cercana al final de su vida (fallecería al año siguiente), como resúmen y síntesis integradora de la reflexión abstracta cerdiana sobre casi todo de lo que había elucubrado (incluida ahora en su «Diario personal» [Dia] del 5 de mayo de 1875, y citada en adelante como 'c.M.C.')

Tanto de esta carta como de los fragmentos preparatorios de la misma (recogidos en su cuaderno de «Despojos»,1869-75?, [Des]: §§12, 15-18, publ. en TVU.C&M, 1991), cabe extraer la conclusión de que Cerda, al verse impelido a resumir sus trabajos, observa la totalidad del sistema territorial de referencia, en un enfoque intuitivo y globalizador, holismo sintetizador, propio del campo disciplinar de la ciencia que había estado delimitando y construyendo, y tiene que ordenarla, jerarquizar sus conceptos y designantes, tanto como sus bordes o límites disciplinares. Su conclusión, tras algún balbuceo, es sencilla y, por ende, brillante (como "el huevo de Colón" dirá de ella él mismo!): el todo deviene ser la colonización general "de nuestro pais" que la divide en dos "grandes tratados", "especialidades" o partes (cfr. in extenso: García-Bellido, 1991-99):

1º el de la urbanización ("aprobado ya y en parte publicado"; faltábale la TGU.III, no publicada, y su Atlas, no hallado aún); y

2º el de la rurización ("que no ha pasado todavía al dominio oficial"; c.M.C.: §2).

§19. Mas, para llegar a una integración global de la tratadística, infiere las relaciones analógico-homotéticas en la esencia de los diversos espacios territoriales, de los territorios jurisdiccionales de siete niveles, órdenes o categorías (ver figura 2):

(1) el coto redondo acasarado,

(2) la acera de edificación, la calle urbana y la manzana combinada,

(3) el municipio,

(4) la provincia,

(5) el corregimiento,

(6) el principado y

(7) la nación.
 
 

§20. A todos ellos los ve compuestos por una estructura sencilla y única de "elementos componentes" que se ensartan y relacionan los unos con los siguientes niveles o escalas; tales son los intervías y la red de vías que, integrados, configuran todos los órdenes jurisdiccionales o niveles o escalas del espacio (figura 3):

(a) Los intervías (en masculino siempre) son los "medios aislados" y están constituidos esencialmente en todos los órdenes o niveles jurisdiccionales, tanto urbanos como rurales, por:

(i) predios rústicos espacios no construidos (huertas, jardines, campiña rústica, comarca rústica [zonas verdes o espacios libres, públicos o privados, diríamos hoy]) y por

(ii) predios urbanos (casa, construcción, &c.) que adoptarán diversos nombres identificadores de su función categorial y nivel (casa de labor, edificio urbano y recinto urbano o urbe).

(b) La red de vías general que son los "medios aisladores" y que se diferencian en:

(i) internas: vías íntimas ('particularias' las llamaba en la TVU) y vías limitáneas (de borde, de ronda); y las

(ii) exteriores o de trascendencia: vías trascendentales, que comunican cada unidad categorial con la siguiente (6) .

§21. Es decir, Cerdá llega a identificar que el espacio geográfico-territorial global es el referente físico necesario de una función pública de actividad planificadora a gran escala, a la que llama colonización general, en tanto que disciplina que aborda la totalidad o la "unidad de pensamiento" (c.M.C.: §10), objeto globalizador, síntesis holista del entero campo de conocimiento disciplinar de la 'ciencia de la urbanización' (vide ut infra figuras 6 y 7).

Y esta colonización global, en tanto que disciplina más amplia que superaría ya a la primitiva 'urbanización' de Cerdá, se puede y debe abordar combinando en cada caso la articulación disciplinar de sus dos grandes "elementos componentes" generales (c.M.C: §9), física y funcionalmente identificables en el mismo plano, nivel u orden categorial :

(a) predios urbanos (casa de labor aislada o viviendas rurales en hilera en el orden del "coto redondo acasarado", bloques de manzana abierta o cerrada en el orden de la "calle urbana" o "manzana combinada", "recinto urbano" o casco urbano en la jurisdicción municipal), todos ellos objetos de estudio propios de la disciplina de la urbanización; y

(b) predios rústicos ("comarcas rústicas" en el nivel municipal), objetos de estudio por la rurización del territorio (ibidem) (vide figuras 2 y 3).

§22. Pero Cerdá, en una visión o intuición de síntesis holista genial, vislumbra que --además de esta segregación / integración sencilla de dos elementos espaciales yuxtapuestos en un ámbito municipal simple y en el mismo plano-- este mismo espacio diferenciable del predio, sea urbano o rústico, se organiza, interna y estructuralmente, mediante la combinación de los otros elementos sencillos y universales (las vias y los intervias), capaces de articular, de infinitas formas y con la misma lógica, otros espacios mucho más complejos, en diferentes planos o niveles espacial-administrativos, a través de transformaciones homotéticas en todos los niveles jurisdiccional-territoriales y administrativos del espacio geográfico. El análisis de los "componentes" (ibidem §9) o elementos primarios constitutivos de la urbanización le permite inducir la síntesis general de la intervención sobre todo territorio, por complejo que sea, mediante la composición

« de predios urbanos y de predios rústicos, de diferentes órdenes o categorías, definidos y determinados, siempre y en todos los casos, por una red de vías íntimas, limitaneas y trascendentales» (...) «Ecsiste pues la analogía mas completa [mejor diríase homología, isomorfismo u homotecia] en la division y en la manera de ser del territorio... y por consiguiente basta estudiar la division de una de ellas para tener estudiadas todas las demas» (c.M.C.: §§7 y 8; cvas y corchetes míos).

 Así concibe todo espacio territorial --tanto urbano (susceptible de la urbanización) como rústico (sus-ceptible de la rurización) y cualquiera que sea su rango de tamaño (división territorial en sucesivas jurisdic-ciones)-- como un espacio colonizado por el hombre a través de principios operacionales de transformación (ho-motecias o "analogías de mayor á menor, de lo difícil á lo facil, de lo complexo á lo simple").

§23. En este escrito crucial Cerdá parece haber superado aquella idea de la manzana como el elemento esencial primario de toda urbe y constituyente por agregación de la totalidad de la 'urbanización' (TVU: §847), para fundamentarse más en la idea de un objeto espacial funcional con sentido propio, con vida propia, con autonomía, irreductibilidad átoma y con una verdadera entidad jurídico-económica identificable por sí misma, con independencia de su forma y generación (como le ocurría al inter-vías). Pero, en todo caso, esta entidad categorial debe ser un ente genérico, abstracto, una categoria universal, como es el concepto que él utiliza de predio [vide figura 4].

El predio como categoría urbanística es toda finca, todo ámbito territorial, toda parcela, municipio o nación, todo espacio, cosa, bien u objeto cuya posesión, jurisdicción, dominio, soberanía o propiedad pertenece o su gobernación le es encomendada a un sólo sujeto jurídico que manda, decide, dirige y controla (dueño, jefe, cacique, gobernador, rey o princeps); lo que constituye la mínima expresión del espacio con significado propio de un ente compuesto jurídica y económicamente autónomo (sujeto+objeto) y según el ámbito, nivel o escala considerada (casa, municipio, corregimiento, provincia, nación, etc).







 No es, pues, el predio un concepto físico formal de un espacio o cosa objeto sub-producto ­co-mo era el intervías o manzana al quedarse como simple área residual 'aislada' y entremedias, delimitada o limitada por unas vías perimetrales 'aisla-doras', las realmente es-tructuradoras del territorio (de ahí lo de las vías 'limitáneas' y de 'ronda'), espacio, en fín, resultante de la interacción de otros elementos más autónomos que él y cuyos sujetos poseedores pueden ser múltiples entes diferentes en el mismo nivel­, sino que el predio es un ente jurídico-espacial recognoscible por tener un único detentador, poseedor o gobernante en su mismo nivel categorial, cualquiera sea su extensión, geografía o ámbito espacial; es decir, es identificable por su dependencia jurisdiccional territorial de un sólo sujeto jurídico o político, según su nivel jurisdiccional, su tenencia o titularidad (privada, públi-ca, municipal, provincial, nacional ) y por su función social (rústico o urbano, municipal, provincial, &c.) Lo cual le hace ser un ente no ya físico-formal e idiográfico, sino jurídico-político; en suma, un espacio social e históricamente determinado, una categoría universal substancialmente convergente con lo que luego, por caminos deudores de Cerdá, he denominado coranema, como unidad léxica territorial con significado sociojurídico y económico diferenciado (como el morfema elemental con significado propio o semantema de la Lingüística; vide García-Bellido, 1999).

Cerdá ha refinado la idea de manzana como intervías llegando a la idea de predio, parcela, casa-albergue de su primera época de la Teoría de la Construcción de CiudadesTeoría de la Viabilidad Urbana, ampliándola hasta llegar a hacer de ella un concepto categorial dinámico, elástico o de 'geometría variable', válido para todos los ámbitos geográfico-administrativos de contenido socio-político; aunque bien es verdad que hasta el final ha seguido colocándole el denominativo genérico impropio con el que hizo fortuna: vías ('medios aisladores') e intervías ('medios aislados'), haciendo algo que le era muy querido, un juego de palabras complementarias más o menos feliz.

§24. Con esta estructura se puede precisar "la fórmula general de aplicación práctica y sencilla en el órden facultativo, jurídico, económico y administrativo" (c.M.C.: §§9 y 15), basándose --y ésta es la aportación mas profunda de su síntesis general-- en el mismo género de red o malla de articulación territorial general, al combinar las vias o medios aisladores, de función diversa según su órden o categoría ("vias internas o calles íntimas y limitáneas, y vías externas o trascendentales"; cfr. ibidem §7), con los espacios que quedan internamente delimitados por ellas: los intervias o medios aislados (las manzanas urbanas o los "cotos redondos acasarados" y predios de la campiña rústica) (ibidem §9).

El hecho de que Cerdá, además, le confiriera a esta malla viaria --como "fórmula general de aplicación práctica y sencilla" (c.M.C.: §§15-16)-- la concreta forma cuadricular u ortogonal ilimitada es otra cuestión de puro carácter geométrico-funcionalista, no estructural o esencial (vide TVU: §697, in fine), algo más formalista que, como luego y por análogas razones funcionalistas de comunicación viaria, Christaller (1933) o Buchanan (1963, Traffic in Towns) propusieran que fueran mallas hexagonales o de encuentros viarios en red de trivios, poseyendo estas redes una lógica formal mucho más poderosa y perfectamente demostrada en la eficiencia de la propia naturaleza (abejas, peces) que la malla cuadricular.
 

Fig. 6.- Representación gráfica de los contenidos de los dos niveles cerdianos, "funcionómico" y "tratadístico", del sistema territorial, a partir de su carta al Marqués de Corvera, 1875.
 


 

Fig. 7.- Representación gráfica espacial de los dos niveles cerdianos, "funcionómico" y "tratadístico", del sistema territorial, a partir de su carta al Marqués de Corvera, 1875.

En otras palabras, que los elementos analizados como más simples y sus relaciones internas, así como las transformaciones de los mismos, son los que pueden articular una estructura análoga en cualquier espacio y escala territorial. Cerdá descubre, desvela un modelo analítico sencillo capaz de explicar las transformaciones territoriales más complejas (véase, in extenso, las representaciones gráficas de este modelo general cerdiano en las figuras 3, 4 y 5).

De ahí a las modernas concepciones de las redes y mallas de comunicaciones, organizaciones territoriales, de servicios, &c. hay un paso, el cual tardaría un siglo y medio en asumirse para los sistemas físicos y electrónico-virtuales de comunicación y transporte (cfr. Dupuy, 1991; Serratosa, 1996 y 1999; Soria, 1999).

Esto que ahora nos parece obvio (como él decía: «a los que hoy las llamen absurdas y mañana les den el calificativo de vulgares, les podremos contestar con la conocida anécdota del huevo de Colón»; c.M.C.: §9) constituye la primera síntesis teórico-abstracta sobre la ordenación (colonización) del espacio territorial producido, cuando menos situable entre los dos hitos iniciales de la Raumwirtschaft, de J H Von Thünen (1826), W Christaller (1933) y A Lösch (1940-44), padres de la ordenación económica del espacio territorial.

Antecedente vitrubiano-albertino y reflexiones finales sobre la Geografía humana en época de Cerdá.

§25. Cualquier aproximación urbanística anterior que pretenda parangonarse con el refinamiento analítico de Cerdá respecto a la indagación urbana, como la que suele hacerse con Leon Battista Alberti y su De Re ædificatoria (1485) es pura broma (cfr. Choay, 1980: 96). El tratado de Alberti es de reglas o recomendaciones en forma sistemática de manual para la buena construcción de las edificaciones y, sólo por extensión agregada, de las ciudades. Mientras que el de la Teoría General de la Urbanización de Cerdá es un tratado crítico, analítico y explicativo de lo que es la ciudad y su génesis, sólo episódicamente de lo que debe hacerse con ella, sin demasiadas recomendaciones constructivas (ver Choay, 1980: 95-6 y 103). La pretendida analogía entre casa y ciudad --que Cerdá elevaría a la categoría de homología generativa de los elementos y de las partes que configuran el todo por variaciones morfológicas y sus combinaciones-- se expresa en el discurso albertiano a manera de ingenua imágen dialéctica o como simple funcionalidad convergente, más que como resultado de un proceso ampliado:

«Y si, conforme al parecer de los filósofos, la ciudad es una especie de gran casa y si, por el contrario, la casa es una especie de pequeña ciudad ¿por qué no decir que los componentes de las ciudades son una especie de viviendas en pequeño?» (Alberti, 1485: I:IX, p. 80-1).

«Y, así como en la ciudad hay un foro, plazas, de igual manera en las casas habrá un atrio, una sala, &c.: no en un lugar apartado, recóndito, estrecho, sino que estarán a la vista, de forma que estén conectadas con las piezas restantes de una manera sumamente accesible.» (Ibidem: V:II, p. 198)

Que Cerdá leyó a Alberti o alguna de las copias de la obra de Vitrubio no cabe la más pequeña duda si repasamos su primera y recientemente descubierta obra urbanística, la Memoria del Anteproyecto de Ensanche de Barcelona (MAEB) donde decía:

«Una ciudad es realmente mas que una gran casa, de la misma manera que una casa no viene á ser otra cosa que una pequeña ciudad. Si pues la salubridad, la comodidad y la baratura son condiciones y circunstancias esenciales que cuidamos de dejar satisfechas al tratarse de la construccion de una casa cualquiera; esas mismas deberán ser, con muchísima mas razon las que presidan a la detérminacion del emplazamiento, trazado y convinación del conjunto de edificios que han de formar una nueva poblacion» () «Cuando la reunion de varias casas juxta-puestas [lleno] viene á cerrar una manzana ó isla, el conjunto de los jardines de todas las casas deja en el centro de la isla un espacio sin edificar [vacío], que para los efectos de la luz y de la ventilación, está con todas las casas de la manzana [lleno] en la misma relación que el patio [vacio] de una casa particular tiene con las habitaciones que le son contiguas» (MAEB, 1855: §§98 y 113; cvas y corchetes míos) [cfr. tb OCB, 1859: §§ 36, 41]

De hecho, el desarrollo de buena parte de la  Memoria del Anteproyecto de Ensanche de Barcelona viene a ser como una modernización del tratado albertiano, estructurado por secciones de recomendaciones sobre la disposición del caserío, las calles, jardines, plazas, arbolados, además de su aportación de ingeniero a las obras subterráneas, agua, alumbrado, telegrafía, aire, luz y calor, y sus más personales aportaciones socialistas, como los diseños de las casas para la clase obrera (ver índice de la MAEB en TCC. C&B, 1991: 53)

§26. Es así clara la presencia de Alberti en el primer Cerdá (repetiendo múltiples veces las tríadas vitrubianas o similares)(7). Los tres principios vitrubianos que retoma Alberti, a saber: necessitas, commoditas y voluptas o concinnitas (necesidad, comodidad y placer, belleza o armonía) son principios abstractos, metafísicos, que suponen la voluntas del hombre artista, consciente y racional productor de artefactos teleológicos, mediante las seis operaciones o reglas de los principios (también vitrubianos) de intervención a través de los actos edificatorios, a saber:

(1) la situación, medio o entorno (regio),

(2) el área o superficie edificada (area),

(3) la división, trazado o plan (partitio),

(4) el muro o pared (paries),

(5) la cubierta (tectum) y

(6) los huecos (apertiones),

cuya operatividad es la de ser una descripción reglada o guía para arquitectos de lo que debe tenerse en cuenta o estudiarse para hacer bien una casa.

Mas, no es ésto un sistema estructurado o explicativo de los elementos y relaciones que configuren toda construcción y, ni mucho menos, cualquier ciudad. A ésta, en su libro IV, Alberti la articula por edificios públicos o privados, palacios o casas humildes, fortaleza, templos, puertos, mercados, &c.; es decir por tipos de edificios y usos públicos y privados, cuya única interrelación es que la rellenan intramuros y pueden o no darse todas juntas. Aunque estén mencionados los elementos substantivos del edificio en sí o de la célula básica (la casa), no llega a articularlos en sus relaciones; son sólo ciudad en cuanto ocupan partes concretas de ella, y cuya composición y relación no se explica como piezas necesarias constituyentes del todo urbano. Describe, pues, Alberti las arquitecturas de la ciudad, mas no concibe ésta como un todo complejo y distinto de la suma de sus partes.

El sistema urbano para Cerdá no tiene nada que ver con lo que son la yuxtaposición de arquitecturas de la ciudad para Alberti. La percepción de las relaciones entre los elementos estructurantes de la ciudad en Cerdá, conformando un auténtico sistema, es su punto más original y generativista, ya que la calle o vía y la casa o intervía no son análogas, sino generadores homólogos de espacios para el movimiento de cosas y personas, no sólo funcionalmente, sino estructuralmente generados.

Puede compararse lo que decía Cerdá en la Teoría General de la Urbanización.I (p. 681, transcrita ut supra §12 y en el exordio del encabezamiento de este artículo), sobre la diversidad y la homogeneidad esencial de los elementos y sus combinaciones generativas, con el siguiente párrafo de Alberti sobre el mismo problema, si bien referido a los edificios aislados, en donde sólo vislumbra la variedad por las diferencias derivadas de las decisiones de los diversos tipos de seres humanos (contingente, histórico) y no por ser las resultantes de procesos de complejidad creciente autogenerada a partir de los "elementos esenciales" (estructural, ontogénico), como se veía en Cerdá:

«Pero cuando vemos a nuestro alrededor la abundancia y variedad de edificios, comprendemos sin esfuerzo que todos están destinados no sólo a las funciones señaladas y que no están asignados a tal o cual fin exclusivamente, sino que, en función de los diversos tipos de seres humanos sucede que tenemos obras diversas y de múltiples clases» (Alberti, 1485: IV:I: 165; cvas. mías).

§27. En suma, puede decirse que con Cerdá ­y no antes de él­ se identifican los fundamentos científicos y se inicia el largo desarrollo de una moderna disciplina cual es la Urbanística. Y es con él porque Cerdá fue el verdadero pionero en aportar dos aspectos fundamentales que configuran sistémicamente la entera disciplina.

Primero, la integración metodológica en el urbanismo (técnica aplicada de la Urbanística) del Derecho público y la Economía inseparablemente entrelazadas (en lo que él llamaría las "bases legal, económica, administrativa y política"), como disciplinas condicionantes y estructuradoras del diseño físico-espacial que artísticamente suele dibujar el facultativo con el proyecto o plan (lo que el llamaba "base facultativa" y que yo suelo cubrir bajo el amplio y clásico manto disciplinar de la Geometría); configurando así la moderna tríada del urbanismo aplicado u operativo basado en la Geometría / Derecho público / Economía urbana.

Segundo, el análisis reduccionista del espacio socialmente configurado, necesariamente complementado con la síntesis holista de la Urbanística, es decir, el ejercicio sistemático del regressus o reductio esenciales desde lo aparente, complejo e intrincado a lo más simple, sencillo y elemental, reduciendo, pues, un campo disciplinar amplio, particularista, fenoménico, difuso, arbitrista o voluntarista (las Bellas Artes, el diseño físico, el planeamiento, la política urbana, la urbanización práctica, 'prácticas' arquitectónicas globalizadoras en fín) a sus constituyentes materiales y disciplinares más elementales, ínfimos, universales, científicos, precisos y determinantes: la unidad casa-predio-vial, la vía y el intervía o manzana, objetivos del reduccionismo. Cerdá entendería este análisis reductor como conditio sine qua non para poder articular y reconstruir un conocimiento científico globalizador y complejo (la colonización, urbanización y rurización) sobre los ladrillos o átomos objeto base de un saber disciplinado, recomponiendo así la totalidad sintéticamente desde una perspectiva global de integración necesariamente holista. Proceso reductivo éste precisamente que le indujo y condujo circularmente a la aportación primera, es decir, a saber desmembrar el amplio y vagoroso arte de la construcción o arquitectura de las ciudades (der Städte-Bau-Kunst alemán) hasta llegar a sus disciplinas básicas o esenciales e integrantes del todo: diseño 'facultativo, legal, administrativo y económico', cuyo pegamento articulador es la 'base política', como él diría. Substancia ésta la de la sociopolítica y de lo artístico-proyectual (que Cerdá nunca negó, sino que colocó en un segundo plano) que ha de ser la determinante del enfoque humanista e historicista complementario para entender la totalidad buscada en la Urbanística, y además substancia "pegajosa" de la cual emergen cabalmente aquellas propiedades inesperadas de la disciplina que no son sólo una mera suma aleatoria de sus partes constituyentes, otorgando al todo su carácter contingente, coyuntural y cultural impredecible.

§28. Con ello Cerdá ­creo yo­ se inserta por derecho propio entre los padres fundadores de una ciencia ­no mera técnica artístico-proyectual, como era el "arte de construir las ciudades" de su época­ cual sería luego la Geografía humana, desarrollada por la Anthropogeographie (1882) de Friedrich Ratzel, padre de la misma, dejando detrás y muy lejos el ingenuo determinismo idealista y racista de Ritter, quien buscaba el Todo armónico subyacente en la Naturaleza desde lo simple a lo complejo (cfr. esta idea motriz en las culturas humanas de explicación de la naturaleza en Glacken, 1967), desde sus partes elementales constitutivas que eran, nada menos, que los continentes como individuos y las unidades orográficas con sus relaciones de forma y número (cfr. Capel, 1981: 64-72; idem 1984: 12 y 27).

Cerdá se instala, pues, en la corriente del pensamiento geográfico cultural, social o humano sin ser geógrafo, elevando la artesanal práctica técnico-artística de construir ciudades, propia de los ingenieros y arquitectos, hasta categorías cognitivas superiores, planteándose las leyes generales (nomotética de la ciencia) que determinan recurrentemente los procesos socio-espaciales de la Urbanización. Acuña para ello toda una nueva disciplina científica, hasta llegar a estructurar los temas centrales de su campo disciplinar que, luego, las ramas de la Geografías humana, social, política o cultural, incluso de la Sociología del espacio de Durkheim (morfología social), acabarían tomando como propios (8), adelantándose así en 30 años a M. Halbwachs y la morfología social durkheimniana en sus trabajos urbanos de la primera década de 1900.

Expansión del campo disciplinar de la Geografía que se hace precisamente convergiendo con la Urbanística cerdiana y con las técnicas artístico-proyectuales del Urbanismo, al ampliarse el enfoque de la Geografía ­en ese movimiento pendular del pensamiento geográfico­ desde el positivismo naturalistico de la Geografía física y la Geomorfología hasta el antipositivismo e historicismo del núcleo humanista de la Geografía humana (cfr.per allia, Capel, 1982). Su posición claramente por el reduccionismo positivista le situaría frente al holismo de los arquitectos artistas y beaux-arts de su época y aún de principios del XX, así como de la posterior Geografía regional, humanista y corológica de la escuela francesa (cfr. Simmons & Cox, 1985).

§29. Pienso que esta búsqueda reduccionista en pos de los elementos esenciales que articulan la complejidad de un nuevo campo disciplinar ­tarea propia de todo investigador que se sumerge en una región disciplinar a descubrir y estructurar, como él hiciera con la Urbanística­ pudiera haber recibido su influencia metodológica, clasificatoria y descriptivista del en su juventud fundamental Tratado Elemental de Química de Lavoissier (1789) o, más probablemente del propio Comte (Cours de Philosophie Positive, 1830-1842) cuyas obras tuvieron gran difusión en la mitad del XIX (cfr. Soria, 1976: 89-108; Soria: 1999). Lo que es claro, en todo caso, es el influyente caldo de cultivo del espíritu reinante de optimismo cientifista y positivismo racionalista y liberal que, sin necesidad de remontarse ni a Fourier, ni a Saint Simon, está presente en la sociología de Le Play y Quetelet (Magrinyà, 1999).

La obsesión estadístico-cuantitativista que exhibe Cerdá con las tablas y cuadros que desparrama en la  Memoria del Anteproyecto de Ensanche de Barcelona, en la Teoría de la Construcción de las Ciudades y en la  Teoría General de la Urbanización.II (muchas veces sin venir a cuento ni explotar los datos ni sacar conclusión alguna de cada una de ellas, sino solo por exhibición cuantitativista, como las 540 páginas seguidas del "Continente" y las 119 páginas de la "Monografía estadística de la clase obrera de Barcelona en 1856", ambas en la TGU.II) muestra ese espíritu positivista de imitación formalista y emulación de las Ciencias de la Naturaleza que marcaría gran parte de las Ciencias humanas o sociales inmediatamente posteriores a Cerdá.
 

Notas

1. Este trabajo constituye una versión amplia, revisada, actualizada y notablemente enriquecida con nuevos enfoques, figuras, diagramas y sus análisis correspondientes, de un artículo mío de 1991, parcialmente publicado en L.U.B. (comps. 1992); siendo todas las figuras y diagramas que ahora lo ilustran originales inéditos, aunque estuvieran elaborados desde 1991 para mi tesis doctoral (cfr. G-Bellido, 1999).

2. Ver la interpretación de las relaciones cerdianas entre la edificación y el movimiento, el habitar y el trasladarse, la villa negativa y real versus la ciudad positiva utópica imaginada por la teoría, superadora de los males sociales, en el contexto del discurso científico y utópico que realiza F. Choay (1980) al incluir por vez primera a Cerdá entre sus prohombres del urbanismo (sobre la casa y el movimiento, locomoción y habitabilidad, cfr. Cerdá, 1867, TGU.I: 268, 363-4, 379, 389, 407).

3.  En esta nota 1 del citado párrafo §338 de la TVU, Cerdá, introduce por vez primera en la historia el concepto de urbanización [cfr. García-Bellido, 1991-94 y García-Bellido 1991-99, amplio análisis sobre los aspectos teóricos de la secuencia de las teorías cerdianas, acabado desde hace 9 años y pendiente de publicación] diciendo textualmente:

«La palabra urbanización no está en ningún diccionario, y sin embargo nosotros nos vemos en la necesidad de usarla para espresar una idea nueva á la cual no encontramos otra palabra que mejor se adapte. Reducir un terreno á las condiciones de ciudad, urbs, es decir, convertir en ciudad lo que no lo era, no puede espresarse de otro modo más á propósito que con el verbo urbanizar, que materialmente, según la índole de nuestra lengua significa "hacer urbano", es decir, propio de la ciudad lo que no lo era. Así civilizar, moralizar, [añádase: vulgarizar], regularizar, realizar, legalizar, de la propia suerte que un gran número de otros verbos análogos equivalen a hacer civil, moral, [añádase: regular, real], vulgar, legal, una cosa, pues todos los verbos en -zar [sic, no dice en -izar ] significan el efecto de la palabra que les sirve de raíz. Por la misma razón que nos creemos autorizados para valernos del verbo urbanizar, usamos también de su contrapuesto, rurizar que es decir hacer campestre una cosa. Así decimos, por lo mismo, que [si] la tendencia es urbanizar la campiña, la administración debe proceder a rurizar las ciudades» (subrayados del propio Cerdá en el original manuscrito).

Sobre la sentencia cerdiana de la Teoría General de la Urbanización, "rurizad lo urbano; urbanizad lo rural", de la que este párrafo es su predecesora, la había formulado ya antes en el §144: "ruricemos las ciudades así como vamos urbanizando las campiñas" (sobre los posibles antecedentes de este slogan cerdiano de amplia difusión, cfr. Soria y Puig, 1996: 79-94)

4. La crítica más dura del libro de Sitte puede hallarse en Oriol Bohigas, cuando comenta: «el Sitte es un libro de una mediocridad bastante evidente: científica e históricamente insustancial, estéticamente inútil y sin ninguna sugerencia medianamente válida para los problemas urbanos actuales, incluso los estrictamente formales. A veces parece una lectura para turistas endomingados» (O. Bohigas, 1990: 94). Cfr. además, Collins, 1965; Fehl & Rodriguez-Lores, 1980 y 1981.

5. Estas células o 'quarks' básicos (casa+parcela+via) capaces de construir con ellos todos los conjuntos superiores de manzanas y las totalidades urbanas y territoriales son las que he denominado coranemas, unidades mínimas de significado económico-social y extensión geográfico-espacial que conllevan en sí mismos la identificación de interior-exterior, privativo-colectivo y su expresión homóloga en diferentes escalas o ámbitos bajo el concepto de sintagmas colectivos SC y privativos SP (cfr. García-Bellido, 1999; Capel, 1999).

6.  Para un análisis de los textos en la evolución del pensamiento cerdiano sobre las vías y los intervías, desde la calle a las vías trascendentales y desde la casa y el edificio hasta la manzana, la isla o el intervías, cfr. Soria y Puig, 1996: 103-16. Para la relación de estos elementos micro con la formación y evolución de las grandes teorías cerdianas de la habitabilidad y la viabilidad, hasta la urbanización y la rurización en la colonización, ver García-Bellido, 1991-99.

7. Las reiteraciones de la commoditas con la salubritas u otros sustantivos abstractos (necessitas, concinnitas, mediocritas, frugalitas, utilitas, venustas, securitas, firmitas) se repiten en Memoria del Anteproyecto de Ensanche de Barcelona: §§61, 85, 88-90, 98, 159, 162, 170, y en la Teoría de la Viabilidad Urbana: §§153, 822, etc., etc. Me atrevo a sugerir que las formulaciones iniciales de los grandes principios o teorías de la viabilidad o vialidad y la habitabilidad, así como la sociabilidad, comunicatividad, etc., pudieran emerger en la mente de Cerdá como si intentase reformular con otros modos los grandes principios vitrubianos y albertianos acabados con el genérico -idad, de la comodidad, necesidad, utilidad, etc. Fórmulas que enseguida abandonaría como pretenciosamente abstractas.

8. Parece seductora la referencia que cita Capel del geógrafo alemán Johan Georg Kohl que ya en 1841 escribiera Der Verkehr und die Ansiedlungen der Menschen in ihrer Abhängigkeit von der Gestaltung der Erdoberfläche [El tráfico y los asentamientos humanos en su determinación de la forma de la superficie geográfica] (Dresde, 1841 y Leipzig, 1850) que habría que conocer para ver su enfoque y fuentes (cit. en Capel, 1981: 86).
 

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