Resumo
Segundo de una serie de tres ensayos que Faustina Sáez de Melgar publicó en los números 9, 10 y 12 de la revista, respectivamente, bajo el título “Deberes de la mujer”. La primera entrega trataba de las responsabilidades de las mujeres para con los padres, y la tercera y última, de los deberes de estas para con los hijos en la niñez. En este artículo, la autora se centra en las obligaciones de las mujeres hacia sus maridos. La resignación y la sumisión de la esposa aparecen entre las actitudes imprescindibles para que el matrimonio funcione.
Violencia de/contra as mulleres
1. Violencia cultural (negación de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, naturalización de la desigualdad, aceptación de la sumisión de la mujer ante la autoridad masculina, crítica a los sectores que piden la emancipación de la mujer)
La indisciplina he dicho, y no me retracto, permítaseme llamar así a esa manía de las mujeres por querer abrogarse los derechos del esposo. Ellas se rebelan contra la autoridad marital, y llenas de orgullo lo rechazan. “En un día nos casaron, iguales son mis derechos que los tuyos,” suelen decir algunas en el colmo de la insensatez. Error, necio error que las precipita, ciegas de cólera, en la senda de los desaciertos (4).
La mujer ha nacido para depender del hombre (4).
¡Ah! No seré yo la que clame por la emancipación de la mujer; no seré yo quien pida ni apoye con mi pluma la independencia del sexo por la que abogan algunas ilusas soñadoras sin fe y sin creencias (4).
El someterse al imperio del marido no degrada, no rebaja ni abate el orgullo ni las atribuciones de la mujer, antes es una gloria, aún en la sociedad más culta, que hoy tiene tan relajadas sus costumbres (4).
2. Estereotipos patriarcales de género (las mujeres son definidas como seres débiles que necesitan la protección de los hombres)
[…] bendito sea su amoroso yugo [del matrimonio], que nos da la dicha; bendita sea la autoridad marital, que protege y ampara nuestra débil naturaleza (4).
Solo el hombre hace respetar a la mujer, porque él tiene el deber, la fuerza y el derecho; acojámonos, pues, a su imperio, imperio dulce y grato cuando le forja el amor […], porque la base de su amor es la sumisión de la esposa, la protección leal del marido, la confianza recíproca (4).