Resumo
La autora le aconseja a una amiga que prepara su "equipo de desposada", que deje de lado el materialismo de las mujeres frívolas y se centre, como mujer honrada de "clase media", en la "esfera en la que Dios la ha colocado". Para persuadirla, usa como ejemplo el infortunio de una joven que ambas conocen, cuya frivolidad la deja sin marido y sumida, tanto a ella como a su familia, en la más abosluta desgracia.
Violencia de/contra as mulleres
Estereotipos patriarcales de género (mujer frívola vs. mujer honrada de "clase media"); violencia cultural (clasismo)
Me pides, querida Elisa, mi opinion acerca de tu equipo de desposada, y de los trajes y atavío que al empezar una nueva vida debes adquirir y usar.
A nadie ménos que á mí podias dirigir semejante pregunta, mi dulce amiga; á nadie ménos que á mí podias hablar de modas y galas, puesto que yo creo que la moda que jamás pasa ó se antigua en una mujer es su virtud, y que las galas mejores son las que embellecen su alma.
No me juzgues, sin embargo, exagerada é intransigente en mis opiniones, no. Para vivir en la sociedad debemos dar al César lo que es del César, y á Dios lo que es de Dios.
La dama, la rica heredera debe vestir segun su elevada clase y lo ilustre de su fortuna, y no es á ellas á quien me dirijo al hablar contigo, puesto que su lujo y su atavío pueden dar trabajo y sosten a multitud de infelices obreros, que sin esto acaso perecerian en la inaccion y la miseria.
Pero la mujer que pertenece á la clase media, á esa parte de la humanidad, que careciendo de riquezas, tiene, sin embargo, necesidades y aspiraciones superiores casi siempre á los medios con que cuenta, esa, Elisa mia, debe poner todo su empeño en no salir jamás de la esfera donde Dios la ha colocado, y en ocupar el puesto que la fortuna le concedió, sin traspasar jamás los límites de él, pues de lo contrario labraria no solo su desgracia, sino la desgracia de los seres cuya dicha le ha sido confiada en este mundo.
¡Cuántas y cuántas lágrimas, cuántos y cuántos infortunios no ha ocasionado ese anhelo exajerado de fausto y lujo que hoy se observa por desgracia en nuestra enloquecida sociedad!
¡Cuántos dolores ocultos, cuántos gemidos amargos no han quemado el corazon y los labios de alguna jóvenes hermosas y puras como tú, que por su desventura hicieron de la diosa de la moda su ídolo y su ideal. Tú lo sabes; tú como yo, conoces á una mujer muy desgraciada hoy, que era ayer el encanto de los salones, y la reina de los paseos. Niña aun, su madre la acostumbró al excesivo lujo, a los adornos costosos, y mil veces aquella familia se privó de lo necesario, dejó de cubrir sus más preciosas atenciones y aún contrajo deudas, porque no faltará un lazo, una flor o un encaje en él adorno de su hija. ¿Pero crees tú que era feliz con esto? No, mil veces no. La moda es una reina caprichosa, cuyas leyes duran un solo día, y lo que era ambicionaba ayer, era desechado hoy, teniendo siempre un nuevo afán, un nuevo deseo que satisfacer. Aquella infeliz, hija de un modesto empleado, quería aparecer en la sociedad disfrazada de gran señora, y este disfraz costoso y arruinador, solo podía sostenerse a fuerza de imposibles, a fuerza de privaciones, a fuerza de penas. (...)
Huye pues, mi buena Elisa, huye del lujo, y de ese cáncer terrible que corrompe y destruye nuestra pobre sociedad.
Sé humilde y modesta, que no por eso serás menos bella, la violeta se oculta entre la yerba, pero el perfume que derrama en torno, revela por doquier su encanto.
Huye de la ostentación y del fausto, abismo insondable donde van a morir la dicha, el porvenir y la honra de muchas familias. Se sencilla, amante, bondadosa: éste es el verdadero lujo de la mujer, está la gala que nunca se aja. (...)
Piensa que la mujer que está segura de su valor real, del valor de sus cualidades morales, no necesita para agradar del falaz adorno ni del artificio mezquino, piensa que la fortuna que confía en tus manos el que va a ser tu esposo, es un depósito sagrado del cual debes responder, al mundo, a tus hijos, a Diós, y mal, podrías conservarle alejando de tu morada, la modestia, la sencillez, el órden, enemigos y reconciliable de lujo, del orgullo y de afán de lucir.
Falta de agencia; estereotipos patriarcales de género (marido proveedor, esposa receptora)
¡Ah! ¡no! que aquellas sedas, aquellas blondas cubrían solo un corazón destrozado por la envidia, helado por el egoísmo, petrificado por la vanidad, y sin los santos goces del alma, no puede haber felicidad en la vida. Pasó algún tiempo y vino el amor a llamar a las puertas de aquel alma. Un joven modesto y bueno, laborioso y honrado, se prendó del bello rostro y de los encantos de la joven y quiso aspirar a su mano. Enamorado hasta el extremo estaba resuelto a labrar su felicidad y a proporcionar a sus padres una dichosa vejez.
Estereotipos patriarcales de género ("buena madre" y "buena esposa")
Las palabras, el acento, los reproches que dirigía la joven a los ancianos, probaron al que debía unir con ella a su suerte, que no tenía corazón, que sus ojos deslumbrados por el oropel del brillo y de la moda, nada buscaban en derredor si no galas, joyas y flores; que su alma fría y egoísta no daba cabida sino al sentimiento de la vanidad, y en una palabra, que aquella mujer que sacrificaba a sus caprichos el reposo y la tranquilidad de sus padres, que no tenía lástima siquiera de ellos, ni era buena hija, ni podía ser buena esposa, ni buena madre jamás! El encanto fue rápido y terrible, el rompimiento inevitable.