Resumo
Azucena lee la carta de Antonio. En ella, éste le dice que ha sabido que alguien la pretende. Alegando que a él le quedan aún cinco años para poder volver, le pide que no desaproveche ni su belleza ni su juventud y que no lo espere. Azucena se siente abandonada, sola, sin familia y sin amor, por lo que en ese momento no ve más alternativa que lanzarse al río Tormes para acabar con su desdicha. Cuando está a punto de hacerlo, oye las campanas de una iglesia cercana, que parecen llamarla. Se acerca al templo, pero está lleno de gente. Avergonzada, se esconde de la multitud y se desmaya. Al acabar la misa, el prior la encuentra en el suelo. La ayuda y la reconforta, escuchando su historia. Azucena le pide al párroco que la acompañe al palacete de D. Félix para devolverle el oro.
Violencia de/contra as mulleres
Violencia cultural (suicidio como única salida, religión como salvación)
Esta carta hizo a Azucena el efecto del rayo; enmudeció, empezó á temblar, y aglomerándose en su imaginación todas las desgracias de aquel día, la soledad en que se hallaba, y el porvenir desastroso que se estendia á sus ojos, se levantó repentinamente y corrió hacia el Tormes, esclamando con desesperacion:
- Familia! amor! honor! oh! no!...
Pero en el momento en que dominada por el dolor iba á lanzarse al rio para poner fin á tanto sufrimiento, el sonido melancólico y suave de la campana de Santo Domingo, que sonó á lo lejos, llegó á sus oídos como un llamamiento al cielo.
Azucena se detuvo, y una sacudida nerviosa conmovió todo su ser. La vista de la profunda corriente a la que iba a lanzarse la horrorizó, y aflijida, asustada y llorando el llanto amargo del desconsuelo, volvió á la ciudad y entró en el convento de Santo Domingo, persuadida que habia sido llamada allí por la voz de Dios. (219)
Fórmulas de captatio benevolentiae que conllevan auto-humillación
- ¡Ah! señor, balbuceó la pobre muchacha recordando todos los acontecimientos de aquel dia…soy una infeliz huérfana, abandonada. En nombre de Dios compadecedme, oidme algunos minutos y os bendeciré después como á mi padre. Azucena empezó á llorar amargamente. (221)