Resum
Carlota, en la soledad de un cuarto en el que apenas entra un rayo de luz, se lamenta amargamente por la pérdida de su marido y por la renuncia a su posible felicidad futura. Como consuelo se desahoga en voz alta, y entonces escucha unos suspiros, al forzar la mirada descubre una sombra. Cuando la ve con mayor nitidez se asusta, una mano se apoya en su hombro y entonces ella distingue el rostro de un hombre. Se trata del conde de Kiof. Ella de deshace en lágrimas, repitiendo la palabra sola. Él trata de consolarla, diciéndole que el tiempo curará su dolor, y le refiere cómo ha velado siempre por la salud de su marido, pero faltando él concibe la esperanza de unirse a Carlota. Ella, tremendamente conmovida por la generosidad del conde, no quiere que se haga falsas esperanzas y se dispone a contarle su renuncia.
Violències de/contra la dona
Violencia cultural (falta de agencia, sacrificio): “-¡Sola! -exclamó con el acento de la desesperación más amarga-. ¡Sola! ¡Joven! ¡muerta!... ¡Sí! ¡Muerta para el mundo, para la vida! ¡Muerta para el amor! ¡Sola!... ¡sin esperanza!
Y cayó sentada en el suelo como si le faltasen las rodillas, cubriendo el rostro con ambas manos. […]
-¡Oh, Dios mío! -prosiguió con espanto-, es esto todo lo que me estaba reservado en el mundo? ¡Ah! ¿Por qué me le habéis quitado? Era mi compañero en mi amarga peregrinación... ¡su muerte abre para mí una tumba horrible!”)
Paratextos: Tras el título aparece (Continuación.), el número del capítulo III, y el título “Soledad”, seguido de unos versos de Juan Bautista Arriaza: “«La esperanza es el sueño de los tristes,/ Su ilusión los aduerme, pero luego/ Despiertan á los males, y cual sombras/ Las esperanzas húyense ligeras,/ Y las más dulces huyen las primeras» ARRIAZA”, pertenecen a “La piedad filial o el restablecimiento”, del Libro III de sus Poesías líricas (1829). Al final del texto se anuncia (Se continuará.)