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Textos de la Era de la Perla
Presentaciones de libros
BARBARA VERZINI: LA MADRE EN LA MAR
Texto de: Ana Silva Cuesta
Arrojarse a la mar
Experiencia al leer el libro de Bárbara Verzini La Madre en la Mar
Recibí el libro en italiano primeramente. Me fui a acercando a él, y poco a poco fui dándome al misterio de sus palabras, una a una, dispuestas y predispuestas por su autora de manera fiel a su sentir. El movimiento de las palabras en italiano todavía me quedaba grande porque no llego a comprender profundamente la lengua italiana. Pero la relación se dio, instantánea, entre mí, mi sentir, mi pensar y el libro. Se dio la relación entre el libro y yo. Los primeros días de lectura fueron caóticos, confieso, desordenados.
Sin darme cuenta, comencé a leer cada día una página al azar, sin manipulación de mi cabeza ni de mi deseo. Según me sentía, leía de un lugar a otro, sin orden, y yo quedaba a veces confundida pero muy fiel al movimiento de mis dedos que elegía al azar cada página –misteriosamente. Los mensajes de La Madre en La Mar comenzaron entonces a encarnarse en mí.
Que se encarnaban en mí lo fui sintiendo porque a veces no pude seguir leyendo. A veces eran lágrimas y otras simplemente un silencio rotundo. Algo me paraba como cuando veo y siento la verdad de frente. Primero da miedo, y luego se entrega el cuerpo a recibirla, a sentirla, y, si es posible, a integrarla, a vivir con ella.
A vivir con la verdad de La Madre en La Mar comencé más plenamente cuando el 7 de mayo de 2021 recibí en mi casa, en mis manos, la traducción de María-Milagros Rivera Garretas. Fue el momento del encuentro pleno. Un encuentro con cada una de las palabras en mi lengua, que me permitía ir hasta el fondo, hasta el fondo de las aguas saladas de Tiamat. Sumergirme y bucear, ahora en mi lengua, me ha regalado la epifanía de vivir que me desvela Tiamat. Plenitud que he logrado dando un paso atrás en diagonal para dejarme caer en las aguas, como dice Bárbara en su libro.
Para confesaros esta Epifanía son dos las conexiones con mi experiencia de vida.
La primera conexión tiene que ver con mi pasión desde adolescente por una letra del flamenco de mi tierra, Andalucía, con una soleá a la que dio voz la cantaora flamenca Pastora Pavón Cruz, conocida como La niña de los Peines, nacida en Sevilla 1890. La Niña de los Peines cantaba:
Fui piedra y perdí mi centro
Y me arrojaron al mar
Y a fuerza de mucho tiempo
Mi centro vine a encontrar
Esta letra me ha acompañado a lo largo de mi vida de forma inseparable, fielmente a mis movimientos, y al leer a Bárbara he comprendido que en ella se encuentra el misterio de Tiamat. He sentido siempre una fijación especial por esa letra flamenca y no llegaba a entenderlo. Ahora sé que arrojarse a la mar puede ser el lugar más seguro. Ahora comprendo porqué quedó grabada en mi cuerpo cada una de estas palabras. Porque como Bárbara escribe en su libro, el agua no puede dejar de correr. Y ahí, en las aguas que no permanecen inmóviles es donde puede reconocerse el misterio de la madre y sus dones, y ahí también, puede una, guiada por el deseo, salir en busca del placer que, como Milagros Rivera Garretas nos recuerda, es clitórico. En las aguas de Tiamat no hay miedo a perderse.
La segunda conexión se remonta a mis memorias de adolescente, o de niña, las dos cosas, creo. Tiene que ver con las manos de una mujer de mi pueblo. La llamaban curandera, Josefa, que no sabía leer ni escribir pero curaba el cuerpo –y el alma- de las criaturas que a ella se acercaban. Recuerdo que en la época de exámenes del bachillerato mi cuerpo se sintió tan dolido que mi espalda, mi cuello y mi cintura se contracturaron fuertemente hasta dejarme sin movimiento.
Mi tía-abuela animó a mi madre a llamar a Josefa. Vino a casa y poniendo aceite de oliva en sus manos, curó mi espalda, curó mi cuello y, lo que parecía un movimiento de manos que me estrujaba la piel fue lo que me permitió comenzar suavemente a moverme. Tan solo puso unas gotas de aceite de oliva en sus manos y masajeó. Al tiempo entendí que lo que Josefa había curado era mi alma.
Al leer a Bárbara he sentido el mismo movimiento que cuando me tocaron las manos de Josefa y aliviaron mi dolor físico, que era, un dolor profundo del alma. He sentido primeramente que mi cuerpo se removía, quizás con la fuerza de Tiamat y sus corrientes marinas, y después entraba al fin al reino de la Paz como lo llama mi querida y amada María Zambrano, al canto primero de la madre, a las aguas saladas de la placenta, al tarareo de mi madre mientras me acunaba, a los sonidos profundos y armoniosos del sentir originario como lo llamó María Zambrano, allí donde el alma se queda finalmente tranquila. Es por ello que recientemente hablando con Bárbara le dije: tu libro me ha curado.
Revelo ahora la pregunta: ¿de qué me he curado? ¿Qué peso me ha quitado de encima al leer La Madre en la Mar?
Me he curado de la espada. Del orden perverso de la espada en mi vida, que a mí, al ser abogada, me tocaba y me hería profundamente haciendo creerme natural el contrato sexual. Espada enraizada en el contrato sexual al que el Derecho es muy fiel como mi cuerpo ha ido sintiendo y padeciendo durante tantos años. Con La Madre en La Mar se hace incontrovertible para mí la verdad de la vida y de la Justicia sin Espada.
La fórmula es la que Bárbara, radicalmente, emplea y describe en su libro:
“Quitar la espada, quitar de en medio la medida masculina falocéntrica, me devuelve a la cercanía de ella, no hay razón alguna para seguir alejadas: si ella viene antes que yo, puedo encontrar en ella lo que resuena dentro de mí. No hay espada que pueda cortar, despedazar, la fuerza radical de la genealogía femenina”.
Esta es la Epifanía que para mí se ha hecho al fin visible. Epifanía que es un verdadero pasaje a La Era de la Perla.
Muchas gracias Bárbara por escribir este libro.
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