Textos de la Era de la Perla
Presentación de la Revista DUODA
ISABEL GÓMEZ ENRICH
PRESENTACIÓN DE LA REVISTA DUODA Nº 41 en CCD FRANCESCA BONNEMAISON, BARCELONA. Viernes, 17 de febr
Sí, amigas, yo estuve allí.
Aquel viernes por la tarde, acudí al diálogo de Donatella Franchi, y, al día siguiente, en la conferencia de Mª Milagros Rivera-Garretas. Era el Seminario de Duoda del pasado mayo.
El acto me llegó por la vía de las emociones, de los sentimientos, de la conexión que podemos establecer entre las mujeres. Algo que sólo nosotras podemos entender, pero que es difícil de explicar, porque, tal vez se remonta a la primera mujer que tuvo a su hija en brazos. O a la primera que escuchó las palabras de su madre.
Lo cierto es que algo muy potente se quedó para siempre en mi interior.
Yo llegaba con prisas, y, al ver aquellas dos imágenes colocadas simétricamente, la de una mujer anciana y la de la misma mujer, de joven, leyendo, me sobrecogí. La obra en cuestión se llamaba “Proyecto Clotilde”, y había surgido a partir de la relación de la artista con su madre, ya muy anciana. Una relación difícil que se había transformado en una experiencia vital y significativa, básicamente a través de la creación artística. Donatella se había inspirado en otras artistas que, anteriormente, transformaron la vida cotidiana en arte de gran valor visual, afrontando así cosas tan difíciles como la enfermedad y la muerte. Y el diálogo llevaba un título sugerente, La creatividad que pasea entre el arte y la vida.
Y, sobre todo, me recordó que yo también tenía una madre, y que con ella he podido vivir los momentos más valiosos de mi existencia. Una madre que me ha querido y que me ha enseñado a ser en un mundo en el que sigue siendo difícil la existencia como mujer. Una madre que me miró desde el principio con una dulzura increíble, con la que me lo perdonaría todo, a partir de entonces, porque su amor no tendría fin. A la que, con la crisis de la adolescencia, casi había olvidado, y que redescubrí, con la madurez de los años, porque advertí que en mí quedaba algo no lo suficientemente cimentado.
Donatella fotografiaba a su madre sosteniendo un libro, siguiendo la tradición de retratos de mujeres con un libro en la mano. Yo, para inmortalizar a la mía, tal vez tendría que retratarla haciendo punto de cruz, actividad que la relaja y con la que pasa ratos larguísimos; o, bien, arreglando su jardín, o, mejor aún, cocinando unas exquisitas “paellas”, con un cariño que lleva siempre a un resultado brillante…
No sé muy bien cómo será mi relación con ella en el futuro, pues todavía está en plenitud de facultades, tanto física como psicológicamente. Pero quiero aprovechar al máximo todos los momentos que podamos estar juntas, y, sobre todo, que nos podamos reír y escuchar nuestras risas.
Sabias palabras la de mª Milagros Rivera-Garretas, en su conferencia Ella es demasiado libre. La revolución del tiempo y el amor. La lengua, con cierto cinismo, permite decir que una mujer no trabaja…El de las amas de casa es un trabajo que se ha resistido y se resiste a ser cuantificable en dinero, porque el dinero sólo es capaz de significar una parte menor de lo que ese trabajo es, ya que el dinero deja fuera al amor.
Una cosa que distingue a las madres de la Liga de la leche es su preparación. Mª Milagros nos dice que muchas de ellas son universitarias y tienen una profesión que han
decidido dejar en suspenso. Y que saben que se arriesgan a empobrecerse. Su fuerza reside en llevar su fuerza creadora a otro lugar del mundo, que no es ni la empresa
capitalista ni la función pública, sino la casa. La casa está en la historia, no es inamovible. Ellas lo saben y están haciendo ahí su principal apuesta.
Y es que, históricamente, las mujeres han hecho grandes cosas dentro de las paredes de una casa. No han salido en los libros de Historia, pero, gracias a ellas, hombres y mujeres han podido salir adelante. Las mujeres se han movido en espacios reducidos, íntimos, pero han generado vida y la han mantenido. Han cuidado hasta el mínimo detalle todo lo que había a su alrededor. Han mantenido hogares llenos de luz y de calor. Han hecho cosas increíbles para sacar adelante sus familias, y han velado siempre por la unión y por el bienestar.
Y ahora me vuelvo a acordar de mi madre, y de que, en los años sesenta, las mujeres dejaban de trabajar fuera de casa para dedicarse a sus hijas e hijos. Y así me crié yo, ajena a todo lo que representa la cara oscura de la vida, creyendo, tal vez, que todo iba a ser tan plácido como el útero materno.
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