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Textos de la Era de la Perla

La violencia de tantos hombres contra las mujeres

EL ASESINATO DE JO COX: LAS MUJERES NO SABEMOS CUÁNTO NOS ODIAN LOS HOMBRES

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MARÍA-MILAGROS RIVERA GARRETAS

EL ASESINATO DE JO COX: LAS MUJERES NO SABEMOS CUÁNTO NOS ODIAN LOS HOMBRES

Jo Cox era una diputada laborista del parlamento británico cuando fue asesinada por un hombre en una calle de Londres el 16 de junio de 2016, durante la campaña de medio país contra el otro medio sobre la permanencia del Reino Unido en la Unión Europea. No fue solo un asesinato sino también y sobre todo un delito de odio de un hombre contra una mujer. El asesino, fuera el detenido u otro, se ensañó con Jo Cox: disparó contra ella, la apuñaló repetidas veces y pisoteó su cuerpo. Disparó, apuñaló y pisoteó el cuerpo más sagrado de la creación, el femenino, depositario de la vida y de la lengua. Jo Cox tenía entonces 41 años.

De mi tiempo de toma de conciencia feminista hace muchos años recuerdo el impacto que tuvo el mí la lectura de una frase de Germaine Greer en su libro The Female Eunuc (1970). La frase decía: “Las mujeres no sabemos cuánto nos odian los hombres”. Me estremeció el leerla, porque tampoco yo lo sabía. Y he procurado vivir recordándolo lo menos posible, porque no me sentía capaz de atenerme a las consecuencias.

¿Por qué tántos hombres odian a las mujeres? Porque en nuestras sociedades postpatriarcales se libra a diario entre mujeres y hombres una batalla necesaria y difícil por lo simbólico, es decir, por el sentido de la realidad, de la vida, de las relaciones, de las cosas, de la felicidad, el amor, el deseo y la política, que son lo más importante que tenemos. Es una batalla entre el sentido de la realidad fiel al orden simbólico de la madre y el relato de la realidad construido por el régimen masculino de significado, ahora postpatriarcal. Sin que esto quiera decir que todas las mujeres o todos los hombres libren su batalla en el campo de su propio sexo, porque la libertad humana existe y es, en primer lugar, libertad simbólica. En las sociedades patriarcales esta batalla era menos visible porque había sido ya ganada por los patriarcas, aunque nunca del todo, precisamente porque el orden simbólico es de la madre.

Un ejemplo evidente hoy de la batalla por lo simbólico es el relato del asesinato y vejación del cuerpo de Jo Cox que circulaba ya, infiel a los hechos, en los medios de comunicación mundiales un día después de que el vil asesinato ocurriera. Si las primeras noticias hablaron de vejación, las segundas ya no: el “cuánto nos odian los hombres” tenía que quedar fuera del relato. Las puñaladas y el pisoteo fueron omitidos y sustituidos por el “crimen político”, aunque el delito y sus modos fueran de lo más apolítico que hay. La atención fue desviada hacia el llamado brexit y hacia la política (esta, sí, política) de Jo Cox en favor de las refugiadas y refugiados de la guerra de Siria. El odio y el ensañamiento de un hombre debía quedar oculto y su expresión y memoria, prohibidas. ¿Por qué? Porque aunque todavía no sean capaces de ponerlo en palabras ni tampoco de extirparlo de sus vidas, de sus metarrelatos, de sus literaturas, de su publicidad, de sus películas, de sus conversaciones, sus chistes, sus televisiones o sus blasfemias, cada vez hay más hombres que se avergüenzan del antiguo odio masculino a las mujeres y que quieren vivir sin él. Y porque se empieza a reconocer y a temer que si las mujeres tomamos conciencia de ese odio masculino, estallará la revolución pendiente en la política sexual.

1. La mujer eunuco, Barcelona, Kairós, 2004.

Universidad de Barcelona
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