Textos de la Era de la Perla
La violencia de tantos hombres contra las mujeres
MARÍA-MILAGROS RIVERA GARRETAS
Gobernar las vulvas: la tragedia de Carmen, la Antígona de la sexualidad libre
(Imagen: Marta Vergonyós. (Proyecto de artista. Rev. DUODA 49. Oct. 2015)
He pasado últimamente por dos experiencias de esas que, de pronto, se conectan entre sí sin tener en apariencia nada que ver. Una ha sido la grabación de números teatrales breves de un grupo de mujeres que buscan con Beatriz Santiago y Marta Vergonyós expresiones de la política sexual en las que la vulva esté libremente. La experiencia ha sido una prueba de que el feminismo está vivo y alcanzando grados altos y nuevos de expresión. La otra ha sido una versión en flamenco de la tragedia Carmen, la cigarrera atemporal de Sevilla, que he visto con una amiga, Ana Mañeru. A esta fuimos porque la prensa decía que su primera bailarina y responsable del grupo había hecho una versión inspirada en María Zambrano y Simone Weil. Aunque dudamos de si nos habíamos equivocado de teatro (las filósofas no comparecían), la interpretación resultó ser un relato buenísimo de la implantación del patriarcado y de mucho del porqué de la persistencia de la violencia masculina contra las mujeres.
El relato tenía todos los ingredientes de Antígona y, además, el de la sexualidad. Antígona es la heroína que al principio del patriarcado griego clásico fue condenada a ser enterrada viva por mantenerse fiel a la genealogía femenina y materna prepatriarcal en la que había nacido. Carmen es la mujer que ha sido dada a luz y vive en una sociedad femenina que reconoce autoridad a la madre y en la que las mujeres gobiernan la sexualidad gobernando y administrando ellas sus propias vulvas. Carmen, la más bella y capaz de su momento y sitio, se sale de madre entrando en competencia con la mujer a la que es reconocida más autoridad, e intentando suplantarla. Traslada entonces su lealtad política a la sexualidad masculina y empieza la tragedia. Su ligar con el hermano de su marido ya no es libre ni está autorizado (suena la canción De los cuatro muleros) sino encadenado y delictivo. En una escena fortísima, Carmen da su vulva (una rosa o flor roja) a su cuñado y este, feliz, saborea su triunfo. La fratría que anuncia el patriarcado actúa y lo detiene. Carmen le visita en la cárcel de noche y, seducido el carcelero, intenta inducir a su amado al fratricidio dándole una navaja. Aparece después un torero que corteja a Carmen y esta, como era propio de la sociedad femenina prepatriarcal y libre en la que había nacido, cambia el amor anterior por este. Llegan entonces los presentimientos negros de tragedia a los cuerpos de las mujeres. Finalmente, el amante desdeñado, en un combate feroz y a solas con Carmen, que ahora viste entera de rojo sangre, la asesina a navajazos con el arma que ella misma le había proporcionado. Como sucede varias veces al día en nuestros días, según suele informar toscamente la prensa.
Absolutamente nada que ver con el texto del programa de mano que decía que Carmen es la mujer que todo hombre anhela tener. ¿O anhela tenerla para matarla?
El patriarcado no es algo escondido en la oscuridad de los tiempos. El patriarcado está en el presente. Lo está, ya no como estructura política o, mejor, prepolítica, porque en nuestro tiempo el patriarcado ha terminado. Está como violencia descontrolada y feroz. Por eso la gente vamos a ver obras como Carmen o Medea o Antígona y por eso son representadas una y otra vez desde hace dos mil quinientos años. Su mensaje es político y es de política sexual, fundamento de la política. Son obras que le advierten a una mujer de los riesgos de acabar en tragedia si abandona la genealogía materna y cede su vulva, o sea, su sexualidad femenina libre, al hombre. Porque la sexualidad, para una mujer, es placer, es, en su caso, continuidad de la eternidad de la creación y es, en todos los casos, ser, existencia simbólica y, en cuanto tal, condición necesaria para la libertad y la felicidad.
Para acabar con la violencia masculina contra las mujeres volviéndola, otra vez, impensable, es aconsejable guardarse la vulva para sí, conocer su trascendencia, aprender entre mujeres a disfrutarla y a gobernarla, y cualquier otra cosa que se nos ocurra. En la tragedia Carmen, resulta espeluznante y revelador que el hombre (enamorado, dice), al apuñalarla pronuncia, vengador repugnante de odio, esa palabra que desde entonces y cada vez más está continuamente como insulto o blasfemia en la boca de muchos y muchas para referirse a la mujer prostituida, a la mujer vencida. Esta es la clave semiolvidada del patriarcado: su dividir y clasificar a las mujeres en públicas y privadas, o sea, prostituidas y esposas por ley.
El hombre que en la tragedia Carmen remata la faena de usurpación de la vulva, es un torero. Resulta extremadamente ridículo en escena, pero es así y lo es por algo. Entiendo que es el mejor y el más valiente, como san Jorge, el caballero medieval por antonomasia que, matando el dragón mata el orden simbólico de la madre y deja como rastro la rosa o vulva que el hombre, su nuevo propietario, regala a la mujer el día de la fiesta. Por la iconografía medieval sabemos seguro que el dragón o, mejor, la dragona es la madre. Pero ¿cuál es la conexión entre el toro y la vulva? Él ofrece su trofeo ceremoniosamente, si lo obtiene, a la reina de la fiesta. Pero ¿por qué? ¿Es el toro la madre potente, autorizada? Quizás quien lo sepa me lo podría decir.
Ver también el primer texto sobre el tema: Vulvas sí / vulvas no. La libertad femenina no se deja prohibir
María-Milagros Rivera Garretas http://www.ub.edu/duoda/web/es/textos/1/177/
Dos días antes del comienzo del carnaval de 2016, la alcaldesa de Madrid prohibió que salieran a la calle las tres carrozas dedicadas al deseo femenino que el propio ayuntamiento había encargado con la intención de cumplir con su deseo de que del carnaval de este año las mujeres fuéramos las protagonistas. Para una de las carrozas se había preparado una vulva azul muy grande y artística con sus labios, tornasolados y perlas: azul porque seguía la tradición del manto de la Inmaculada y, con el azul, su inclinación virginal y celeste. Mujeres de los trece distritos de Madrid habían trabajado durante meses en la elaboración de otros motivos que expresaran el deseo femenino, motivos entre los que había vulvas de todo tipo y color. La alcaldesa declaró que las carrozas podrían salir el año que viene, pero que ella no se montaría en la de la vulva. Seguir leyendo: http://www.ub.edu/duoda/web/es/textos/1/177/
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