Textos de la Era de la Perla
Llenando el mundo de otras palabras
MARÍA-MILAGROS RIVERA GARRETAS
Queda la política de las mujeres
Anoche, contemplando desde la cocina el eclipse de la luna, oí por azar en la cadena SER el resumen-estrella que hacía un tal Ramoneda del curso político en España que acabará estos días. El periodista glosó los muchos accidentes vividos desde septiembre en la política masculina o política segunda, entre ellos los avatares del Parlament de Catalunya, su declaración de independencia, las continuas muertes de inmigrantes en el Mediterráneo, las dificultades del gobierno para gobernar, las múltiples traiciones y corrupciones de unos y de otros y, finalmente, la sorprendente noticia de que lo único que queda son los movimientos feministas y femeninos. Es verdad. En Duoda, y no solo en Duoda, llevamos tiempo diciéndolo.
Pero se agradece. Porque la revolución de sentido es descomunal. En la noticia no había ni condescendencia del tipo “la reserva moral de Occidente” de Ortega y Gasset, hoy conocido como maestro de María Zambrano, ni había tampoco miedo, miedo al final del patriarcado, miedo del tipo del que ha llevado últimamente a otros a insinuar, por ejemplo, que el terrible crimen múltiple de La Orotava (Tenerife) del 14 de julio fue cometido o planificado por su primera víctima, la madre, madre de las dos niñas también asesinadas, asesinadas junto con su perrito por alguien, presuntamente el marido, que evidentemente aborrecía lo femenino y se colgó de un artilugio friamente montado en el techo de casa. Una vez más, se podía haber suicidado antes.
¿Por qué queda la política de las mujeres? Porque es la política primera, la que ha estado y está siempre ahí, la de las relaciones, la de las prácticas de creación y recreación de la vida y la convivencia humana, la del conflicto relacional que puede ser enorme pero no es a muerte, no es guerra para destruir lo otro, lo que molesta, sino para hacerlo practicable. Vale la pena recordar que el presunto asesino de La Orotava era excombatiente de Afganistán. Lo cual me trae a la memoria la impresionante película “La escala” (Voir du pays, Francia 2016), con guión de las hermanas Muriel y Delphine Coulin, historia trepidante que conecta con maestría femenina la violencia feroz de esa guerra, y de todas, con su raíz más profunda, la violencia contra las mujeres. La violencia masculina contra las mujeres sostenía y era sostenida por el patriarcado. El final del patriarcado ha dejado a los hombres sin ley y sin sentido, hasta el punto de que algunos vuelven la violencia contra sí mismos, reconociendo su culpa, aunque demasiado tarde.
La política de las mujeres ha vuelto impensable la violencia masculina contra nosotras. Primero como ginecotopía, que no utopía, ya que utopía es un “no lugar” y ¿quién quiere eso? Muchas autoras del pasado han pensado y descrito comunidades políticas de mujeres, desde Cristina de Pizán en La Ciudad de las Damas hasta Charlotte Perkins Gilman en Herland (El País de Ellas) con su divertida y pacífica respuesta: contra la violencia, anestesia.
Y ahora ¿cómo? Ahora, cuando las mujeres estamos en todos los sitios del mundo en los que queremos estar, no necesitamos irnos a otro lugar para vivir sin violencia. Lo que queremos es vivir sin violencia en este mundo, mundo que sentimos todo como propio. Queremos que los violentos dejen de serlo o... se vayan.
De la política de las mujeres habla el máster en Estudios de la Diferencia Sexual de Duoda. Hablará su Seminario de primavera del 10 y 11 de mayo de 2019, dedicado a El cuerpo se confiesa: el incesto. Hablará, en otoño próximo, el Grande Seminario de Diotima (Universidad de Verona), titulado “Inclinarse hacia la política de las mujeres” rompiendo todo equilibrio igualitario, equilibrio que es fuente de violencia.
(29/07/2018)
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