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Texts de l'Era de la Perla

Presentació de la Revista DUODA

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ANNA RITA RONZONI

Rev. DUODA 53 Presentació

Llibreria Pròleg. 15 de març de 2018

La casa-regazo, centro y margen de la historia, la nuestra




“Un lugar que es enraizamiento y morada: el estar cerca de sí, un pertenecerse, por así decir, absoluto que precede y, más bien, permite hacer otras cosas a partir de ahí”

Monica Farnetti


Me hubiera gustado mucho estar ahí con vosotras, en presencia, en Barcelona. Tenía planeado un viaje en marzo, pero empezar un nuevo trabajo me ha obligado a cambiar de plan.
Escribo, de hecho, desde el Cairo y agradezco a Isabel Ribera que haya transformado en realidad este deseo, mío y suyo, de estar hoy ahí, de que mis reflexiones sobre el número 53 de la revista Duoda lleguen a vosotras.
Deseo hablar de la conferencia “La genealogia femenina de la casa natal” de Laura Mercader para el seminario de mayo de 2017: “Soñar la casa y sus fantasmas”.
Las palabras de Laura, así como las de Monica Farnetti en “En la morada quieta, tejiendo y riendo”, han abierto espacios nuevos de reflexión, y sacado a la luz cosas que estaban esperando pacientemente – o menos – el tiempo justo para salir.
Lo que me gusta más es que en la revista están citadas las intervenciones de las conferenciantes y también las preguntas y los comentarios de todas las mujeres que participaron en el Seminario. Un trabajo paciente para recoger las palabras de cada una de nosotras, memoria histórica y gesto simbólico: affidamento y acogida de las palabras, del lenguaje, da las experiencias femeninas.
“La casa es la relación con la madre”, dice Laura Mercader, “No es metáfora de la madre, no es su sustituta sino su memoria: la recuerda y, por la imagen del recuerdo o del sueño, la revive”.
La casa es cuidadora de la relación con la madre, la representa en los objetos que la habitan. Objetos tocados y dispuestos por la madre, aprendidos en la forma y en el lenguaje durante la infancia de niña iniciada por la madre, mi madre, en el descubrimiento del mundo entre los muros de la casa antes y fuera de ellos, después.
Enraizamiento y morada, lugar seguro de volver a sí, cuando parto y me alejo para ir a otros lugares. Muchas veces la casa fue mi salvación. Tener la posibilidad de volver al lugar donde fui parida e iniciada al mundo. La casa es el centro, el enraizamiento, el hogar, y al mismo tiempo el punto de partida, el margen desde el cual asomarse al mundo. Margen que como plantea Bell Hooks, se hace lugar político “un lugar para la producción de un discurso contra-hegemónico, que no solo se encuentra en las palabras, sino en los hábitos del ser y en la manera en que vivimos”
Correspondencia entre casa y vida, donde las palabras, los objetos, las experiencias se encuentran, donde el cuerpo se hace extensión del lenguaje y viceversa, y cada cosa, aunque portadora de una identidad propia, tiene sentido por el hecho de estar en relación.
En muchos sentidos Duoda es mi casa, habitada por madres y hermanas que me han acompañado y siguen en un camino de transformación, hecho de ida y vuelta, de hacer y deshacer, de habitar los espacios: casas y calles, ciudades y países en el mundo a partir de mí, ser sexuado en femenino.
La casa soy yo, la casa es en mí. Habito y soy habitada. Vivo los espacios y soy vivida, en una relación constante entre mi ser mujer y el mundo alrededor, en la cual soy transformada y transformo.
Espacios creados con cuidado. Laura habla del “síndrome del nido”. Entiendo bien a lo que se refiere: “el gusto por limpiar y arreglar la casa o el cuarto de la criatura que está por llegar, indica la conciencia ancestral de que el lugar de la vida en el que entramos en relación con la madre ha sido colocado en un lugar de esperanza. Pero no solo. Poner en su lugar la esperanza de la criatura –cuarto, cuna– es esencial para que la madre la invista psíquicamente, permita que tenga lugar dentro de sí. Este lugar, con los enseres de la casa material, configuran la relación entre la madre y su criatura, crea la casa natal”
Como madre viví la experiencia de dar la vida, a través del parto sí, pero también antes de él, cuando he deseado mi cuerpo de mujer hacerse dos, dar espacio físico, psíquico y simbólico a otro ser, para que llegue al mundo.
He generado y fui generada por la fuerza femenina de la creación.
La casa donde nací no la recuerdo. Nací en Roma, pero cuando tenía dos años mi padre decidió que él, mi madre y yo, íbamos a ir a vivir a su pueblo natal.
Mi madre sufrió muchísimo por esta decisión, ella amaba la ciudad, se sentía libre allí. Como niña y después como chica absorbí todo su malestar, el haber sido erradicada de ese espacio privilegiado de relación entre madre y niña. Muchas veces soñé mi casa natal, los espacios vividos demasiado poco, que intenté reconstruir a través de las fotos y de los recuerdos de mi madre: la barandilla pequeña, el salón con el televisor gigante, el cuarto de mi madre.
Durante el seminario, gracias a las palabras mediadoras de Laura y Monica, y de las otras, apareció el camino: viajar con mi madre y mis niñas, volver a la casa natal: físicamente, simbólicamente. Celebrar nuestra casa, nuestro lugar de relación femenina, donde mi madre y yo nos encontramos, miramos, tocamos y amamos por primera vez.
“Esta es la libertad de la genealogía femenina a la que me he referido antes” dice Laura “Una libertad compartida que explica e incide en que la casa natal es de las dos. Políticamente hablando, la casa post-patriarcal es ésta, la de las hijas que dan lugar interior a las madres cuando estas no lo han podido hacer para ellas, y así rompen cadenas genealógicas para las generaciones femeninas futuras. Porque la libertad femenina se hereda por las venas del alma. Para no cultivar patriarcas hay que disponer de una buena carga genética de libertad”.
Lo que para el patriarcado es un lugar de opresión se transforma por efecto de la relación entre mujeres en espacio de libertad.
Casa de iniciación femenina, de volver a nosotras. Casa de los ciclos, de las estaciones de la vida, en relación y en soledad, en los momentos de búsqueda y de reposo.
Espacio político, donde nosotras, las mujeres, en los cuartos secretos, encontramos el sentido de nuestro ser, de nuestro conocimiento profundo que se transmite con las palabras y los gestos femeninos desde siempre. A través del amor, la maternidad, el oficio, la sabiduría.
Casa, placenta, regazo, que como dice Luce Irigaray , citada por Laura: “posibilita la relación nutricia entre la madre y el feto. Órgano fundador de la relación porque no pertenece exclusivamente ni a la madre ni al feto”
Relación que une, pero no ata, que autoriza en vez de desautorizar.
Casa-regazo, don de la vida que me ha hecho mi madre, ofreciéndome la posibilidad de ponerme en relación con el mundo, acogerlo más allá de la Historia oficial. Una historia separada, hecha de miradas cómplices, de gestos expertos y sabios.
“Caer en el regazo de la vida madre que todo permite” (María Zambrano), abrirse a lo imprevisto, al amor en el signo de la diferencia, del reconocimiento para el regazo, donde la vida se genera.
Casa-regazo acogedora, amor y piedad, elemento femenino de la posibilidad y de la esperanza.

Universitat de Barcelona
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