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Texts de l'Era de la Perla
Omplint el món d'altres paraules
ANTONIETTA POTENTE
Ni l’un ni l’altre
Imagen de Delly Potente (2022)
Mi Triunfo duró hasta que los Tambores
Hubieron dejado solos a los Muertos
Y entonces yo dejé caer mi Victoria
Y reprendida me escabullí
Adonde las Caras acabadas
Volvieron sobre mí Conclusión
Y entonces odié la Gloria
Y deseé que yo fuera Ellas.
Lo que está por ser es descrito muy bien
Cuando además ha sido –
Si la Perspectiva pudiera saber a Retrospectiva
Las Tiranías de los Hombres
Serían más Tiernas, más divinas
Hacia lo Transitivo –
Una contrición de Bayoneta
No es nada para los muertos –
(Emily Dickinson, poema 1212)
No hay que preguntar a la diplomacia para entender de qué parte estar: Rusia o Ucrania. Cada guerra nos plantea siempre este dilema, pero este dilema es falso porque desde el momento en el que tú estás con uno o con otro, estás alimentando un conflicto que sabe expandirse hasta las últimas consecuencias. Lo que sentimos las mujeres es el dolor y solo el dolor frente al enésimo ejemplo de lo que significan las bodas celebradas entre el patriarcado y el poder. Putin y Zelnskyj son dos patriarcas que dicen proteger a sus propios pueblos. Como todo patriarca y “paterfamilias” cree defender su propia casa, sin saber lo que en la casa se vive. ¿Por qué periodistas y diplomáticos no preguntan a las mujeres qué sienten cuando se desangra su vientre por la muerte de sus propias hijas, hijos, esposo? ¿Por qué en vez de preguntarnos a nosotras mismas de qué lado estar, no nos quedamos a escuchar nuestro sentir dolor al solo pensar en que la vida de un pueblo no es la de un apartado institucional sino la vida sentida y amada? En la guerra se pierde lo que es de verdad vivir. En la guerra entre Rusia y Ucrania no perdemos solo algunos beneficios económicos; y es muy poco manifestarse apagando luces para decirle a Putin que sin sus recursos naturales podemos vivir. Es mentira. Quien ha apagado la luz luego la prendió para ir al baño, para ir a dormir, para cargar su móvil y poder comunicarse el día después. En la guerra se pierde mucho más que los recursos naturales; más bien se pierde la vida, esa vida hecha de sentir placer que tanto queremos nosotras las mujeres. Se pierden flores, árboles, se pierden miradas amigas, se pierde belleza, ese goce que solo lo cotidiano sabe brindar. Los perfumes de un lugar, la risa, el gusto de aprender, el gusto de celebrar, de rezar no por miedo sino para agradecer. La prensa sigue mostrando de modo patético las fotos de casas destruidas. Una destrucción total de muebles, cuadros, fotos recuerdo arrasadas por el viento. Mas estas imágenes no son patéticas, son reales; es lo que hace una guerra: mata la vida de las personas, también la de aquellas personas que nunca resultarán muertas o desaparecidas. Protagonistas de este juego pervertido son esos dos patriarcas, que creen ser dueños de la vida de sus pueblos. Si Europa piensa apoyar uno u otro, seguirá la misma violenta lógica de la guerra y sus horribles motivaciones patriarcales: reparto de poder y territorio.
Volvieron sobre mí Conclusión
Y entonces odié la Gloria
Y entonces odié la Gloria
(4 de marzo 2022)
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