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La Biblioteca de mujeres de Madrid ¿dónde está el enemigo?

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MARÍA-MILAGROS RIVERA GARRETAS

La Biblioteca de mujeres de Madrid ¿dónde está el enemigo?

Para Ana Domínguez Loschi, que al terminar la performance de la que hablo en este texto me preguntó: y ahora ¿qué hacemos?

He estado en la acción o performance organizada por la librería Mujeres&Compañía y amigas de la Biblioteca de Mujeres para expresar el deseo de muchas feministas de que los fondos de la Biblioteca, reunidos desde 1985 por Marisa Mediavilla y otras, encuentren casa (unos 2000 metros cuadrados) y dejen de estar guardados en cajas en las dependencias del Museo del traje. La acción ha sido una marcha pacífica de dos filas de mujeres serias, cada una llevando puesta una esclavina o banda rosada y en las manos una caja vacía de cartón con el nombre de una escritora. La marcha ha salido de la caseta 94 de la Feria del Libro de Madrid y ha procedido en silencio hasta la sala general de actos. Al llegar ahí, hemos depositado las cajas en el suelo, modificando varias veces los perfiles de los montones. Luego ha habido dos actos públicos en la carpa, y el regreso con las cajas a la caseta. La acción ha sido sencilla pero eficaz. Por el camino, he oído decir a una que nos miraba “Son escritoras femeninas” (¿sugería que las hay masculinas?) y a uno “Es un desfile de escritoras” (las ha frecuentado tan poco que los nombres de las cajas le parecían los nuestros).


La acción no ha sido una performance reivindicativa sino la expresión de un deseo (de momento) frustrado. No ha habido gritos ni consignas ni acusaciones ni rabia. Ha sido también la expresión de una imposibilidad cuyas consecuencias habrá que verlas. ¿Imposibilidad de qué? De abrir conflicto con las mujeres políticas que no hacen política de las mujeres. Ni la alcaldesa de Madrid ni la directora del Instituto de la Mujer (organismo que tiene ahora la posesión legal de los libros) han mostrado inclinación alguna ni a proporcionar un local ni a colaborar entre sí para hacer posible la Biblioteca. Ni una ni otra conecta con el deseo femenino porque ya no lo tienen. Han olvidado su origen, deportadas en el deseo masculino y sus luchas sangrientas por el poder. No saben nada, porque probablemente no son lectoras de Simone Weil, de la impotencia del poder, sabiduría imprescindible para gobernar con amor; si lo aprenden, suele ser demasiado tarde.

La que conoce la impotencia del poder, que va siempre unida a su potencia, sabe que no puede permitirse despreciar ni pasar por alto el deseo de las mujeres.

En el feminismo del último tercio del siglo XX, bastaba con decir “el enemigo principal” para que nadie dudara de quién era. Ahora, el conflicto está abierto entre mujeres: entre mujeres deportadas en los residuos del patriarcado y mujeres fieles a su deseo femenino. Carla Lonzi, en su libro precioso Escupamos sobre Hegel, denominó a unas “mujeres vaginales” y, a las otras, “mujeres clitóricas”, sexual y ontológicamente hablando. No es cosa de poco.

Se dice que Hillary Clinton perdió el pasado noviembre las elecciones a la presidencia de los Estados Unidos de América porque una cantidad significativa de mujeres fue poco a poco abandonándola y no la votaron o no votaron. Sintieron paulatinamente, al parecer, que en los laberintos del poder Hillary había perdido la radicalidad que antes las había enamorado, o sea, había perdido el arraigo en su deseo femenino original. La profesional de la política que crea que las mujeres ya no cuentan o que el feminismo está archivado, se equivoca. El deseo femenino libre, fundamento del feminismo, perdura infinitamente, y el no escucharlo tiene precio, porque es una medida pura de lo verdaderamente político. Es una fuerza de consecuencias imprevisibles.

Después de abandonar a Hillary ¿qué estarán haciendo esas norteamericanas? ¿Qué hacer aquí ahora para tener la Biblioteca de Mujeres? Primero, identificar al enemigo. Después, la fidelidad al propio deseo. Porque “el deseo desequilibra siempre”, como escribió en 1995 Lia Cigarini en un libro feminista lleno de sabiduría y de práctica política titulado precisamente La política del deseo. El deseo, si se escucha y se cuida, inspira la acción.

(27 mayo 2017)

Universitat de Barcelona
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