La diferencia de ser mujer

Investigación y enseñanza de la historia

Área: Temas

El amor al conocimiento: Mary Astell, Julia Cabaleiro Manzanedo.
    Documentos:
  • A Serious Proposal to the Ladies. Mary Astell.

A Serious Proposal to the LadiesflechaMary Astell.

Part II, Fragmento
Signatura
A Serious Proposal to the Ladies, Part II, Londres, 1697.
Ediciones
Editado con introducción y notas de Patricia Springborg, Londres, Pickering & Chatto, 1997, pp. 179-180.
Traducciones
Traducción castellana en Margaret L. King, Mujeres renacentistas. La búsqueda de un espacio, Madrid, Alianza Universidad, 1993, p. 294, revisada y completada por Caroline Wilson.
Regesto
La autora sintetiza en este fragmento el sentido que sostiene la propuesta educativa que dirige a las mujeres y que se distancia del modelo masculino socialmente establecido.
Versión

Los Hombres, por lo tanto, pueden seguir disfrutando de sus prerrogativas por nosotras, nuestra intención no es entrometernos en ninguno de sus Privilegios Legítimos, nuestra única objeción será que no nos superen en promover la Gloria de quien es Señor tanto de ellos como de nosotras; y ya que la mayoría no se opondrá en este asunto, no les provocaremos al intentar ser mejores Cristianas. Pueden ocupar sus Cabezas con Asuntos del Estado y emplear su Tiempo y su Fuerza en tratar de agradar a un Amo desconocido o a las Multitudes. Nuestro único interés es ser Monarcas absolutas en nuestros propios Senos. Ellos podrán si les agrada discutir sobre la Religión, con tal de que nos permitan Entenderla y Practicarla. Y mientras ellos disfrutan de la gloria sin par de hablar tantos idiomas como Babel, nosotras sólo deseamos expresarnos pertinente y Juiciosamente en Uno. No lucharemos con ellos en la lectura de los Autores ni fingiremos ser Bibliotecas ambulantes siempre y cuando nos permitan un Conocimiento competente de los Libros de Dios, Naturaleza quiero decir y de las Sagradas Escrituras: Y mientras ellos se instruyen en el Conocimiento del Mundo y experimentan todos los placeres y vicios triviales del mismo, nosotras sólo aspiraremos a conocer íntimamente nuestros propios Corazones. Y seguro que el sexo complaciente y benevolente no nos lo negará; ni pueden ellos que tienen tan reconocido su propio Mérito abrigar la menor sospecha de que les superaremos. Es por algún otro motivo que ponen objeciones contra nuestra Propuesta, pero cuál es no intentaré adivinarlo, ya que ellos no creen conveniente decirlo ni declararlo.

Transcripción

The Men therefore may still enjoy their Prerogatives for us, we mean not to intrench on any of their Lawful Privileges, our only Contention shall be that they may not out-do us in promoting is Glory who is Lord both of them and us; And by all that appears the generality will not oppose us in this matter, we shall not provoke them by striving to be better Christians. They may busy their Heads with Affairs of State, and spend their Time and Strength in recommending themselves to an uncertain Master, or a more giddy Multitude, our only endeavour shall be to be absolute Monarchs in our own Bosoms. They shall still if they please dispute about Religion, let ‘em only give us leave to Understand and Practise it. And whilst they have unrival’d the Glory of speaking as many Languages as Babel afforded, we only desire to express our selves Pertinently Judiciously in One. We will not vie with them in thumbing over Authors, nor pretend to be walking Libraries, provided they‘ll but allow us a competent Knowlege of the Books of GOD, Nature I mean and the holy Scriptures: And whilst they accomplish themselves with the Knowlwgw of the World; and experiment all the Pleasures and Follies of it, we’ll aspire no further than to be intimately acquanited with our own Hearts. And sure the Complaisant and Good natur’d Sex will not deny us this; nor can they who are so well assur’d of their own Merit entertainthe least Suspicion that we shall overtop them. It is upon some other account therefore that they object against our Proposal, but what that is I shall not pretend to guess, since they do not think fit to speak out and declare it.

Temas: El amor al conocimiento: Mary Astell

Autoras

Julia Cabaleiro Manzanedo
Julia Cabaleiro Manzanedo

Nacida en La Coruña el 1952, es licenciada en Filosofía y Letras (Historia), máster en Estudios sobre las Mujeres y doctora en Pedagogía (“Didàctica de la història de les dones”, Universidad de Barcelona, 1999).

Desarrolla su investigación en dos vertientes: una está relacionada con los movimientos de espiritualidad femenina; la otra está centrada en la educación y la didáctica de la historia.

Además de diversos artículos publicados en libros y revistas, es autora de Paraules de dones en la premsa comarcal (primer terç del segle XX) (Ajuntament de Sant Feliu de Llobregat, 2002) y coautora de Les beguines. La Raó il·luminada per Amor (Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 2002) y L’activitat femenina a Molins de Rei: les dones a la guerra civil (Ajuntament de Molins de Rei - Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 2003).

Introducción: La educación de las mujeres en el siglo XVII

Durante el siglo XVII, y bajo el impulso de las dos reformas religiosas, se produjo un incremento sustancial de la alfabetización, que también afecta a las chicas. Tanto los pedagogos como las diferentes órdenes religiosas reformadas, llevaron a cabo una amplia tarea de instrucción popular, entendida como premisa necesaria para una evangelización más seria.

Pero la calidad de la educación femenina había decaído de forma considerable. Las mujeres instruidas eran escasas e, incluso, familias que antes habrían dado a sus hijas una educación humanista, ahora sólo les enseñaban a bordar, bailar, cantar y tocar un instrumento. Muchas mujeres de la segunda mitad del siglo añoran, como Bathsua Makin, que “las mujeres habían sido educadas antiguamente en el conocimiento de las artes y las lenguas y que muchas de ellas ascendieron, por su educación, a una gran erudición”.

La educación de las mujeres suscita durante este siglo grandes controversias. Diversos tratados franceses, que se hacen eco de ellas, son a menudo traducidos de forma inmediata en Inglaterra. Los hombres considerados cultos debatían si las mujeres tenían o no derecho a la instrucción, al saber, a la verdad. A lo largo del siglo XVII, se pensaba que no era apropiado para las mujeres llegar a ser cultas como los hombres. Más bien, se concebía el acceso al conocimiento como un peligro o una pérdida del concepto de feminidad que la sociedad patriarcal había ido construyendo, una concepción, por otra parte, aplicable prácticamente a cualquier época histórica. No es extraño, pues, que las Preciosas, mujeres cultas que mantenían y animaban salones literarios, fueran ridiculizadas por –entre otros- Molière, en obras como Les precieuses ridicules. Poulain de la Barre -un defensor de la igualdad de los sexos y del derecho de las mujeres a la educación- refleja en su obra La educación de las damas las críticas que se les dirigían. Incluso en España, donde el nivel de instrucción no llegaba al de otros países europeos, Quevedo escribió La culta latiniparla, un texto en el que intenta ridiculizar a una mujer supuestamente culta por sus infidelidades.

El declive de la educación femenina en Inglaterra debe ponerse en relación, además, con los efectos del protestantismo, entre los que figura la desaparición de las instituciones monásticas, centros culturales y artísticos femeninos, así como la génesis de nuevas mentalidades vinculadas a una ética mercantilista.

Sin embargo, la lucha por la educación de la mujeres tiene en Anna Maria van Schurman o en Aphra Behn dos representantes muy significativas. Además, mujeres como la ya mencionada Batshua Makin o Elisabeth Elstob sostuvieron con su vida la posibilidad de permanecer solteras, activas intelectualmente e independientes económicamente. Todas ellas contribuyeron a delinear un modelo de vida, que en el caso de Mary Astell alcanzará, además, la teorización y la propuesta.

La génesis de un deseo

Mary Astell (1666-1731), una mujer reconocida en su tiempo por su ingenio, elocuencia y erudición, creó en su vida un precedente que sería seguido por otras mujeres de la sociedad inglesa: el de la mujer instruida que elige vivir sola y en relación con otras mujeres, y en la que el deseo de saber toma cuerpo.

Nació en el seno de una familia burguesa, venida a menos, de Newcastle, una ciudad que, antes de la Reforma, había sido un importante centro de monaquismo, lo que constituye un referente que, muy probablemente, Mary intentará recuperar, dotándolo de un nuevo significado.

A la muerte de su padre, vivió en un hogar fundamentalmente femenino. Su tío fue su preceptor. Así, en un momento en que la mayoría de las mujeres eran analfabetas, ella recibió una educación que comprendía estudios de filosofía, matemáticas y algunas lenguas modernas. Por su obra se puede deducir que poseía conocimientos de teología, política, historia y literatura clásica. Vivió su juventud gozando de la soledad, absorta en el placer de la lectura.

Cuando tenía alrededor de veinte años, decide trasladarse a Londres con la intención de permanecer soltera y dedicada a la literatura, siendo muy consciente tanto de las limitaciones que la sociedad de su tiempo imponía a las mujeres como de la fuerza de sus propios deseos: los de un alma “nacida para más”, que aspira a la grandeza.

¿Qué haré? No pretendo ser rica o poderosa
ni cortejada o admirada
ni elogiada por mi belleza ni exaltada por mi ingenio
¡Ay! Nada de esto merece mi empeño o mi sudor,
ni puede contentar mis ambiciones;
mi alma, nacida para más, nunca se someterá a tales cosas,
sino que seré algo grande
en sí mismo y no en el aprecio del vulgo.

Un círculo de mujeres

En Londres se instala en el barrio de Chelsea, donde poco a poco se formará en torno a ella un círculo de mujeres,de amigas, que fueron a lo largo de los años sus compañeras más íntimas y su principal apoyo, tanto económico como emocional: lady Elizabeth Montague (a quien dedicó la edición de 1694 de su “Propuesta ...”), lady Catherine Jones (a quien John Norris, a petición suya, dedicaría las “Cartas relativas al amor de Dios” de 1695), Elisabeth Hasting, Ann Coventry ... Se trataba de mujeres aristócratas –contaban, por tanto, con abundantes ingresos propios-, que habían hecho una opción de vida semejante a la de Mary: habían decidido permanecer solteras o bien se habían negado a casarse de nuevo al quedarse viudas.

Compartían muchas cosas entre sí, desde libros hasta remedios caseros, pero todas reconocían la autoridad de Mary, por lo que puede decirse que la relación que establecieron poseía los dos ejes que Luce Irigaray señala como necesarios para que pueda existir un orden simbólico femenino. Este círculo femenino configuró un parentesco simbólico vehiculado por el amor y constituyó la única familia de Mary Astell.

Estas mujeres, que mantenían una red de relaciones de solidaridad con otras menos favorecidas económica y socialmente (ayudaban a viudas sin hogar, enseñaban a sus criadas a leer y a escribir o proporcionaban instrucción escolar a niñas de su familia), cuidaron de Mary durante los últimos años de su vida (a la edad de sesenta años, Mary Astell se retiró a casa de su amiga Catherine Jones, donde permaneció hasta su muerte en 1731). Compartían sus ideas sobre la educación de las mujeres y la apoyaron cuando, hacia el final de su vida, habiendo dejado de escribir, se dedicó a dirigir una Escuela de Caridad para hijas de militares retirados del Hospital de Chelsea, que existió hasta 1862. Fue ésta la única realización educativa que Mary Astell pudo llevar a la práctica, ya que su Propuesta no llegó nunca a materializarse.

Una propuesta educativa

Mary Astell es una de las figuras fundamentales en cualquier aproximación histórica al pensamiento de las mujeres sobre la educación femenina, gracias a su obra “Una propuesta seria para las damas, en beneficio de sus verdaderos y más altos intereses. Por una amante de su sexo” (1694).

Al presentarse como “una amante de su sexo”, Mary está manifestando de forma explícita, ya desde el título, cuál es el sentido más profundo que informa su propuesta educativa: el amor a las mujeres. Y, si bien a lo largo del texto afirma su autoridad con la utilización recurrente del pronombre “yo”, a menudo utiliza también el pronombre “nosotras” o la expresión “nuestro sexo”, presuponiendo unas lectoras, unas interlocutoras, exclusivamente femeninas. Se dirige directamente a las mujeres llamándolas “Ladys”, Señoras, y elaborando su escrito en forma de carta, lo que establece una interlocución inmediata. Propicia, así, la delimitación de lo que Diana Sartori define como un círculo hermenéutico sexuado.

La identificación con las personas de su sexo se presenta íntimamente unida a su compromiso personal por el progreso de las mujeres. Mary Astell estaba profundamente convencida de la legitimidad y la necesidad del desarrollo cultural de las mujeres, como única premisa que podría garantizar su libertad de elección. Por ello, quiso materializar la existencia de un espacio donde pudiera hacerse posible. Un espacio como el que las monjas de la época medieval habían construido en sus comunidades monásticas, para dedicarse a su propia formación, viviendo en relación y aisladas de los hombres.

Saber, felicidad y libertad

Lo que ella denominaba “monasterio” o, para no herir a los más escrupulosos, “retiro religioso”, carecería de la estructura jerárquica tradicional. No existiría ni abadesa ni confesor. Los vínculos entre profesoras y estudiantes serían los de la amistad y el afecto, una concepción que parece emanar de su propia experiencia de vida. Se trataría de un lugar orientado al desarrollo personal, en el que las mujeres podían permanecer el tiempo que deseasen. Se financiaría con el pago de 500 libras que aportarían las residentes, mujeres que vivirían en comunidad. Se reunirían diariamente para rezar y semanalmente para la misa y el ayuno. Pero, además de a la oración, las mujeres dedicarían el día a meditar, cultivar la amistad, a obras de caridad y a estudiar. Porque la comunidad que Mary Astell proyectaba obedecía más a un propósito académico que propiamente monástico. Su objetivo era que las mujeres pudieran convertirse en seres autosuficientes, tanto emocional como intelectualmente. La institución que ella proponía les permitiría separarse de la sociedad masculina para su propia bienestar y para poder prepararse para realizar trabajos productivos. Esta vida comunitaria y religiosa haría posible que gozasen de paz y felicidad:

¡Feliz Retiro! El que encontraréis cuando entréis en este Paraíso como el que perdió vuestra Madre Eva, donde festejaréis con los Placeres que, al contrario de los de este mundo, no os decepcionarán [...] aquellos que os harán verdaderamente felices ahora, y que os prepararán para que lo seáis perfectamente en el futuro. Aquí no hay Serpientes que os engañen mientras os divertís en estos deliciosos Jardines [...] El lugar al que estáis invitadas es Modelo y Antepasado del Cielo.

Mary Astell establece, pues, una íntima vinculación entre saber y felicidad. El deseo de saber, el amor al saber, va unido al goce que produce el conocimiento, un conocimiento que, además, se adquiere y desarrolla en un marco relacional femenino, un espacio de mujeres que recupera el paraíso perdido y que ella califica como “deliciosos jardines”, permitiéndonos evocar el “Hortus deliciarum”, la obra creada por Herralda de Hohenburg cinco siglos antes, no por casualidad, en un monasterio. Así, encontramos en Mary una concepción del saber que no separa amor y conocimiento. Y, aunque la reforma protestante rompe este vínculo al afirmar una racionalidad que separa y aísla la esfera emotiva de la que define como propia de la razón, ella se mantiene ajena a esta dicotomía.

El monasterio de Mary Astell proveería al reino de “damas piadosas y prudentes” que serían, a su vez, una inspiración para otras. Aquellas que se casaran estarían preparadas para educar a sus hijas e hijos y enseñarles a “vivir sabia y felizmente”. Podrían también hacer uso de sus conocimientos en sus relaciones con sus vecinos y en todos los asuntos de la vida.

Aquellas otras que no se orientaran hacia el matrimonio, podrían cumplir su propósito, un propósito como la educación y la enseñanza. Porque, como ella misma señala, el Mundo entero es la Familia de una Dama sola y las oportunidades de que le vayan bien las cosas no disminuyen sino que aumentan si es libre.

La relación con el saber

En el año 1697 apareció la segunda parte de la Propuesta, dedicada a la princesa Ana. En ella Mary Astell propone con detalle un modelo de aprendizaje y establece un plan general de estudios específicamente elaborado para las mujeres deseosas de saber. Un modelo y un plan que se alejan del modelo masculino socialmente establecido para incidir en el uso de lecturas selectas. Porque, para ella, el objetivo no consiste en adquirir una cultura escolástica ni unos conocimientos enciclopédicos. Le importaba menos la erudición que la capacidad de razonar y el método para aprender, para cuya adquisición señalaba como necesarios conocimientos de la lengua materna, lógica, matemáticas y filosofía.

Para obtener el Conocimiento, no se ofrecía un programa formal de estudios, sino una invitación a conversar y a la lectura de libros de filósofos contemporáneos –como Descartes y Malebranche- y de autoras como Anne Dacier y Madeleine de Scudéry, “Sapho”, para lo cual la lengua francesa sería suficiente.

El modelo educativo de Mary Astell se aleja, pues, de los parámetros establecidos por la conceptualización del saber dominante de su tiempo. No busca para las mujeres una equiparación en ese tipo de saber. Probablemente no tanto porque no le parezca posible, como porque no le resulte deseable, tal y como se desprende de las palabras citadas en el documento, dotadas de una carga irónica innegable. Más bien busca poder ofrecer un espacio en el que las mujeres pudieran realizar un recorrido libre y placentero, en el que el saber no se separe de la vida, sino que pase a formar parte de ella, la enriquezca y la transforme. Un saber generador de libertad.

Entre la Querella y la Ilustración

Mary Astell, situada histórica y cronológicamente entre la Querella de las mujeres y la Ilustración, representa ante ambas una posición singular, al teorizar y elevar a proyecto una práctica y un modo de vida propio, que se convierten en las bases que sustentan su discurso. Teoría y práctica, discurso y acción, se presentan, así, indisociados e indisociables. Astell proyecta y desea para las demás mujeres la posibilidad de algo que ha hecho realidad para sí. Es por ello que defiende la soltería con la convicción, vivida y experimentada, de que es un estado que, unido a la educación, puede constituir una manera de estar en el mundo gratificante y deseable.

Soltería y educación forman, pues, en May Astell un conjunto inseparable. Consideraba que en la educación radicaba la posibilidad de ofrecer a las mujeres una vía diferente al matrimonio, una vía que no estuviera centrada en los hombres, sino en sí mismas. Por eso deseaba que las mujeres llegaran a tener un poder total sobre sus capacidades intelectuales. Un deseo que no podemos circunscribir a la defensa de la igualdad intelectual de los dos sexos y del derecho de las mujeres a la educación.

Tanto en su vida como en su obra, Mary Astell da muestras de una gran independencia simbólica respecto al orden establecido de su tiempo. Ella no busca una medida en ese orden: lo conoce bien, desvela sus trampas con lucidez y sarcasmo, pero no pretende adecuarse a él. Por eso podemos decir que se sitúa en su mundo de una forma original.

Lo que ella busca y desea es libertad para las mujeres, libertad de elección, dice ella, que es en realidad la libertad de gestionar sus propias vidas de acuerdo al propio proyecto. Una libertad que se deriva de la educación, del saber, del conocimiento. Es el “más” al que aspira el alma de Mary Astell, un “más” que ella quiere situar en el horizonte de las mujeres, de cualquier mujer, para que habiten y actúen en el mundo, en ese mundo entero que constituye “la familia de una dama sola”.

Indicaciones didácticas

Es de especial importancia el análisis detallado del documento de Mary Astell, que nos permite determinar los principios que conforman su propuesta educativa, al igual que la comparación, que ella misma establece, con las características del modelo educativo masculino sancionado socialmente.

Así mismo, es interesante relacionar los principios de su proyecto educativo tanto con los rasgos más determinantes de la propia vida de Mary Astell, como con el modelo de saber y de cultura creado por las mujeres medievales en las comunidades monásticas.

Bibliografía: El amor al conocimiento: Mary Astell
  • COLLIN, Françoise; PISIER, Evelyne; VARIKAS, Eleni, Les femmes de Platon à Derrida. Plon, Anthologie critique, 2000.
  • KING, Margaret L. Mujeres renacentistas. La búsqueda de un espacio. Madrid, Alianza Universidad, 1993.
  • LEDUC, Guyonne, "Mary Astell et Daniel Defoe, auteurs de projets féministes pour l’éducation?" (Guyonne Leduc ed.) L’Éducation des femmes en Europe et en Amérique du Nord de la Reinaissance a 1848. L’Harmattan, 1997.
  • MARTINO, Giulio; BRUZZESE, Marina, Las filósofas. Las mujeres protagonistas en la historia del pensamiento. Madrid, Cátedra, 1996.
  • MATTHEWS GRIECO, Sara F. "Mary Astell, educadora y feminista". (Giulia Calvi, ed.) La mujer barroca. Madrid, Alianza Editorial, 1995.

Notas al texto

  1. Citado en Sara F. Matthews Grieco, p. 237.

  2. En Sara F. Matthews Grieco, p. 220.

  3. Fragmento traducido en Margaret King, p. 291.

  4. En el año 1700 Mary Astell publica “Reflexiones sobre el matrimonio”, un texto en cuya escritura utiliza de nuevo el humor, la ironía y el sarcasmo para, en este caso, desvelar y poner en evidencia los intereses sociales que servían para humillar y subordinar a las mujeres a través del reparto de poder que se daba en el matrimonio, una institución que ella denuncia como tiránica, vinculando la tiranía del estado con la de los hombres en las familias.

  5. Fragmento traducido en Margaret King, p. 293.

  6. La princesa Ana de Dinamarca (1667-1714), reina de Gran Bretaña desde 1702 hasta su muerte, conocida por su apoyo a las causas de las mujeres, estaba dispuesta a donar diez mil libras para la realización del proyecto de Mary Astell. Pero la intervención de la Iglesia, a través del obispo Burnet, consiguió que esta donación no tuviera lugar. Sin embargo, como señala Virginia Woolf (Tres guineas, Barcelona, Lumen, 1983, p. 40), “la reina Ana murió, el obispo Burnet murió y Mary Astell murió. Pero el deseo de fundar un colegio universitario para quienes pertenecían al sexo de Mary Astell no murió. Contrariamente se fortaleció más y más”.

  7. Citado en Sara F. Matthews Grieco, p. 237.

  8. En Sara F. Matthews Grieco, p. 220.

  9. Fragmento traducido en Margaret King, p. 291.

  10. En el año 1700 Mary Astell publica “Reflexiones sobre el matrimonio”, un texto en cuya escritura utiliza de nuevo el humor, la ironía y el sarcasmo para, en este caso, desvelar y poner en evidencia los intereses sociales que servían para humillar y subordinar a las mujeres a través del reparto de poder que se daba en el matrimonio, una institución que ella denuncia como tiránica, vinculando la tiranía del estado con la de los hombres en las familias.

  11. Fragmento traducido en Margaret King, p. 293.

  12. La princesa Ana de Dinamarca (1667-1714), reina de Gran Bretaña desde 1702 hasta su muerte, conocida por su apoyo a las causas de las mujeres, estaba dispuesta a donar diez mil libras para la realización del proyecto de Mary Astell. Pero la intervención de la Iglesia, a través del obispo Burnet, consiguió que esta donación no tuviera lugar. Sin embargo, como señala Virginia Woolf (Tres guineas, Barcelona, Lumen, 1983, p. 40), “la reina Ana murió, el obispo Burnet murió y Mary Astell murió. Pero el deseo de fundar un colegio universitario para quienes pertenecían al sexo de Mary Astell no murió. Contrariamente se fortaleció más y más”.

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