La diferencia de ser mujer

Investigación y enseñanza de la historia

Área: Temas

Los dos infinitos: la materia primera y Dios, María-Milagros Rivera Garretas.
    Documentos:
  • Buena dama, tan querida me sois. Trovadora que llamamos Anónima 2.
  • La Ciudad de las Damas. Cristina de Pizan.
  • Admiración de las obras de Dios. Teresa de Cartagena.

Buena dama, tan querida me soisflechaTrovadora que llamamos Anónima 2.

Fragmento de la tensón
Ediciones

Angelica Rieger, Trobairitz. Der Beitrag der Frau in der altokzitanischen höfischen Lyrik. Gesamtkorpus. Tübingen, Max Niemeyer, 1981.

Marirì Martinengo, Las trovadoras. Poetisas del amor cortés. (Textos provenzales con traducción castellana), traducción de María-Milagros Rivera Garretas y Ana Mañeru Méndez, Madrid, horas y HORAS, 1997.

Regesto
La trovadora o trobairitz que llamamos Anónima 2, porque no se ha conservado su nombre, relata, con la forma del diálogo entre una dama casada y una chica soltera, una crisis en una historia de amor entre esa dama y un caballero, que ha sido abandonado por ella a causa de su comportamiento ofensivo. La chica intercede por él.
Versión

“Hablemos bajo, señora, que nadie nos oiga;
ahora decís que él ha errado hacia vos
y que para complaceros rinda
su humilde corazón contra el vuestro orgulloso.
Quiero que me digáis, señora,
qué podréis hacer para no sentir piedad,
porque mil veces suspira angustiado cada día;
por uno solo no os dignáis perdonarle.

Si quiere que le devuelva mi amor, doncella,
es bien necesario que sea cortés y valeroso,
sincero y humilde, que con nadie entre en contienda,
y que sea amable con todos;
porque no me place un hombre malvado y orgulloso
por cuya causa mi valor decaiga o disminuya,
sino sincero y fiel, discreto y enamorado:
si quiere que le conceda merced, que me escuche.”

Transcripción

“Süau parlem, domna, qu’om no.us entenda,
ara digatz, que forfaitz es vas vos,
mais que per far vostres plazers se renda,
son cor umil contra.l vostr’ ergulhos.
Vuelh que.m digatz, domna, per cals razos
poiretz estar que merces non vo’n prenda,
que mil sospirs ne fa.l jorn angoissos,
don per un sol no.l denhatz far esmenda.

Si m’amor vol, na donzela, que renda,
ben li er obs que sia gais e pros,
francs et umils, qu’ab nulh om no.s contenda
e a cascun sia de bel respos;
qu’a me non tanh om fel ni ergulhos
per que mon pretz dechaja ni dissenda,
mas francs e fis, celans et amoros,
s’el vol que.l don lezer que mi entenda.”

La Ciudad de las DamasflechaCristina de Pizan.

Fragmento
Ediciones

Hay dos ediciones críticas de La Ciudad de las Damas:

Monica Lange, Livre de la cité des dames: Kritische Text-edition auf Grund der sieben überlieferten “manuscrits originaux” des Textes, tesis doctoral, Universidad de Hamburgo, 1974.

Maureen C. Curnow, The Livre de la Cité des Dames by Christine de Pisan: A Critical Edition, 2 vols., tesis doctoral, Vanderbildt University, 1975, (basada en el manuscrito de la Bibliothèque Nationale de París, ms. fr. 607, el más antiguo, fechado en 1407), [“Dissertation Abstracts International”, 36 (1975-1976) 4536-4537ª].

Se conservan muchos manuscritos de esta obra (unos 25); hay uno autógrafo, revisado por Cristina hacia 1410, que perteneció a Isabel de Baviera (Londres, British Library, ms. Harley 4431).

Traducción

Pizan, Cristina de, La Ciudad de las Damas, texto y trad. de Marie-José Lemarchand, Madrid, Siruela, 1995, 5-7 (libro 1, cap. 1).

Regesto

Cristina de Pizan explica cómo una tarde, cansada de estudiar, se puso a leer un libro que le habían prestado, pensando que le distraería. Era un libro criticando a las mujeres. Lo deja porque su madre la llama a cenar; al día siguiente, reflexionando sobre ese y otros muchos libros misóginos, toma conciencia de que, leyéndolos, les reconoce más autoridad a esos escritores que a su experiencia femenina.

Versión

“Sentada un día en mi cuarto de estudio, rodeada toda mi persona de los libros más dispares, según tengo costumbre, ya que el estudio de las artes liberales es un hábito que rige mi vida, me encontraba con la mente algo cansada, después de haber reflexionado sobre las ideas de varios autores. Levanté la mirada del texto y decidí abandonar los libros difíciles para entretenerme con la lectura de algún poeta. Estando en esta disposición de ánimo, cayó en mis manos cierto extraño opúsculo, que no era mío sino que alguien me lo había prestado. Lo abrí entonces y vi que tenía como título Las Lamentaciones de Mateolo. Me hizo sonreír, porque, pese a no haberlo leído, sabía que ese libro tenía fama de discutir sobre el respeto hacia las mujeres. Pensé que ojear sus páginas podría divertirme un poco, pero no había avanzado mucho en su lectura, cuando mi buena madre me llamó a la mesa, porque había llegado la hora de la cena. Abandoné al instante la lectura con el propósito de aplazarla hasta el día siguiente. Cuando volví a mi estudio por la mañana, como acostumbro, me acordé de que tenía que leer el libro de Mateolo. Me adentré algo en el texto pero, como me pareció que el tema resultaba poco grato para quien no se complace en la falsedad y no contribuía para nada al cultivo de las cualidades morales, a la vista también de las groserías de estilo y argumentación, después de echar un vistazo por aquí y por allá, me fui a leer el final y lo dejé para volver a un tipo de estudio más serio y provechoso. Pese a que este libro no haga autoridad en absoluto, su lectura me dejó, sin embargo, perturbada y sumida en una profunda perplejidad. Me preguntaba cuáles podían ser las razones que llevan a tantos hombres, clérigos y laicos, a vituperar a las mujeres, criticándolas bien de palabra bien en escritos y tratados. No es que sea cosa de un hombre o dos, ni siquiera se trata de ese Mateolo, que nunca gozará de consideración porque su opúsculo no va más allá de la mofa, sino que no hay texto que esté exento de misoginia. Al contrario, filósofos, poetas, moralistas, todos -y la lista sería demasiado larga- parecen hablar con la misma voz para llegar a la conclusión de que la mujer, mala por esencia y naturaleza, siempre se inclina hacia el vicio. Volviendo sobre todas esas cosas en mi mente, yo, que he nacido mujer, me puse a examinar mi carácter y mi conducta y también la de otras muchas mujeres que he tenido ocasión de frecuentar, tanto princesas y grandes damas como mujeres de mediana y modesta condición, que tuvieron a bien confiarme sus pensamientos más íntimos. Me propuse decidir, en conciencia, si el testimonio reunido por tantos varones ilustres podría estar equivocado. Pero, por más que intentaba volver sobre ello, apurando las ideas como quien va mondando una fruta, no podía entender ni admitir como bien fundado el juicio de los hombres sobre la naturaleza y conducta de las mujeres. Al mismo tiempo, sin embargo, yo me empeñaba en acusarlas porque pensaba que sería muy improbable que tantos hombres preclaros, tantos doctores de tan hondo entendimiento y universal clarividencia -me parece que todos habrán tenido que disfrutar de tales facultades- hayan podido discurrir de modo tan tajante y en tantas obras que me era casi imposible encontrar un texto moralizante, cualquiera que fuera el autor, sin toparme antes de llegar al final con algún párrafo o capítulo que acusara o despreciara a las mujeres. Este solo argumento bastaba para llevarme a la conclusión de que todo aquello tenía que ser verdad, si bien mi mente, en su ingenuidad e ignorancia, no podía llegar a reconocer esos grandes defectos que yo misma compartía sin lugar a dudas con las demás mujeres. Así, había llegado a fiarme más del juicio ajeno que de lo que sentía y sabía en mi ser de mujer.”

Admiración de las obras de DiosflechaTeresa de Cartagena.

Fragmento
Edición
Teresa de Cartagena, Arboleda de los enfermos y Admiraçión operum Dey, ed. de Lewis J. Hutton, Madrid 1967, pp. 11-114. [Anejos del Boletín de la Real Academia Española XVI].
Regesto
Teresa de Cartagena acaba de publicar el libro Arboleda de los enfermos. Algunos y algunas humanistas de su entorno le acusan de plagio diciendo, con fingida admiración, que una mujer no puede haber escrito una obra así. Ella se defiende escribiendo, a petición y ruego de su amiga Juana de Mendoza, otro libro, titulado Admiración de las obras de Dios, en el que argumenta que a las mujeres les ha sido concedido, por gracia, su divino propio y, a los hombres, el suyo. Este libro es el primero conocido en lengua castellana escrito por una mujer participando en la Querella de las Mujeres.
Versión

“Introducción

Muchas veces me es dado a entender, virtuosaseñora, que algunos de los prudentes varones y, también, hembras discretas se maravillan o se han maravillado de un tratado que, con la gracia divina administrando mi flaco entendimiento femenino, escribió mi mano. Y como es una obra pequeña, de poca sustancia, estoy maravillada. Y no se crea que los prudentes varones se inclinan a quererse maravillar por tan poca cosa; pero, si su maravillarse es cierto, bien parece que mi insulto no es dudoso, pues no se manifiesta esta admiración por lo meritorio de la escritura sino por el defecto de su autora o compositora; como vemos por experiencia cuando una persona de simple y rudo entendimiento dice una palabra que nos parece en algo sentida: nos maravillamos de ello, no porque su dicho sea digno de admiración sino porque el ser mismo de esa persona es tan censurable y bajo y tenido en tan poca estima que no esperamos de ella nada bueno. Y, por eso, cuando sucede, por la misericordia de Dios, que esas personas simples y rudas dicen o hacen algo que, aunque no sea del todo bueno, es poco corriente, nos maravillamos mucho por la relación ya dicha. Y por la misma relación creo ciertamente que se han maravillado los prudentes varones del tratado que yo hice: no porque en él se contengan cosas muy buenas o dignas de admiración sino porque mi propio ser y justo merecimiento con la adversa fortuna y enfermedades crecientes dan voces contra mí e incitan a todos a admirarse diciendo: ‘¿Cómo puede haber algún bien en una persona en la que se asientan tantos males?’ Y de esto se ha seguido que la obra femenina y de poca sustancia, que digna es de reproche entre los hombres comunes, con mucha razón sería hecha digna de admiración en la aprobación de los hombres singulares y grandes, pues el prudente no se maravilla sin causa cuando ve que el necio sabe hablar. Y diga quien quiera que esta ya dicha admiración es elogio, que a mí insulto me parece; y, por mi voluntad, prefiero que se me ofrezcan insultos injuriosos que elogios vanos, pues ni me puede dañar la injuria ni beneficiar el elogio vano. Pues yo no quiero usurpar la gloria ajena ni deseo huir del propio insulto. Pero hay otra cosa que no debo consentir, pues la verdad no la consiente: parece ser que no solamente se maravillan los prudentes del tratado mencionado, sino que incluso algunos no pueden creer que sea verdad que yo haya hecho tanto bien; que en mí menos es de lo que se presupone, pero en la misericordia de Dios mayores bienes se hallan. Y como me dicen, virtuosaseñora, que el citado volumen de papeles en borrador ha llegado a la noticia del señor Gómez Manrique y vuestra, no sé si la duda que rodea al tratado se le ha presentado a vuestra discreción. Y, aunque la obra buena, que ante el sujeto de la soberana verdad es verdadera y cierta, no resulta muy dañada si es tenida por dudosa –como esta- en la acogida y juicio de los hombres humanos, ello puede destrozar y destroza la sustancia de la escritura; e incluso parece retirar muy mucho el beneficio y gracia que Dios me hizo. Por todo esto, en honor y gloria de este soberano y liberal Señor, de cuya misericordia está llena la tierra, yo, que soy un pequeño pedazo de tierra, me atrevo a presentar a vuestra gran discreción esto que a la mía, pequeña y flaca, se le ofrece por ahora.”

Transcripción

“Introduçión

Muchas vezes me es hecho entender, virtuosaseñora, que algunos de los prudentes varones e asy mesmo henbras discretas se maravillan o han maravillado de vn tratado que, la graçia divina administrando mi flaco mugeril entendimiento, mi mano escriuió. E como sea vna obra pequeña, de poca sustançia, estoy maravillada. E no se crea que los prudentes varones se ynclinasen a quererse marauillar de tan poca cosa, p[er]o sy su marauillar es çierto, bien paresçe que mi denuesto non es dubdoso, ca manifiesto no se faze esta admiraçión por meritoria de la escritura, mas por defecto de la abtora o conponedora della, como vemos por esperençia quando alguna persona de synple e rudo entendimiento dize alguna palabra que nos paresca algund tanto sentida: maravillámonos dello(s), no porque su dicho sea digno de admiraçión mas porque el mismo ser de aquella persona es asy reprovado e baxo e tenido en tal estima que no esperamos della cosa que buena sea. E por esto quando acaesçe por la misericordia de Dios que tales personas sinples e r[u]d[a]s dize[n] o haze[n] alguna(s) cosa(s), avnque no sea del todo buena, (e) sy no comunal, maravillámonos mucho por el respecto ya dicho. E por el mesmo respecto creo çiertamente que se ayan maravillado los prudentes varones del tractado que yo hize, y no porque en él se contenga cosa muy buena ni digna de admiraçión, mas porque mi propio ser e justo meresçimiento con la adversa fortuna e acresçentadas pasyones dan bozes contra mí e llaman a todos que se maravillen diziendo: ‘¿Cómo en persona que tantos males asyentan puede aver algund bien?’ E de aquí se ha seguido que la obra mugeril e de poca sustançia que dina [es] de reprehensyón entre los onbres comunes, (e) con mucha razón sería fecha dina de admiraçión en el acatamiento de los singulares e grandes omes, ca no syn causa se maravilla el prudente quando vehe que el nesçio sabe hablar. E diga quien quisyere que esta ya dicha admiraçión es loor, que a mí denuesto me paresçe(r) e, por la mi voluntad, antes se me ofrescan injuriosos denuestos me paresçe que no vanos loores; ca ni me puede dañar la injuria nin aprovechar el vano loor. Asy que yo no quiero vsurpar la gloria ajena ni deseo huyr del propio denuesto. Pero ay otra cosa que [no] devo consyntir, pues la verdad non la consyente, ca paresçe ser no solamente se maravillan los prudentes del tractado ya dicho, mas avn algunos no pueden creer que yo hisyese tanto bien ser verdad: que en mí menos es de lo que se presume, pero en la misericordia de Dios mayores bienes se hallan. E porque me dizen, virtuosaseñora, que el ya dicho bolumen de papeles bor[r]ados aya venido a la noticia del señor Gómez Manrique e vuestra, no sé sy la dubda, a bueltas del tractado, se presentó a vuestra discreçión. E como quier que la buena obra que antel subjeto de la soberana Verdad es verdadera e çierta, non enpeçe mucho si nel acatamiento e juizio de los onbres vmanos es avida por dubdosa, como ésta, puede estragar e estraga la sustançia de la escritura, e avn paresçe evacuar muy mucho el benefiçio e graçia que Dios me hizo. Por ende, a onor y gloria deste soberano e liberal Señor de cuya misericordia es llena la tierra, e yo, que soy un pequeño pedaço de tierra, atréuome presentar a vuestra grand discreçión esto que a la mía pequeña e flaca por agora se ofresçe.”

Temas: Los dos infinitos: la materia primera y Dios

Autoras

María-Milagros Rivera Garretas
María-Milagros Rivera Garretas

Nació en Bilbao, bajo el signo de Sagitario, en 1947. Tiene una hija nacida en Barcelona en 1975. Es catedrática de Historia Medieval y una de las fundadoras de la revista y del Centro de Investigación en Estudios de las Mujeres Duoda de la Universidad de Barcelona, que ha dirigido entre 1991 y 2001. También contribuyó a fundar en 1991 la Llibreria Pròleg, la librería de mujeres de Barcelona, y, en 2002, la Fundación Entredós de Madrid.

Ha escrito: El priorato, la encomienda y la villa de Uclés en la Edad Media (1174-1310). Formación de un señorío de la Orden de Santiago (Madrid, CSIC, 1985); Textos y espacios de mujeres. Europa, siglos IV-XV (Barcelona, Icaria, 1990 y 1995; trad. alemana, de Barbara Hinger, Orte und Worte von Frauen, Viena, Milena, 1994, y Munich, Deutscher Taschenbuch Verlag, 1997); Nombrar el mundo en femenino. Pensamiento de las mujeres y teoría feminista (Barcelona, Icaria, 2003, 3º ed.; trad. italiana, de Emma Scaramuzza, Nominare il mondo al femminile, Roma, Editori Riuniti, 1998); El cuerpo indispensable. Significados del cuerpo de mujer (Madrid, horas y HORAS, 1996 y 2001); El fraude de la igualdad (Barcelona, Planeta, 1997 y Buenos Aires, Librería de Mujeres, 2002); y Mujeres en relación. Feminismo 1970-2000 (Barcelona, Icaria, 2001).

Introducción

La Historia que se escribe tiene, por lo general, la intención de relatar, interpretándola, la experiencia humana en el tiempo. En el tiempo, la criatura humana que protagoniza y padece la historia, no se presenta como un ser o persona abstracta, sino como una mujer o un hombre; porque la criatura humana es sexuada, siempre y en todas partes.

Que en el mundo hay y solo hay mujeres y hombres, niñas y niños, la gente lo aprendemos al aprender a hablar. Al enseñarnos a hablar –es decir, al enseñarnos la lengua materna-, la madre nos enseña a referirnos a las niñas en femenino y a los niños en masculino. Percibiendo el hecho de la diferencia sexual, aprendemos a observar y a apreciar la historia en grande, ya que el mundo lo enriquecen las interpretaciones y las expresiones libres del hecho de ser mujer y del hecho de ser hombre: una cualidad humana indispensable e irreducible, que lo marca todo.

Ocurre, sin embargo, que, cuando leemos una obra científica de Historia, constatamos que su autor o su autora casi nunca habla en femenino y en masculino sino en neutro: en ese neutro pretendidamente universal que tanto y con tanta razón denunció el feminismo, y que el positivismo del siglo XIX ha impuesto como lenguaje científico. Son obras de historia que no registran –separándose de este modo de la lengua materna aprendida en la infancia- el hecho histórico fundamental que es que la historia la hacemos y la padecemos mujeres y hombres. Por eso, sus libros llevan títulos como El hombre medieval o La filosofía del hombre o Los indios del Caribe o El niño en la literatura renacentista.

No lo hacen por una cuestión de economía del lenguaje ni de falta de espacio, pues generalmente son obras que se explayan en todo tipo de detalles de moderado interés, sino por una cuestión política: desde el Humanismo y el Renacimiento, la cultura llamada occidental ha perseguido y persigue con perseverancia las expresiones libres de la diferencia de ser mujer en la historia; pretendiendo, en cambio, contra toda evidencia de los sentidos, que el lenguaje neutro incluye también a las mujeres. Pero, como da la casualidad de que el lenguaje neutro no es neutro sino que coincide con el lenguaje masculino, ocurre que, cuando una lectora se acerca a una obra científica de historia con la esperanza de saber algo acerca de su pasado, la opacidad es total. En ella, las mujeres no se ven porque el lenguaje masculino nos priva de nuestro infinito propio.

Hay, pues, hoy, entre la historia y los libros científicos de historia, entre la vida y la historiografía, una desconexión fundamental, un agujero por el que se escapan muchas cosas: tantas, que cada vez más gente prefiere leer novela histórica y no ensayo para conocer un episodio del pasado. La desconexión consiste en que el fundamento de la historia viva son las relaciones de los sexos, y, en cambio, el fundamento de las obras científicas de Historia son las acciones de un hombre neutro pretendidamente universal: un hombre curioso, que no es, en realidad, ni hombre ni mujer.

La diferencia sexual en la Historia

Sin embargo, fuera de los ámbitos regidos por el positivismo científico, las mujeres han escrito siempre historia teniendo en cuenta el sentido libre de su ser mujer. Lo han hecho sobre todo en el entre-mujeres, estuviera este en los conventos y monasterios, en las instituciones de canonesas, en el mundo de las beguinas y beatas, en las cortes femeninas de la realeza, de la nobleza y de la burguesía, en los grupos feministas, en relaciones duales entabladas y sostenidas en cualquier sitio y tiempo, en las fundaciones culturales, educativas o políticas femeninas, etc. Los textos de la trovadora Anónima 2, de Cristina de Pizán y de Teresa de Cartagena, son unos pocos ejemplos de ello.

En sus relatos de historias vividas, ellas escribieron en femenino para referirse a las mujeres y en masculino para referirse a los hombres. Con este gesto político expresado en la lengua, le dejaron abierta a ellas y a ellos su dimensión infinita propia, dimensión infinita en la que es posible la libertad.

Decir que cada sexo tiene su infinito propio, implica entender que existen en el mundo dos infinitos, el femenino y el masculino. Esto choca con la costumbre actual de dar por supuesto, sin pensarlo mucho, que el infinito es solo uno, como es solo uno Dios o sola una la cumbre o solo uno el presidente o el principio del pensamiento o del ser. Y, sin embargo, la cosmogonía de la Europa feudal se formó en torno a dos principios creadores, cada uno de los cuales era entendido como de alcance cósmico. Estos principios creadores eran el principio femenino y el principio masculino. Esta manera de ver el mundo se expresó, por ejemplo, en una teoría que se llama la doctrina de los dos infinitos. Decía esta doctrina que en el mundo hay dos infinitos, que son: la materia primera o materia prima y Dios. La materia primera es el principio creador femenino, Dios es el principio creador masculino.

Esta teoría, apegada a la vida en su sexuación, fue perseguida a partir del siglo XIII por la jerarquía eclesiástica católica, que se sirvió para ello de la escolástica, de las universidades y de la tortura y la pena de muerte.

Algunas mujeres se hicieron, sin embargo, depositarias de la memoria de la doctrina de los dos infinitos y, de maneras distintas según sus circunstancias históricas, la recordaron en sus escritos a lo largo de los siglos siguientes, hasta la actualidad.

Indicaciones didácticas

Con el fin de percibir la actualidad de la teoría o doctrina de los dos infinitos, puede ser muy interesante leer y comentar un fragmento de la novela de Clarice Lispector titulada Cerca del corazón salvaje(1944), en el que revive la memoria de la materia primera como principio creador femenino de alcance cósmico. Porque la teoría de lo dos infinitos ayuda a desentrañar un enigma de la política de nuestro tiempo, enigma que se expresa con la metáfora del “techo de cristal”. El techo de cristal aparece cuando una mujer no puede lograr algo –algo que desea- porque ocurre que ella no es un hombre: algo –el ser un hombre- que ella no podría, en sustancia, llegar a ser, aunque pueda emularle o parecerlo. En una política que coincida con la teoría de los dos infinitos, no hay techo de cristal, ya que ni la mujer es entendida como la medida del hombre, ni el hombre es entendido como la medida de la mujer: ella tendría su infinito propio, él, el suyo.

Bibliografía: Los dos infinitos: la materia primera y Dios
  • ALLARD, Guy-H. L’attitude de Jean Scot et de Dante à l’égard du thème des deux infinis: Dieu et la matière première" en (Werner Beierwaltes, ed.) Eriugena redivivus. Zur Wirkungsgeschichte seines Denkens im Mittelalter und im Übergang zur Neuzeit. Heidelberg, Carl Winter – Universitätsverlag, 1987, pp. 237-253.
  • ALLEN, Prudence, The Concept of Woman. The Aristotelian Revolution, 750 BC-AD 1250, Montreal, Eden Press, 1985 y Grand Rapids, MI, W.B. Eerdmans, 1997.
  • CARTAGENA, Teresa de, (Lewis J. Hutton, ed.) Arboleda de los enfermos y Admiraçión operum Dey. Madrid, Anejos del Boletín de la Real Academia Española XVI. 1967
  • CORTÉS TIMONER, Mª Mar, Madres y maestras espirituales. De Leonor López de Córdoba a Teresa de Jesús. Tesis doctoral en Filología Española, Universidad de Barcelona, 2002.
  • LIBRERÍA DE MUJERES DE MILÁN, El final del patriarcado. Ha ocurrido y no por casualidad. Traducción de María-Milagros Rivera Garretas, Barcelona, Llibreria Pròleg, 1996. (Reed. Ead., Toda la cultura patas arriba. Selección de “Sottosopra” (1974-1996). Madrid, horas y HORAS, 2004).
  • LISPECTOR, Clarice, Cerca del corazón salvaje. Traducción de Basilio Losada, Madrid, Siruela, 2002.
  • LISPECTOR, Clarice, La manzana en la oscuridad. Traducción de Elena Losada, Madrid, Siruela, 2003.
  • LISPECTOR, Clarice, La pasión según G.H.. Traducción de Alberto Villalba, Barcelona, Península, 1988.
  • LUCENTINI, Paolo, "L’eresia di Amalrico" en (Werner Beierwaltes, ed.) Eriugena redivivus. Zur Wirkungsgeschichte seines Denkens im Mittelalter und im Übergang zur Neuzeit. Heidelberg, Carl Winter – Universitätsverlag, 1987, pp. 174-191.
  • MARTINENGO, Marirì, Las trovadoras. Poetisas del amor cortés. (Textos provenzales con traducción castellana). Traducción de María-Milagros Rivera Garretas y Ana Mañeru Méndez, Madrid, horas y HORAS, 1997.
  • MURARO, Luisa, Il Dio delle donne. Milán, Mondadori, 2003.
  • PIZAN, Cristina de, La Ciudad de las Damas.Traducción de Marie-José Lemarchand, Madrid, Siruela, 1995.
  • RIEGER, Angelica, Trobairitz. Der Beitrag der Frau in der altokzitanischen höfischen Lyrik. Gesamtkorpus. Tübingen, Max Niemeyer, 1991.
  • RIVERA GARRETAS, María-Milagros, "Egregias señoras. Nobles y burguesas que escriben, 1400-1560" en (Anna Caballé, ed.) La vida escrita por las mujeres, 1: Por mi alma os digo, Barcelona, Círculo de Lectores, 2003.
  • RIVERA GARRETAS, María-Milagros, Textos y espacios de mujeres. Europa, siglos IV-XV. Barcelona, Icaria, 1990.
  • RIVERA GARRETAS, María-Milagros, El fraude de la igualdad, Barcelona, Planeta, 1997, pp. 25-43 (reed. corregida: Buenos Aires, Librería de Mujeres, 2002).
  • RIVERA GARRETAS, María-Milagros, "Una cuestión de oído. De la historia de la estética de la diferencia sexual" en BERTRAN TARRÉS, Maria; CABALLERO NAVAS, Carmen; CABRÉ I PAIRET, Montserrat; RIVERA GARRETAS, María-Milagros y VARGAS MARTÍNEZ, Ana, De dos en dos. Las prácticas de creación y recreación de la vida y la convivencia humana. Madrid, horas y HORAS, 2000, pp. 103-126.
  • VV. AA. The Querelle des femmes in the Romania. Studies in Honour of Friederike Hassauer. Viena, Turia + Kant, 2003.
  • WOOLF, Virginia, Un cuarto propio. Traducción de María-Milagros Rivera Garretas, Madrid, horas y HORAS, 2003.

Notas al texto

  1. Es muy interesante comparar este argumento de Cristina de Pizán con el de Virginia Woolf en Un cuarto propio (1929), otra de las obras maestras del ensayo femenino y feminista: “Profesores, maestros, sociólogos, clérigos, novelistas, ensayistas, periodistas, hombres sin más título que el de no ser mujeres, ahuyentaban mi simple y única pregunta: ¿por qué son pobres las mujeres? hasta convertirla en cincuenta preguntas; hasta que las cincuenta preguntas se precipitaron frenéticamente en medio de la corriente y fueron arrastradas por ella” (Virginia Woolf, Un cuarto propio, prólogo y trad. de María-Milagros Rivera Garretas, Madrid, horas y HORAS, 2003, p. 53).

  2. Sobre la irreductibilidad de la diferencia de los sexos: Librería de Mujeres de Milán, El final del patriarcado. Ha ocurrido y no por casualidad, trad. de María-Milagros Rivera Garretas, Barcelona, Llibreria Pròleg, 1996.

  3. Paolo Lucentini, L’eresia di Amalrico, en Werner Beierwaltes, ed., Eriugena redivivus. Zur Wirkungsgeschichte seines Denkens im Mittelalter und im Übergang zur Neuzeit, Heidelberg, Carl Winter – Universitätsverlag, 1987, 174-191. Guy-H. Allard, L’attitude de Jean Scot et de Dante à l’égard du thème des deux infinis: Dieu et la matière première, Ibid., 237-253. María-Milagros Rivera Garretas, Una cuestión de oído. De la historia de la estética de la diferencia sexual, en Marta Bertran Tarrés, Carmen Caballero Navas, Montserrat Cabré i Pairet, María-Milagros Rivera Garretas y Ana Vargas Martínez, De dos en dos. Las prácticas de creación y recreación de la vida y la convivencia humana, Madrid, Horas y horas, 2000, 103-126. La ha estudiado también Teresa Gràcia Sahuquillo en trabajos desafortunadamente inéditos.

  4. La doctrina de los dos infinitos fue, en su versión amalriciana, condenada por el IV Concilio de Letrán (1215). La versión de la teología en lengua materna –Guillerma de Bohemia, Margarita Porete, por ejemplo-, que usó la expresión “endiosamiento”, fue condenada por santo Tomás de Aquino, que se burló de quienes decían que “totum mundum esse Deum”, confundiendo él la alteridad que está dentro de la criatura con la pretensión de ser ella Dios. Margarita Porete fue quemada en la Place de la Grève de París en 1310.

  5. “¿En qué radicaba a fin de cuentas su divinidad? Hasta en las menos dotadas habla la sombra de aquel conocimiento que no se adquiere con la inteligencia. Inteligencia de las cosas ciegas. Poder de la piedra que al caer empuja a otra que va a caer en el mar y mata un pez. A veces se encontraba el mismo poder en mujeres recién madres y esposas, tímidas hembras del hombre, como la tía, como Armanda. Y, sin embargo, tenían una gran fuerza, la unidad en la flaqueza... Tal vez estaba exagerando, tal vez la divinidad de las mujeres no fuera específica y estaba sólo en el hecho de que existían. Sí, sí, ahí estaba la verdad: aquellas mujeres existían más que los demás, eran el símbolo de la cosa en la propia cosa. Y la mujer descubrió que era un misterio en sí misma. Había en todas ellas una cualidad de materia prima, alguna cosa que podía acabar definiéndose pero que jamás acababa haciéndolo porque su misma esencia era la del ‘cambio’. ¿A través de ella exactamente no se unía acaso el pasado al futuro y a todos los tiempos?” Y, más adelante: “No exagerar su importancia, en todo vientre de mujer puede nacer un hijo. ¡Qué bella y qué mujer es, serenamente materia-prima, a pesar de todas las otras mujeres!” (Cerca del corazón salvaje, trad. de Basilio Losada, Madrid, Siruela, 2002, p. 143 y 145).

  6. Sobre la irreductibilidad de la diferencia de los sexos: Librería de Mujeres de Milán, El final del patriarcado. Ha ocurrido y no por casualidad, trad. de María-Milagros Rivera Garretas, Barcelona, Llibreria Pròleg, 1996.

  7. Paolo Lucentini, L’eresia di Amalrico, en Werner Beierwaltes, ed., Eriugena redivivus. Zur Wirkungsgeschichte seines Denkens im Mittelalter und im Übergang zur Neuzeit, Heidelberg, Carl Winter – Universitätsverlag, 1987, 174-191. Guy-H. Allard, L’attitude de Jean Scot et de Dante à l’égard du thème des deux infinis: Dieu et la matière première, Ibid., 237-253. María-Milagros Rivera Garretas, Una cuestión de oído. De la historia de la estética de la diferencia sexual, en Marta Bertran Tarrés, Carmen Caballero Navas, Montserrat Cabré i Pairet, María-Milagros Rivera Garretas y Ana Vargas Martínez, De dos en dos. Las prácticas de creación y recreación de la vida y la convivencia humana, Madrid, Horas y horas, 2000, 103-126. La ha estudiado también Teresa Gràcia Sahuquillo en trabajos desafortunadamente inéditos.

  8. La doctrina de los dos infinitos fue, en su versión amalriciana, condenada por el IV Concilio de Letrán (1215). La versión de la teología en lengua materna –Guillerma de Bohemia, Margarita Porete, por ejemplo-, que usó la expresión “endiosamiento”, fue condenada por santo Tomás de Aquino, que se burló de quienes decían que “totum mundum esse Deum”, confundiendo él la alteridad que está dentro de la criatura con la pretensión de ser ella Dios. Margarita Porete fue quemada en la Place de la Grève de París en 1310.

  9. “¿En qué radicaba a fin de cuentas su divinidad? Hasta en las menos dotadas habla la sombra de aquel conocimiento que no se adquiere con la inteligencia. Inteligencia de las cosas ciegas. Poder de la piedra que al caer empuja a otra que va a caer en el mar y mata un pez. A veces se encontraba el mismo poder en mujeres recién madres y esposas, tímidas hembras del hombre, como la tía, como Armanda. Y, sin embargo, tenían una gran fuerza, la unidad en la flaqueza... Tal vez estaba exagerando, tal vez la divinidad de las mujeres no fuera específica y estaba sólo en el hecho de que existían. Sí, sí, ahí estaba la verdad: aquellas mujeres existían más que los demás, eran el símbolo de la cosa en la propia cosa. Y la mujer descubrió que era un misterio en sí misma. Había en todas ellas una cualidad de materia prima, alguna cosa que podía acabar definiéndose pero que jamás acababa haciéndolo porque su misma esencia era la del ‘cambio’. ¿A través de ella exactamente no se unía acaso el pasado al futuro y a todos los tiempos?” Y, más adelante: “No exagerar su importancia, en todo vientre de mujer puede nacer un hijo. ¡Qué bella y qué mujer es, serenamente materia-prima, a pesar de todas las otras mujeres!” (Cerca del corazón salvaje, trad. de Basilio Losada, Madrid, Siruela, 2002, p. 143 y 145).

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