Cada vez más todas las ciencias se están viendo sujetas a una evolución técnica, inevitable en los tiempos que corren, entre estos avances se incluyen las fuentes audiovisuales.
Desde hace ya algún tiempo las ciencias humanas que habían permanecido bajo la protección de las fuentes escritas, sean registros y documentación históricos, o bien trabajos de investigación y divulgación de autores contemporáneos, parecía que estas ciencias seguirían un camino tradicional, pero se han visto complementadas e, incluso, fundamentadas en las fuentes audiovisuales, entre ellas el cine.
El conocido como séptimo arte, que en un principio no era más que eso, un arte, ha llegado a ser una pieza clave como fuente de estudios sociales, antropológicos e históricos, llegando a convertirse en una fuente básica para ellos. Pero el cine que es utilizado como recurso para mirar al pasado, no se reduce tan solo a los documentales y grabaciones históricas, sino también a la utilización de los filmes de reconstitución y reconstrucción histórica, ya que estos además de ofrecernos una visión de la época que retratan, también nos muestran la época en que han sido realizados y quien los ha realizado.
Todas las fuentes cinematográficas en torno a esta época son todas ficción siendo esta la imagen romántica del personaje representada desde mediados del siglo XIX. Entonces, ¿por qué estudiar a Napoleón en el cine, cuando las representaciones que vemos de él en la pantalla no son más que una imagen romántica del personaje real? Por eso mismo debemos estudiarlo. Si tan solo nos quedásemos con esa visión romántica de Napoleón y lo dejásemos como un personaje ficticio inspirado en uno de real, la historia se quedaría oculta tras la ficción. En lugar de ello, se pueden ver las películas ambientadas en esta época paralelamente al estudio de las fuentes documentales y de una bibliografía especializada, así viendo cuales son las diferencias y, las más que sorprendentes, similitudes entre la visión de los artistas del cine y de los historiadores especializados.
Además, Napoleón Bonaparte es un personaje excepcional, a principios del siglo XIX sus seguidores lo comparan con Alejandro Magno, Aníbal, Carlomagno o George Washington, es un héroe, un genio, un “gran hombre”. Mientras que sus enemigos lo llaman usurpador, loco y tirano.
Hay otros personajes, de mayor o menor importancia histórica, que también han sido motivo de una película, de dos, o incluso de una decena, pero ninguno de ellos ha llegado a la desproporcionada cifra de casi trescientas representaciones cinematográficas, lo que ha llegado a crear un género propio, el “napoleónico”.
En definitiva, Napoleón es el personaje perfecto para ser objeto de un estudio de estas características, sobre todo por su relación con el cine, ya que es el que nos ofrece el abanico más amplio de películas, actores y directores, y por ello también representaciones, para poder ver como este personaje es utilizado e interpretado siguiendo los deseos de unas u otras personas. Grandes cineastas como Abel Gance, Sacha Guitry, Sergei Bondarchuck, Woody Allen, Ridley Scott, Peter Weir, o Stanley Kubrick, entre muchos otros, han sido los que se han interesado por la vida de Napoleón Bonaparte para llevarla a la gran pantalla, convirtiendo este personaje histórico en uno de los personajes cinematográficos que más veces ha sido objeto de representación. Como podemos ver, Napoleón se ha ido haciendo un sitio entre los personajes más importantes de la historia del cine, y cuyo currículo de más de trescientas películas es más que suficiente para emprender el estudio y posterior análisis de esta trayectoria cinematográfica, además de ver que función pueden tener todas estas horas de cine en la ciencia histórica.