Entrevista a Xavier Fina, consultor cultural. Por: Andrea Arasa y Agnès Bartolomé. Estudiantes del Màster Universitari en Gestió Cultural de la UB
Xavier Fina defiende la visión única de entender la vida y la sociedad de los gestores con la voluntad de hacerla llegar a toda la población. Identificado como consultor cultural, Xavier Fina y Ribó (Barcelona, 1965) estudió filosofía y gestión cultural. Actualmente trabaja como profesor de producción y gestión en la Escuela Superior de Música de Cataluña. Como director de ICC Consultores desarrolla proyectos de consultoría, asesoramiento e investigación en los ámbitos de la cultura, la educación y otras políticas sociales. Ha sido profesor de políticas culturales en la Universidad Autónoma de Barcelona y coordinador del Máster de gestión cultural de la Universidad de Barcelona. Fue miembro del equipo de Josep Maria Bricall, que promovió y desarrolló la primera versión del CoNCA
¿Cómo empezaste en el mundo de la gestión cultural?
Habiendo terminado filosofía me decidí a buscar trabajo. Gracias a un amigo empecé a trabajar como encuestador para trabajar en el Centro de Estudios de Planificación (CEP), un centro de estudios que se dedicaba al ámbito cultural. El CEP se convirtió en un lugar de referencia para que muchos líderes políticos, referentes intelectuales y profesionales de la gestión pública se reunieron en el mismo espacio. Allí conocí a Lluís Bonet y Gemma Sendra. Inicialmente fui contratado por tres meses pero me terminé quedando más tiempo como técnico de estudios culturales.
Con el nuevo trabajo, me sentí motivado a realizar el Máster de Gestión Cultural en la Universitat de Barcelona en la promoción 91-93. Al finalizar los estudios, propuse la modificación de una asignatura elaborando un nuevo programa que gustó a la coordinación del máster. En septiembre comenzaba como docente del máster, poco a poco fui estableciendo vínculos con la dirección del máster y al poco tiempo me vinculé de una forma más directa: primero como adjunto a la coordinación y luego como coordinador. Combiné dos trabajos hasta que cerró el CEP y fue cuando abrí mi empresa, ICC consultores. Con la propuesta de formar parte del departamento de Gestión y Producción de la ESMUC, y tras un periodo como profesor de políticas culturales en la UAB, me centré en la docencia en la ESMUC y en mi faceta como consultor, que he continuado hasta la actualidad.
Me siento especialmente orgullos del proyecto de l’OVC, un tipos d’estudio muy valioso del mundo de la gestión cultural y que no se está realizando en ninguna otra comunidad |
Entre todo esto, en un segundo plano, he realizado otras tareas: masterclass en màsters y postgrados, moderación y participación en mesas redondas, coordinación de jornadas y colaboración en la redacción de artículos y libros.
¿Cuáles han sido tus proyectos profesionales más importantes?
Por un lado, fui colaborador del encargo que el Presidente Pasqual Maragall le hizo al J. M. Bricall, ex rector de la UB y fundador del CEP, que fue la creación del CONCA. Fue un proyecto muy ilusionante por lo que este significaba pero, sin embargo, el resultado final no fue lo que hubiera querido que fuera.
Otro proyecto importante, encargado a mi empresa, fue la creación y conceptualización del Observatorio Vasco de la Cultura (OVC) y que, actualmente, seguimos desarrollando. Se trata de un tipo de estudio que no se está realizando en ninguna otra comunidad y por el que me siento especialmente orgulloso.
También me gustaría mencionar el encargo del diseño e implementación del plan de funcionamiento de Teatro Solís (Montevideo) fruto de nuestra especialización en las artes escénicas, que nos ha permitido la participación en muchos otros proyectos referidos a este sector.
Hemos participado también en desarrollo de Proyectos Educativos de Ciudad, implementados internacionalmente y que surgieron fruto de la red de ciudades educadoras, iniciada en Barcelona.
¿Cuáles son tus referentes?
Me reconozco un poco hijo de una generación mayor que la mía que la forman profesionales como Lluís Bonet, Eduard Delgado, Alfons Martinell, Xavier Merced, Gemma Sendra … Los considero mis maestros en el ámbito de la gestión cultural porque han sido los pioneros, aquí en nuestro país. Sin embargo, lo cierto es que desde el punto de vista más ideológico o más conceptual no tengo grandes admiraciones dentro de este ámbito de las políticas culturales, más allá del Josep Maria Bricall. Es un referente importantísimo para mí desde el punto de vista personal y obivamente profesional por ser un ejemplo en la manera de tomar decisiones y trabajar en la gestión pública. Siempre que puedo aprovecho para verlo y cuando lo visito, me siento en un verdadero «oasis de inteligencia», es fantástico. Por otra parte, también me siento discípulo del Joan Subirats, el que fue mi mentor para empezar a trabajar en la UAB y con el que sigo colaborando.
También sigo activamente las reflexiones que hacen algunos profesionales porque me parecen unas ideas frescas y renovadoras, entre los que encontraríamos el Marc Fumaroli criticando el modelo francés, aunque no me acabo de sentir identificado porque me considero simpatizante de una la visión de la cultura muy francófila.
Otro pensador que sigo y que, además, es gestor cultural, y que dice cosas muy interesantes en el ámbito de la gestión cultural y es filósofo, y me siento identificado con él, es más joven que yo y más inteligente inteligente que yo, es el César Rendueles. Es un nombre que yo creo que se debe tener en cuenta como … como filósofo así de referencia parece que lo único que está de moda es la Marina Garcés y el César sabe mucho más de políticas culturales que la Marina y hace una conceptualización de muchos temas que yo los encuentro super interesantes.
Danos algún consejo profesional.
os daré dos consejos. Por un lado, es necesario que os convirtáis en un profesional que, por un lado, tenga sentido crítico y, por otra, conozca cuáles son las reglas del juego del puesto profesional que ocupa. Es decir, que encuentre el equilibrio entre ser duro, contundente y reivindicativo respecto a lo que cree y defiende, pero a la vez, que sea capaz de ser lo suficientemente flexible para aceptar los puntos de vista que no comparte en su totalidad. En este sentido, cuesta mucho encontrar un profesional que tenga este punto de equilibrio entre tener una determinación y ser capaz de aceptar a otros.
Otro consejo que os daría es que, si tenéis pensado poner en marcha un proyecto personal propio, debe ser especialmente previsores y dejar por escrito todo lo que desea que reglamente su proyecto. Debe valorar con antelación el rol que desempeña cada profesional en la empresa y sólo así el trabajo se podrá realizar de forma ordenada y con una mirada compartida.
¿Qué crees que es básico para formarse de una forma completa, actualmente, para ser un buen gestor cultural?
Para mí el hecho de hacer un máster es bastante necesario ya que te dota de un corpus teórico y práctico que te aproxima a la diversidad de funciones y tareas que se dan en el sector cultural.
Cualquier gestor cultural ha sido saber tener una conocimiento holístico del sector, es decir, no saber de nada en concreto pero saber un poco de todo. Sin embargo, creo que obedeciendo a las aspiraciones y habilidades de cada profesional, uno se ha de formar en aquellos ámbitos concretos que le conduzcan a trabajar en lo que desea y se sienta cómodo. Desde aquí quiero reivindicar la existencia de un profesional meta y de uno más pragmático, ambos necesarios y complementarios para ejercer en el mundo de la cultura.
Podríamos hablar de unas habilidades generales y necesarias como el hecho de tener una inquietud por el conocimiento y el saber, buscando el ser culto, también comunicarse, entender al otro, tener buena capacidad de síntesis, saber trabajar en equipo y al mismo tiempo capacidad para asumir los roles que más se aproximan a la función que desempeña. Todo ello, pienso que parte de una actitud que ya se tiene y que, aunque se desarrolla y aprende, parte de una forma personal y única de entender la vida y la sociedad.
¿Cómo ha evolucionado el mundo de la gestión cultural?
Ha habido cambios. Es evidente la llegada de un nuevo paradigma que Baumann definió como un «cambio de época». En este sentido, la reflexión sobre las políticas culturales que era una mirada que bebía mucho de los valores de la ilustración francesa ha pasado a plantearse sustentando nuevas miradas sobre la cultura. Se ha hablado mucho de un modelo cultural ocupando un terreno de lo común, de los bienes comunes … pero a estas alturas las políticas culturales aún no recogen este nuevo planteamiento. Los cambios se están dando de forma lenta y podemos sentir un cierto caos, por otra parte muy definidor de la época que vivimos, que tenemos que poder materializar cuando antes. Actualmente, las políticas culturales en el paradigma de lo común se encuentran en un estadio muy teórico y deben poder ser concretadas en un modo de concebir las políticas culturales. En este sentido, existe el libro de Jaron Rowan «Cultura libro de Estado», simpatizante del ámbito del bien común -el tercer ámbito que completa el público y el privado- que ya está siendo crítico con lo que defendían los comunes.
¿Cómo crees que cambiará el mundo de la gestión cultural en los próximos 10 años …?
Siguiendo con lo que os comentaba, podemos observar una tensión entre el espacio de intervención pública, privada y común. Por ello, debemos huir de los tópicos «El ámbito privado sólo busca el beneficio económico»; «El ámbito público persigue sólo beneficios sociales». En todos los casos, debemos tener claro que encontramos una voluntad de servicio público y una necesidad de cubrir costes y generar beneficios para continuar la actividad en ambos espacios. Por lo tanto, el ámbito común que trasciende estos ámbitos debe formar parte de la agenda pública y política y, por tanto, estoy seguro de que formará parte del debate político presente y futuro. Hay que darse cuenta de que comprender e intervenir de forma activa conlleva comprometerse también con ideas como la participación, el empoderamiento … que forman parte de los discursos actuales. Además, ligado al valor de la colaboración y con la necesidad urgente de encontrar nuevas fórmulas económicas de lo común -como la idea de la renta básica-, acabará definiendo un modelo cultural que permita superar este cambio de época.
Tienes la posibilidad de encomendarnos una tarea como futuros gestores culturales …
Pues, fundamentalmente, ¿qué podemos hacer para superar el absentismo cultural? O, ¿cómo lo hacemos para que la cultura interese a aquellos que no se sienten interpelados? Es decir, entendiendo que nuestro papel se sustenta sobre una idea emancipadora de la cultura pero a la vez sin caer en el despotismo, ¿cómo mediar con el hecho de que cada uno sea libre de mantener una relación única con la cultura y a la vez participe en el marco compartido de esta? En último término, ¿cómo conseguimos que la cultura, que los contenidos culturales que defendemos nosotros como prioritarios, superen las barreras de acceso para que el conjunto de la sociedad sienta necesaria la cultura? Me gustaría mucho que el enfoque que se adoptara rehuya de las políticas de públicos más instrumentales y se enfocara a hacer entender que la cultura es como el agua y que no podemos seguir permitiendo que más de un 50% de la población crea que no necesita el agua para vivir. ¿Cómo puede ser que haya gente que no quiera hacer uso de este bien común?
Por otra parte, debemos ser capaces de generar políticas que se ajusten a lo que la gente pueda entender y sentir próximas. Debemos rehuir de políticas culturales tan globales, tan poco concretas … porque finalmente esta «imprecisión» puede acabar con ellas, serán inútiles.