Notícia de INFORMACIÓN, por Rubén Míguez.
Que tengamos la habitación reluciente y con la cama hecha, el baño impoluto y con todos los «amenities» repuestos o las toallas cambiadas cuando regresamos al hotel tras pasar un día en la playa o desconectando en la montaña es gracias a las camareras de piso, esas trabajadoras que realizan su labor no siempre en las mejores condiciones, ya que denuncian que están sometidas a una gran carga de trabajo y a un esfuerzo físico que deja a muchas de ellas con lesiones crónicas. Para evitar que a determinadas edades estas mujeres (es un colectivo feminizado) sigan «deslomándose» para hacer una media de 20 habitaciones al día (en temporada alta se llega a las 24), los sindicatos quieren negociar con la patronal la reducción de la edad de jubilación.
Las kellys, como se hacen llamar, abreviatura ingeniosa de «las que limpian», reclaman poder jubilarse antes para disfrutar de una merecida jubilación con una mejor calidad de vida. Los datos que ponen sobre la mesa CCOO y UGT son contundentes: el 95,9 % de las trabajadoras de este colectivo manifiesta síntomas clínicos de ansiedad; el 74 % tiene problemas de concentración; el 82 % declara problemas de falta de energía; 4 de cada 10 presentan síntomas depresivos; el 70 % refiere tener dolor muscular; el 73,2 % duerme menos de 8 horas al día y el 9 % menos de 5 horas; y el 71,5 % consume fármacos para mitigar el dolor y el estrés.
De hecho, el Instituto Valenciano de Seguridad y Salud en el Trabajo (Invassat) reveló en un informe que el 66 % de las kellys terminan con lesiones crónicas, y que esas molestias aumentaban con la edad, así como con la antigüedad en el puesto.
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