La pandemia de la COVID-19

En este marco, la crisis sanitaria ocasionada por la expansión de la COVID-19 pone en evidencia las consecuencias que tiene sobre la vida la mercantilización de lo público; el mercado como eje regulador de las relaciones humanas; y mostrando la relevancia y la debilidad de la organización social de los cuidados. En tres meses, el COVID-19 puso en la agenda lo que se ha venido abogando desde hace más de 15 años de la economía de los cuidados. De repente, las medidas de aislamiento social y la interrupción de las clases presenciales en escuelas y centros de cuidado, tienen conviviendo todo el tiempo a todos los miembros del hogar, intentando hacer coexistir una multiplicidad de demandas y papeles: cuidar, educar, paternar/ maternal, cocinar, trabajar remotamente, mediar en conflictos familiares, etc. Situaciones extremas como estas ponen muy claramente de manifiesto la relevancia del cuidado. Porque una pandemia requiere de cuidados. Y porque las medidas que se toman para enfrentarla incrementan el trabajo de cuidado en los hogares. También, las medidas de prevención frente a la enfermedad incrementan el trabajo doméstico, en particular por las mayores tareas de higiene que se necesitan en los hogares. Como en otras tantas ocasiones de emergencia, el tiempo, el trabajo y el cuerpo de las mujeres están allí, aguantando la situación, y sosteniendo la vida cotidiana.

El mundo se encuentra en una situación sin precedentes. La economía de mercado, centrada en la producción y compraventa de bienes y servicios, se ha ralentizado mientras que, por el contrario, la economía del trabajo de cuidados no remunerado se encuentra a pleno rendimiento. Las medidas para evitar la transmisión del coronavirus, el periodo de confinamiento y las medidas de distanciamiento social, han paralizado algunos servicios públicos a la vez que han sometido a una mayor presión y restricciones a otros. Las familias, de un día para otro, han tenido que hacerse cargo de todo el trabajo de cuidados, buscando estrategias que permitan dar respuesta a las necesidades de bienestar de las personas y la sostenibilidad de la vida humana. Las restricciones de movimiento han provocado que todos los miembros del hogar estén en casa al mismo tiempo, lo que les permite presenciar (y potencialmente participar) en labores domésticas que antes eran invisibles. Así pues, se ha mostrado que el sistema productivo se ha podido detener y/o ralentizar, pero el sistema de cuidados es ineludible. Si bien en algunos casos el confinamiento permitió destinar más tiempo a cuidar y ha supuesto un «redescubrimiento» del hogar como entorno seguro y los cuidados como actividades reparadoras y satisfactorias; en otros casos se han enfrentado a una «nueva crisis de los cuidados» (Moré, 2020).

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