En el proyecto ‘COMMUNITY’ utilizamos una metodología basada en la actividad deportiva para favorecer la inclusión social de las personas refugiadas y solicitantes de asilo en su comunidad de acogida, así como para facilitar su salud física y psicológica. Creemos en el deporte como herramienta de transformación social.
Personas refugiadas y solicitantes de asilo
En 2021 se contabilizaban más de 80 millones de personas en el mundo que se habían desplazado forzosamente de sus residencias, según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Son personas que se ven obligadas a huir de sus países de origen en busca de refugio y seguridad en otro país. Huyen a causa de conflictos armados, de la persecución o de la violencia.
El asilo es «el derecho que tiene toda persona a buscar protección fuera de su país cuando huye como consecuencia de un conflicto o una persecución que pone en peligro su vida por su raza, religión, género, orientación sexual, grupo social, nacionalidad u opinión política. Es decir, la persona tiene temores fundados de perder la vida.»
ACNUR
Una parte importante de estas personas migra a los países de la Unión Europea como espacio seguro en el que desarrollar sus vidas. En la mayoría de los casos, llegan a una nueva comunidad donde no tienen vínculos sociales y desconocen la cultura y el idioma. Esto las sitúa en una posición de alta vulnerabilidad que puede convertirlas en personas en riesgo de exclusión social.
Estas circunstancias, sumadas a los incidentes traumáticos que viven en sus viajes hasta llegar a las comunidades de acogida y al fuerte sentimiento de desarraigo causado por haber dejado sus países de origen, tienen un gran impacto en su salud mental. Este impacto se ve agravado debido al estrés que supone el proceso de adaptación a una nueva comunidad y el enfrentamiento con las diferencias culturales.
Por este motivo, una de las formas principales de ayudar a las personas refugiadas en la inclusión social en sus comunidades de acogida es proporcionarles el apoyo necesario para recuperar y mantener su salud mental.
«En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en cualquier país.
«Este derecho no podrá ser invocado contra una acción judicial realmente originada por delitos comunes o por actos opuestos a los propósitos y principios de las Naciones Unidas.»
Artículo 14 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos
El papel beneficioso de la actividad física y deportiva
La práctica deportiva fomenta el desarrollo psicosocial y motriz de las personas, además de facilitar su bienestar físico. Mejora la autoestima, la confianza, la asunción de responsabilidades y la capacidad de trabajo en equipo, entre otras capacidades.
A la hora de jugar, no hay distinción entre personas. No importa la raza, religión, género, orientación sexual, nacionalidad u opinión política, ni la condición social o económica. Por eso, la práctica de actividad física se propone como un método saludable para ayudar a las personas refugiadas a superar las divisiones culturales a las que se enfrentan en su comunidad de acogida.
Si, además, en lugar de hablar de deporte competitivo, hablamos de juegos motores cooperativos, la actividad deportiva resulta un medio de interacción que facilita la comunicación, la interrelación y la socialización entre personas. Si esta actividad se comparte entre personas refugiadas y miembros de la comunidad de acogida, como es el caso de los Encuentros Sociodeportivos del proyecto ‘COMMUNITY’, se favorece también el conocimiento y la comprensión mutua entre ambas comunidades.
El deporte como herramienta de inclusión y transformación social
El deporte inclusivo cooperativo, desarrollado como espacio seguro, proporciona una sensación de seguridad y comodidad, facilita las interacciones sociales positivas entre grupos culturalmente diferentes y los ayuda a conectar entre sí. Hecho que también los puede llevar a apreciar los diferentes valores culturales de otras personas.
La actividad deportiva da a las personas refugiadas la oportunidad de volver a sentirse humanas y de olvidar los sentimientos de aislamiento que produce la falta de acceso a los servicios de la sociedad de acogida. Alivia las emociones negativas y el estrés provocados por la falta de control de sus vidas, sustituyéndolos por una sensación de relajación y energía, a la vez que fomenta el aprendizaje de habilidades que son transferibles a su vida cotidiana.
«El deporte tiene el poder de inspirar. Tiene el poder de unir a la gente como pocas cosas lo tienen. El deporte puede crear esperanza donde hubo solo desesperanza. Es más poderoso que el gobierno para romper barreras raciales».
Nelson Mandela
Por todos estos motivos, la actividad física facilita la salud mental y física de las personas refugiadas, favorece su inclusión social en las comunidades de acogida, y mejora su capacidad de adaptación, de resolución de problemas y de convivencia. En consecuencia, mejora su bienestar y calidad de vida.
Al mismo tiempo, las personas de la comunidad de acogida que comparten la actividad con ellas cambian la manera de ver a las personas refugiadas, rompiendo prejuicios y trabajando, desde un punto de vista crítico y constructivo, cuestiones como el racismo y la discriminación.
El deporte, por tanto, desarrollado en un contexto adecuado y bajo la supervisión de profesionales formados en modelos de intervención socioeducativa basados en la cooperación y el trabajo en equipo, se convierte en una herramienta impulsora de cambio y transformación social.
Esta manera de entender el deporte es la que aplicamos en los Encuentros Sociodeportivos de la Universitat de Barcelona. Si quieres saber más, aquí te lo explicamos en profundidad.