Michael Walzer
"A estas alturas será de utilidad regresar a una de los problemas que hice a un
lado en mi prefacio: ¿en virtud de! qué características somos iguales unos respecto
de otros? Una característica, sobre todo, es fundamental para mi planteamiento.
Somos (todos nosotros) criaturas que producen cultura: hacemos y poblamos mundos
llenos de sentido. Dado que no hay manera de clasificar y ordenar estos mundos
en lo concerniente a sus nociones de los bienes sociales, hacernos justicia a
las mujeres y a los hombres reales respetando sus creaciones particulares. Ellos
reclaman justicia y se oponen a la tiranía al insistir en el significado de los
bienes sociales entre sí. La justicia está enraizada en las distintas nociones
de lugares/ honores, tareas, cosas de todas clases, que constituyen un modo de
vida compartido. Contravenir tales nociones es (siempre) obrar injustamente.
Supongamos ahora que los aldeanos hindúes efectivamente aceptan las doctrinas
que apoyan el sistema de castas. Un visitante podría no obstante tratar de convencerlos
-un acto íntegramente respetable- de que las doctrinas son falsas, Podría afirmar,
digamos, que hombres y mujeres han sido creados igual no sólo a través dé múltiples
encarnaciones sino dentro de los límites de una determinada: a saber, ésta. Si
tiene éxito, una variedad de nuevos principios distributivos saldrían a flote
(dependiendo de cómo se reconceptuarían las ocupaciones a fin de que se correspondieran
con la nueva noción de las personas). De modo más simple, la imposición de una
moderna burocracia estatal sobre un sistema de castas introduce de inmediato nuevos
principios y criterios de diferenciación. La pureza ritual no se integra ya a
la ocupación de cargos. La distribución de tareas estatales trae a cuento criterios
diferentes, y si los parias -digamos- se ven excluidos, podemos empezar a hablar
de injusticias. Esta manera de hablar posee por cierto una forma conocida (en
la India hoy en día), pues incluye argumentos acerca de la reservación de cargos
determinados los que algunos individuos consideran una mutación en el sistema
de castas, y otros un remedio necesario a aquél. Cómo se ha de establecer una
diferenciación exacta entre las viejas castas y la nueva burocracia, es un asunto
que ha de suscitar disputas; sin embargo una vez que la burocracia ocupe su lugar,
alguna diferenciación tendrá que hacerse.
Así como es posible describir
un sistema de castas que cumpla con los parámetros (internos) de la justicia es
posible describir un sistema capitalista que cumpla con la misma finalidad. Pero
en este caso la descripción tendrá que ser considerablemente más compleja, pues
los significados sociales no habrán de integrarse de la misma manera. Puede ser
verdad como afirma Marx: en el primer tomo de El capital, que la creación
y apropiamiento de la plusvalía "es una Peculiar buena fortuna para el comprador
[de capacidad de trabajo], pero en modo alguno una injusticia para el vendedor".
Sin embargo, éste no es en manera alguna todo el cuadro de la justicia y la injusticia
en la sociedad capitalista, Será también de importancia decisiva si esta plusvalía
es convertible, si adquiere privilegios especiales en las cortes en el sistema
educativo o en las esferas del cargo y de la actividad política. Ya que el capitalismo
desarrolla en su curso y de hecho fomenta una considerable diferenciación de bienes
sociales, ningún tratamiento de la compra y la venta, ninguna consideración del
intercambio libre puede zanjar la cuestión de la Justicia. Tendremos que aprender
mucho acerca de otros procesos distributivos y acerca de su autonomía relativa
de o su integración en el mercado. El predominio del capital fuera del mercado
hace injusto al capitalismo.
La teoría de la justicia ha de poner
sobre aviso acerca de las diferencias y hacemos sensibles respecto de las demarcaciones.
Con todo, no se sigue de esta teoría que las sociedades sean más justas si son
más diferenciadas. La justicia simplemente tiene mayor amplitud en tales sociedades
porque hay más bienes distintos, más principios distributivos, más agentes, más
procedimientos. Y mientras más amplitud tenga la justicia, más cierto será que
la igualdad compleja será la forma que la justicia asuma. La tiranía también tiene
mayor amplitud. Vista desde fuera, desde nuestra propia perspectiva, los brahmanes
hindúes parecen mucho a tiranos -y en eso se convertirán si las nociones sobre
las cuales se basa su alta posición dejan de ser compartidas-. Desde dentro, no
obstante, las cosas les llegan naturalmente, por así decirlo, en virtud de su
pureza ritual. No necesitan convertirse en tiranos para gozar de la amplitud total
de los bienes sociales. Y cuando en efecto se convierten en tiranos, únicamente
explotan las ventajas que ya poseían. Pero cuando los bienes son distintos y las
esferas distributivas son autónomas, ese mismo disfrute exige extorsión, intrigas
y violencia. Éste es el signo fundamental de la tiranía: un continuo apropiarse
de cosas que no llegan de manera natural, una lucha implacable por mandar fuera
de la propia compañía.
La forma más alta de la tiranía, el totalitarismo
moderno, sólo es posible en sociedades altamente diferenciadas, pues el totalitarismo
es la Gleichschatung la coordinación sistemática de los bienes sociales
y de las esferas de vida que deberían estar separadas, y su terror específico
deriva de la fuerza de tal "deberían" en nuestras vidas. Los tiranos contemporáneos
se encuentran interminablemente ocupados. Es mucho lo que tienen que hacer si
han de lograr que su poder sea dominante en todos lados: en la burocracia y en
las cortes, en mercados y en fábricas, en partidos y en sindicatos, en escuelas
y en iglesias, entre amigos y amantes, entre los parientes y los conciudadanos.
El totalitarismo da origen a nuevas y radicales desigualdades, y tal vez sea el
único aspecto justificativo de tales desigualdades que la teoría de la justicia
nunca puede ir en ayuda de ellas. La injusticia adquiere aquí una especie de perfección,
como si hubiéramos concebido y creado una multitud de bienes sociales y establecido
las demarcaciones de sus esferas propias sólo para provocar e incrementar las
ambiciones de los tiranos. Con todo, al menos podemos reconocer la tiranía."
- Walzer, Michael: Las esferas de la justicia. Una defensa del pluralismo
y la igualdad. FCE, México 1993. P. 323-325.