Charles Taylor
"Es
esta situación original la que proporciona sentido a nuestro concepto de «identidad»
al ofrecer respuesta a la pregunta: «¿Quién soy yo?» mediante una definición del
lugar desde donde hablo y a quién hablo. La completa definición de la identidad
de alguien incluye, por tanto, no sólo su posición en las cuestiones morales y
espirituales, sino también una referencia a una comunidad definidora. Esas dos
dimensiones se reflejaban en los ejemplos que de manera natural vinieron a la
mente en mi argumentación anterior, al hablar de la posibilidad de identificarse
a sí mismo como católico o anarquista, o como armenio o quebequés. Sin embargo,
mormalmente una dimensión no excluye la otra. Así, para A quizá sea esencial definirse
como católico y quebequés y para B como armenio y anarquista. (Y esas descripciones
no agotarían la identidad de ninguno de ellos.). Lo que intento sugerir en esta
argumentación es que esas dos dimensiones de definición-identidad reflejan la
situación original en que se plantea la cuestión de la identidad.
No
obstante, esta segunda definición tiende a ocluirse. La cultura moderna ha desarrollado
concepciones del individualismo que presentan a la persona humana, al menos potencialmente,
ensimismada, declarando su independencia de la urdimbre de interlocución que originalmente
la formó o, por lo menos, neutralizándola. Es como si la dimensión de interlocución
sólo fuera significativa en la génesis de la individualidad, algo así como un
andador en una guardería infantil que se descarta cuando deja de hacer falta y
no desempeña ninguna utilidad en la persona adulta. ¿De dónde parte el valor de
esas opiniones?"
- Charles Taylor: Fuentes del Yo. Paidós,
Barcelona 1996. P. 52-53.