Michael Sandel
"Si
la ética deontológica no consigue cumplir su propia promesa liberadora, tampoco
consigue explicar de modo plausible ciertos aspectos indispensables de nuestra
experiencia moral, puesto que la deontología insiste en que nos consideramos a
nosotros mismos seres independientes, independientes en el sentido de que nuestra
identidad no se encuentra nunca atada a nuestros objetivos y relaciones. Dada
nuestra "facultad moral para formarnos, corregir y buscar racionalmente una concepción
del bien", la continuidad de nuestra identidad está asegurada sin problemas. Ninguna
transformación de mis objetivos y relaciones podría cuestionar a la persona que
yo soy, ya que es posible que ninguna lealtad de este tipo, por profunda que se
fuera, atrajera en primer lugar mi identidad.
Pero no podemos considerarnos
a nosotros mismos independientes de esta forma sin que ello suponga un gran coste
para esas lealtades y convicciones cuya fuerza moral consiste en parte en el hecho
de que vivir con ellas es inseparable de creernos las personas particulares que
somos -miembros de esta familia, comunidad, nación o pueblo; portadores de esta
historia; hijos e hijas de esa revolución; ciudadanos de esta república. Tales
lealtades son algo más que valores que por casualidad tengo, o bien objetivos
que "defiendo en un momento dado". Van más allá de las obligaciones que contraigo
voluntariamente y de los "deberes naturales" hacia los seres humanos; hacen que
a algunos les deba más de lo que la justicia pide o incluso permite, no por pactos
que he acordado, sino en virtud de esas relaciones y compromisos más o menos duraderos
que tomados en conjunto definen en parte la persona que soy.
Imaginar
a una persona incapaz de establecer tales relaciones constitutivas no es concebir
a un agente extremadamente frío y racional, sino imaginar a una persona sin carácter
ni profundidad moral algunos. Tener carácter es, pues, saber que me muevo en una
historia donde ni pido ni mando, lo cual tiene, sin embargo, consecuencias para
mis elecciones y conducta. Me acerca a unos y me separa de otros; hace a unos
objetivos más pertinentes, y a otros menos. Como ser que me interpreto a mí mismo,
soy capaz de reflexionar sobre mi historia y, en este sentido, distanciarme de
ella, pero la distancia es siempre precaria y provisional, de suerte que el punto
de reflexión nunca se encuentra asegurado fuera de la propia historia. Por consiguiente,
una persona con carácter sabe que se encuentra implicada de diversas maneras incluso
cuando reflexiona, y siente el peso moral de lo que sabe."
- Michael
Sandel: Liberalism and its critics. 1994. P. 179.