Richard Rorty


"Pero ahora no podemos seguir siendo leninistas y debemos enfrentar algunas cuestiones que el leninismo nos ayudaba a eludir: ¿estamos más interesados en aliviar la miseria o en crear un mundo en el que los intelectuales fueran los guardianes del bienestar público? ¿Qué hay tras el sentimiento de pérdida que nos invade cuando nos vemos forzados a concluir que los Estados de bienestar democrático-burgueses son lo mejor que podemos prever? ¿Es tristeza porque pensamos que los pobres nunca conseguirán eludir estar bajo los ricos, porque nunca podremos alcanzar la solidaridad de una comunidad cooperativa? ¿0, más bien, es la tristeza de pensar que nosotros los intelectuales hemos resultado menos relevantes para el destino de la humanidad de lo que habíamos esperado? ¿Es nuestra sed de narraciones histórico mundiales, de teorías profundas sobre profundas causas del cambio social, producida por nuestra preocupación por el sufrimiento humano? ¿0 es, al menos en parte, producto del ansia por lograr un papel importante que jugar en todo esto?

Cualesquiera que fueran las respuestas a estas preguntas (preguntas en las que, en realidad, nos miramos el ombligo) creo que nosotros izquierdistas occidentales podemos comprender mejor las revoluciones de 1989 y 1991 tratando de banalizar nuestro vocabulario de deliberación política. Sugiero que comencemos hablando sobre la avaricia y el egoísmo más que sobre ideología burguesa, sobre salarios de hambre y la situación actual más que sobre la mercantilización del trabajo y sobre el gasto diferencial por alumno o el acceso diferencial al cuidado de la salud más que sobre la división de la sociedad en clases. Sugiero que dejemos de asumir que la función del intelectual es la crítica radical de las instituciones existentes, una crítica que trata de penetrar hasta las realidades que están bajo las apariencias. Espero que podamos dejar de usar nociones corno «mistificación» e «ideología», nociones que sugieren que estamos en posición de ver a través de meras construcciones sociales y discernir algo que es más que una construcción social. Sería mejor decir simplemente: quizá podamos construir una sociedad mejor que la que tenemos ahora (mejor no en el sentido de adaptarnos mejor a como son las cosas realmente, sino sólo en el sentido de que esa sociedad contenga menos desigualdades). Desde este punto de vista, las únicas críticas de las instituciones existentes que realmente cuentan serán reformistas más que radicales: aquellas que aconsejan instituciones concrretas alternativas, alternativas que, a su vez, no presuponen la existencia de un nuevo tipo de ser humano. Pensar de esta manera significaría deshacerse de la esperanza de evitar la complicidad con las instituciones presentes e imaginar qué podríamos obtener, mediante una serie de pasos concretos, de una institución presente para llegar a otra algo mejor.
(...)

Debemos dejar de usar a la Historia como el nombre de un objeto alrededor del cual tejemos nuestras fantasías para disminuir la miseria. Debemos dejar de ser el eco de la retórica del Manifiesto Comunista hablando de cómo la industrialización o la burguesía han destruido las cosas como eran y como se suponía que debían ser, cuando fueron atrapadas por algo llamado «la lógica del capitalismo». Debemos abandonar el uso del término «modernidad» como el nombre de un misterioso fenómeno cuya naturaleza hemos de comprender antes de comenzar la deliberación política. Deberíamos dejar de hablar de «alienación» como si entendiéramos la verdadera naturaleza de la vida humana y pudiéramos medir la diferencia entre esa verdadera humanidad y la existencia corrupta y degradada de los seres humanos contemporáneos."

  • Rorty, Richar: Pragmatismo y política. Ediciones Paidós, Barcelona 1998. P. 54-55.