Joseph Raz
"Relación
entre autonomía y la capacidad que se tiene para ella. El hecho de que nuestro
interés personal y, de forma más general, lo que cuenta para nuestro bienestar
esté en gran medida determinado por nuestras propias acciones, no presupone la
elección libre o deliberada de opciones. Por cierto, nuestro bienestar no está
servido por proyectos a los que nos sentimos forzados a menos que decidamos aceptarlos
por voluntad propia. Sin embargo, no todo lo que aceptamos por voluntad propia
lo hemos elegido libre o deliberadamente de entre las distintas alternativas que
se nos ofrecían. La relación entre hijos y padres constituye un claro ejemplo
de ello. A pesar del hecho de que puede -y a veces ocurre- salir mal, se trata
de una relación que la mayoría acepta por voluntad propia, si bien no elige libremente.
Es una relación en la que estamos comprometidos y que nos importa mucho, si bien
no nos la hemos planteado como una cuestión de elección.
En las
sociedades industriales occidentales se ha hecho bastante popular una concepción
particular del bienestar individual: el ideal de la autonomía personal. Este ideal
trasciende el concepto de que el bienestar personal está determinado en parte
por el éxito de búsquedas refrendadas por voluntad propia, y considera la libre
elección de objetivos y relaciones como un ingrediente básico del bienestar individual.
La idea rectora subyacente al ideal de autonomía personal es la de que la gente
debería hacerse su propia vida. La persona autónoma es (co)autora de su propia
vida. El ideal de autonomía personal consiste en la idea de que la gente controle,
hasta cierto punto, su propio destino, moldeándolo a través de sucesivas decisiones
a lo largo de toda la vida.
Es un ideal que se adapta especialmente
a las condiciones de la era industrial y sus repercusiones, era que se caracteriza
por los rápidos cambios tecnológicos y la libre movilidad del trabajo. Estas condiciones
requieren de la capacidad para enfrentarse a las cambiantes condiciones tecnológicas,
económicas y sociales, de una capacidad para adaptarse, adquirir nuevas habilidades,
moverse de una subcultura a otra, familiarizarse con nuevos puntos de vista científicos
y morales. Su idoneidad para nuestras condiciones y las profundas raíces que ya
ha echado en nuestra cultura aportan poderosos argumentos a favor de este ideal.
No obstante, sería incorrecto identificar el ideal con la capacidad para enfrentarse
a lo cambiante de la sociedad moderna. La autonomía es un ideal de autocreación.
En muchas épocas del pasado existieron personas autónomas, pensaran o no -ellas
o aquéllos a su alrededor- que fuera ésta una forma de ser ideal.
La
persona autónoma es coautora de su vida. La imagen que esta metáfora pretende
evocar no es la de una persona disciplinada y compulsiva que decide de joven qué
vida quiere y dedica el resto de ella a vivirla de acuerdo con este plan. En palabras
de J. L. Mackie: "no hay una sola meta sino innumerables metas distintas, y
[...] éstas son objeto de elecciones sucesivas (y no para siempre o definitivas).
Tal y como nos recuerda el comentario de Mackie, el ideal de autonomía personal
no debe identificarse con el ideal de dotar a nuestra vida de unidad. El bienestar
de una persona autónoma consiste en la búsqueda tenaz de metas y relaciones elegidas
por ella misma. Al igual que el de todo el mundo, su bienestar también serán metas
anidadas, siendo las más generales las más importantes, mientras que las demás
importen por igual. Nada de esto nos da cuenta de algo que sea específico al ideal
de autonomía, que no necesita de ningún intento por imponer una unidad especial
a la vida propia. Una vida autónoma puede consistir en búsquedas diversas y heterogéneas.
Una persona que cambia a menudo de gustos puede ser tan autónoma como la que nunca
se ha librado de sus preferencias de adolescencia.
La autonomía
se opone a una vida de elecciones coaccionadas. Se contrapone a una vida sin elecciones
o a dejarse llevar por la vida sin ejercer nunca la capacidad de elección. Evidentemente,
la vida autónoma exige cierto grado de autoconciencia. Para poder elegir, uno
debe ser consciente de sus propias opciones. Si éstas van a incluir cambios en
aspectos fundamentales de la vida, tal y como deber ser si hablamos de una persona
autónoma, entonces esta persona debe ser consciente de que su vida se prolonga
en el tiempo. Deber ser capaz de entender que diversas elecciones causarán un
impacto considerable y duradero en su vida. Siempre puede preferir evitar los
compromisos a largo plazo, pero debe ser consciente de su existencia. Todo esto
nos ha llevado a algunas concepciones excesivamente intelectualizadas de la autonomía
personal. Ignoro que haya algo malo en la vida intelectual, lo mismo que ignoro
que esté mal que la gente dote conscientemente a su vida de una gran unidad. Pero
el ideal de autonomía personal persigue ser más amplio y compatible con otros
estilos de vida, incluidos aquellos que no son intelectuales."
- Joseph
Raz: The morality of freedom. Oxford University Press, 1986. P. 369, 371.