Alasdair MacIntyre
"Por consiguiente, yo mantengo que no tenemos ninguna razón para creer que la
filosofía analítica pueda proveernos de escapatoria convincente alguna ante el
emotivismo, la substancia del cual a me nudo concede de hecho, una vez que el
emotivismo es entendido más como teoría del uso que del significado. Pero esto
no solo es verdadero para la filosofía analítica. También se cumple para algunas
filosofías morales de Alemania y Francia, a primera vista muy diferentes. Nietzsche
y Sartre despliegan vocabularios filosóficos que son muy ajenos al mundo filosófico
angloparlante; y difieren entre sí en estilo y retórica, como también en
vocabulario, tanto como difieren de la filosofía analítica. No obstante, cuando
Nietzsche quiso denunciar la fabricación de los sedicentes juicios morales objetivos
como la máscara que utiliza la voluntad de poder de los débiles y esclavos para
afirmarse a sí mismos frente a la grandeza aristocrática y arcaica, y cuando Sartre
intentó poner en evidencia a la moral racionalista burguesa de la Tercera República
como un ejercicio de mala fe por parte de quienes no podían tolerar que se reconocieran
sus propias preferencias como única fuente del juicio moral, ambos concedieron
substancialmente lo mismo que el emotivismo afirmaba. Ambos consideraban haber
condenado con sus análisis la moral convencional, lo mismo que creyeron hacer
muchos emotivistas ingleses y norteamericanos. Los dos concibieron su tarea como
parte de la fundamentación de una nueva moral, pero en los escritos de ambos su
retórica -muy diferente la una de la otra- se vuelve opaca, nebulosa, y
las afirmaciones metafóricas reemplazan a los razonamientos. El Superhombre y
el Marxista-Existencialista sartriano de sus páginas pertenecen más al bestiario
filosófico que a una discusión seria. Por el contrario, ambos autores dan
lo mejor de sí mismos como filósofos potentes y agudos en la parte negativa de
sus críticas.
La aparición del emotivismo en tal variedad de disfraces
filosóficos sugiere que mi tesis debe definirse en efecto en términos de enfrentamiento
con el emotivismo. Porque una manera de encuadrar mi afirmación de que la moral
no es ya lo que fue, es la que consiste en decir que hoy la gente piensa, habla
y actúa en gran medida como si el emotivismo fuera verdadero, independientemente
de cuál pueda ser su punto de vista teorético públicamente confesado. El emotivismo
está incorporado a nuestra cultura. Pero como es natural al decir esto no afirmo
meramente que la moral no es lo que fue, sino algo más importante: que lo que
la moral fue ha desaparecido en amplio grado, y que esto Marca una degeneración
y una grave pérdida cultural. Por lo tanto, acometo dos tareas distintas, si bien
relacionadas.
La primera es la de identificar y describir la moral perdida
del pasado y evaluar sus pretensiones de objetividad y autoridad; ésta es una
tarea en parte histórica y en parte filosófica. La segunda es hacer buena mi afirmación
acerca del carácter específico de la era moderna. He sugerido que vivimos en una
cultura específicamente emotivista y, si esto es así, presumiblemente descubriremos
que una amplia variedad de nuestros conceptos y modos de conducta -y no sólo nuestros
debates y juicios morales explícitos- presuponen la verdad del emotivismo, sí
no a nivel teórico autoconsciente, en el fondo de la práctica cotidiana. Pero,
¿es así? Volveré inmediatamente sobre el tema."
- MacIntyre,
Alasdair: Tras la virtud, Ed.Crítica, Barcelona, 1987. P. 38-39.