F. Von Hayek
"Anteriormente hemos definido de manera provisional la libertad como ausencia
de coacción. Ahora bien, el concepto de coacción es quizá tan confuso como el
de libertad y básicamente por las mismas razones: no distinguimos claramente entre
lo que otros hombres nos hacen y los efectos que en nosotros tienen las circunstancias
físicas. En la lengua inglesa existen dos palabras diferentes que permiten establecer
la necesaria distinción: to compel se usa para indicar una obligatoriedad
por causas o circunstancias físicas; to coerce se usa para indicar coacción
originada por algún agente humano.
La coacción tiene lugar cuando
las acciones de un hombre están encaminadas a servir la voluntad de otro; cuando
las acciones del agente no tienden al cumplimiento de sus fines, sino al de los
de otro. Esto no quiere decir que el que sufre coacción se vea privado de la facultad
de elegir. Si le faltara dicha facultad, no cabría hablar de «su acción». Si mi
mano, utilizando la pura fuerza física, es obligada a firmar, o si mi dedo es
presionado contra el gatillo de una pistola, no se puede decir que tales acciones
sean mías. Por supuesto, una violencia tal, que reduce mi cuerpo a mera herramienta
física de otra persona, es tan mala corno la coacción propiamente dicha y debe
prohibirse por ¡as mismas razones. Sin embargo, la coacción implica que yo poseo
la facultad de elegir, pero que mí mente se ha convertido en la herramienta de
otra persona hasta el extremo de que las alternativas que se presentan a mi voluntad
han sido manipuladas de tal suerte que la conducta que mi tirano quiere que yo
elija se convierte para mí en la menos penosa. No obstante la coacción, soy yo
quien decide cuál de las alternativas que se presentan a mi elección es la menos
mala.
Está claro que la coacción no incluye todas las influencias
que pueden ejercerse sobre las acciones de otra persona, ni siquiera todos los
casos en que una persona obra o amenaza obrar de un modo que cause daño a otra,
para obligarla a cambiar su conducta futura. Una persona que estorba mi camino
en la calle obligándome a apartarme; quien ha pedido prestado en la biblioteca
pública el libro que yo pretendía obtener, e incluso aquel a quien rehuyo a causa
de los ruidos desagradables que produce, no puede decirse que ejerzan coacción
sobre mí. La coacción implica tanto la amenaza de producir daño como la intención
de provocar de ese modo en otros una cierta conducta.
Aunque el que
sufre coacción tiene capacidad de elección, el que la ejerce ha combinado las
alternativas que se presentaban a la voluntad del otro de tal modo que el primero
hará lo que el segundo quiera. El que sufre coacción no está privado, simplemente,
de utilizar sus facultades, pero sí de la posibilidad de emplear sus conocimientos
al servicio de sus propios fines."
- Hayek, Friedrich von: Los
fundamentos de la libertad. Folio, Barcelona 1997. P. 161-162.