F. Von Hayek
"Hasta ahora nos hemos referido sólo a nuestra nación o a aquellos países que
consideramos miembros de nuestra propia civilización. Pero debemos tener en cuenta
que las consecuencias del pasado progreso y, principalmente, la expansión de veloces
y fáciles intercambios mundiales de conocimiento y ambiciones ha despejado grandemente
la incógnita de sí queremos o no continuar el rápido progreso. Dentro de nuestra
posición actual, el nuevo hecho que nos impulsa a continuar hacia adelante estriba
en que las realizaciones de nuestra civilización han llegado a ser el objeto de
envidia y deseo de todo el resto del mundo. Menospreciando el que, desde cierto
elevado punto de vista, nuestra civilización sea realmente mejor o no, debemos
reconocer que sus resultados materiales son solicitados prácticamente por todos
los que llegan a conocerlos. Puede que esos pueblos no deseen adoptar nuestra
civilización en bloque, pero ciertamente quieren ser capaces de escoger lo que
les convenga. Podemos lamentar, pero no despreciar, el hecho de que, incluso donde
se conservan diferentes civilizaciones dominando las vidas de la mayoría, los
puestos dirigentes estén casi invariablemente en manos de aquellos que han ido
más lejos en la aceptación del conocimiento y la tecnología de la civilización
occidental.
Aunque superficialmente pudiera parecer que en la actualidad
compiten dos tipos de civilización buscando el favor de los pueblos del mundo,
las promesas que ambas ofrecen a las masas, las ventajas que airean, son esenciaImente
idénticas. Y aunque tanto los países libres como los totalitarios entienden que
sus respectivos métodos satisfarán más rápidamente las apetencias de las gentes,
el objetivo en sí les parece el mismo. La principal diferencia estriba en que
sólo los totalitarios saben claramente cómo quieren lograr esos resultados, mientras
que el mundo libre puede mostrar únicamente sus logros pasados, dado que, por
su misma naturaleza, es incapaz de ofrecer cualquier «plan» detallado para ulterior
desarrollo.
Ahora bien, si los logros materiales de nuestra civilización
han creado ambiciones en otros países, también les han dado un nuevo poder para
destrozarla si no obtienen lo que creen que les es debido. Con el conocimiento
de las posibilidades esparciéndose más rápidamente que los beneficios materiales,
una gran parte de los pueblos del mundo se hallan hoy tan insatisfechos como no
lo estuvieron nunca y determinados a apoderarse de lo que consideran su derecho.
Creen, tan firme y tan equivocadamente como los pobres de cualquier país, que
sus objetivos pueden lograrse mediante una redistribución de la riqueza ya existente.
Las enseñanzas de Occidente les han confirmado en esta creencia, y a medida que
su vigor aumente serán capaces de obtener por la fuerza tal redistribución si
el incremento de riqueza que provoca el progreso no es lo bastante rápido. Pero
una distribución retardaría del índice de avance de los que van a la cabeza forzosamente
provocará un estado de cosas en cuya virtud también la mayoría de las siguientes
mejoras habrán de derivar de la redistribución, toda vez que el crecimiento económico
proveerá menos."
- Hayek, Friedrich von: Los fundamentos de
la libertad. Folio, Barcelona 1997. P. 71-72.