Ronald Dworkin


"El cuarto conjunto de enigmas que describí tenía que ver con el vínculo entre el bienestar y la moralidad: ¿Cómo se puede vivir mejor, en la virtud o en la injusticia? Quisiera distinguir ahora entre dos versiones distintas de esta cuestión. ¿Cómo afecta al valor crítico de la vida de alguien su propia conducta injusta? ¿Cómo le afecta la injusticia de otros, o una situación injusta -vivir en una comunidad en la que los recursos están distribuidos injustamente, por ejemplo-? El modelo del impacto, en su forma abstracta, no adopta posición alguna en lo que se refiere a la primera pregunta, pues podemos encontrar interpretaciones de ese modelo que son compatibles con cada una de las tres concepciones que describí antes. Según una interpretación, por ejemplo, sólo hacemos bien al mundo cuando lo hacemos menos injusto, y en esa interpretación nadie podría mejorar su vida produciendo más injusticia en el mundo. Pero, según otra interpretación, la mejor vida es la vida consagrada a la creación de un gran arte; en esa interpretación, la deserción de Cézanne mejoraría su vida aun en el supuesto de que desertar fuera cometer un acto irremisiblemente injusto.

Pero el modelo del impacto, incluso en su forma abstracta toma posición respecto de la segunda pregunta sobre cómo puede afectar al valor de la vida de alguien la injusticia de otros, o una situación injusta. Sostiene que una injusticia cometida por terceros no puede interesar como tal a la ética. Es innegable que en los Estados Unidos de nuestros días algunas personas -les llamaré ricos- poseen más riqueza de lo que sería justo, y otros -los pobres-, menos. Un hombre rico puede usar su riqueza para producir un impacto positivo en el mundo en cualquier interpretación que demos de lo que haya que entender por impacto positivo. Puede usarla para crear o para promover buen arte, o para financiar una investigación -propia o ajena- en el campo de los antibióticos o incluso para reducir globalmente el nivel de injusticia en el mundo soltando dinero. Interpretemos como interpretemos el valor objetivo, el impacto de su vida tiene más valor que el que habría tenido si solo hubiera dispuesto de unos ingresos medios, y puesto que la situación injusta en la que está (según nuestro supuesto) no ha sido causada por él, no hay impacto axiológico negativo -en su vida- que contraponer al impacto positivo. Evidentemente, de aquí no se sigue que él debiera aprobar la injusticia, o que no debiera votar o trabajar para corregirla tanto como estuviera en sus manos. Pero eso son exigencias morales, no éticas. Consideremos ahora al pobre. Casi con toda seguridad, tendrá una vida peor, en términos de impacto, que la que habría tenido si hubiera sido más rico. Pero eso no es de ningún modo una injusticia del hecho de que su menor riqueza sea injusta: no es la injusticia de los escasos recursos que se le asignan, sino el monto absoluto de esos recursos lo que limita el impacto que él pueda tener. No reputaríamos su vida mejor si cambiáramos nuestra noción de justicia y decidiéramos que la asignación que recibe es justa.

El modelo del desafío sugiere una respuesta espectacularmente distinta a la cuestión de si una persona puede gozar de una vida mejor siendo virtuosa que siendo injusta. A quien acepte ese modelo, aceptando así que algunos aspectos de nuestras circunstancias tienen que contar como parámetros normativos de la buena vida, le resultará difícil no considerar la justicia como uno de esos parámetros normativos. Ciertamente, los recursos deben figurar de alguna manera como parámetros, porque no podemos describir el reto de vivir bien sin realizar algunos supuestos sobre los recursos que debería tener a su disposición una vida para ser considerada una buena vida. Los recursos no pueden contar sólo como limitaciones, porque no tiene sentido concebir la mejor vida posible abstrayéndonos de sus circunstancias económicas. De manera que tenemos que encontrar alguna descripción adecuada del modo en que los recursos entran en la ética como parámetros de la buena vida, y creo que no tenemos otra alternativa que traer a colación la justicia estipulando que una buena vida es una vida adecuada a las circunstancias en las que los recursos están distribuidos de una forma justa."

  • Dworkin, Ronald: Ética privada e igualitarismo político. Paidós & ICE de la UAB, Barcelona 1993. P. 134-136.