Ronald Dworkin
"Continuidad. En contraste con la primera, llamaré a la segunda la estrategia
de la continuidad. Ésta apela a la gente que quiere una experiencia moral más
integrada, que quiere que sus convicciones políticas estén a la altura de sus
convicciones acerca de la buena vida, y que por lo tanto, reticente a dejar esas
convicciones de lado poniéndolas entre paréntesis al cruzar el umbral del colegio
electoral donde depositará su voto. Por consiguiente, la continuidad ofrece al
liberalismo unos fundamentos distintos. Intenta construir lo que podríamos llamar
una ética liberal -intuiciones y convicciones acerca del carácter y los fines
de la vida humana que parezcan particularmente congeniales con los principios
políticos liberales-, para, a continuación, mostrar que esas intuiciones y convicciones
constituyen ya la parte central de la manera en que la mayoría de nosotros se
representa lo que es vivir bien, vivir mejor de lo que vivimos. Un problema al
que esta estrategia se enfrenta es de inmediato evidente. Puesto que el liberalismo
es tolerante, y en cierto sentido neutral respecto de las distintas concepciones
que la gente tiene sobre cómo deben vivir sus vidas, una ética liberal está obligada
a ser abstracta. No puede consistir en una descripción detallada de la buena vida
que resulte problemática en el seno de la comunidad política, como la popular
noción de que una vida fundada en el poder diamante del éxito económico resulta
eminentemente satisfactoria, o el punto de vista opuesto, según el cual esa vida
es vulgar y mezquina. Una ética liberal debe tener un carácter estructural y filosófico,
más que substantivo. Tiene que consistir, pongamos por caso, en proposiciones
como las que he descrito en la Introducción, apoyar una con-cepción del valor
ético basada en la habilidad y la realización más que en el producto acabado,
lo que no excluye ninguna concepción substantiva, detallada, de la vida, que tenga
probabilidades de ser popular en nuestra comunidad política. Sin embargo, una
ética liberal tiene que tener más que esta virtud negativa. Tiene que ser lo suficientemente
robusta como para constituir una ética distintivamente liberal, de modo que cualquiera
que adopte los puntos de vista por ella desarrollados tienda también a adoptar
un punto de vista político liberal."
- Dworkin, Ronald: Ética
privada e igualitarismo político. Paidós & ICE de la UAB, Barcelona 1993.
P. 63-64