El impulso jurídico franquista frente a la realidad laboral (años 40 y 50).
Las leyes de trabajo femenino, inauguradas con el Fuero del Trabajo de 1938 y hasta la Ley de Contratos de Trabajo de 1944, encontraron serias dificultades para su aplicación. La falta de mano de obra masculina especializada en muchos de los trabajos que realizaban mujeres casadas, hizo cuestionar a los empresarios la sustitución por hombres (para cumplir con el Fuero del Trabajo). En determinadas empresas: hilados, confección, tintorería, juguetería, y botonería, que empleaban trabajadoras cualificadas, no se pudo efectuar la sustitución por falta de especialización masculina en estos trabajos, de rentabilidad empresarial y se acabó poniendo a mujeres solteras. Las estadísticas oficiales mostraban un descenso en la actividad de las mujeres casadas, paralelamente a la necesidad continuada de incentivar a la mujer para que se aleje del mundo laboral, recurriendo a la propaganda y a la legislación . Además de las dificultades de las empresas para implantar la legislación tras la guerra, un fenómeno más implicante fue la disminución del nivel adquisitivo de las familias que, junto con la reducción de la población activa masculina en un 10% en 1939 , les empujará a usar toda su mano de obra potencial.
La fijación de los salarios por parte del régimen, con escasas variaciones, contribuyó a aumentar el coste de la vida. La reducción de salarios respecto a 1935 estaba entre el 30 y el 50%, mejorando sensiblemente hasta los primeros 50 . El coste de la vida aumentó un 53'6% entre 1936 y 1939; los salarios aumentaron en este período entre el 8 y el 16%, lo que representa una caída del poder adquisitivo del 25 al 30%; en 1940 y 1941 los precios crecieron entre el 16'1 y el 30%, cuando el crecimiento de los salarios rondó entre un 5'1 y un 7'4% ; entre 1935 y 1940 el consumo cayó un 33'6%. Los salarios permanecían invariables pero caía su poder adquisitivo por el aumento de los precios, entonces la administración se vio obligada a dar ayudas y crear una multiplicidad de pluses salariales, todo para evitar el trabajo femenino. El bajo poder adquisitivo que tenían las familias obreras llevó a que se incidiera en el trabajo femenino, del 8'66% de mujeres que trabajaban en 1940 se pasaría a un 15'13% en 1960, yendo en aumento.
La política económica del régimen franquista tenía como máxima finalidad perpetuarse en el poder, sería interesante decir que disminuir los salarios, aumentar el número de horas laborales y sellarlo con la "fácil detención" era una manera efectiva de ceñir a la población a sus absorbentes trabajos, pero resulta más complejo. Los problemas para adquirir materia prima y alimentos en el mercado exterior a causa de la coyuntura internacional y de la política financiera gubernamental - que mantenía alta la peseta dificultando la entrada de divisas y la exportación -, añadido a la intervención del comercio exterior y la compra excesiva de materiales militares, mantenía: 1) el incremento de precios de los productos y 2)la escasa mecanización de la industria; en definitiva, una disminución de la productividad. La subida de precios de los productos dejaba bajos los salarios y la capacidad adquisitiva de las familias proletarias, con lo cual tenían mermada su capacidad de consumo. Los salarios bajos abarataron la contratación de personal y, alentadas también por la falta de maquinaria, las empresas se vieron impulsadas a contratar muchos trabajadores. La estructura de los sindicatos verticales de cada sector productivo, dominada por los empresarios del sector, controlaba su propia competencia y así ayudaba a aumentar los precios de los productos, presionando para formar monopolios.
El control de los precios agrícolas por el Estado, con tasación muy baja, junto con la falta de productividad por carencias técnicas y de abonos, producía pocos beneficios y forzaba a enviar muchos productos al mercado con altas subidas para el mercado negro . El encarecimiento de precios agrícolas afectó directamente al resto de los sectores productivos. La necesidad de las familias, en consonancia con la necesidad de las empresas industriales de contratar mucho personal en sustitución de la mecanización de otras épocas, obligó a las empresas a emplear mujeres con cada vez más insistencia.