Siglos XV-XVIII: etapa de conflictos.

Su llegada a territorio hispánico se situa a comienzos del siglo XV. En 1425 el futuro monarca Alfonso el Magnánimo les concede un permiso para viajar por sus dominios durante un trimestre. Los gitanos llegan a España bajo el mando de "condes" o "duques", procedentes de la "Pequeña Egipto". La acogida inicial que tuvieron por parte de los reyes fue cálida. Estos instaron a la población española de la época a acoger a los recién llegados con respeto y hospitalidad Este clima de buen entendimiento solo duró, sin embargo, el tiempo que tardó la población peninsular en darse cuenta de que los gitanos pretendían instalarse definitivamente A partir de estos instantes comienza una lenta evolución de la comunidad gitana en nuestro país, caracterizada primordialmente por el conflicto con los no gitanos. Estos primeros enfrentamientos tienen su culminación en la Pragmática de 1499 decretada por los Reyes Católicos que ordenaba la expulsión inmediata de todos los gitanos, con la excepción de aquellos que tomaran "oficios conocidos". Se les prohibía su lengua y sus vestimentas tradicionales. La situacion del grupo no varía sustancialmente hasta bien entrado el XVIII.

En 1749 Fernando VI dictó una Pragmática que ordenaba que todos los gitanos debían ser apresados y enviados a presidios, arsenales y minas de Almadén. El objetivo era "someter y enmendar de una vez a esta multitud de gentes infame y nociva", en palabras de Campomanes, secretario de estado de Fernando VI.Fue una medida realmente drástica y cumplida a rajatabla, aunque afectó al sector más asimilado puesto que los gitanos que continuaban siendo nómadas no podían ser controlados con la misma facilidad que los ya asentados. Ante el fracaso de la pretensión inicial, la maquinaria represiva tuvo que detenerse La reacción a la orden de Fernando VI fue inmediata. Algunas autoridades se negaron a colaborar. Conocían a los gitanos y les habían tomado cierto afecto. Además de ello, se habían quedado sin herreros y otros especialistas en las tareas tradicionales de los gitanos.

Los arsenales, por otro lado, estaban desbordados. Los funcionarios de prisiones no podían hacerse cargo de tanta gente ni tenían los medios para mantenerlos a todos. Fernando VI se echó atrás y sacó otra orden que incluía modificaciones: solo se podía detener a los "perniciosos". A todo aquel gitano que pudiese demostrar su honestidad, se le debía devolver la libertad. La política de Fernando VI abrió muchas heridas, recelos y antagonismos de carácter étnico jamás vistos hasta entonces. Se crea un clima tenso y enrarecido.

Tras esta época de conflicto abierto entre ambas comunidades se inicia otra etapa en la cual las autoridades comienzan una campaña para mejorar la imagen gitana, afirmando que existe gente honrada entre ellos. Pero la intención asimiladora continua por parte del Estado español.


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