El tráfico negrero.
No hubo potencia de la Europa occidental que no participara en alguna medida en el tráfico negrero; cuatro, empero, preponderaron en él. Del principio al final hubo portugueses, quienes fueron los que mayor cantidad de esclavos transportaron. Los ingleses dominaron la trata durante el siglo XVIII. En tercer lugar se sitúan, también en el XVIII, los holandeses, y luego los franceses. A la cola figuran, por períodos más o menos cortos, daneses, suecos, alemanes y norteamericanos.
Los puertos de Cartagena y Veracruz fueron autorizados por la Corona para recibir esclavos/as africanos/as; pero el permiso poco a poco se fue ampliando a otros puertos, hasta que en 1789, Carlos III, decretó la total libertad del comercio negrero; y hacia 1804 todos los puertos importantes de Hispanoamérica gozaban de una completa libertad de comercio de esclavos negros.
"Convencido el gobierno español de que el comercio de negros no debía dejarse librado a la mera iniciativa privada, casi desde el primer momento lo despojó de toda libertad, sujetándolo a un rígido control en provecho del Real Tesoro y a una estricta vigilancia de la cantidad y calidad de los esclavos introducidos en las Indias20". La Corona española percibía, pues, por cada pieza que permitía introducir en América un impuesto, señalado en las licencias o asientos que establecía con personas o Compañías traficantes. Este tráfico requería en sus organizadores -casi nunca españoles- grandes medios de capital, barcos y personas, así como posesiones o contactos en el África, y fue asumido por personas o compañías de diversas nacionalidades, según las vicisitudes económicas y políticas de Europa."