El trato a la población esclava negra.
El trato dado a los esclavos negros era "considerablemente" peor que el que sufrían los indios. La captura generalmente estaba a cargo de tribus enemigas africanas... tras la captura en suelo africano, comenzaba una caminata que a veces duraba semanas hasta dar con el puerto de embarque. Ahí, eran encadenados, muy mal alimentados, pasaban a los barcos negreros, diseñados para ‹‹almacenar›› cientos de piezas (personas) en las bodegas... se calcula que un treinta por ciento moría en el trayecto, otros quedaban ciegos como consecuencia de las infecciones y otros eran tirados por la borda. Cuando la carga llegaba a América, solía ser inspeccionada por un protomédico antes de bajar del barco. Tras ese trámite, el asentista -quien gozaba del privilegio de importar negros esclavos- pagaba a la Aduana los derechos y procedía a acreditarlo con un peculiar recibo: un hierro candente o carimbo que grababa las iniciales del propietario importador sobre la piel de los esclavos, en la espalda o en los hombros. Esto no sólo indicaba quién era el dueño, sino que se trataba de una transacción legitimada por la ley. Luego los esclavos y las esclavas eran encerrados en barracones oscuros e insalubres, atados con cadenas hasta proceder a la venta. Una vez adjudicados, debían ponerse de nuevo en camino hasta su destino. El nuevo amo solía volver a carimbarlos para establecer su propiedad de manera fehaciente.
El trato que recibían en las plantaciones y residencias era por lo común despiadado. Se les castigaba severamente por cualquier desobediencia... A pesar de esto, se rebelaban y escapaban, creando palenques o campamentos de cimarrones, contra los cuales los propietarios lanzaban a los rancheadores con sus perros de presa.
Como sucedía en el caso de los indios la Iglesia constituyó cierto refugio espiritual y físico para los negros, pero sin que la Institución renunciara a la posesión de esclavos, al extremo de que en Chile, hasta su expulsión en el siglo XVIII, los jesuitas fueron los mayores propietarios de cautivos.