Precedentes de la esclavitud.

La esclavitud en sus comienzos , poco o nada tuvo que ver con la raza, y sí con la suerte de los vencidos en las guerras. En España, como en casi toda Europa, hubo esclavos/as ininterrumpidamente desde épocas remotas hasta bien entrado el siglo XIX, aunque a partir del XVIII disminuyera drásticamente el número de cautivos en la península.

En 1517 fray Bartolomé de las Casas , horrorizado por el trato dado a los aborígenes del Nuevo Mundo, propuso que cada blanco avecinado en las Indias pudiera importar doce esclavos negros que relevaran a los nativos de las penosas tareas impuestas por los españoles. ¿Por qué esclavos negros en lugar de indios?. Como principio ético-religioso, Las Casas no tenía nada que objetar. La Biblia -el Levítico- autoriza la esclavitud. Pero también existía una peculiar circunstancia personal: para Bartolomé de las Casas era muy natural ver o poseer esclavos negros. Esto formaba parte del paisaje andaluz heredado de los árabes.

Los negros esclavos, procedían de lo que hoy llamamos Senegal, Biafra, Ghana, Nigeria, Benin, Togo, Dahomey, Camerún, Congo, Gabón, Angola o Mozambique, pero el grueso era raptado de una vasta zona conocida como el Golfo de Guinea. A todos se les llamaba bozales, y ya en el siglo XVI el valor comercial de este tráfico sobrepasaba al del oro o las especias, algo que inquietaba a los españoles, pues como consecuencia del Tratado de Tordesillas de 1494 esta actividad era un exclusivo privilegio concedido por el Papa a los portugueses. Nicolás V (1454) y Calixto III (1456) otorgaron bulas papales a los portugueses legitimando la esclavitud de los negros con la condición que se incluyera el propósito de cristianizarlos.

Si bien los españoles no podían dedicarse a la captura y transporte de esclavos - el llamado tráfico o trata- nada les impedía comprarlos o revenderlos varias veces, enorme negocio cuya exclusividad - el asiento o derecho real- a adquirir cierto número de esclavos se convirtió en una fuente de privilegios. La limitación portuguesa del tráfico desapareció en 1578 al morir sin descendientes el rey Sebastián de Portugal, momento en el que Felipe II se anexionó el reino vecino. Los portugueses siguieron siendo los traficantes, pero Portugal era ya parte de la Monarquía Hispánica. Esto volvió a cambiar en 1640, cuando Portugal se independizó de España y Felipe V, decidió "castigar" a los portugueses cancelando el privilegio del suministro de esclavos africanos a las posesiones españolas en América - aunque sin renunciar a la adquisición de nuevos cautivos-.

Ingleses, holandeses y franceses eran una buena opción de recambio, pero con los dos primeros surgía un inesperado problema moral: los ingleses eran protestantes y algunos tratantes holandeses eran judíos afincados en Curazao.

Lo que preocupaba al monarca no era la trata de negros sino que ésta se realizara con los dos enemigos mortales de la católica España. Sin embargó, se comerció unas veces de manera legal y otras mediante contrabando, pero sin detener el flujo de esclavos que mantenía en marcha la producción de azúcar, la obtención de metales o la carga fiscal que llevaba cada transacción.

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