El caso estadounidense. Las pioneras.
Como se apunta en el apartado anterior el germen del movimiento sufragista estadounidense fue el activismo político de las mujeres norteamericanas en favor del abolicionismo de finales de la primera mitad del siglo XIX. Su activismo sentó las bases organizativas e ideológicas de la posterior lucha por los derechos femeninos. Tanto la propia lucha sufragista como el resultado de la misma se vieron favorecidos por un contexto social y político proclive a las mismas.
En el apartado político la democracia americana de principios del siglo XIX no discriminaba por las diferencias de clase entre individuos, una problemática por resolver en otras democracias contemporáneas tales como la inglesa en la que las diferencias de derechos en función de la clase social afectaban tanto a mujeres como hombres.
En segundo lugar, desde 1776 se había operado la separación entre iglesia y estado.
Es decir, en los EE.UU. del siglo XIX eran la raza y el sexo los que determinaban los derechos políticos de los que disfrutaba un individuo y no la religión o la clase social. Por tanto las activistas políticas americanas fueron capaces de enfocar el problema a combatir con mucha más claridad que sus compañeras británicas, las cuales tenían problemas de clase y religión a resolver y comunes a sus compañeros activistas, lo cual difuminó el papel y las pretensiones femeninas.
Las mujeres estadounidenses, con anterioridad a la Guerra Civil desarrollaron una extraordinaria actividad política, al igual que los hombres, en todo tipo de asuntos, que iban desde la religión a movimientos filantrópicos y cívicos pasando por el abolicionismo. Sin embargo en la discusión posterior a la contienda entre el "sufragio universal" (que incluía a las mujeres) y el "sufragio masculino" (que tan sólo incluía a los esclavos) acabó venciendo la segunda opción. La enmienda a la constitución norteamericana de 1870 tan sólo incluía a los esclavos masculinos. El movimiento sufragista tuvo que continuar su lucha hasta 1890.
La lucha por el sufragio había ido pareja a un progreso considerable de la mujer en el ámbito profesional, de la educación y de la ocupación de nuevos territorios.
La principal plataforma sufragista fue la "Women´s Christian Temperance Union" que acabó por unificar el movimiento sufragista en los EE.UU. La cual aplicó estrategias estatales, no federales, que acabaron con el reconocimiento del sufragio femenino en cuatro estados en 1896. Sin embargo la crisis económica de la década, las consecuencias de la inmigración masiva y la estabilización del abolicionismo supusieron una pausa en los progresos.
Todo cambió cuando en 1915 Carrie Chapman Catt fue elegida presidenta de la organización y se inclinó por una nueva estrategia nacional a gran escala que provocó avances en muchos estados y llevó a la enmienda de la constitución.
Algunos apuntan también la hipótesis de que con esta medida la clase media blanca anglosajona trataba así de controlar a los ex-esclavos e inmigrantes en las grandes ciudades.
Finalmente, la enmienda a la constitución por el voto femenino tan sólo llegó en tiempos de guerra, y fue posteriormente ratificada, a consecuencia del apoyo de las sufragistas al esfuerzo guerrero del país.