Modelo republicano.
Para los republicanos, al contrario de lo que defiende el modelo liberal clásico, la ciudadanía no es un estatus sino una práctica. Para ellos la ciudadania es activa, no pasiva, al mismo tiempo que pública no privada. Lo que nos convierte en ciudadanos es la práctica de la ciudadanía que se concreta en la participación política. La ciudadanía comporta unos deberes, los derechos son producto del proceso político, pero no su presupuesto. Los derechos son fruto de las leyes y convenciones a que han llegado los ciudadanos que participan en el proceso político, y no suponen una verdad normativa trascendente. Son derechos institucionales y no derechos del hombre, por lo que no hacen referencia a una forma idealizada de comunidad humana que busque la universalidad. De esta manera, la ciudadanía puede ser reformulada en cualquier momento y puede adaptarse a las circunstancias sociales cambiantes. Para los republicanos, la conexión entre identidad individual e identidad colectiva es tan estrecha, que la calidad de vida de cada individuo depende de la calidad de vida colectiva de la comunidad. Para algunos autores esta es la tercera vía, la que permite buscar puntos de encuentro entre el individualismo atomístico del liberalismo y el integrismo comunitarista.