Tras las primeras iniciativas por parte de Suiza para celebrar una convención internacional, Guillermo II convocó la Conferencia de Berlín en Marzo de 1890, para la que inicialmente se pensó sólo en los países más industrializados de Europa: Francia, Inglaterra, Bélgica y Suiza, aunque finalmente se invitó a ocho Estados más, entre ellos España. La Conferencia de Berlín supuso un paso importante hacia la coordinación de los contenidos de la legislación protectora europea, legislación que "no se puso en práctica para dar remedio a las condiciones del trabajo industrial en general, sino como una solución específica al problema de la mujer (y del niño) en el trabajo".Se intentó unificar los criterios en materia de empleo nocturno y subterráneo femenino, la limitación de la jornada, la restricción del acceso de la mujer a los puestos insalubres o peligrosos, etc.