A raíz del advenimiento de la republica, el programa del PSOE, aprobado en el Congreso del partido de 1931 y defenido en el Parlamento republicano, incluyó una declaración genérica de igualdad de derechos entre hombres y mujeres tanto en la educación profesional como en el mundo laboral.
Numerosas voces dentro del socialismo, como las de Jiménez de Asúa, señalaban que podía compatibilizarse el trabajo extradoméstico con la maternidad, pues el matrimonio debía edificarse con el mutuo trabajo y los mismos derechos entre los cónyuges. Además, con los ingresos de los dos esposos la familia podía alcanzar un mayor nivel de vida. En la misma dirección se pronunciaba Aurora Arnaiz, quien reivindicaba una mujer como persona "moral, intelectual y materialmente", que debía demandar en primer lugar una escuela donde aprender un oficio y luego un empleo como medio para no caer en la prostitución.
Entre amplios sectores socialistas también se calificó de infundado, erróneo y superficial el considerar que el aumento del empleo femenino significaba automaticamente el aumento del desempleo masculino. Cuando se enumeraban las causas del paro no se incluía la incorporación laboral de la mujer como una de sus causas. En la ponencia sobre el paro presentada al Congreso de la UGT de 1932 no se acusó de ello a las trabajadoras, sino a la deficiente organización del mercado de trabajo y a los nuevos métodos científicos de producción. En la misma línea, el manifiesto del 1 de mayo de 1933 firmado por el PSOE y la UGT proponía, como medida contra el desempleo, la reducción de la jornada laboral a las 40 horas semanales, sin referirse a la posibilidad de limitar el número de obreras.
La mayor parte de las mujeres socialistas españolas, ante el problema de la realización de las tareas materno-domésticas, se pronunciaron a favor de su realización por las mujeres aunque reclamando la aprobación de medidas sociales que facilitaran la consecución de la independencia económica de la mujer por medio del trabajo remunerado.
Margarita Nelken, diputada socialista, consideraba el trabajo remunerado como una premisa indispensable para conseguir la libertad de las mujeres y afirmará que en el matrimonio ninguno de los dos cónyuges debía supeditarse ni depender económicamente del otro. No obstante, al mismo tiempo afirmaba la existencia de funciones específicas para las mujeres, aparte de compañeras y colaboradoras de los hombres, y estas eran la de ser madre y cuidadora del hogar. Por ello, propondrá la introducción de medidas sociales que protejan la maternidad: reducción de la jornada laboral, creación de guarderías infantiles, etc.
Para otra destacada socialista, Matilde Huici, el trabajo había sido y era el elemento fundamental económico liberador de la mujer, y se postuló en contra de la imlantación del salario familiar porque significaba condenar a la mujer a su tradicional sumisión al varón.